Cuando El Señor No Culpa De Pecado

Romanos 4:6-8

¿Qué, pues, diremos que halló Abraham, nuestro padre según la carne? 2 Si Abraham hubiera sido justificado por las obras, tendría de qué gloriarse, pero no ante Dios, 3 pues ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios y le fue contado por justicia. 4 Pero al que trabaja no se le cuenta el salario como un regalo, sino como deuda; 5 pero al que no trabaja, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia. 6 Por eso también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras, 7 diciendo: «Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos.  8 Bienaventurado el hombre a quien el Señor no culpa de pecado».
(Romanos 4: 1-8 [RVR 1995])

¿Qué es una “bienaventuranza”?

A medida que nos movemos sección por sección a través de los capítulos en Romanos, no olviden que estos capítulos están desplegando la flor del evangelio. Y evangelio quiere decir buenas nuevas. Y las buenas nuevas están destinadas a aligerar las cargas y dar gozo y fortalecer. Y esto tiene una relación directa con la palabra “bienaventuranza” en el versículo 6 y “bienaventurado” en los versículos 7 y 8. “Bienaventurado” (makarios) significa “condición en la que usted está profundamente seguro, y contento, y feliz en Dios.”

Lo digo de esta manera porque usted puede ser “makarios –bienaventurado- y encontrarse en circunstancias miserables. “Bienaventurados [makarios dijo Jesús], seréis cuando os insulten y persigan, y digan todo género de mal contra vosotros falsamente, por causa de mí” (Mateo 5:11-12). Así que “bienaventurados seréis” no quiere decir “no tendrán problemas” o “serán saludables” o “serán admirados” o “prosperarán”. Quiere decir “entre ustedes y Dios todo está bien”. Ustedes están profundamente seguros, profundamente contentos, y profundamente felices en Dios -aún si están llorando por el dolor de un cuerpo herido, de una mente confundida, o una relación desgarradora.

Así que no pierdan de vista esta verdad a medida que nos movemos por el libro de Romanos. Romanos es el despliegue del evangelio- la buena noticia. Romanos está destinado a levantar las cargas, y a dar gozo, y a fortalecer. Esto es lo básico. Y aún así, ¡cuán fácilmente nos olvidamos de ello! Romanos trata acerca de las buenas nuevas diseñadas para hacerlos “bienaventurados”- profundamente seguros y contentos, y felices en Dios.

Las Buenas Nuevas de la Justicia de Dios

Para asegurarme de que veamos esta verdad, examinemos de nuevo Romanos 1:16-17- la bandera que ondea sobre todo este libro: “…no me avergüenzo del evangelio, pues es el poder de Dios para la salvación de todo el que cree; del judío primeramente y también del griego. 17 Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe; como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá”. El evangelio es una buena noticia acerca de la salvación. Y Pablo explica en los capítulos del 1-3 que necesitamos ser salvos –de la culpa de nuestro pecado y de la justicia de la ira de Dios.

¿Y cómo es que nosotros, quienes hemos pecado e insultado la gloria de Dios tan terriblemente podremos ser salvados de la sentencia de condenación que merecemos de parte de Dios? Romanos 1:17 nos dice que hay algo en el evangelio que lo hace ser el poder de Dios para salvación: “en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe”. El evangelio salva porque es la buena noticia de que la justicia de Dios se revela para ser recibida por fe.

Ahora bien, ¿y eso qué quiere decir?, ¿cómo funciona? Es justo ahí donde ahora nos encontramos en el libro de Romanos. La última parte del capítulo 3 y los capítulos 4 y 5 completos son la explicación que Pablo da a Romanos 1:17-la revelación de la justicia de Dios como base de la buena noticia que quita las cargas, que da gozo, y que fortalece. La revelación de la justicia de Dios es la base de esta “bienaventuranza” de Romanos 4:7-8 -el estado de estar profundamente seguro, contento, y feliz en Dios.

Ahora bien, ¿cómo funciona? Necesitamos justicia para ser aceptables ante Dios. Pero no la tenemos, tenemos es pecado. Dios tiene lo que necesitamos y no merecemos -justicia; nosotros tenemos lo que Dios aborrece y rechaza -pecado. ¿Cuál es la respuesta? La respuesta es Jesucristo, el Hijo de Dios que murió en nuestro lugar. Dios lega nuestros pecados a Cristo y los castiga en él. Y en la obediente muerte de Cristo, Dios cumple y vindica su justicia y nos la imputa (acredita) a nosotros. Nuestros pecados son sobre Cristo, su justicia es sobre nosotros.

Las Buenas Noticias Sobre La Justicia De Cristo

Difícilmente podríamos acentuar demasiado que Cristo es la respuesta de Dios. Todo se debe a Cristo. No se puede amar demasiado a Cristo. No se puede pensar en él demasiado, o agradecerle demasiado, o depender demasiado de él. Toda nuestra justificación, toda nuestra justicia, está en Cristo. Escuchen lo que dicen otros pasajes.

2da a los Corintios 5:21:

«Al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en El [en Cristo]” [En Cristo la justicia se vuelve la nuestra].

Filipenses 3:8-9:

“Y aún más, yo estimo como pérdida todas las cosas […] a fin de ganar a Cristo, 9 y ser hallado en El, no teniendo mi propia justicia derivada de la ley, sino la que es por la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios sobre la base de la fe”

1ra a los Corintios 1:30:

“Mas por obra suya [de Dios] estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual se hizo para nosotros sabiduría de Dios, y justificación…”.

Romanos 8:1:

“Por consiguiente, no hay ahora condenación para los que están en Cristo Jesús” (vea también Romanos 5:19).

No separe la justicia de Dios de la justicia de Cristo. Piense de esta manera en la relación que existe entre ambas: La justicia de Dios se reveló en la fiel obediencia de Cristo, aun en la muerte. Por lo tanto, la justicia de Cristo es la justicia de Dios revelada. De modo que estar en Cristo, es estar en la justicia de Dios.

Entonces ¿cuál es la respuesta a por qué el evangelio es el poder de Dios para salvación? ¿Y a por qué el evangelio quita las cargas, da gozo, y fortalece? Es porque el evangelio es la buena noticia de que nuestros pecados fueron legados a Cristo y su justicia nos fue imputada. El gran intercambio, la gran imputación de nuestro pecado a Cristo y de la justicia de Dios a nosotros es llamado justificación.

La Buena Noticia De Que Justificación Es Solo Por Fe

Ahora, Pablo se está gloriando, aquí en Romanos 4, en que esta justificación no está basada en obras, sino solo en la fe. Él está tan entusiasmado con esta parte del evangelio que toma todo el capítulo cuatro para llevar esta realidad del evangelio al interior de nuestros corazones. Utiliza a Abraham y a David, desde el Antiguo Testamento para hacerse entender: ¡Todos nuestros pecados son imputados a Cristo, y toda la justicia de Dios nos es imputada solo por fe, sin obras!

El énfasis del mensaje de la semana pasada al comparar Santiago 2 con Romanos 4, era mostrar que solo la fe justifica, pero que la fe que justifica está viva y no permanece por sí sola, sino que obra mediante el amor. Las obras no justifican. Las obras son el fruto de la fe, que es lo único que nos une a Cristo, cuya justicia es nuestra inmutable esperanza.

Pero estamos en Romanos 4 y yo quiero regocijarme con Pablo mientras él se regocija en la justificación que es solo por fe. Nuestro texto está en los versículos 6-8. El texto comienza con las palabras, “Como también David habla de la bendición que viene sobre el hombre a quien Dios atribuye justicia aparte de las obras”. De modo que se puede ver cuál es el enfoque de Pablo: “aparte de las obras”. La acreditación (o reconocimiento, o imputación) de la justicia de Dios sobre nosotros no es la diferencia de nuestras buenas obras menos nuestros pecados y con el resultado de que tenemos suficientes buenas obras como para ser aceptados. No, la justicia nos es acreditada “aparte de las obras”. De nuestras obras se deduce que somos justificados, pero las obras no obtienen la justificación.

Note las palabras “también David” en el comienzo del versículo 6. La palabra “también” significa que Pablo ve en el Salmo 32 de David (que está a punto de citar) la misma idea que acababa de expresar en el versículo 5. Revísenlo conmigo para ver cómo todo encaja. “mas al que no trabaja, pero cree en aquel que justifica al impío, su fe se le cuenta por justicia”.

Recuerden de hace dos semanas atrás, las tres evidencias en este versículo de que la justificación es solo por fe, sin las obras de la ley.

  1. “Al que no trabaja” Eso excluye al trabajo como parte de lo que se necesita para obtener justificación.
  2. Dios “justifica al impío”. La justificación tiene lugar mientras todavía somos impíos, antes de que pueda haber alguna buena obra. No puede haber ninguna buena obra involucrada en la obtención de la justificación, porque no existe tal cosa como una buena obra que no provenga de la fe (Romanos 14:23), y una vez que Dios nos ha dado la fe, la justificación ocurre inmediatamente. Así que no hay lugar para que las obras se vuelvan una causa.
  3. “Su fe se le cuenta por justicia” no la fe mas sus obras, o las obras en lugar de su fe, sino simplemente su fe le es contada como justicia. Es decir, Dios ve el recibimiento de esa justicia en la dependencia total de Cristo para obtener justicia. Si usted depende solo de Cristo, esa justicia es completamente suya.

Es por eso que Pablo se gloría. Esta es una parte esencial y gloriosa del evangelio. Aquí está la buena noticia que quita las cargas, da gozo, y fortalece. Nos ponemos a bien con Dios solo mediante la fe.

La Buena Noticia De Que El Pecado No Nos Es Tomado En Cuenta

Ahora, en los versículos 6-8 Pablo hace algo que es un poco sorprendente. Hasta ahora ha estado definiendo la justificación como el reconocimiento positivo de la justicia de Dios para nosotros. Pero ahora agrega a la definición el no reconocimiento de los pecados. La justicia de Dios nos es acreditada; nuestros pecados no nos son acreditados. Ambos eventos son esenciales. Tenemos que conseguir la justicia de Dios, y tenemos que deshacernos de nuestra injusticia. Pero lo sorprendente es que Pablo dice que el hecho de que Dios no toma en cuenta nuestro pecado, está relacionado con el hecho de que él nos acredita su justicia.

Veámoslo con cuidado. El versículo 6 dice que “Como también David habla de la bendición que viene sobre el hombre a quien Dios atribuye justicia aparte de las obras” Pero el Salmo 32:1-2 no dice que Dios nos atribuya su justicia, sino que Dios no toma en cuenta nuestro pecado.

Aquí está la cita del Salmo 32:1-2 en Romanos 4:7-8. “Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades han sido perdonadas, y cuyos pecados han sido cubiertos. 8Bienaventurado el hombre cuyo pecado el Señor no tomará en cuenta”. Vean esa última frase: “el Señor no tomará en cuenta”. La palabra es la misma utilizada en los versículos 3, 4, 5 y 6 para “tomar en cuenta” o “atribuye”. Así que el versículo 8 está diciendo, “Bienaventurado el hombre cuyo pecado el Señor no tomará en cuenta [no reconocerá, no le cargará, no le imputará].”

Así que, para ver la sorprendente conexión que existe aquí debemos reducir el texto a los versículos 6 y 8: “ Por eso también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras, 7 diciendo [y aquí está la bienaventuranza de la que David habla (v.8)]: 8  Bienaventurado el hombre a quien el Señor no culpa de pecado»” [RVR 1995]. Algo es seguro de esta sorprendente conexión: Pablo no ve la justificación solo como la imputación de la justicia o solo como el perdón del pecado. Para él, el perdón del pecado debe incluir la positiva imputación de la justicia de Dios. Y la imputación de la justicia de Dios debe incluir el perdón del pecado. Y la bienaventuranza en las dos condiciones es que cada una es “sin obras.”

El perdón no se obtiene por las obras, y la justicia no se obtiene por las obras. Ambas se obtienen solo por fe “sin obras.” ¿En qué parte del Salmo 32 Pablo ve que el pecado es perdonado y que la justicia es atribuida “sin obras”? No lo dice, pero quizás sea en el versículo 10, “Muchos son los dolores del impío, pero al que confía en el Señor, la misericordia lo rodeará.”

Lo opuesto a ser impíos es confiar en el Señor. Así que la justicia del salmista es por fe. Como quiera que Pablo lo haya visto, esta es la enseñanza, y podemos regocijarnos en ella.

Este es, entonces, un buen momento para cerrar (donde comenzamos), con el énfasis sobre el evangelio como la buena noticia destinada a quitar las cargas, dar gozo, y fortalecer. Lo que se relaciona con esta palabra “bienaventuranza” en el versículo 6 [RVR 1995] y “bienaventurados” en el versículo 7 y 8. “Bienaventurado” una condición en la que usted está completamente seguro, contento, y feliz en Dios. Usted es bienaventurado cuando Dios le atribuye su justicia. Es bienaventurado cuando Dios no toma en cuenta su pecado. Es bienaventurado cuando Cristo toma sus pecados y usted toma su justicia. Es bienaventurado cuando descubre la impresionante verdad de que toda esta bienaventuranza es “sin obras” [RVR 1995]. Y que todo lo que podemos hacer para obtenerla es depender solo de Cristo.

Bienaventuranza: “El Gozo Del Señor Es Su Fortaleza”

Por favor no pierda el énfasis que hago hoy. El énfasis está en la palabra “bienaventurado”. Dios quiere que usted vea que su obra y su Palabra están apuntando hacia su felicidad personal. El evangelio es una buena noticia. El no está señalando hacia su comodidad, o confort, o hacia su prosperidad en este mundo.

Él está señalando hacia su gozo presente y eterno. Pablo se esfuerza para revelar la verdad de que la justificación en por fe, a fin de que el gozo de usted esté tan bien fundamentado en Dios, que sea inquebrantable. La doctrina está al servicio del deleite. Eso es lo que yo veo en esta palabra “bienaventurado”. La doctrina enfocada hacia el intelecto está diseñada para producir gozo en el corazón.

Y la razón por la que he dicho una y otra vez que el designio del evangelio es quitar las cargas, dar gozo y fortalecer; es que esta semana leí en Nehemías 8:10 que “la alegría del Señor es vuestra fortaleza”. Y, oh, cuánto necesitamos la fortaleza. Hay tantas cosas en la vida que amenazan con abrumarnos. Una tragedia sigue a la otra en este mundo revuelto: un centro judío balanceado en L.A; la violencia en Belfast; una masacre en una mezquita en Kenia; el paganismo patrocinado en los complejos universitarios; el nacimiento de un niño que vive seis días en lugar de sesenta años; el lupus; la leucemia, el cáncer; las desgracias financieras; y las penas sin números que no se cuentan y nadie contará jamás.

¿Ven cómo la justificación que es solo por fe da alegría y fortaleza en estos tiempos? ¿No le llena a de gozo y de paz saber que la justicia que tiene no es la suya propia, sino la de Dios? ¡Y que sus pecados no están sobre usted, sino en la cruz de Jesús! Y que su deber no es merecer o ser digno de Cristo, sino depender de Cristo. ¿No le alegran a usted estas verdades, y no le dan estabilidad en los días de inestabilidad? Oh, que quienes no conozcan esta paz, y este gozo, y esta fortaleza, dejen atrás sus vanas distracciones y vengan a Cristo. ¡Que vengan a Cristo!

By John Piper. © Desiring God. Website: ministros.org