El día que los galileos desacralizaron lo sagrado

San Mateo 14: 13-21 San Juan 6:25-35, 48-59
El texto de San Mateo nos muestra como Jesús alimentó a una multitud mediante las manos de sus discípulos. La obra de Dios siempre se hace a través de nuestras manos, lo cual pone de manifiesto la importancia que cada uno de nosotros tenemos para nuestro Dios. Imagínense, hermanos, a los discípulos trayendo cinco panes y dos peces para que Jesús los tocase e imagínense el resultado: Después que todos habían comido los discípulos recibieron doce cestos de pedazos que habían sobrado.

Hay aquí dos cosas fundamentales: 1.- El toque de Jesús y 2.- Las manos de los discípulos. Hoy como ayer Jesús necesita de nuestras manos.
Siempre que entreguemos, a nosotros mismos y a nuestros recursos, en las manos de Jesús descubriremos que tiene lugar una gran multiplicación. Eso es lo que vemos en nuestras congregaciones, todos los domingos en que alguna persona nueva aparece en nuestros cultos. El Señor quiere bendecir nuestra vida congregacional, pero el espera que nos pongamos en sus manos asumiendo nuestras responsabilidades. Pero todavía vamos a recibir mucho más, en la medida en que muchos más hermanos pongamos nuestras vidas a su servicio.

El relato de San Mateo aparece con muchos más detalles en el Evangelio según San Juan. En este caso se relaciona el milagro de la multiplicación de los panes y los peces con la Santa Cena. Como hoy vamos a tomar la comunión, me ha parecido más adecuado referirnos a las reflexiones teológicas que aparecen en relación con este relato. Todo el sexto capítulo del Evangelio según San Juan merece un exhaustivo estudio. En él aparecen, encadenados, una serie de relatos los cuales me sugirieron el título del sermón de esta mañana, que por la gracia de Dios, confiamos será una adecuada preparación para tomar la Cena del Señor.

Vamos a referirnos a partes de ese capítulo, donde encontramos los títulos para las tres partes en que dividimos este sermón.

ME BUSCAIS PORQUE COMISTEIS Y OS SACIASTEIS

El texto bíblico nos muestra como Jesús se conmueve ante las necesidades materiales de la multitud que le había seguido. Ellos tenían hambre y el Señor no fue indiferente ante esa necesidad.

Estas personas reconocieron que la acción de Jesús no correspondía al comportamiento de un ser humano común. Así dijeron: «Este verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo» (6:14). Aquí aparentemente hay una manifestación de fe, pero la declaración está determinada por otros intereses.

Jesús tiene que escaparse de la multitud, porque se dio cuenta de que pretendían apoderarse de él para hacerle su rey.

El relato nos dice como Jesús se apartó aún de sus apóstoles quienes, emprendieron la travesía del Mar de Galilea sin su Maestro. Las multitudes buscan a Jesús y cuando lo encuentran reciben de Aquel a quien deseaban tener por rey estas duras palabras: «me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis» (6:26).

Tanto ayer como hoy podemos encontrar la actitud de desacralizar lo sagrado. Estos galileos estaban tan preocupados por el beneficio inmediato que no podían darse cuenta de que había en juego algo mucho más importante. El milagro realizado es visto sólo como un medio de resolver problemas inmediatos.

¿Qué significa acercarse a Cristo en nuestros tiempos sólo buscando beneficios inmediatos? ¿Somos mejores seres humanos que aquellos que atravesaron el Mar de Galilea sólo buscando lo temporal? ¿Qué buscamos cuando venimos a tomar la Cena del Señor?

La desacralización de lo sagrado aparece a lo largo de toda la historia del Pueblo de Dios. En el capítulo 16 del Exodo y en otros textos subsiguientes encontramos la desacralización del maná enviado por Dios para alimentar a su pueblo en el desierto. Este texto del Exodo merece un cuidadoso estudio, que esperamos que cada uno haga durante la semana, comparándolo con San Juan 6.

Quizás a causa de la desacralización de lo sagrado, por parte de muchos cristianos de las iglesias tradicionales, vemos hoy el fenómeno del crecimiento de sectas fanáticas que engañan al pueblo, recordemos el caso de David Koresh en Waco, Estados Unidos y el de Jim Jones en Guyana. Pero, ¿tendrían las sectas el espacio que ocupan hoy si las iglesias cristianas hubieran atendido adecuadamente las necesidades espirituales de las gentes? Cada uno debe proponer su propia respuesta. Pero, si no traemos lo poco que tenemos -nuestros panes y nuestros peces- para que Jesús los toque y los multiplique, seremos responsables por el pobre desempeño de nuestra iglesia y porque su espacio sea tomado por las sectas.

TRABAJAD POR LA COMIDA QUE A VIDA ETERNA PERMANECE

¿En que consiste el trabajo al cual el Señor hace referencia? Se me ocurre que lo que El deseaba es que la gente se diera cuenta de las realidades espirituales expresadas a través de las materiales.

Trabajar es elaborar en el tiempo. Mirar atrás para darnos cuenta cómo la presencia de Dios ha sido real en nuestras vidas. Parecería que eso es lo que Jesucristo quiere decir en Juan 6.

ILUSTRACION: Samuel sacraliza el lugar donde Dios se ha manifestado con poder para liberar a Su Pueblo de la opresión de los filisteos, colocando un piedra recordatoria de la acción divina. Dice el relato bíblico: «Tomó luego Samuel una piedra y la puso entre Mizpa y Sen, y le puso por nombre Eben- ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Dios» (I Samuel 7:12). Eben-ezer significa piedra de ayuda. ¿Es posible imitar a Samuel sacralizando algunos aspectos de la vida cotidiana? ¿Las comidas por ejemplo?

Luego, el trabajo indicado con Jesucristo podría tener dos objetivos:
a) Sacralizar lo sagrado dándole el lugar que le corresponde y
b) Desacralizar los valores que hemos sacralizado indebidamente. ¿Cuales? Podríamos hacer una larga lista: El dinero, el poder, el prestigio, la política, etc.

Si cada uno de nosotros mira atrás en su propia historia personal, seguramente podría, como Samuel, colocar marcas de la presencia de Dios en su pasado que clarifiquen Su presencia en el presente.

ILUSTRACION; Una creyente me dijo algo en el año 1976, que por su valor lo puse por escrito. Se refiere al lugar de lo sagrado que ella ocupa la Cena del Señor como lugar de presencia de Dios por la fe. Me dejó las siguientes tres ideas:

a) «Necesito la comunión como un fogón al cual nos acercamos para todos juntos recibir su calor».

b) «La comunión, para mi, es ingerir a Cristo por la fe, tenerlo adentro, en el corazón; también es participar de su amor y de su bondad».

c) «Prefiero morir viva a vivir muerta».

EL PAN DEL CIELO

Todo ser vivo está obligado a alimentarse para poder mantenerse con vida, pero cada uno lo hace a su manera. Como lo logra el árbol o el animal no es igual que como lo realiza el ser humano, de ahí su singularidad. Veamos:

a) Una planta se alimenta de abajo hacia arriba, de la savia que las raíces obtienen de la madre tierra.

b) Un animal se alimenta, diríamos, en forma horizontal.

c) Sólo el ser humano se alimenta desde arriba hacia abajo. Es decir, de la boca (arriba) al resto del cuerpo (abajo). Esto no se aplica sólo a lo material. Algunos estudiosos del idioma griego afirman que la palabra escogida para designar el ser humano «ánthropos» quiere decir «uno que mira arriba». El mirar arriba hace a la singularidad de la vida humana. Singular quiere decir que no hay otro, no hay plural. El hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, luego tiene que ser diferente al resto de la creación.

Históricamente, desde arriba Dios le concedió a Su Pueblo el Maná. Cuando los israelitas vieron el maná, algo totalmente desconocido para ellos, dijeron: ¿Qué es esto? Justamente esa pregunta, en hebreo, se dice maná, según Exodo 16:4. Luego maná quiere decir ¿qué es esto? Pregunta que debemos hacernos al venir a tomar la comunión, porque el Señor dijo: «Yo soy el pan que descendió del cielo».

En el texto de San Juan, que nos sirve de trasfondo en la reflexión, Cristo se identifica con el maná venido de Dios. Jesús dice: «Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer…No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan del cielo es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo (6:31-33). Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come no muera. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo» (6:48-51).

Mas adelante refiriéndose a la Cena del Señor dice: «El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida El que come mi carne y bebe mi sangre, en mi permanece y yo en él» (6:54-56).

CONCLUSIONES

Muchos valores sagrados han sido desacralizados en nuestra cultura. Por eso, a pesar de los grandes progresos científicos y tecnológicos el hombre no ha mejorado su esencia. La guerra, la violencia, el mal uso del poder, el egoísmo y la maldad continúan siendo moneda corriente en nuestro mundo que se acerca al tercer milenio.

Es muy fácil afirmar: «La Iglesia de Jesucristo debe ser más fiel y más militante». A algunos les resulta difícil reconocer que cada uno de nosotros debe ser más fiel y más militante, porque nosotros somos la Iglesia. Esta fidelidad y esta militancia debe conducirnos a la resacralización lo que es sagrado. Es una tarea personal que hace a la vitalidad de la comunidad de fe.

Tanto lo material como lo espiritual son dones divinos. Recordemos que Jesús rechazó a aquellos que le seguían sólo porque habían comido de los panes y de los peces, productos de un milagro, y se habían hartado; pero no tenían interés por el pan espiritual. Les invito, hermanos a que:

1.- Vengamos hoy a tomar la comunión como un nuevo maná que alimenta tanto nuestros cuerpos como nuestras almas.

2.- Vengamos a tomar la comunión con la actitud de traer al Señor lo que somos y lo que tenemos para que con su toque sea multiplicado el alimento espiritual en esta iglesia para la satisfacción de muchos necesitados.

3.- Vengamos a tomar la comunión orando por los que no conocemos todavía, pero que han de venir a alimentarse espiritualmente en esta Iglesia por nuestra entrega al Señor y por el toque de Jesucristo. Amen.

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