La Lucha Espiritual

Efesios 6:10-19
¿Cómo concebimos la realidad que nos rodea? ¿Hasta qué punto somos conscientes de la seriedad de los peligros que nos acechan y de los recursos que Dios ha puesto a nuestro alcance para enfrentar tales peligros?
Hace unos años un gran escritor cristiano, C. S. Lewis, escribió un libro intitulado «Cartas a un diablo novato». Supuestamente es una serie de cartas que un diablo con mucha experiencia escribe a su sobrino, un diablo principiante que tiene la responsabilidad de engañar a un joven para desviarlo del camino del bien.


Entre los muchos consejos que el diablo experimentado le da al diablo novato, hay uno que se repite: “No permitas que el joven se dé cuenta de que existes y que aquello que le insinúas procede de ti.” El propósito del famoso escritor irlandés, que fue profesor de las universidades de Oxford y Cambridge, era mostrar la realidad del mal y de los espíritus del mal en un mundo secularizado donde se duda no sólo de la existencia de Satanás y sus huestes sino también de la existencia de Dios mismo.

En el mundo donde vivían los creyentes del primer siglo el libro de C. S. Lewis habría sido innecesario, ya que se daba por sentado que Satanás y sus secuaces existen y buscan constantemente obstruir la realización del propósito de Dios. Esa es la premisa que está por detrás del pasaje que tenemos para hoy: Efesios 6:10-19.

La exhortación a la firmeza

1. El pasaje se abre con la expresión «por último», que muestra la conexión de este párrafo con todo lo que le antecede y especialmente con la sección ética de la epístola, que empieza en 4:1.

En otras palabras, lo que tenemos aquí es una exhortación final, la exhortación con que culmina toda una serie de lineamientos prácticos sobre cómo llevar una vida que agrade a Dios. Antes de cerrar su carta, el apóstol Pablo quiere exhortarlos a mantenerse firmes en su compromiso cristiano, para lo cual necesitan tomar conciencia, por un lado, de los peligros que los acechan, y por otro lado, de los recursos con que cuentan para hacer frente a esos peligros.

2. La exhortación central es a mantenerse firmes en el conflicto que involucra la vida cristiana. Pablo da por sentado que «la vida es lucha». Ni en sus escritos ni en el ningún otro de los autores del Nuevo Testamento aparece la idea que el camino cristiano es un camino de rosas y que los cristianos estamos exonerados del sufrimiento. Porque la vida es lucha, tiene sentido toda la serie de imperativos que aparecen en los versículos 10, 11 y 13, y que se resumen en el v. 14: «Manténganse firmes».

¿Qué se requiere para mantenerse firme? Se requiere, en primer lugar, tomar conciencia de la naturaleza de la lucha y, en segundo lugar, apropiarse de los recursos que Dios ha puesto a disposición de los creyentes para la lucha.

La naturaleza de la lucha (vv. 11-12)

En cualquier contienda al que quiere vencer le ayuda medir al rival para ver si puede con él. Siempre corre el riesgo de sobredimensionarlo o de subestimarlo.

2.1. No es una lucha meramente humana (v.12a).

2.2. Es una lucha espiritual contra los poderes del mal (vv. 11, 12b).

· Los creyentes a quienes se dirige el apóstol vienen de un trasfondo pagano en el cual mucha gente estaba vinculada al culto a la diosa Artemisa, practicaba la magia, consultaba a los astrólogos y adhería a religiones esotéricas, acosada por el temor a los poderes demoníacos.

· En ese contexto, Pablo no niega el poder del mal. Más bien, afirma que la lucha de los cristianos tiene que ver con el mal como un sistema organizado, constituido por el diablo y sus huestes. El peligro que acecha a los cristianos está constituido por «las artimañas del diablo» (v. 11) y por poderes, autoridades y potestades que «dominan este mundo de tinieblas», y por «fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales».

· Se trata de una realidad sobrenatural, pero una realidad que condiciona la vida humana por medio de estructuras de poder –las estructuras que forman parte de «este mundo» como sistema del mal– y pecados sociales, como el racismo y el etnocentrismo, el machismo, la corrupción moral.

3. Los recursos para la lucha (vv. 10, 14-20)

3.1. No son recursos humanos, sino «el gran poder del Señor» (v. 10). El mismo poder que levantó a Jesús de entre los muertos está a disposición de los creyentes. Cf. Ef 1:19-20.
3.2. La armadura de Dios (13-17). Cf. Ro 13:12; 1Ts 5:8

· La armadura es «de Dios»

· El propósito resistir, permanecer firmes.

· Los elementos de la armadura.

–Pablo los toma de la realidad que lo rodea, mirando la armadura del soldado romano que lo vigila en la prisión.

–Todos los elementos pueden resumirse en dos: el evangelio y la oración.

3.3. Dios ha puesto a nuestra disposición los recursos necesarios para vivir como cristianos en medio de un mundo dominado por el mal.

Conclusión

La victoria sobre el mundo depende del uso de los recursos que Dios nos provee. No debemos subestimar al enemigo, pero tampoco debemos subestimar los recursos con que contamos para hacerle frente.

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