La madre que entregó a su hijo

Si hiciéramos una lista de hombres y mujeres a quienes Dios ha honrado, ¿quiénes vendrían a nuestra mente? Moisés, los profetas, los apóstoles y misioneros que han dado sus vidas por el Señor. ¿Y qué de aquella mujer que entregó a su propio hijo? La vida de una mujer que puede marcar la suya.

¿Un lamentable caso del descuido de un niño? Por el contrario ella fue una mujer que honró a Dios y que fue honrada por Dios como respuesta a su honra.

 

Si hiciéramos una lista de hombres y mujeres a quienes Dios ha honrado, ¿quiénes vendrían a nuestra mente? Moisés, los profetas, los apóstoles y misioneros que han dado sus vidas por el Señor.

¿Y qué de aquella mujer que entregó a su propio hijo?

Su nombre fue Ana.

Entregar un niño no es la clase de cosas que usualmente pensamos como digna del honor de Dios. Pero la vida de Ana se nos presenta en las Escrituras como ejemplo para todos nosotros.

Su hijo Samuel, aquél que ella entregó, fue el premio de honor de Dios para Ana. Él sirvió como un puente entre uno de los períodos más negros en la historia de Israel y el pico de su gloria bajo el rey David. Él se convirtió en el primero de una larga lista de profetas que Dios levantó durante muchos siglos. El Señor mismo honró a Samuel colocándolo junto con Moisés como uno de quien podía mover su corazón(Jer. 15.1). ¿Por qué Dios honró a Ana? Él dice: "aquellos que me honran, yo los honraré." (1 Sam 2.30). Dios honró a Ana, porque Ana honró a Dios. Un estudio de su vida revela cuatro características de la persona a quien Dios honra y como consecuencia es honrada por él.

 

UN PROBLEMA

 

La persona a quien Dios honra tiene un problema. ¡Apuesto a que usted no esperaba eso! Pero para honrar a Dios y ser honrados por él, a menudo necesitamos un problema en nuestras vidas.

Ana no tenía hijos. "¿Eso es un problema?" Usted puede pensar. "¡Mi problema es que tengo hijos!" Pero en los días de Ana, una mujer se sentía maldecida por no tener hijos. Los niños eran vistos como una bendición de parte del Señor (Sal. 127.3-5). La conclusión era que si no había niños no había bendición.

El marido de Ana tenía otra esposa, Penina, quien tenía muchos hijos (1 Sam. 1.4). Ella se mofaba de Ana continuamente. Puedo imaginarme a Penina con sus niños jugando alrededor de ella, mirando a Ana y diciéndole: "Qué pena que Dios no te bendice como está bendiciéndome a mí."

¿Por qué Ana era estéril? "El Señor había cerrado su matriz" (1 Sam. 1.5-6). No fue un accidente de la naturaleza, Dios estaba directamente involucrado. No hay ninguna indicación que él haya causado esa esterilidad como una consecuencia de un pecado en su vida, todo lo contrario ella parece haber sido una muy buena mujer. Entonces, ¿por qué Dios cerró la matriz de Ana?

La respuesta aparente es que Dios no quería que ella tuviera hijos, pero en realidad él cerró la matriz de Ana para que ella pudiera tener un hijo, un hijo nacido de su desamparo y de su dependencia de Dios.

Así es como a menudo Dios trabaja. Él nos arrincona con un problema que no podemos resolver y, como una rata en un laberinto, nuestra inclinación natural es tratar de salir de alguna manera y si no funciona salir de otra forma para resolver el problema. Finalmente, después de mucho tratar nos damos cuenta de que no hay una solución humana. Ahí es precisamente donde Dios nos quiere.

En ese punto nosotros tenemos una elección. Podemos encogernos de hombros y decidir vivir con el problema o podemos reconocer que el problema es una oportunidad para que Dios muestre su poder a nuestro favor. Nuestros problemas pueden ser el medio para que Dios obtenga gran honor para sí mismo.

Hudson Taylor, el misionero pionero al interior de China, dijo que cuando Dios decidió abrir aquella área no alcanzada para el evangelio, él buscó un hombre que fuera lo suficientemente débil para ese propósito. Si usted enfrenta un problema, hay espacio suficiente en su vida para honrar a Dios y para que él lo honre a usted. Pero, para que eso suceda, usted debe tratar correctamente con ese problema.

 

ORACIÓN

 

La persona a quien Dios honra es una persona de oración. El problema de Ana la llevó a orar. (1 Sam. 1.10, 15, 16).

La oración no fue una respuesta automática para Ana. Desde el momento en que Ana era despertada por las voces de los hijos de Penina, hasta que volvía a la cama, no podía olvidar su problema. Fácilmente ella podría haber desarrollado un desagradable mal humor o podría haber llevado una continua batalla campal con Penina, en lugar de eso, ella oró. Tomó una fuente diaria de irritación y la convirtió en una oportunidad para buscar al Señor.

¿Qué hace usted con sus problemas? ¿Se queja? ¿Inspira lástima en los demás? ¿Se vuelve irascible? ¿O usted ora?

Si Dios no nos enviara problemas no oraríamos. Nosotros somos demasiado autosuficientes.

Tengo una confesión para hacer, antes del 1° de noviembre de 1983, yo no oraba diariamente junto con mi esposa, excepto en las comidas. Imagine eso, soy el pastor de una iglesia, supuestamente un ejemplo espiritual en mi hogar y aún así yo no oraba diariamente con mi esposa.

Yo tenía buenas razones: tres niños pequeños, las demandas de pastorear 300 personas. Entonces Dios trajo un problema en nuestras vidas, necesitábamos vender nuestra casa, teníamos tres niños que estaban creciendo, durmiendo en un mismo dormitorio y no teníamos forma de agregar uno más. Nuestra casa había estado en el mercado de la venta por diez meses, sin que apareciera algún comprador. Finalmente (esto me tomó bastante para darme cuenta) le dije a mi esposa: "Tenemos que ponernos a orar diariamente acerca de este problema."

De esa manera, cada día desde el 1° de noviembre de 1983 hemos estado orando juntos. Oramos acerca de nuestra casa, de nuestro ministerio, de nuestros niños, de los miembros de nuestra familia, de las misiones y muchas otras necesidades. Nuestra casa aún no ha sido vendida, pero estoy convencido de que Dios estaba mucho más preocupado en enseñarme a orar que en resolver nuestro problema.

Ningún problema es demasiado pequeño para orar. En realidad a menudo son las pequeñas irritaciones diarias las que nos vencen. Una vez una mujer le preguntó al maestro de la Biblia, Campbell Morgan: "¿Usted cree que debemos orar aún acerca de las pequeñas cosas en la vida?" Morgan contestó: "Señora, ¿puede usted pensar en cualquier cosa en su vida que es muy grande para Dios?"

La persona a quien Dios honra es una persona de oración. Pero las oraciones pueden ser egoístas, el orar puede convertirse en un ritual que llevamos a cabo para hacer que Dios haga lo que nosotros le pedimos. Una tercera característica es necesitada.

 

EL PROPÓSITO DE DIOS

 

La persona a quien Dios honra entiende el propósito de Dios. Este no es resolver todos mis problemas a fin de que yo pueda vivir feliz, libre de cualquier problema y pensando únicamente en mi vida. Su propósito involucra su gloria, su reino y su Mesías.

Ana entendió esto, en su oración ella estaba preocupada por su propia necesidad de un hijo pero la oración fue más allá, hacia el propósito de Dios. Ana se dirigió al Señor como Señor Todopoderoso (1 Sam. 1.11). Este término enfatiza el dominio de Dios sobre todos los poderes del cielo y de la tierra.

Aún más, Ana hizo votos de que ella no quería un hijo simplemente para ella misma, sino para servir al Señor de los espíritus como un nazareo desde su nacimiento (v. 11). Ella entendió que Dios quería ungir a un rey sobre su pueblo (2.10). La palabra ungido es la palabra hebrea para Mesías. A través de las oraciones de Ana nació Samuel, el profeta que ungió al rey David de quien descendió Jesús, el Mesías.

Ana entendió que Dios tenía un propósito para su pueblo que era más grande que su deseo natural por un hijo. Dios necesitaba un hombre para hablar a su pueblo (1 Sam. 3.1 y 21). Entonces, a medida que Ana oraba por un hijo, ella también oraba por el propósito más amplio de Dios y estaba deseosa de ceder a su propio hijo para aquel propósito.

Si usted quiere que Dios le honre debe buscar una oración mucho más allá de la que dice: "Oh Dios, resuelve mis problemas a fin de que yo viva feliz". Usted debe ir y orar: "Oh Dios, resuelve mis problemas a fin de que el gran propósito de tu reino y tu gloria pueda venir".

 

ALABANZA

 

La persona a quien Dios honra es una persona de alabanza. Cuando Dios contestó la oración de Ana, ella mantuvo su parte del trato, dedicó a Samuel al Señor y cuidadosamente transcribió todo el honor y toda la gloria para Dios, por lo que él había hecho (1 Sam. 2.1-10).

El salmo de alabanza de Ana exalta la grandiosidad de Dios en contraste con la debilidad del hombre. Dios trabaja a través del débil no del fuerte. "Porque nadie será fuerte por su propia fuerza" (v. 9). Ella exalta la gracia de Dios por elegir lo débil de este mundo para vergüenza de lo fuerte. El nombre de Ana significa gracia, sus palabras de alabanza muestran de qué manera Dios graciosamente bendice a la persona débil que confía en él.

Si usted tiene un problema, entonces es un gran candidato para ser honrado por Dios. Ore acerca de ello, ore para que el propósito de Dios sea hecho. Y alábele por la respuesta. Honre a Dios y él le honrará.

Moody Monthly . Usado con permiso

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