Maestro

-¡ Maestro … maestro… !, decía el niño admirado por la sabiduría del hombre vestido de túnica.

-¡ Maestro … maestro … !, gritaba la muje


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-¡ Maestro … maestro… !, decía el niño admirado por la sabiduría del hombre vestido de túnica.

-¡ Maestro … maestro … !, gritaba la mujer, el soldado y la multitud que le escuchaba, seducidos por el encanto de la palabra y el verbo iluminado del anciano.

Pero el hombre sabio calló de repente y comenzó a llorar.

El mejor de sus discípulos le preguntó : ¿ Por qué lloras maestro ?.

El con amarga tristeza, respondió : «Si me llamáis maestro, ponéis una distancia entre nosotros, os hacéis vosotros ignorantes y a mi soberbio. Prefiero que me llaméis » hermano » y no me arrinconéis en vuestro corazón haciéndome insuperable a vuestra naturaleza. Maestro solo hay uno y está en los Cielos.

El discípulo bajó los ojos y dijo: «Nunca más te volveré a llamar » Maestro » con mis labios, pero mi corazón sabe que por ti y en ti está el verbo luminoso de la sabiduría. Al llamarte a ti Maestro, glorifico al Cristo que te ilumina y te compenetra.

El anciano que todo lo conocía y que sabía de la fidelidad del discípulo, replicó a su vez : » No hay mayor orgullo para el servidor, que ser templo del Espíritu del Bien. No hay mayor amor que testimoniar la vitalidad del Padre Creador hecha palabra en la humilde morada de nuestra carne. Mi vida terminará, hijo mío, pero cuando el polvo del camino ensucie las sandalias, al tiempo del testimonio, recuerda que es siempre » El Cristo » que se complace en vosotros, y que lo más bello que se revela en vuestras palabras, acciones y ademanes, es siempre EL. Recuerda también que lo más bajo y lo más grosero es generado y alimentado por vosotros mismos que sois imperfectos.

Cuando halláis matado la bestia que cada uno lleva dentro, el Cristo tendrá más espacio en vuestro Templo y la oscuridad será abatida por la luz de su magnífica presencia.

Cuando consoléis, hacedlo en su nombre, cuando améis, hacer que él ame en vosotros, cuando reprendáis, hacerlo con la conmiseración de su ternura infinita. Si hacéis error, aseguraros que los que os escuchan no lo atribuyan al que os ha enviado. Hacer que lo vuestro sea asumido por vosotros y lo del Padre por su gloria infinita.

Un buen hijo habla siempre bien de su Padre y camina en su Ley, siendo correcto en sus acciones y coherente en sus palabras.

El niño, con voz queda y por inercia de todos los días, respondió : ! Sí, Maestro !.

El anciano sonrió, pues había comprendido que la palabra Maestro en la boca de un niño es simplemente la traducción de un » Te amo » luminoso que muestra la ternura de su corazón.

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