Bajo tu manta

Caminábamos en silencio, acompañadas por el susurro del aguacero.
Un alboroto de flores vagaba entre los árboles y las paredes de adobe mientras



Caminábamos en silencio, acompañadas por el susurro del aguacero.
Un alboroto de flores vagaba entre los árboles y las paredes de adobe mientras marchábamos en fila india bajo la lluvia
guatemalteca.
Éramos casi veinte mujeres, formando un grupo grande de pueblos originarios y comunidades negras de varios países de América Latina.

Ibamos a visitar una cooperativa de mujeres artesanas que fabricaban la ropa tradicional de la comunidad maya.
Contemplaba delante de mí, la silueta de la hermana Gerarda.
Ella, peruana, originaria del pueblo quechua, con trenzas largas y una cara que ya había visto varios veranos, pisaba delicadamente el camino de tierra. Le quedaban pocos dientes, pero tenía una sonrisa que le brotaba del alma.

De repente, Gerarda se dio vuelta y exclamó:

¨»Judith,¡venga aquí que se va a empapar con la lluvia!», y levantó la manta que le cubría la cabeza y el cuerpo y abriéndola me invitó a meterme debajo de ella.

Así llegábamos al encuentro de la tarde, abrazadas y riéndonos, calentitas y secas, debajo de la manta de Gerarda.

Éramos de mundos distintos, de tamaños distintos, de lenguas distintas, pero estábamos cubiertas por la misma manta.

Lucas 13:34b- «¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta a sus pollitos bajo las alas…!»

Deja un comentario