Criando hijos que esperan el triunfo de Dios

Efesios 6:4

4 Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en la disciplina e instrucción del Señor.

Pensemos por un momento en la palabra «Señor» al final del verso. «Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en la disciplina e instrucción del Señor». Como Pablo usa la palabra, denota un título de extrema exaltación. En Filipenses 2:9-11 Pablo escribe que «Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le confirió el nombre que es sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en el cielo, y en la tierra, y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre».

Decir que Jesús es «Señor» significa

  • Que él es el legítimo Rey del universo
  • Que él gobierna sobre todo el mundo
  • Que él es el comandante de todos los ejércitos celestiales y de todos sus soldados cristianos aquí en la tierra
  • Que él reina ahora y hasta que ponga a todos sus enemigos debajo de sus pies
  • Que él es triunfante sobre el pecado, la muerte, el dolor y sobre Satanás, el infierno y
  • Que él algún día establecerá su reino de justicia y gozo en la tierra y reinará por siempre y para siempre para la gloria de su Padre.

Confesar que Jesús es Señor significa que creemos que él triunfará sobre todas las cosas. El no es dios de un pueblito pequeño. El es más poderoso que Reagan y Gorbachev y Hatcher y Khomeini y Kadafy y todos los demás líderes del mundo juntos. El vendrá en triunfo. Y cuando él venga será tan visible y real en Minneapolis como Michael Jackson en el Centro Met, sólo que su audiencia será mayor, y su banda se oirá más, y su láser alumbrará de un extremo al otro del horizonte, y cuando su concierto termine toda la maldad e incredulidad del mundo se habrá terminado, y sus seguidores vivirán, jugarán y trabajarán felices como solo los niños pueden ser por siempre y para siempre.

Luego entonces mi conclusión es que cualquier otra cosa que implique criar nuestros hijos en la disciplina e instrucción del Señor -del Rey y Comandante y Gobernador de todas las cosas- lo que significa es:

  • Criar nuestros hijos en la esperanza del triunfo de Dios
  • Criarlos para que encuentren su lugar en la causa triunfante del Señor Jesucristo
  • Criarlos para que vean todo en relación al triunfo de Dios
  • Criarlos para que sepan que la senda de pecado es una calle sin salida y de muerte, no importa cuánta gente popular y famosa se encuentre en ella, porque la causa de la justicia al final triunfará. Cristo ya dio el golpe decisivo en el viernes santo y la mañana de resurrección.

Confieso que me ha emocionado mucho ser padre al pensar en esta semana lo que es una familia y su propósito dentro del diseño de Dios para el mundo. Me emociona

  • pensar en la familia como el terreno fértil para niños que esperan en el triunfo de Dios
  • o pensarla como sitio de entrenamiento para enseñar lo que es verdad y lo que es falso acerca de la realidad del mundo
  • o cuando pienso en ella como un campo de entrenamiento para acondicionar jóvenes soldados de Cristo para el gran combate en el mundo
  • o cuando pienso en ella como fortaleza de protección, o como hospital de curación, o como depósito de provisiones para resurtir las tropas o como centro de retirada para R y R
  • y especialmente me emociona pensar en la familia como plataforma de lanzamiento de misiles de celo misionero dirigidos hacia aquellos que aún no han sido alcanzados en el mundo.

Pablo dice «no provoquéis a ira vuestros hijos». ¿Qué quiere decir? No significa «no te atravieses en su voluntad». Tampoco significa «no te niegues a sus deseos». Lo que quiere decir es no te atravieses en su voluntad sin tener un buen propósito. No te niegues a sus deseos sino conviértelos en parte de los grandes propósitos y visión de Dios en el mundo. Muestra a tus hijos algo grande para qué vivir, de modo que cuando atravieses su voluntad o niegues sus deseos es porque los estás entrenando para alguno de los grandes propósitos de Dios!

La ira proviene del sentir que las reglas paternas son insignificantes y triviales -que no tienen nada que ver con lo que es realmente grande o importante. Pero el hijo que observa que las reglas de su casa y su continuo refuerzo están conectadas a una visión grande de la vida y a una causa grande por la cual vivir no albergará resentimiento contra sus padres. Serán como jóvenes soldados que luego se quejan aquí y allá de la rudeza del entrenamiento pero morirían cualquier día junto a su capitán, porque la causa que éste defiende es admirable. Los padres que no perciben la disciplina como parte de la visión mayor de lo que sus hijos llegarán a ser para Dios, terminarán utilizando la disciplina para su propia y privada comodidad. Y sus hijos verán esto y eventualmente se llenarán de ira.

Pienso que el espíritu y la letra de nuestro texto el día de hoy nos dice que el mayor reto a los padres es proporcionar a sus hijos la visión del triunfo de Dios en el mundo, y de instilar en ellos una conmovedora esperanza de luchar al lado de la verdad, la justicia, el gozo y la victoria. ¿Qué hemos de hacer? Bien, algunas veces es de gran ayuda recordar las cosas obvias que tan fácilmente pasamos por alto. Eso es lo que quiero hacer. Y espero que nos conmueva y ponga en movimiento para ser verdaderos cristianos radicales.

  1. Lo primero que los padres necesitan hacer para criar hijos que esperan el triunfo de Dios es hacer que toda su vida esté saturada de Dios.

Aún recuerdo las sábanas de mi cama cuando era un niño pequeño. Había una verde y otra dorada. Eran idénticas, excepto el color. Y era bueno porque lo que más me importaba no era el color sino el suave y sedoso ruedo de la sábana. Me gustaba meterme en ellas, cubrirme hasta el cuello y luego sentir el sedoso ruedo de dos pulgadas y cogerlo entre mis dedos mientras me dormía. La suavidad y lo delicioso de ellas me hacía sentir seguro y feliz.

Hoy pienso en esa sábana como ilustración de la manera cómo tratan a Dios mucha gente en la iglesia. El es el borde suave, sedoso y cómodo de sus vidas. No se halla entretejido en sus vidas. El está ahí los domingos, de manera externa. También está ahí en tiempos de crisis y problemas. Pero no permea sus vidas, no se halla entretejido. Su vida no está saturada de Dios. No hace diferencia entre cuánta televisión miran o el contenido de lo que miran. No hace diferencia en si la música del hogar edifica el espíritu o lo degrada. No hace diferencia en las actividades familiares del Día del Señor para guardarlo en santidad. No hace diferencia en las disciplinas al comer o ejercitarse o dormir. No hace diferencia en qué tipo de carro o de casa o de ropas o de muebles pueden comprar. Más bien Dios luce irrelevante la mayor parte del tiempo.

Y los hijos por supuesto que saben esto. Y sacan conclusiones obvias -Dios no es nada relevante para mi vida, y la causa de Cristo no es ni grande ni del todo consumidora. Dios no es emocionante en grado suficiente como para construir mi vida a su alrededor. Es una cierta clase de mal necesario a tolerar los domingos pero un rastrillo que se puede prescindir de lunes a viernes. Uno puede leer con facilidad quiénes son los hijos que provienen de tales hogares.

Así que lo primero por hacer es ser cristianos radicales -o, debiera decir simplemente, cristianos reales. Saturemos todo nuestro diario vivir de Dios. El debiera ser la fuente y la meta de todos nuestros actos. «Entonces, ya sea que comáis, que bebáis o que hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios» (1 Corintios 10:31). Los niños lo verán y por la gracia de Dios creerán que el triunfo de Dios es la cosa más grande en el mundo.

  1. El triunfo llega sólo por gracia y sólo en respuesta a la oración. La oración es el primer y fundamental camino donde unimos fuerzas con Dios en su victoria sobre el pecado, la maldad y la incredulidad. Así que lo segundo por hacer como padres es orar por nuestros hijos y enseñarles a ellos a orar.

Necesitamos derramar nuestros corazones en lo secreto, donde nadie, sino Dios, sepa lo que decimos, clamando por la salvación y santidad y perseverancia de nuestros hijos. Y nuestro Padre que ve en lo secreto nos recompensará. Necesitamos orar en presencia de nuestros hijos y que ellos escuchen nuestro clamor y lean nuestro corazón y aprendan a orar. Y necesitamos orar con nuestros hijos y que ellos tengan oportunidad de orar en un ambiente amoroso.

¡Cuántos hombres han testificado del poder de la oración de sus padres y de sus madres! Augusto Strong, presidente de un Seminario Bautista a finales del siglo XIX y quien escribió una Teología Sistemática que aún continúa en impresión, dice en su autobiografía: «Uno de mis recuerdos más tempranos es de mi madre llevándome a un closet, apenas iluminado, cada sábado por la tarde, después de hacer las tareas del día, y arrodillarse junto a mí mientras me enseñaba a orar. Recuerdo cómo me sugería ideas y pensamientos y, cuando no tenía las palabras, poner en mi boca las palabras mismas de la oración. Nunca olvidaré cómo, un día, cuando acerté a expresar algunas pobres palabras por mí mismo, me sorprendieron unas gotas que caían sobre mi cara. Eran las lágrimas de mi madre. La enseñanza de mi madre sobre cómo orar desde entonces me dio la mejor ilustración acerca de la influencia del Espíritu Santo en la oración. Cuándo no sabemos cómo orar como debiéramos, él, con mucho más capacidad y simpatía que la de una madre, ayuda nuestras debilidades e intercede en nuestro interior mientras Cristo hace intercesión por nosotros ante el trono» (página 80).

  1. Lo tercero por hacer para criar hijos que esperan en el triunfo de Dios es hacer que la Biblia sea el libro más importante en sus vidas.

William Quayle, gran predicador metodista 60 años atrás recordaba el hogar de sus padres y decía. «Preferiría ser el hijo de una mujer y un hombre, que en su pobreza sólo dejaran al hijo que amaban… nada excepto una Biblia, que descender de todas las majestades de la historia.» (William Alfred Quayle, M. S. Rice, 1928, p. 31). Ayer leí un pequeño escrito de William Frankena quien enseña filosofía en la Universidad de Michigan en Ann Arbor. Decía que cuando niño su padre leía al menos un capítulo de la Biblia después de cada comida y que leyeron la Biblia entera cada año durante 16 años. La mayoría de nosotros tenemos tanto miedo a las pequeñas resistencias que ofrecen nuestros hijos que establecemos metas muy pequeñas comparadas con los estándares de nuestros ancestros. Después de años de lectura sistemática de los libros de la Biblia, estamos trabajando en memorizar versos este año durante el desayuno. Apenas hemos memorizado 29 versículos hasta ahora.

Necesitamos ayudar a que nuestros hijos sientan lo que Eugene Nida escribió este mes al resumir su vida como consultor de Biblia para trabajos de traducción de la Biblia alrededor del mundo. El dijo, «otro privilegio importante (de su trabajo) fue darme cuenta que el mensaje de las Santas Escrituras es ciertamente el mensaje más importante y de mayor significado para el mundo moderno. [¿Ven nuestros hijos esta convicción en nuestro uso de la Biblia?]. Observar cómo la traducción clara e inteligible de las Escrituras puede tener efecto transformador sobre un hippie alterado psicológicamente, sobre un presumido intelectual autosatisfecho, y sobre una deprimida y oprimida comunidad indígena de los Andes me han hecho darme cuenta que no existe substituto real para estas buenas noticias («My Pilgrimage in Mission» [Mi peregrinar en la Misión] in IBMR, Abril, 1988, p 62). Hemos de mostrar a nuestros hijos que este libro es el libro más importante de nuestras vidas y que contiene las respuestas a las grandes preguntas de la existencia y que es el plan de batalla para el triunfo de Dios.

Hay mucho más qué decir acerca de lo que debemos ser como padres si hemos de criar nuestros hijos con esperanza en el triunfo de Dios y que arrojen sus vidas dentro de la gran causa de Cristo.

  1. Si tuviéramos tiempo hablaríamos de la necesidad de ser ejemplos vivos de fe y esperanza para nuestros hijos de manera práctica. Y les contaría historias de cómo mi padre sustentaba su familia dependiendo por entero de invitaciones para predicar en las iglesias y de cómo decía, cuando habían tremendos agujeros en su calendario, que Dios proveería para aquellos que confían en El. El lo creía. Y nunca se me ocurrió a mí como hijo suyo dudar de la palabra de Dios o de la fe de mi padre en que Dios siempre triunfa.
  2. Hablaríamos de la necesidad de ser felices o nuestros hijos tendrían la impresión de que el triunfo de Dios sería el triunfo de la melancolía.
  3. Hablaríamos de la necesidad de disciplina corporal firme, con sentido, y recordaríamos la obra de ella en la vida de Amy Carmichael para entrenarla, como dice Elizabeth Elliot, «a soportar las bofetadas» en su camino al triunfo de Dios.
  4. Hablaríamos sobre humildad y la disposición de pedir perdón a nuestros hijos, y de mostrarles que la cruz puede triunfar incluso sobre los errores de papá.
  5. Hablaríamos de la necesidad de adorar juntos y que nuestros hijos vean a mamá y a papá alabar a Dios e inclinarse con reverencia y atesorar la predicación de la palabra de Dios, y gustar lo que será cuando el Señor venga en triunfo al final de las eras.
  6. Y hablaríamos sobre estándares de santidad en la vida diaria sin la cual nadie verá al Señor. Estándares sobre pureza sexual, integridad financiera, veracidad rigurosa, dominio propio y trabajo duro -lo que significa en términos prácticos estar del lado de la justicia y la gracia que algún día triunfará sobre todo mal.
  7. Y finalmente hablaríamos del amor. Padres que aman a sus hijos e hijos aprendiendo a amar -aprendiendo que al final todo es en vano si no tiene amor, que en el mundo el amor es la expresión visible de la fe en el triunfo de Dios, que para el alma el amor -no importa el costo- es el camino del gozo.

Nuestro gran reto en la semana familiar es ser la clase de iglesia y la clase de padres que crían hijos -viejos y jóvenes- que esperan en el triunfo de Dios.

By John Piper. © Desiring God. Website: ministros.org