Sean bondadosos y compasivos (Efesios 4.31)

Autores: Mauricio Chenlo
“Sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo”
(Efesios 4.31)
Introducción: Como parte del argumento central de no agraviar al Espíritu Santo Pablo contrasta la amargura, la ira y el enojo contra la compasión y el perdón hacia el hermano. La base para la compasión y el perdón al otro está en la persona y obra de Cristo.


Cristo es el fundamento sobre el cual se construye la posibilidad de reconciliación con el otro. Permítanme desarrollar esto en más profundidad.

El Dios compasivo nos invita a ser compasivos
Sin duda, la obra de redención y restauración de todas las cosas comienza en el mismo corazón de Dios. Es Dios quien toma la iniciativa en restaurar al ser humano. La obra de redención comienza por la clara acción de Dios a favor nuestro: ofrecernos la oportunidad del perdón eterno por medio de la obra de Cristo.

El Dios compasivo es aquel que siente como nosotros y se compadece. La etimología de la palabra compasión significa precisamente esto: sentir con el otro. Este sentir no es solamente un sentir a distancia, una simpatía, es un sentir que toca las profundidades del ser. Fíjense que a lo largo de toda la historia de salvación la compasión de Dios se resalta en los momentos más dramáticos del pueblo de Dios o del individuo creyente. Dios sacó a Israel de Egipto por que tuvo compasión, Dios los libró de sus enemigos por compasión, Dios perdonó a David por compasión, Dios no es un Dios de ira sino un Dios compasivo.
En la persona de Jesús la compasión se manifiesta de forma concreta y está a disponibilidad de todo aquél que esté listo para recibirlo. Los que reciben sanidad, los que son liberados de demonios, los que han robado y están arrepentidos, los que se confiaban en su propia religiosidad para ser salvos, todos reciben de una u otra forma la compasión de Dios.

Para recibir lo máximo de esta compasión – digo lo máximo porque aun aquel que no reconoce a Dios también recibe su compasión-, es necesario reconocerse pecador y arrepentirse para experimentar el gran amor de Dios en Cristo.

Ahora bien, la compasión de Dios no sólo es para ser disfrutada en la intimidad de mi ser.- Dios espera que sus hijos sean compasivos como él es compasivo. El cristiano se sabe por naturaleza una persona que ha recibido la tremenda gracia de Dios en Cristo. El cristiano crece a imagen de Cristo cuando se da en gracia como Cristo se dio. El cristiano que no da gracia, que no expresa amor no refleja la naturaleza de su Padre celestial. Por eso es que siempre digo que todo hijo de Dios bien nacido es compasivo por naturaleza. El cristiano, al igual que su Padre extiende siempre la mano de misericordia. El cristiano lo único que hace es compartir imperfectamente la gracia que ha recibido y recibe constantemente del Padre. Somos hijos del Dios compasivo y por lo tanto se espera de nosotros que seamos compasivos.

La compasión y perdón empiezan por casa

La compasión y el perdón se deben manifestar en primer lugar en el contexto de la familia y de la familia espiritual. Siempre es más fácil ofrecer compasión y perdón al que no tengo cerca. Me resulta mucho más fácil animar a otros a ser compasivos con el que está en desgracia o con el sufre la escasez que con aquél que tengo cerca. Por eso es que tanto el Señor como Pablo mismo insisten en la exhortación a amarse unos a otros:

– “Perdonanos nuestras deudas como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores” (Mt. 6.12)

– “ Si tu hermano peca contra ti, ve a solas y hazle ver su falta. Si te hace caso has ganado a tu hermano” (Mt. 18.15)

– “…así también mi Padre celestial los tratará a uds., a menos que cada uno perdone de corazón a su hermano” (Mt. 18.35)

– “Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y así *****plirán la ley de Cristo” (Gá. 6.2)

– “ Queridos hermanos, amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios, y todo el que ama ha nacido de él y lo conoce. El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor. Así manifestó Dios su amor entre nosotros: en que envió a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su hijo para que fuera ofrecido como sacrificio por el perdón de nuestros pecados. Ya que Dios nos ha amado así, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros” (1 Jn. 4.7-12)

Amamos y perdonamos porque él nos amó primero

¿Cuál es el contexto en el cual es más difícil aplicar el principio del amor y el perdón?
En casa: con mi esposa, hijos. He descubierto que siempre me es más fácil amar y perdonar al que veo de vez en cuando que aquél con el que mantengo una cercanía y una intimidad continua. El principio del amor, la compasión y el perdón debe aplicarse en primer lugar en el contexto de las relaciones matrimoniales, padres e hijos, hermanos/as. Muchas veces somos más duros, exigentes e intolerante con aquellos que están cerca. El examen de la compasión se aprueba con aquellos que me rodean.
El mismo principio se aplica para la comunidad fe. Es en el contexto de las relaciones fraternales donde se nos desafía a perdonarnos unos a otros. Pablo no está pensando en el de afuera, Pablo está pensando en aquél que es mi hermano/a. En aquél que es parte del pueblo de Dios.

¿Cómo podemos crecer en la compasión y el perdón?

Ante todo orar para que el Señor nos de la capacidad de comprender espiritualmente que el fundamento de nuestro perdón y compasión mutua es Cristo y no meramente nuestros buenos deseos o buena onda.

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