JUZGANDO ANTICIPADAMENTE

Por Rev. Julio Ruiz.  Introduccion: Juan 1:46-51.  Entre los discípulos que Jesús escogió, quienes después llegaron  a ser los doce apóstoles, había una especie de concierto de caracteres que reflejan los mismos que tenemos en nuestras iglesias en el día de hoy. Natanael, quien al parecer es el mismo Bartolomé, fue aquel a quien Felipe le dijo: “Ven y ve”. Su aparición en público sucede sólo esta vez.

Llama la atención la reacción  que tuvo este israelita  cuando escuchó el humilde origen del Mesías, más que de su persona misma. Uno puede imaginarse todo el cuento que le estaba echando Felipe para convencerlo sobre la esperanza mesiánica, pero cuando le tocó el tema que despertaría su prejuicio, a lo mejor le interrumpió su conversación con ese tipo reacción que pudiera quitar los argumentos en todo evangelizador.  Es posible que este hombre haya tenido una gran expectativa para conocer al que todo mundo estaba llamando Mesías. Felipe le recordó lo que Moisés y los profetas dijeron de él, pero cuando le habló de Nazaret, levantó en él una obligada  pregunta: “¿De Nazaret puede salir algo bueno?”. ¡Qué osadía la de esta pregunta!. Al parecer una explícita actitud de prejuicio formaba parte de la vida de este discípulo. Natanael era de Cana de Galilea. Entre esta gente y los de Nazaret había prejuicios históricos. En este texto podemos  ver la rapidez con la que se “juzga anticipadamente”, nuestra tema para hoy. Es común la expresión que dice: “Yo pensaba que esa persona era…”, pero después que la conocí es la persona más agradable que conozco. El prejuicio es un pecado y pudiera ser parte aún de aquellos en “quienes no hay engaño”, como el caso de Natanael.

Este pudiera ser uno de los peores pecados de los santos. Este fue uno de los muy graves pecados del hermano mayor de la parábola del “Hijo Pródigo”, al haber deducido que su hermano menor había consumido sus bienes con rameras. ¿Quién le dijo a él eso? Su prejuicio lo había llevado a una conclusión rápida, al menosprecio y a la falta de compasión. Eso es la tendencia de este feo pecado del alma. Consideremos este tema a la luz de tres preguntas básicas.

 I. ¿EN QUÉ CONSISTE  EL JUICIO ANTICIPADO?1. El juicio anticipado es un prejuicio declarado. ¿Qué se entiende por el prejuicio? En general implica llegar a un juicio sobre el objeto antes de determinar dónde está realmente la primacía de la evidencia, o la formación de un juicio sin experiencia directa o real. Es un juicio prematuro sin haber confirmado la verdad de los hechos. El juicio anticipado presupone algo negativo. Note que cuando  Natanael hace la pregunta tiene en su mente una calificación negativa. La pregunta que formuló a Felipe solo tenía una respuesta: ¡No! El prejuicio  por la ciudad le había hecho un hombre de mente cerrada. Por lo tanto nada bueno podía salir de allí. ¿Nos suena esto familiar? La pregunta prejuiciada de Felipe es la misma que se  hace hoy entre las clases sociales, entre las distintas tendencias religiosas, entre las mimas iglesias, e incluso en el ámbito de una familia. El prejuicio declarado no le da posibilidad a alguien para que sea distinto. ¿Puede salir algo bueno de esa persona que no da señales de cambios? ¿Puede salir algo bueno de ese hijo por la forma como piense, se viste,  las amistades que tiene, la música que oye? ¿Puede salir algo bueno de una persona cuya reputación ha sido tan dudosa? Para el prejuiciado,  de  lo único que pareciera salir algo “bueno” es de alguien bueno. 

 2. El juicio anticipado es una clara evidencia de superioridad. Cuando Natanael habló de Nazaret lo hizo en forma despectiva. Lo hizo pensando en que su abolengo era superior al de los otros. El prejuicio da por un hecho una distinción social. Para Natanael, Cana de Galilea, era superior aquella otra ciudad. A lo mejor lo  era en belleza física, en cultura o en lo intelectual. La comparación inmediata dada como resultado una calificación desproporcionada. Presupone el prejuicio que los demás son inferiores a mí mismo. ¿Cuál es mi reacción cuando escucho hablar a alguien, cuando se del país donde procede o la clase social a la que pertenece? Una de las cosas que comenzó a enfrentar el cristianismo fue precisamente el prejuicio. Pedro era un hombre muy lleno de prejuicios, aún teniendo el ejemplo de su Maestro y sabiendo lo que ya estaba haciendo la resurrección de Cristo. Para él era inconcebible que un gentil como Cornelio, quien además era un militar romano,  pudiera Dios llamarlo para que fuera un hermano en la común fe. Al principio del llamado para ir a evangelizar lo que a él no le parecía, mostró una fuerte resistencia, pero al final fue, y la lección que Dios le mostró no pudo ser más contundente, diciéndole: “Lo que Dios creo no lo llames tu común”. Allí mismo entendió que el amor no hace acepción de personas. Pablo decía que en cuanto a honra, debemos preferirnos los unos a los otros;  y que debemos mirar a los demás como superiores a nosotros  mismos. En un  cristianismo genuino no hay cabida para el prejuicio. 

 II. ¿POR QUÉ NO DEBEMOS HACER  JUICIO ANTICIPADO?

1. Porque podemos tener sorpresas en el prejuicio. Era cierto que Jesús era Nazaret, pero aquel fue el lugar donde el creció. Cuando analizamos todo esto nos damos cuenta que este discípulo conocía solo una parte de la historia. El lugar de nacimiento de Jesús fue Belén. La profecía de Miqueas era precisa: “Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será el Señor de Israel…” (Mq. 5:2). Belén era para un judío, algo así, como la capital del mundo. Era la ciudad del gran rey, como la calificó el salmista. Cuando Natanael supo de la procedencia exacta de Jesús tuvo que cambiar de opinión, pues para toda la gente que espera el Mesías prometido, Belén era la cuna de su nacimiento. Y en esto podemos ver lo que he llamado las sorpresas con las que se enfrenta el prejuicio. Quien esto escribe, nació en un pueblo que se llama San Nicolás, en Portuguesa – Venezuela. Cuando estudiaba en el seminario mis compañeros de clase me hacían muchas burlas, pues según ellos ese pueblo ni siquiera aparecía en el mapa. Como quiera que haya sido yo tenía que defenderme de las chanzas de mis compañeros, así que tenía que decirles que de ese pueblo salió el que fue uno de los pioneros de la obra bautista venezolana, y además que era el único pueblo que se daba el lujo de tener al frente de la plaza el templo de la iglesia Bautista, en lugar del templo católico, pues en todos los pueblos y ciudades esto es lo más común. De modo, pues, que nos llevamos sorpresas cuando por el prejuicio descalificamos la procedencia de alguien. 

 2. Porque podemos ignorar lo que hay detrás de cada persona. Obviamente Natanael no sabía quien era Jesús. Lo que el oyó de Felipe fue que era un hombre de Nazaret, cuyo padre era José. Es posible que toda esa información no despertó mucho interés en el discípulo prejuiciado. Una cosa es tener una impresión de una persona a primera vista, pero otra es cuando le conocemos en su interior y en su carácter. Bien podemos imaginarnos el resto de la vida de Natanael, quien una vez que conoció a Jesús lo llamó Rabí (Maestro), Hijo de Dios y Rey. El prejuicio inicial fue transformado en dedicación y absoluta obediencia. Cuando fue transformado por Jesús tuvo que desaparecer de su vida ese feo pecado. Creo pensar que desde entonces Natanael vivió para ser un misionero a todas las naciones. ¿Cuántos discípulos haría en Nazaret después de esto? Nunca sabremos lo que Dios puede hacer con alguien por quien podamos sentir al momento algún prejuicio. Los hermanos de José tenían prejuicios contra él y por eso le menospreciaron vendiéndole a los amalecitas y después llevado a Egipto. Pero, ¿qué pasó con él después?. A quien ellos menospreciaron llegó a ser su salvador. Los hermanos del David le menospreciaron porque era joven e inexperto. Lo último que ellos podían pensar era que este llegara a ser rey.  Pero, ¿qué pasó con David después? Lo primero que hizo fue derrotar al gran Goliat, el terror de Israel. Después se convirtió en el rey conforme al corazón de Dios, y de cuyo linaje vendría el Salvador prometido. Hermanos, no nos prejuiciemos con nadie; el Señor pudiera tener un gran plan para esa vida. Adultos, no nos prejuiciemos con los jóvenes, en ellos yace un tesoro todavía no descubierto. 

III. ¿CÓMO VENCER EL PECADO DEL PREJUICIO?

1. Hay que dar un paso de fe. Felipe nos enseña lo que debe ser la labor de un evangelista. Nosotros siempre debemos estar preparados no para ganar un argumento si no ganar a las personas. Imagínese si Felipe hubiese entrado en una discusión con Natanael respecto al prejuicio sobre la procedencia del Mesías. A lo mejor habrían tenido una larguísima discusión teológica, y por la forma de ser Felipe, hasta hubiese ganado los argumentos. Pero Felipe no hizo nada de eso. No se puso bravo ni se incomodó por lo que oyó. Le dijo más bien: “Ven y ve”. Fue como decirle: “Ven y convéncete por ti mismo”. Su desafío fue para  que diera un paso de fe. Que en lugar de lanzar un juicio a priori contra Cristo viniera para conocerle en persona. Cuando hablamos de frente y no por detrás de las personas, nos libramos del pecado del prejuicio. “Ven y ve” nos libra de hacer juicios anticipados. Nos ayuda a evitar la tentación de ver primero antes de actuar. 

2. Hay que hablar bien de las personas. En esta escena hay dos actitudes bien contrastadas. La opinión que Natanael  tubo de Jesús y la opinión Jesús tuvo de Natanael. Mientras que el uno pensaba que  de Nazaret no podía salir nada bueno, Jesús saluda a este hombre diciéndole: “He aquí un verdadero israelita en el cual no hay engaño”. Aquellas palabras tuvieron que desarmar a Natanael. Jesús  supo lo que  Natanael dijo de él, pero en lugar de echarle en cara el menosprecio, resaltó en él sus más altas cualidades. Por cuanto Jesús conoce muy bien los corazones, a lo mejor percibió que en efecto este hombre tenía un buen corazón y que lo que estaba diciendo lo hacía por un marcado nacionalismo v. 48.  Jesús nos da la gran lección sobre cómo lidiar con el problema del prejuicio. Cuando en lugar de criticar a una persona por la forma cómo se viste, habla, piensa o actúa, debemos acercarnos para destacar sus virtudes. Esta manera de proceder funciona. Nos hemos acostumbrado a un lenguaje tan negativo que suena dulce a nuestros oídos cuando alguien puede darnos una palmada para reconocer lo bien que podemos hacerlo algo, en lugar de criticarlo por lo malo que lo hizo. En la medida que reconocemos más las virtudes de las personas, tendremos menos razones para criticarlos y llegar al feo pecado del prejuicio. 

CONCLUSIÓN: El encuentro entre Natanael y Jesús, como todos los encuentros con él, terminan en victoria. Cuando se conoce de verdad a Jesús se disipan los prejuicios. Jesús vino para darle sentido a cada vida. Vea la diferencia entre la pregunta que Natanael hizo al principio, llena de un prejuicio injusto, y la opinión que ahora tiene de Jesús: “Respondió Natanael y le dijo: “Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel” v. 49. Pero aún más, cuando quedamos libre del prejuicio, el Señor nos convoca para ver cosas mayores v. 50, 51. Juan dice que tres días después de esto Jesús fue invitado con sus discípulos (entre ellos seguramente  estaba Natanael) a una boda. Allí él vio cómo Jesús transformó el agua en vino. Desde entonces comprobó cosas mayores que la de su absurda posición del prejuicio. En la medida que descubrimos a Cristo, descubrimos cosas mayores que las que nos afectan y nos impiden crecer espiritualmente.

 

  

COLUMBIA BAPTIST CHURCH
IGLESIA BAUTISTA HISPANA
Falls Church, 27/08/2006
Rev. Julio Ruiz, pastor
Serie de mensajes basados
En los discípulos desconocidos

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