¿Hasta cuándo?

Introducción: Una aproximación cristiana al problema de la violencia. Remontarnos a las causas, fuentes y formas de la violencia, nos llevarían al origen mismo del hombre como realidad andante en el planeta.

Desde el huerto, tomando por el camino de Caín y Abel y el resultado de una muerte fratricida, avanzando por Abraham y su milagrosa fertilidad en época tardía, dejándonos a sus herederos disputando territorio y poder, pasando por la lucha endometrial de Esaú y Jacob, hasta nuestros días, el hombre y la mujer continuamos satanizando al contrario y postulándonos como los únicos y verdaderos recipientes de la verdad.
En nombre de dios se derrumban torres, y en nombre de “Dios”, y de la civilización, se bombardean y destruyen países enteros. La globalización ha llegado, no sólo con su tecnología y aculturización, sino con sus virus informáticos, biológicos y espirituales.

El caldo de cultivo está listo para que la postModernidad, o la vieja “Nueva Era”, se levanten como “los grandes defensores de la diversidad, y propongan a mediano plazo, un liderazgo mundial para la paz, ajena a los “vicios religiosos”, que en nombre de un “dios” asesinan a otros.

Pero, ¿ Y dónde está la Iglesia, Columna y valuarte de la verdad, ante el pecado y la violencia que nos asedia?.

Lamentablemente en muchos púlpitos se está perdiendo la exposición de la doctrina de la cruz, de la depravación total de hombre, de la necesidad del arrepentimiento. Requerimos predicar no sólo del arrepentimiento individual, sino del colectivo, de los pecados de Occidente, de un mundo al que todo le sobra en comodidad, pero que se aleja progresivamente de su Creador.

Las últimas manifestaciones de violencia, a la vuelta de la esquina, han hecho repensar el problema de la violencia y la necesidad de volverse a Dios.

Lincoln decía: “Esta nación (USA) no puede existir mitad esclava, mitad libre”. Quizá nosotros podríamos añadir, este mundo no puede seguir así, 10% de la población mundial con todos los beneficios, saciada en exceso y 90% sin beneficios, al garete o en la miseria absoluta. Sin justicia social, no habrá paz. Isaías 32:17.

En la Biblia, encontramos a un hombre planteándose las mismas inquietudes. Es el hombre de los "Por qué", de las preguntas; pero, también es conocido como el Profeta de la Esperanza, y es el gran desconocido profeta Habacuc.

Una mirada al pasado

Judá y Benjamín, las tribus del sur, siguen cayendo en una galopante decadencia moral y espiritual. Están colapsadas la ley, el culto y la ética. La violencia se incrementa, los profetas de la mentira pregonan años de gracia y prosperidad (Jeremías 23: 16) pero al mismo tiempo, el profeta Jeremías, sólo como un oasis, señala que si no se vuelven a Dios y al prójimo, Judá ira al cautiverio a Babilonia.

De un momento a otro, surge Josías, el rey conocido como el gran reformador. Con él viene un avivamiento, se descubre el rollo en el 625 a.C., se hacen preciosas reformas al interior de las cuatro paredes del templo, se producen cambios de forma, pero toda esta emoción espumosa cesó apenas a los tres años de su momento cumbre (Jeremías 3: 10) pasó y no hubo cambios estructurales en la práctica de los creyentes, ni en la sociedad clásica.

Viene faraón Necao y mata a Josías en Mequido 609 a.C. (2 Reyes 23: 29- 30, 2 Crónicas 35: 20ss) e instala reyes títeres. La corrupción, el pecado, la injusticia y la violencia se disparan, justo después del mini avivamiento. Jeremías escribe Lamentaciones, describiendo la tristeza por no haber aprovechado el avivamiento, y le dice a Judá que no confíe en la prosperidad de Egipto (Jeremías 44: 27).

Pareciera que después de alguna tragedia nacional, los humanos tendemos a ser religiosos por un espacio de tiempo posterior al insuceso, pero después volvemos a nuestra rutina. Sin embargo, ser religioso dista mucho de haberse arrepentido, sea como individuo, sea como sociedad.

Alguien en la brecha

Pues en esta época de inmoralidad, injusticia y violencia surge la voz del hombre de los "Por qué". Habacuc hace inicialmente tres preguntas, la pregunta del por qué de la violencia, la pregunta del por qué de la injusticia, y la pregunta del por qué del mal.

Dios: ¿Cómo es posible que en Judá – que significa alabanza- , la tribu del músico y rey David!, este soportando tal violencia?

El texto de Habacuc 1: 2- 4 nos permite ver que la injusticia y su resultado obvio, la violencia, existen en el pueblo de la Fe. Que ocurra en Asiria, Egipto o Caldea, es comprensible; ¿Pero en la Comunidad de Fe?

La percepción teológica del Dios de Moisés y del Éxodo (2: 24, 3: 7- 9) que oye y libera, parecía no concordar con el Dios del hoy de Habacuc. Más parecía al dios de los profetas de Baal, dormido, sordo y lejano. Un hombre que ama y conoce a Dios y ama a lo que Dios ama, al hombre, puede con libertad y sinceridad preguntar: ¿Dios, dónde estás hoy?, ¿Cómo puedes estar tranquilo si tu pueblo se explota, sé agrede y viola tus mandamientos? Dios estás muy tranquilo en una situación altamente provocadora.

Además la justicia se ha paralizado(Habacuc 1: 4) El juicio no sale según verdad. El injusto asedia al justo. En esa época se sacrificaba la verdad en el altar del pragmatismo: "Si acercarnos a Egipto nos hace prósperos, lo haremos".

Hoy día existen muchas técnicas del mercado que también logran resultados: “Venga y sea miembro de una Iglesia donde esté cómodo”. Si miramos a Jesús, Su presencia, Su santidad, Sus enseñanzas, Su vida misma, incomodaba a los falsos religiosos.

Es bueno recordar que uno de los pilares del Cristianismo no es la felicidad. Es la fidelidad. La fidelidad es la respuesta humana a la Soberanía de Dios. Fidelidad es obediencia y ésta resultado de la fe. Romanos 1:5.

Volviendo al profeta, en Judá se sacrificaba la Justicia en el altar de la emoción pasajera. No importaba que hubiera explotados, estructuras de injusticia y corrupción, mientras se tuviera templo físico que aparentara religiosidad. Judá tenía un falso sentido de seguridad: Mientras tengamos un templo, reuniones religiosas emotivas y aunque estemos en pecado, nada nos pasará, pensaban ellos.

Dios Responde (v. 5- 11)
Sí Habacuc, estoy viendo el pecado de Judá y la castigaré. Usaré a Caldea.

¡Cómo? (v. 1: 12- 2: 1)
Dios, esta bien que castigues a una nación pagana usando otra nación pagana, ¿pero que emplees a la peor nación pagana, para castigar a tu pueblo? Señor, estas rompiendo la enseñanza de mi grupo!

Por eso Dios dice: "Asombraos", y Habacuc lo está. Mucho, pues los Caldeos, como algunos generadores de violencia en nuestro mundo, son ley para ellos mismos (v. 7b), menoscaban la autoridad (v. 10), adoran su propia fuerza (v. 11), incluso al punto de ver a sus fuerzas y a sus armas como si fueran su dios.

Habacuc, aunque perplejo, sigue siendo un hombre de fe, y sabe que su Dios es inmutable (v. 12), y las promesas hechas a Abraham de que lo bendeciría por siempre están garantizadas. Tal vez Habacuc piense: “Dios no entiendo, pero tu me amas y amas a tu pueblo por eso decido confiar en Ti”.

Pero, Dios, otra pregunta, sí tu eres Santo (v. 13), ¡Cómo puedes usar instrumentos tan viles?

En Su Soberanía, Dios puede emplear al incrédulo y malvado, para redireccionar a Su pueblo.

Por lo pronto no hay ninguna solución a la crisis de Habacuc, pero se le garantiza que el "Justo vivirá por la fe" (v. 2: 4), y se le permite que su queja trascienda hasta nuestros días, para que nuestro quehacer en esta tierra no sea sólo en la categoría de lo religioso, sino también de la existencia misma con todos sus componentes.

Ya en el capítulo tercero, vemos a un Dios activo en acción salvífica hacia Su Pueblo, es el Dios de la historia, del presente, del futuro. Es Dios, no mi armamento, ni mi cosmovisión, el que me otorga comprensión, el que me catapulta a replantearme mi compromiso social y espiritual con los más necesitados.

Es probable que si los violentos, los que nos agreden con o sin argumentos válidos, conocieran la paz de Dios y a Jesucristo nuestra paz, su trato hacia nosotros sería diferente. Quizá lo que debimos hacer hace rato fue mostrarles el amor de Dios hecho persona.

Valdría la pena hacer una reingeniería de nuestro compromiso de fe, en términos de evangelización, de misión y de solidaridad, de reemplazar la cultura de la competencia, por la de la cooperación, de llevar Buenas Nuevas a los pobres, redención a los cautivos, vista a los ciegos, libertad a los oprimidos, el año del jubileo del Señor. Todo guiado por el Espíritu de Dios. San Lucas 4:18-21

Por: Jorge Enrique Pereira M

Fuente: Revista Universitaria Kerygma, Bogotá, Marzo de 1.991

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