COMO SUPLICAR

Por Charles Spurgeon
Texto: «Yo estoy afligido y menesterioso; apresúrate a mí, oh Dios. Ayuda mía y mi libertador eres tu; oh Jehová, no te detengas.» Salmo 70:6
Antaño los pintores estaban descoses de estudiar bajo grandes maestros. Estaban convencidos de que podían alcanazar más fácilmente los niveles de excelencia si entraban en la escuela de hombres eminentes. Los hombres han pagado grandes primas para que sus hijos puedan entrar como aprendices con personas que son las mejor preparadas en sus oficios o profesiones.

Ahora bien, si alguno de nosotros quiere aprender el sagrado arte y misterio de la oración, es bueno que estudie las producciones de los grandes maestros de esta ciencia. No puedo señalar a alguien que entienda mejor el arte de la oración que el salmista David. Tan bien conoce la forma de alabar, que sus salmos se han convertido en el lenguaje de los hombres buenos de todas las eras. Tan bien ha entendido el cómo de la oración, que si nosotros logramos captar su espíritu, y seguir su modo de orar, habremos aprendido a suplicar a Dios de la manera que mejor prevalece. Pon delante de ti, en primer lugar al Hijo y Señor de David, el más poderoso de todos los intercesores, y junto a él encontrarás a David como uno de los más admirables modelos para ser imitado.

Entonces consideraremos nuestro texto como una de las producciones de un gran maestro en asuntos espirituales, y lo estudiaremos orando todo el tiempo que Dios nos ayude a orar de la misma manera.

En nuestro texto tenemos el alma de uno que suplica con éxito bajo cuatro aspectos: en primer lugar, vemos el alma que confiesa: «Yo estoy afligido y menesteroso.» Luego, tenemos el alma que suplica, porque usa su pobre condición como argumento para pedir, y añade: «apresuradamente a mí, oh Dios.» En tercer lugar podéis ver un alma urgido, porque exclama: «Apresúrate,» y varía la expresión pero conserva la misma idea: «No te detengas.» Y tenéis en cuarto y último lugar, un alma que se aferra de Dios porque el salmista lo expresa de este modo: Ayuda míáiibertador mío eres tú;» así se toma de Dios con las dos manos, como para no dejarlo ir hasta haber obtenido la bendición.

I. Entonces, para empezar, vemos en este modelo de suplicación UN ALMA QUE CONFIESA

El luchador se desviste antes de entrar en la contienda, y la confesión hace lo mismo por el hombre que está por alargar su causa delante de Dios. El que corre en las pistas de la oración no puede esperar el trifuno a menos que, por medio de la confesión el arrepentimiento y la fe, se despoje de todo peso del pecado. Ahora bien, hay que recordar siempre que la confesión es absolutamente necesaria para el pecador cuando busca por vez primera al Salvador. Oh, tú que buscas, no es posible que logres la paz para tu atribulado corazón, mientras no hayas reconocido tu transgresión y tu iniquidad delante del Señor. Puedes hacer todo lo que desees, sí y aun intentar creer en Jesús, pero vas a descubrir que la fe de los elegidos de Dios no está en ti, a menos que estés dispuesto a hacer una confesión completa de tus transgresiones, y desnudar tu corazón delante de Dios. Generalmente nosotros no hacemos donaciones de caridad a personas que no la necesitan. El médico no manda su medicina a quienes no están enfermos. El ciego junto al camino a mendigar. Si hubiera tenido dudas en cuanto a su ceguera, el Señor hubiera pasado de largo frente a él. El abre los ojos a los que se confiesan ciegos, pero a los demás dice: «Porque decís Vemos,’ vuestro pecado permanece.» A los que son llevados ante él, les pregunta: «¿Qué quieres que te haga» para que su necesidad sea públicamente reconocida. Tiene que ser así para todos nosotros: debemos ofrecer la confesión, o no podemos obtener la bendición.

Permitidme que hable especialmente a vosotros que deseáis encontrar la paz con Dios, y la salvación por medio de la preciosa sangre. Haréis bien hacer una confesión muy friffica, muy sincera y muy explícita delante de Dios. Es seguro que no tenéis nada que esconder, porque nada hay que podáis esconder. El ya conoce vuestra culpa, pero él quiere que vosotros la conozcáis, y por eso manda que la confeséis. Entra en el detalle de tus pecados reconociéndolos secretamente delante de Dios. Desnúdate de toda excusa, no te disculpes. Dí: «Contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos; para que seas reconocido justo en ti palabra y tenido por puro en tu juicio.» Reconoce la maldad del pecado, pídele a Dios que te haga sentirla. No lo trates como si fuera una pequeñez, porque no lo es. Para redimir al pecador de los efectos del pecado, Cristo mismo tuvo que morir, y a menos que seas librado eternamente de una falta venial, que no hubiera sido tomada en cuenta si no fuera Dios tan severo. Pero trabaja hasta ver el pecado como Dios lo ve, como una ofensa contra todo lo que es bueno, una rebelión contra todo lo amable. Míralo como traición, como ingratitud, como una cosa baja y egoísta.

Nunca esperes que el Rey del cielo perdone a un traidor, sí éste no confiesa y abandona su traición. Hasta el padre más tierno espera que el niño se humille cuando ha causado una ofensa, y no dejará de mostrarle el ceño fruncido mientras con lágrimas no diga: «Padre, he pecado.» ¿Te atreves a esperar que Dios se humille delante de ti, y no sería así si El no te constriñera a humillarte a El? ¿Quieres que él haga la vista gorda tus faltas y cierre los ojos ante tus transgresiones? El tendrá misericordia, pero es santo. Está dispuesto a perdonar, pero no tolera el pecado, y por lo tanto, no te puede perdonar si tú sigues acariciando tus pecados, o si te atreves a decir: «No he pecado.» Así que, date prisa, Oh tú que buscas, date prisa, te ruego, y preséntate ante el trono de la gracia con esto en tus labios: «Soy pobre y menesteroso,soy pecador, estoy perdido; apiádate de mí.» Con tal reconocimiento comienzas bien tu oración, y por Jesucristo prosperarás en ello.

Amados oyentes, el mismo principio se aplica a la iglesia de Dios. Estamos orando por una demostración del poder del Espíritu Santo en esta iglesia,11.on el fin de orar exitosamente en esto, es necesario que unánimemente hagamos la confesión que se halla en nuestro texto: «Yo estoy afligido y menesteroso.» Tenemos que reconocer que en esto carecemos de poder. La salvación es de Jehová y no podemos salvar una sola alma. El Espíritu de Dios está escondido en Cristo, por lo que debemos buscarlo ante el que es gran Cabeza de la Iglesia. No podemos mandar al Espíritu, sin embargo, nada podemos hacer sin él.

El sopla de donde quiere. Debemos sentir esto profundamente y reconocerlo honestamente. Antes de bendecir a su Iglesia Dios quiere que sepa que la bendición viene completamente de El. «No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová.»

La carrera de Gedeón fue muy notable, y comenzó con dos señales muy instructivas. Pienso que nuestro Padre celestial quiere que todos nosotros aprendamos la misma lección que le enseñó a Gedeón, y cuando hayamos dominado la lección, él nos usará para sus propósitos. Ustedes recordarán que Gedeón puso un vellón de lana sobre la era, y en la mañana, alrededor del vellón todo estaba seco y solamente el vellón estaba mojado. Dios había saturado de agua solamente el vellón, de modo que Gedeón pudo exprimirlo, y su humedad no se debió a que fuera puesto en un lugar favorable, porque alrededor todo estaba seco. Puede haber querido que aprendamos que, si el rocío de su gracia llena a alguno de nosotros con su vaho celestial, no es porque estamos en la era de un ministerio que Dios normalmente bendice, o porque estamos en una iglesia que Dios normalmente visita con su gracia; pero se nos tiene que hacer ver que las visitaciones de su Espíritu son fruto de la soberana gracia de Dios, y dones de de su amor infinito, y no de la voluntad del hombre, ni por hombre. Pero luego el milagro fue invertido, porque, como dice Tomás Fuller: «Los aria de Dios pueden invertirse y se verán tan gloriosos de una manera como de la otra.»

A la noche siguiente el vellón estaba seco y alrededor el suelo estaba todo mojado. Porque los escépticos podrías haber dicho: «Sí, pero un vellón muy naturalmente atrae la humedad, y si hubiera alguna humedad en el aire, lo más probable es que fuera absorbida por la lana.» Pero, he aquí, en esta ocasión el rocío no está donde ha dado una preparación de corazón para recibirla, nos quiere hacer entender que su gracia y su Espíritu son completemente libres en la acción y soberanos en operación; y no .está obligado a trabajar según ninguna norma que nosotros hayamos inventado. Si el vellón estaba mojado, él lo bañó con el roció, no porque fuera un vellón, sino porque El quiso hacerlo así. El tendrá talo la gloria de toda su gracia de principio a fin. Entonces, venid, hermanos míos, y hacemos discípulos de esta verdad. Considerad que toda buena dádiva y todo don perfecto debe venir del gran padre de las luces. Nosotros somos obra suya, él debe hacer todas nuestras obras en nosotros. La gracia no se merece por nuestra posición o condición: el viento de donde quiere sopla, el Señor obra y no hay hombre que pueda impedirlo; pero si El no obra, resulta vano el más poderoso y celoso de los trabajos.

Es muy significativo que antes que diera de comer a los miles de personas, Jesús hizo que los discípulos hicieran inventario de sus provisiones. Era bueno que ellos vieran cuán baja estaba la intendencia, para que cuando la multitud tuviera su comida no pudieron decir que el cesto lo había hecho, ni que el niño había provisto. Dios hará que veamos cuán escasos son nuestros panes de cebada, cuán pequeños nuestros pececillos, que eso nos lleve a preguntar: «¿Qué es esto entre tantos?» Cuando el salvador mandó a sus discípulos a que echaron la red a la mano derecha, y arrastraron una gran cantidad de peces, él no hizo el milagro hasta que ellos hubieron confesado que habían trabajado toda la noche y no habían sacado nada. Así fueron enseñados que el éxito de su pesca dependía del Señor, no de sus redes, ni del mote de arrastrarlas, ni de su habilidad en el arte de la navegación, sino completamente, totalmente su éxito había venido de su Señor. Debemos entender esto, y mientras más pronto lo hagamos, mejor.

Observamos lo que hacían los antiguos judíos de guardar la Pascua. Había que tener panes sin levadura, y había que comer el cordero pascual. Pero no podían servirse los panes sin levadura ni comer el cordero pascual mientras no hubieran limpiado la vieja levadura. Si tenéis alguna fuerza añeja, o confianza en vosotros mismos, si hay algo que es de vosotros mismos, está, en consecuencia, leudado y debe ser quitado. La alacena debe estar vacía antes que pueda llegar la provisión celestial, con la cual se puede guardar la pascua. Doy gracias a Dios cuando nos limpia. Bendigo su nombre cuando nos lleva a sentir la pobreza de nuestra alma como iglesia, porque es seguro que entonces vendrá la bendición.

Una ilustración más mostrará esto, quizás, más claramente aun. Veamos a Elías con los sacerdotes de Baal en el Carmelo. La prueba era para decidir la elección de Israel –el Dios que respondiera por fuego, que el, sea Dios. Los sacerdotes de Baal invocaron en vano que viniera fuego del cielo. Elías está confiado en que el fuego del cielo. Elías está confiado en que el fuego descenderá sobre su sacrificio, pero también está seriamente resuelto a lograr que los falsos profetas y ese pueblo vacilante no imaginen que él mismo había producido el fuego. Decide dejar en claro que no hay artificios, astucia a maniobra humana en la materia. Debía notarse bien que la llama era del Señor y solamente del Señor. Recordad la rigurosa orden del profeta: «Llenad cuatro cántaros de agua, y derramadla sobre el holocausto y sobra la leña. Y dijo: Hacedlo otra vez; y otra vez lo hicieron. Dijo aún: Hacedlo la tercera vez; y lo hicieron la tercera vez, de manera que el agua corría alrededor del altar, y también se había llenado de agua la zanja.» No podía haber fuegos latentes allí. Si hubiera habido combustibles o productos químicos calculados para producir fuego a la manera delos fraudes de la época, todo ello habría sido mojado por el agua o se habría descompuesto. Cuando nadie podía imaginar que el hombre pudiera quemar el sacrificio, entonces el profeta alzó..sus ojos al cielo, y comenzó a orar, y descendió el fuego del Señor, que consumió el holocausto, la leña, las piedras del altar, el polvo y aun lamió el agua que había en la zanja. Entonces, cuando todo el pueblo lo vio, cayó sobre sus rostros, y dijeron: «¡Jehová es el Dios! ¡Jehová es el Dios!»

En esta iglesia, si quiere bendecirnos grandemente, el Señor puede enviarnos la prueba de derramar agua una, dos y tres veces. Puede desalentarnos, afligirnos, probarnos y hacernos decaer, hasta que todos veamos que no es el predicador, ni la organización, no es del hombre sino completamente de Dios, el Alfa y al Omega, el que obra todas las cosas de acuerdo con el consejo de su voluntad.

Así os he demostrado que para tener una buena sesión de oración lo mejor es comenzar con la confesión de que estamos afligidos y menesterosos.

II. En segundo lugar, cuando el alma se ha despojado del peso de los méritos y de la autosuficiencia, procede a orar y nos encontramos ante UN ALMA QUE SUPLICA.

«Yo estoy afligido y menesteroso; apresúrate a mí, oh Dios, Ayuda mía y mi libertador eres tú; oh Jehová no te detengas.» El lector cuidadoso notará cuatro súplicas en este solo versículo.

Sobre este tema quiero destacar que es hábito de la fe, cuando está orando, usar súplicas. Los que son simples pronunciadores de oraciones, que de ningún modo oran, olvidan ofrecer a Dios. Pero aquellos que quieren prevalecer, ofrecen sus razones y sus poderosos argumentos y debaten la cuestión con Dios. Los que juegan a la lucha se toman como pueden, al azar, pero los que son realmente luchadores tienen una cierta manera de tomar al oponente –un modo de lanzarlo y cosas por el estilo; trabajan según un cierto orden y reglamento. El arte de la lucha de fe es suplicar a Dios, y decir con osadía: «Que sea así y así, por tales y tales razones.» Oseas nos dice de Jacob que «Allí habló con nosotros,» de lo que entiendo que Jacob nos instruye por su ejemplo. Ahora bien, las dos súplicas que Jacob usó eran precepto y promesa de Dios. Primero él dijo: «l«é’abiste: Vuélvete a tu tierra y a tu parentela,» que es como si hubiera dicho: «Señor, estoy en dificultades, pero he venido aquí en obediencia a ti. Tú me dijiste que hiciera esto; ahora puesto que Tú me mandaste que viniera hasta aquí, ante los dientes mismos de mi hermano Esaú, que viene como un león a mi encuentro, Señor no puedes ser infiel como para ponerme en peligro y luego dejarme.» Este era un razonamiento sano, y prevaleció en la presencia de Dios. Luego Jacob recordó una promesa: «Dijiste: Yo te haré bien.’ «

Entre los hombres es un modo maestro de razonar el poder desafiar al adversario con sus propias palabras: puedes citar otras autoridades, y él podría decir: «Niego su fuerza.» Pero, cuando citas a un hombre contra sí mismo, lo aniquilas. Cuando haces que un hombre recuerde su promesa, éste debe confesarse infiel y voluble, o, si mantiene que no cambia, y que es fiel a su palabra, lo tienes en tu mano, has logrado tu voluntad. Hermanos, aprendemos así a suplicar con los preceptos y promesas, y con cualquier otra cosa que pueda servirnos; pero tengamos siempre algo en que basar nuestra súplica. No hagas cuenta de haber orado si no has argumentado porque el argumentar es la médula misma de la oración. El que suplica con argumentos conoce el secreto de tomó prevalecer con Dios, especialmente si aplela a la sangre de Cristo, porque eso abre la cerradura de los tesoros celestiales. Muchas llaves sirven para muchos candados, pero la llave maestra es la sangre y el nombre de aquel que murió y resucitó, y todavía vive en los cielos para salvarnos hasta lo sumo. Los argumentos de la fe son abundantes, y esto es bueno, porque la fe se ve ante diversas posiciones, y las necesita todas.

La fe invocará osadamente todas las relaciones da gracia de Dios. Le podrá decir: «¿No eres tú el Creedor? ¿Desampararás la obra de tus manos? ¿No eres el redentor? 7ü que has salvado a tu siervo, me desecharás?» Normalmente la fe se deleita en echar mano de la paternidad de Dios. Este es uno de sus puntos maestros: cuando saca esto relucir, gana su punto. «Tú eres padre y ¿nos castigarás aunque nos mates? ¿Un padre y no proveerás? ¿Un padre y no te compadeces ni tienes misericordia? ¿Un padre y niegas lo que tu hijo te pide?» Cuando quiera que estoy impresionado con la majestad divina, y por eso carezco de espíritu para la oración, encuentro un remedio rápido y dulce al recordar que, aunque El es el Gran Rey, y que es infinitamente glorioso, yo soy su hijo, y no importa quien sea el padre. Sí, la fe puede apelar a todas y cada una de todas las relaciones que Dios tiene con sus escogidos.

Además, la fe puede acosar el cielo con las Promesas Divinas. Supongamos que vas a uno de los bancos de la ciudad y ve a un hombre que entra y sale y cada vez pone un pedazo de papel en las mesas sólo para retirarla nuevamente y nada más. Hace esto varias veces en el día. Pienso que pronto darían órdenes al portero de no dejar entrar tal hombre, porque sólo estaría haciendo perder el tiempo al cajero, y haciendo cosas sin ningún propósito. Los hombres que van al banco con fines serios presentan sus cheques, esperan que les entreguen el dinero y luego se van, pero no sin antes haber concluido su negocio. No ponen en la mesa el papel y se ponen a hablar sobre las excelencias de la firma o sobre lo correctamente extendido del do*****ento, sino que esperan que les den su dinero y no están contentos mientras no lo reciben. Estas son las personas que son bienvenidas en el banco y no las personas frívolas. ¡Ay! Mucha gente juega a la oración y no son mejores que aquellos que acabo de describir. Digo que están jugando a la oración porque no esperan que Dios les de una repuesta, y así son personas puramente frívolas, que se burlan del Señor. El que ora con la seriedad de los que hacen negocios, con verdadero sentido en lo que hace, honra al Señor. El Señor no está jugando cuando hace promesas. No fue un juego el que confirmara la palabra por medio de su sangre, y no demos convertir la oración en una broma, orando con un espíritu que nada espera.

El Espíritu Santo es serio, y nosotros también debemos ser serios. Debemos ir en busca de una bendición, y no quedarnos satisfechos hasta que la hayamos conseguido Como el cazador, no se queda satisfecho por haber corrido, tantas millas, y no está contento hasta que ha cogido una presa.

Además, la fe apela a las proezas de Dios. Mira al pasado y dice: «Señor, tú me salvaste en tales y tales ocasiones, ¿me fallarás ahora? «Además, toma la vida como un todo y suplica así:

Habiendo tantas misericordias recibido,

¿me dejarás finalmente hundido?

«¿Me has traído hasta este punto para que al final sea puesto en vergüenza?» La fe conoce las antiguas misericordias de Dios, y las convierte en argumentos para obtener favores presentes. Pero todo tu tiempo se habrá ido si tratas do mostrar siquiera la milésima parte de los argumentos de la, fe.

Sin embargo, a veces los argumentos de la fe son muy singulares. Como ocurre un nuestro texto, de ningún modo se conforma a las reglas de la orgullosa naturaleza humana al suplicar: «Estoy afligido y menesteroso, apresúrate a mí, oh: Dios.» Es como otra oración de David: «Ten misericordia dé mi iniquidad que es grande.» Esta no es la manera en que los hombres suplican, porque dicen: «Señor, ten misericordioso de mí, porque no soy tan pecador como otros: ° Pero la fe hace su lectura bajo una luz más realista, y basa sus argumentos en la verdad. «Señor, puesto que mi pecado es grande, y tú eres el gran Dios, que tu misericordia sea magnificada en mí».

Vosotros conocéis la historia de la mujer sirofenicia. Es un gran ejemplo de la ingenuidad del razonamiento de la fe. Vino a Cristo a suplicar por su hija, y él no le contestó palabra alguna. ¿Qué creéis dijo su corazón? «Bien,» se dijo, «Está bien, porque no me ha rechazado. Puesto que no ha hablado no me ha rechazado.» Animándose con esto, comenzó a suplicar de vuelta Ésta vez Jesús le habló en forma un tanto áspera, y entonces su valiente corazón dijo: «Por fin he logrado que hable. Lograré una obra maravillosa pronto. Eso también la alegró; y entonces, cuando El la llamó «perro,» ella razonó: «pero un perrillo es parte de la familia, tiene alguna conexión con el amor dé la casa. Aunque no come en la mesa, recibe las migajas debajo -de la mesa, y ahora te tengo a ti, gran Amo, aunque soy perrillo. La gran misericordia que te estoy pidiendo, aunque es muy grande para mí, para ti es solo una migaja. Concédemela, te lo ruego.» ¿Podía fracasar en la consecución de lo que estaba pidiendo? Imposible. Cuando la fe tiene un deseo, siempre encuentra un camino, y obtendrá la victoria cuando todas las cosas presagian una derrota.

Los argumentos de la fe son muy peculiares, pero permítaseme agregar que son siempre sanos porque, después de todo, es un argumento contundente afirmar que estamos afligidos y necesitados. ¿No es ese el principal argumento delante de la benevolencia, sea humana o divina? ¿No es nuestra necesidad la mejor razón que podemos ofrecer? Si queremos que un médico acuda prontamente a ver un enfermo, le diremos: «Doctor, no es un caso común, está a punto de morir, venga, dése prisa» Si queremos que los bomberos se apuren en llegar a un incendio no les diríamos: «Apúrense, es un pequeño incendio.» Por el contrario, les decimos que es una casa antigua, llena de material combustible y hay rumores de que hay petróleo y pólvora dentro de la propiedad. Además, está cerca de un depositó de maderas, y hay muchas cabañas de madera alrededor, y en poco tiempo tendremos media ciudad en llamas.» Presentamos la situación lo más malo que sea posible. Oh, que recibamos sabiduría para ser igualmente sensatos al suplicar a Dios, para encontrar argumentos en todo, pero especialmente para hallarlos en nuestras necesidades.

Hace dos siglos el oficio de la mendicidad, se decía, era el más fácil, pero el peor pagado. No estoy muy seguro de la segundo en nuestros tiempos, pero £~ ente el oficio de rogar delante de Dios es difícil e indudablemente es lo mejor pagado del mundo. Es notorio que los que mendigan ante los hombres normalmente tienen muchos argumentos de que echar mano. Cuando un hombre está pasándolo mal y hambriento, normalmente puede encontrar una razón para pedir ayuda de cualquier persona. Supongamos que se trata de una persona a la que ya está unida por muchas obligaciones, entonces, la pobre criatura alega: «Si le pido otra vez, estoy seguro de su ayuda, porque me conoce y siempre ha sido muy amable.» Si nunca le ha pedido antes a una persona, entonces dice: «Nunca lo he molestado antes. No puede decir que ya ha hecho todo lo que podía por mí. Tomaré el atrevimiento de comenzar con él.» Si es pariente, dice: «Es seguro que querrás ayudarme en mi angustia, porque eres familiar,» y si se trata de un extraño dice: «Con frecuencia he encontrado extraños que han sido más amables que los que son mi misma sangre, ayúdame, se lo ruego.» Si le pide al rico, ley dice que nunca van a echar de menos lo que le dé. Si la pida’ al pobre, le presiona diciéndole que él sabe lo que significa la necesidad, y que por cierto sentirán compasión de él estando’ en gran angustia, Ojalá fuéramos la mitad alertas de lo que estas personas son para llenar nuestra boca de argumentos cuando estamos delante del Señor. ¿Cómo es posible que nosotros no estemos la mitad despiertos, y da impresión de que no se despiertan los sentidos espirituales? Que Dios nos conceda que podamos aprender el arte de suplicar al Dios; eterno, porque en ello descansa el poder prevalecer delante de El, por los méritos de Jesucristo.

III. En el punto siguiente debo ser breve. ES UN ALMA URGIDA

«Apresúrate a mí, oh Dios. Oh Jehová, no te detengas.» Podemos demandar urgencia de Dios, si todavía no somos salvos, porque nuestra necesidad es urgente. Estamos en peligro constante, y el peligro es de la peor especie. Oh, pecador, dentro de una hora, dentro de un minuto, puedes encontrarte donde la esperanza ya no te visitará más. Por lo tanto, clama: «Date prisa, Oh, Dios, líbrame; ¡apresúrate a socorrerme!» El tuyo es un caso que no admite demoras. No tienes tiempo para perder. Eres un alma ungida, porque tu necesidad es urgente. Y recuerda, si estás realmente en una necesidad, y el Espíritu está obrando en ti, tendrás la sensación de urgencias y debes actuar con urgencia. Un pecador ordinario podría contentarse con esperar, pero un pecador vivificado quiere misericordia ahora mismo. Un pecador muerto permanecerá quieto, pero un pecador vivificado no puede descansar hasta que el perdón haya sido sellado en su alma. Si tienes urgencia esta mañana, estoy contento de ello, porque cono en que tu urgencia procede de la posesión de la vida espiritual. Cuando ya no puedes vivir sin un Salvador, el Salvador vendrá a ti, y tú te regocijarás en El.

Hermanos, miembros de esta iglesia, la misma verdad tiene valor para vosotros. Dios vendrá a bendeciros, y vendrá prontamente, cuando la sensación de urgencia se haga más profundo y urgente. ¡Oh, cuán grande es la necesidad de esta iglesia! Nos enfriaremos, nos alejaremos de la santidad, nos haremos mundanos, no habrá conversiones, no creceremos en número. Habrá disminución, habrá divisiones, habrá discordias de todas las especies. Satanás se regocijará, y Cristo será deshonrado, a menos que obtengamos una mayor medida del Espíritu Santo. Nuestra necesidad, entonces recibiremos la bendición que deseamos.

Por mi parte, hermanos, y hermanas, deseo sentir un espíritu de urgencia dentro de mi alma mientras suplico a Dios que el rocío de su gracia descienda sobre esta iglesia. r tengo vergüenza en esto, porque tengo licencia para orar. mendicidad está prohibida en las calles, pero delante de Di soy un mendigo con licencia. Jesús ha dicho: «los hombres deben orar siempre y no desmayar.» Pisas tierra en las costas de un país extranjero con la mayor de las confite cuando llevas tu pasaporte y Dios ha dado pasaportes a sus hijos, con los cuales pueden entrar confiadamente hasta trono de la gracia. El te ha invitado. El te motiva, él te j ordenado que acudas a él, y ha prometido que todo lo que pidamos en oración, creyendo lo recibiremos. Entonces vena venid con urgencia, venid en forma importuna, venid con ese argumento: «estoy afligido y necesitado, no te detengas, oh Dios mío,» y seguramente vendrá una bendición; no tardara. Que Dios nos conceda el poder verla, para que le demos gloria de todo ello.

IV. Siento haber sido tan breve cuando necesita haberme extendido, pero debo cerrar con un cuarto punto. Esta es otra parte del arte y misterio de la oración: EL ALMA QUE SE AFERRA A DIOS.

El alma ha suplicado, ha mostrado la urgencia, p ahora viene muy cerca. Toma al ángel del pacto de u mano,» Tú eres mi ayuda,» y con la otra, «Tú eres libertador.» ¡Oh esos benditos «mi,» esos poderosos «mi.» dulzura de la Biblia radica en los pronombres posesivos, que aprende a utilizarlos como el salmista, será ven c ante el Dios eterno.

Ahora, pecador, quiera Dios que puedas ser ayudador decir esta mañana al bendito Cristo de Dios: «Tú eres ayuda y mi libertador.» Quizás te quejes que no puedes ir lejos, pero, pobre alma, ¿tienes otra ayuda? Si la tienes, no puedes tener dos ayudadores en una sola mano. «Oh no,» dices, «no tengo ayuda alguna. No tengo esperanzas sino en Cristo.» Entonces, pobre alma, puesto que tienes las manos vacías, esa mano vacía fue preparada intencionadamente para aferrarse de tu Señor: ¡Aférrate de él! Dile hoy mismo: «Señor, me tomaré de ti tal como lo hiciera ese pobre cojo Jacob. No puedo ayudarme a mí mismo; me aferro a ti y no te dejaré ir si no me bendices.» «Ah, eso sería demasiado atrevido,» dice alguien. Pero el Señor ama la santa osadía de los .pobres pecadores. A El le gustaría que fueras más nado de lo que tú piensas que eres. El que no se atreve a confiar en el Salvador crucificado hace un intento profano. El murió con el propósito de salvar a personas como tú; deja que él tenga entrada en ti y confía en él.

«Oh,» dice alguien, «pero soy tan indigno.» El vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.» El no es el salvador de los que se creen justos. Es el salvador de los pecadores: «amigo de los pecadores» es su nombre. Tú que te sientes indigno, aférrate de él! «Oh,» dice alguien, «pero no tengo derecho.» Bueno, puesta que tú no tienes derecho, tu necesidad será tu clamor: es todo lo que necesitas pedir. Me parece oír a alguien que dice: «es demasiado tarde para que yo suplique pidiendo gracia.» No puede ser, es imposible. Mientras vivas y desees la gracia, no será demasiado tarde para buscarla. Recuerda la parábola del hombre que quería tres panes. Os diré lo que pasó por mi mente cuando la leí: el hombre fue donde su amigo a medianoche. No podía haber sido más tarde. Porque si hubiera sido un poco después de la medianoche, ya habría sido temprano la mañana siguiente, de modo que no hubiera sido tarde. Era media noche y no podía ser más tarde. Así, si es medianoche en tu alma, alégrate. Jesús es un salvador fuera de tiempo. Muchos de sus siervos han nacido fuera de tiempo.

Cualquier momento es el tiempo oportuno para invocar el nombre de Jesús. Así que no dejas que el diablo te tiente con el pensamiento de que es demasiado tarde. Acude a Jesús ahora, ve de inmediato, aférrate de los cuernos del altar por fe, y dile: «Sacrificio de los pecadores, tú hiciste sacrificio en mi lugar. Intercesor de los que están sin gracia, sé tú mi intercesor. Tú que das dones a los rebeldes, dame dones a mí, porque he sido rebelde. Cuando aún éramos débiles, a su tiempo Cristo murió por los impíos. Eso soy Maestro; que el poder de tu muerte sea visto en mí p salvación de mi alma.’

Oh, vosotros que sois salvos y, por lo tanto, amáis Cristo, quiero que vosotros, hermanos amados, como san de Dios, pongáis en práctica esta parte final de mi tema; estad seguros de aferraron de Dios en oración. «Tú eres ayuda y mi libertador.» Como iglesia nos arrojamos sobre poder de Dios, y nada podemos hacer sin El. Pero no que queremos estar sin El, nos aferramos de El firmemente. «Tú eres mi ayuda y mi libertador.» Según una antigua historia, había un muchacho en Atenas que tenía por costumbre jactarse de que gobernaba toda Atenas, y cuando se le preguntó cómo dijo: «Fácil, yo dirijo a n mi madre, ella gobierna a mi padre y mi padre gobierna la ciudad.» El que sabe ser maestro de oración reinará en el corazón de Cristo y Cristo puede hacer hará todas las cosas por su pueblo, porque el Padre encomendado todas las cosas en sus manos. Puedes ser omnipotente si sabes orar, omnipotente en todas las cosas glorifican a Dios. ¿Qué es lo que dice la Palabra misma? » eche mano a mi poder.» La oración mueve el brazo que mueve al mundo. Oh que recibimos gracia para recibir el amor d Todopoderoso de esta manera.

Queremos más oración que se aferra firmemente; m tiradora, más agresiva y luchadora, que dice: «No te dej ir.» El cuadro de Jacob bastará para terminar. El ángel d pacto quiere una bendición de él: El ángel quiere quitarse de encima, pero eso no le sirve a Jacob. Entonces el ángel ta de escapar de él y da tirones y lucha. Pero Jacob n’ soltará por mucho que se esfuerce el ángel. Finalmente ángel recurre de la lucha ordinaria a herirla en el asiento mi mismo de su fuerza. Pero Jacob está dispuesto a perder s muslo, y toda la pierna, pero no dejará que el ángel se va así. La pobre fortaleza del hombre queda anulada bajo toque que la marchita, pero en su debilidad, aún es fue Echa sus brazos alrededor del misterioso hombre, y lo retiene en un abrazo mortal. Entonces si otro dice: «Déjame ir, porque el día ya amanece.» Noten bien que no se sacudió para quitárselo de encima; solo dijo. «Déjame ir.» El ángel no hace nada para hacer que lo suelte; lo deja a su voluntad. El valiente Jacob exclama: «No, ya estoy en esto, y estoy decidido a conseguir una repuesta a mi oración. No te dejaré ir su no me bendices.’ Ahora bien, cuando la iglesia comienza a orar, él podría al principio hacer como que tiene que ir más lejos, y podríamos tener el temor de no recibir respuesta alguna. Seguid firmes, queridos hermanos. Estad firmes, inamovibles, a pesar de todo. Más tarde, podría ocurrir, habrá desaliento donde esperábamos un éxito rotundo; encontraremos hermanos que oponen dificultades, algunos se sumirán en el sopor, y otros caerán en pecado; abundarán los reincidentes e impenitentes. Pero no dejamos. Sigamos con mayor ansiedad.

Y si llegara a ocurrir que nosotros mismos nos descorazonamos y nos desalentamos, y sentimos que nunca habíamos estado tan débiles como ahora, no importa hermanos, sigamos adelante, porque cuando se encoge el tendón, la victoria está cerca. Aferraos con más fuerza que nunca. Sea esta nuestra resolución: «No te dejaré ir si no me bendices.» Recordad que mientras más tarde en llegar la bendición, más rica será cuando nos alcance. Lo que se obtiene rápidamente por una sola oración a veces es solamente una bendición de segunda clase. Pero la que se obtiene tras un forcejo desesperado, y de una lucha terrible, esta es un bendición completa y preciosa. Siempre es lindo mirar a los hijos de la importunidad. La bendición que nos cuesta más oraciones será la más apreciada. Sólo sigamos perseverando en suplicaciones, y obtendremos una bendición amplia y de largo alcance para nosotros, para la iglesia y para el mundo. Quisiera que estuviera en mi poder el estimularon a la oración ferviente; pero eso debo dejarlo con el gran autor de toda verdadera súplica, a saber, el Espíritu Santo. Que El obre en nosotros poderosamente, por amor a Jesús. Amén.

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