Está prohibida la preocupación

El diablo quiere seducirnos al pecado infructuoso y debilitante de la preocupación ansiosa. Si falla con la tentación de la avaricia, intentará hacernos caer en la ansiedad. ¿Será eso lo que quería enseñarnos el Señor en Mateo 6.25?
Está prohibida la preocupación

Si «mamón» (dios del dinero) tiende a ser la tentación característica de los hombres, posiblemente la preocupación sea el especial acoso de las mujeres, ¡aunque muchas veces es a la inversa! Es una tentación tanto para el rico como para el pobre. El rico se preocupa por lo que tiene, el pobre por lo que no tiene. Asalta tanto al joven como al anciano. El escolar se preocupa por sus exámenes y por lo que hará cuando salga de la escuela. El anciano por las circunstancias imponderables de la vejez. Ya que es un problema tan universal no nos sorprende que el Señor haya dado sabios consejos al respecto.

La frase: «No os afanéis» está mejor traducida en la versión Dios Habla Hoy: «No se preocupen». La expresión significa una preocupación desmedida por los medios de vida, que ha degenerado en ansiedad, esto es, ansiosa inquietud, o preocupación.

Jesús no está denunciando la prudente previsión, que es esencial en una vida bien ordenada. Tampoco está defendiendo una actitud de descuidada negligencia. Lo que prohíbe no es el cuidado sino la exagerada preocupación que demostró Marta. La antítesis de esa actitud no es el descuido o despreocupación, sino confianza y seguridad puestas en el amor y el cuidado del Padre. Al apartarnos de esa confianza, el diablo quiere seducirnos al pecado infructuoso y debilitante de la preocupación ansiosa. Si falla con la tentación de la avaricia, intentará hacernos caer en la ansiedad.

Otra vez aquí el tiempo del verbo es significativo. En el verso 25 el sentido es: «¡Dejen de estar ansiosos!» Si ese hábito ya los ha atrapado, ¡libérense! En el verso 31 el sentido es: «No se preocupen» o «Jamás se preocupen». Si esta ansiosa preocupación aún no se ha transformado en hábito, no dejemos que nos atrape. No importa lo que suceda, no debemos preocuparnos ansiosamente. Ya que Cristo nos lo manda, entonces, por el poder del Espíritu, es un objetivo posible.

Para apoyar su exhortación, Jesús seleccionó tres áreas de la vida que son de mayor preocupación para todos: la comida, la bebida y el vestido y lo ilustra con tres parábolas tomadas de la naturaleza.

No se debe suponer que por seleccionar estas tres actividades Jesús tácitamente nos dio libertad de preocuparnos por otras cosas. Estaba enunciando un principio general, cuya enseñanza esencial es que por nada debemos ponernos ansiosos, por importante que parezca. La ansiedad no es algo permisible en ciertos casos, debemos desecharla totalmente.

El alimento, la bebida y el vestido eran elementos de gran preocupación para los palestinos. De manera que los consejos de Jesús eran particularmente aplicables a su audiencia. En esa época en el Oriente, al aproximarse el tiempo de la cosecha, el grano recogido en el año anterior ya estaba escaseando y la cantidad de comidas diarias debían reducirse para no acabar con la provisión. Es fácil comprender, entonces por qué el alimento era motivo de ansiosa preocupación.

En el calor abrasador del verano los arroyos se secaban y el agua escaseaba. Para los más pobres, a quienes iban dirigidas principalmente estas palabras, la renovación anual de la vestimenta no era algo automático, y vestir una familia podía ser motivo de preocupación. De manera que el Predicador reforzó sus consejos con lógica, basado en necesidades familiares comunes de la época, demostrando que la ansiosa preocupación, surge por la falta de una tranquila confianza en Dios.

LA PREOCUPACIÓN ANSIOSA ES INNECESARIA

«Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?» (v. 26).

Jesús apela a la evidencia del cuidado providencial y paternal de su Padre, como base para dejar de estar ansiosos por cualquier cosa, sea temporal o no. El cuidado del Padre por la creación inferior es un argumento en favor de su provisión para la creación superior. Los pájaros no pueden almacenar el alimento o la bebida para futuras necesidades y, sin embargo, sus necesidades son suplidas. De cualquier manera, la ansiedad no cambiaría la situación si llegase a escasear el alimento o la bebida. Teniendo un Padre celestial es innecesaria la preocupación ansiosa.

LA PREOCUPACIÓN ANSIOSA NO TIENE SENTIDO

«¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos» (vs. 27-29).

El consenso general es que «añadir a su estatura» debiera traducirse «podrá prolongar su vida». En cuanto al sentido de la palabra, Schneider dice: «El contexto demanda que la palabra helikia tenga el sentido de ‘prolongación de la vida’… Jesús está diciendo que no tiene ningún sentido el cuidado ansioso. Ninguno puede añadir una fracción de tiempo a su vida». En realidad es más probable que en vez de prolongarla, la acorte. Ciertamente ganamos muy poco por preocuparnos ansiosamente, y frecuentemente comprobamos que el mañana por el que nos hacemos problemas a menudo no llega.

La ansiedad es inútil porque no podemos recobrar el pasado. Está fuera de nuestro alcance. Ni tampoco puede la preocupación evitar los desastres o evadir las dificultades que amenazan el futuro, de manera que no logramos nada con afligirnos por él. La preocupación por las crisis del presente tiende a producir más úlceras y trombosis que soluciones. Sólo sirve para afectar nuestros juicios y limitar nuestra capacidad de encontrar soluciones adecuadas o para enfrentar emergencias.

«Toda tu ansiedad:  por el pasado tan cargado de lamento, tristeza y desilusión, desesperanza por la errada elección, por siega que la langosta comió; déjala a Él pues tu carga conoce, suyo eres, su cuidado te ofrece».

«Toda tu ansiedad: por el futuro tan incierto, las sombras que se alargan, temor de fallar, del sufrimiento, de pena y pérdida, y camino solitario, déjala a Él; tu futuro él comparte,  suyo eres, su cuidado quiere darte».

«Toda tu ansiedad: por las cargas del presente, la tentación, la prueba que no acaba, si débil la fe, y el conflicto constante, Él te observa, por ti se interesa. A sus pies tus cargas hoy deja, pues su tierno cuidado jamás ceja». Joan Suisted

«Considerad las flores del campo» les propuso Jesús a sus discípulos. Miren con qué brillantes colores el Padre las adorna. Vean cómo sin esfuerzo crecen bajo su providencial cuidado. Si esto hace por las flores del campo, ¿qué hará por sus propios hijos? ¿Entonces por qué preocuparnos? La ansiedad no tiene sentido.

LA PREOCUPACIÓN ES FALTA DE FE

«Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?» (vs. 30, 31).

Tenemos la tendencia de quitar importancia al hábito de preocuparnos considerando que es una debilidad hereditaria simpática con que deberíamos aprender a convivir. Pero Jesús no pensaba así. Para él era una pecaminosa falta de fe en su Padre. Describe al ansioso como un «hombre de poca fe», y ésta no es una debilidad simpática, porque «sin fe es imposible agradar a Dios».El autor cierta vez colgó en su oficina un cartel que siempre producía algún comentario. Decía así: ¿Por qué confiar si puedes preocuparte?

Casi siempre las visitas comentaban que había sido invertido el orden de esas palabras, y era verdad. Pero, precisamente, el propósito era llamar la atención al hecho de que demasiados cristianos están más dispuestos a preocuparse desesperadamente, en medio de sus problemas, que a confiar en Dios para resolverlos. Confiamos en Dios para el asunto de suma importancia: la salvación; pero luego nos embarga una extraña timidez para confiarle todos nuestros otros intereses, que son infinitamente menos importantes.Confianza y preocupación no pueden compartir la misma cama. Son mutuamente antagónicos. El uno niega al otro. Preocuparnos ansiosamente denota falta de fe.

LA PREOCUPACIÓN ES PAGANA»Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas» (v. 32).

Al preocuparnos nos hacemos como paganos, que están absortos en la búsqueda de cosas terrenales. De esa manera perdemos la característica que nos distingue de ellos, el de ser la sal de la tierra. Nos preocupamos por las mismas cosas que aquellos que no han recibido una revelación de Dios, como amante Padre celestial. La ansiedad implica tanto no tener afecto filial como no tener fe. La creencia fatalista pagana es que las cosas que nos ocurren son inevitables o accidentales; por eso dicen: «Comamos, bebamos y alegrémonos porque mañana moriremos». La preocupación es pagana.

LA PRIORIDAD DE LA FE

La fe rechaza persistentemente a la ansiosa preocupación y no le da lugar. Tan pronto como la tendencia a preocuparnos se quiera afirmar, debemos enfrentarla con una declaración de fe en el amor y cuidado de Dios. Si confiamos no estaremos ansiosos, pero si nos preocupamos no estamos confiando. La preocupación no es una característica de quien realmente conoce a su Padre celestial como un ser absolutamente confiable.

En esta deliciosa y colorida homilía sobre la preocupación ansiosa, encontramos uno de los principios clave, no sólo del Sermón, sino de toda la vida cristiana. «Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas» (v. 33).

Si tenemos como prioridad los intereses del Reino de Dios y el logro de un carácter santo, no tendremos por qué estar ansiosos. Una vez establecidas correctamente nuestras prioridades, todo lo demás se ubicará naturalmente. El Padre suplirá todo lo que realmente necesitemos.

Este versículo debe ser tomado literalmente y puesto en práctica. Si nos ocupamos de que Dios triunfe, Él se ocupará de todo lo que nos afecte a nosotros; y la ansiedad será absolutamente innecesaria.

Como resultado de confiar en el cuidado del Padre celestial habrá tranquilidad y serenidad. Esto no significa que la fe no será probada, sino que podrá vencer las más severas pruebas.

En su última exhortación nuestro Señor resumió todo lo que había estado diciendo acerca del pecado de la preocupación ansiosa:

«Así que, nos os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su propio afán. Basta a cada día su propio mal» (v. 34).

¿Por qué añadir las posibles complicaciones del mañana a las reales preocupaciones de hoy? ¿Por qué salir a buscar el futuro desconocido? Cada día acarreará su propia cuota de preocupación; ¿para qué aumentar la carga de hoy por adelantarnos a los problemas futuros? Todo lo que eso lograría sería ponernos en condiciones desfavorables para enfrentar las exigencias del mañana.

Por J. Oswald Sanders.  (Libro Perfil de un Verdadero Discípulo)

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