Templo del Antiguo y Nuevo Testamento

En la epoca de los reyes, todos aquellos reyes que edificaron y repararon el templo de Dios fueron bendecidos, pero todos aquellos que destruyeron o profanaron el templo de Dios recibieron maldición. Hoy en dia tambien todos aquellos que tienen a Dios en su corazón son bendecidos mientras que todos aquellos que no le tienen en su corazón son maldecidos. La razón por la que Dios nos envió a su Unigénito Hijo Jesucristo, es que el desea que seamos puros de corazón para que el more en nosotros y el se pueda manifestar por medio de nosotros.



EL PECADO DE JEROBOAM


En el libro primero de los Reyes aparece un rey llamado Jeroboam. Mientras Roboam, hijo de Salomón, fue rey sobre Israel, la nación fue dividida en dos partes; el reino del sur se llamo Judá, y el reino del norte Israel. Por establecimiento de Dios, Jeroboam se convirtió en el primer rey sobre Israel, el reino del norte. En ese tiempo el templo del Señor estaba ubicado en Jerusalen, ciudad dentro del territorio de Judá, al sur. No habia templo de Dios en el reino del norte, en Israel. Por esa razón, cada vez que llegaba el tiempo de celebrarse la Pascua o cualquier otra fiesta, todos los habitantes de Israel debían ir al templo de Jerusalén para adorar a Dios.

Un dia Jeroboam penso para si mismo, ‘Si el pueblo de Israel sigue ofreciendo sacrificios en el templo de Jerusalén, en Juda, el corazon de éste pueblo se volverá nuevamente a Roboam, rey de Juda. Si esto sucede me matarán y entregaran el reino de Israel en manos del rey de Juda.’ Temiendo de esta manera, preparó un plan para el pueblo de Israel con el fin de evitar que continuaran subiendo al templo de Jerusalén, lugar donde moraba Dios. Preparó dos becerros de oro y estableció uno de ellos en Betel y otro en Dan. Luego, hizo que el pueblo de Israel se arrodillara y adorara los becerros de oro y les mando diciendo, “Bastante habeis subido a Jerusalén; he aquí tus dioses, oh Israel, los cuales te hicieron subir de la tierra de Egipto.” (I Reyes 12:28) Haciendo esto, impidió a los Israelitas subir al templo de Jerusalén a adorar a Dios. Esto fue una ofensa para Dios. Por ese pecado, Jeroboam terminó su vida como uno de los reyes maldecidos.
Igual que Jeroboam, hubo otro rey malo llamado Acab quien fue muy perverso ante Dios. Se casó con Jezabel quien adoraba a Baal, y la convirtió en reina de Israel. Aprovechándose de su posición como reina, Jezabel mató a los profetas del Señor, y estabaleció a los profetas de Baal. Cuando a Jezabel se le dieron las noticias de que Elías había degollado 450 profetas de Baal sobre el Monte Carmel, ella procuró matarle a él también. Mientras Acab fue rey, Israel se alejó del templo de Dios completamente. El pecado de Jeroboam, padre de Nabat, y el pecado de Acab, hijo de Omri, fueron típicos de los pecados que los reyes de Israel cometieron. Por ello, el nombre de estos dos reyes, Acab y Jeroboam, son sinónimos a la maldición.


LA VOLUNTAD DE DIOS POR MEDIO DE LOS HECHOS DE LOS REYES


En el Antiguo Testamento, el libro primero de Reyes comienza hablando de la historia de Salomón quien fue rey después del rey David. Hay una buena razón por la que Salomon llegó a ser rey. Esta es que Salomón era quien había de construir el templo de Jerusalén. El primero y segundo libro de los Reyes aparentemente narran historias acerca de reyes, pero en realidad contienen la historia del templo de Jerusalén. En el primero y segundo libro de Samuel encontramos la historia de cómo David llegó a ser rey y cómo reinó sobre Israel. Sin embargo, empezando con el primer libro de los Reyes, leemos como Salomón, hijo de David, construye el templo de Jerusalén. Habiendo construido templo, los israelitas disfrutaron de vivir en riqueza y honra. Pero gradualmente empezaron a descuidar del templo de Dios, y como resultado, el templo se derrumbó. El libro segundo de Reyes claramente nos explica cómo Israel recibió la maldición y fue arruinado. El proceder de los acontecimientos en los libros primero y segundo de Samuel nos recuerda del versiculo de 1 Corintios 3:16 que dice, “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” Y sigue diciendo, “Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es.” La escritura que dice, “Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a el,” se le aplicó a los reyes de Israel.

¿Cómo fue que David llegó a ser rey de Israel y recibió la bendición de Dios? La edificación del templo de Jerusalén para Israel, era de suma importancia ante Dios. En ese momento Israel se encontraba en estado de completa confusión. Por eso Dios levantó a David para ser rey y reformar a Israel. Le hizo también hacer todos los preparativos para la edificación del templo de Dios. David ganó batallas contra muchas otras naciones. Así ganó muchos botines tales como oro, plata, etc. Todo los botines se usaron como materiales para la construcción del templo de Jerusalén. David fue puesto a la cabeza de Israel por medio de Dios. Por eso, a traves de toda su vida, tuvo que lidiar guerra contra enemigos a diestra y siniestra. Sin embargo, Dios siempre le sacaba vistorioso porque el tenía el mismo sentir de Dios en cuanto a la construcción del templo. Fue por esta misma razón que Salomón vivió en gran riqueza y honra, ya que el fue la persona que Dios usó para edificar el templo.

Si leemos los sucesos en las vidas de todos los reyes que reinaron de allí en adelante, podemos descubrir que Dios bendijo a todos los que estimaron el templo, adoraron y tambien permitieron a los demas adorar y presentar sus sacrificios allí. Sin embargo, todos los reyes que destruyeron o profanaron el templo recibieron maldición. Un ejemplo muy interesante es el de Joás quien comenzó a reinar a la edad de siete. Una vez llegado al trono, le pidió a Joiada reparar el templo que se encontraba dañado. Por esa razón recibió la bendición de Dios. La fuente de la bendición que el rey Josías recibió tambien fue por causa de haber reparado el templo de Dios. Como ya lo mecioné, los libros de los Reyes parecen hablarnos de la vida de los reyes, pero en realidad el enfoque de las historias es el templo de Dios. Todos los reyes que estimaron el templo de Dios, tales como el rey David quien preparó todo lo necesario para su construcción, Salomón quien lo construyó, y los reyes Josías y Joás quienes lo repararon, recibieron bendición. Por otra parte, los reyes que impidieron que sus pueblos subieran al templo, o quienes destruyeron el templo todos fueron malditos. Esa es la voluntad de Dios que por medio de esos sucesos Dios nos quería manifestar.


LA PUREZA DENTRO DEL TEMPLO DE NUESTRO CORAZON


Quiero volver al pasaje de 1 Corintios 3:16 que dice, “¿No sabeis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” El templo de Jerusalén en tiempos del Antiguo Testamento era el templo de Dios y así también era una sombra de Jesucristo. Un día Jesús le dijo a los judíos, “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.” (Juan 2:19) Jesucristo hablaba del templo de su cuerpo. Es decir, el verdadero templo ya no se hallaba en Jerusalén sino que era Jesucristo mismo, porque en él moraba la plenitud del Espiritu de Dios. En ese tiempo, Dios ya no habitaba más en el templo de Jerusalén, sino en Jesucristo. Esto significa que Dios se estaba manifestando ante el mundo por medio de Jesús, ya no más por medio de templo de Jerusalén. Tal como Jesus lo había dicho, “Destruid este templo y en tres días lo levantaré,” así fue el clavado a la cruz, murió, y resucitó al tercer dia. Despues de su resurrección, Jesús permaneció sobre la tierra cual templo de Dios por algún tiempo, y luego ascendió al cielo. Luego, en el dia de Pentecostés, el Espíritu de Dios posó sobre los discípulos de Jesucristo. Desde ese momento en adelante, el Dios que moraba en Cristo Jesús comenzó a habitar dentro de las personas que nacen de nuevo por medio de la gracia de Jesucristo.

El apóstol Pablo, hablando del mismo tema, claramente indicó que Dios mora en nosotros por medio del versículo que dice, “No sabeis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” El edificio construido con materiales ya no era el templo de Dios. La persona que ha recibido el Espíritu de Dios es el templo de Dios, y la reunión de los santos conforma la iglesia. Por ende, bíblicamente, un edificio no es la iglesia. Dios llama a los santificados ‘la iglesia de Dios’, a quienes han recibido el Espíritu de Dios en su corazón. De igual manera como Dios moró en Jesús 2,000 anos atrás, él mora en la iglesia hoy día.

Igual a los reyes del antiguo testamento, nosotros tambien somos reyes que nos sentamos en el trono de nuestros corazones. Aunque exteriormente presentamos una apariencia de humildad, interiormente somos quienes nos sentamos en el trono del reino de nuestro corazón. Hemos observado cuales reyes fueron bendecidos y cuales malditos. Si leemos atentamente los libros primero y segundo de Reyes, entendiendo la escritura de 1 Corintios 3:16, de que nuestro corazón es el templo de Dios, y que en estos tiempos nosotros somos los reyes de nuestro propio corazón, podremos saber que cada uno de esos reyes nos representan a nosotros hoy en día. Así como hubieron reyes que ganaron la victoria al dar honra al templo de Dios, nosotros debemos ser puros en el templo de nuestro corazón, y glorificar al Dios que mora en nosotros. Por medio de la purificación del templo del corazón, aquellos que están preparados para que el Espíritu de Dios more interiormente sin molestias son bienaventurados ante Dios.



Ya que no somos personas perfectas, cometemos pecado en momentos en que somos guiados por nuestro deseo físico o la tentación. En tal caso, el Dios que mora en nosotros será entristecido pues su templo está siendo profanado. Es por eso que el templo de nuestro corazón debe siempre ser puro. Sin embargo, a pesar de nuestras debilidades o caídas, la preciosa sangre de Jesucristo es la promesa que es más que suficiente para lavar todo pecado del corazón. La fe en Cristo Jesús es la que puede mantener nuestro corazón santo siempre. Aunque cometamos errores o ‘metidas de pata’, nuestro corazón puede permanecer puro por la fe en Cristo Jesús.
Al no quedar una sola mancha, ni una sola gota de maldad, o corrupción adentro de nuestro corazón, es entonces cuando Dios puede morar en nosotros. Entonces ricamente nos bendice. Podemos ser bendecidos no porque ofrendamos o hagamos algo bueno por él, sio porque no profanamos el templo de Dios el cual es nuestro corazón. Aunque nuestro cuerpo físico peca de vez en cuando, Dios mora en nosotros y se manifiesta por medio de nosotros sin cesar una vez que moramos bajo la justicia y santidad de Dios por medio de la sangre de Cristo Jesús. Nosotros no podemos ver a Dios porque es Espíritu. Por ello, él se manifiesta por medio del cuerpo físico de nosotros los hijos de Dios. Por eso es que nuestro cuerpo es templo de Dios. Cuando Dios puede morar en nosotros y manifestarse a sí mismo por medio de nosotros, nos bendecirá de acuerdo a su agrado.


EL MALVADO REY QUE PROFANO EL TEMPLO DE DIOS


Es tan lamentable ver que aunque muchas personas hoy día saben que Jesucristo derramó su sangre por lavar sus pecados al morir en la cruz, y hasta dicen creer en Jesús, sus corazones aún están profanados con pecado. Cualquiera que aún tenga pecado en su corazón será considerado igual a los reyes que profanaron el templo de Dios. No tendrán otra alternativa mas que recibir la maldición eterna. Por el contrario, aunque fueron perversos e inmundos pecadores, quienes son purificados, y aquellos cuyos corazones quedan limpios y sin mancha en su corazón por medio de la fe en Jesucristo, no recibirán sino la bendición de Dios igual que el rey David y el rey Salomón quienes recibieron la bendición por guardar santo el templo de Dios. La gente se esfuerza por hacer algo bueno por medios humanos y esfuerzos propios. Pero nadie puede lograr ser santo ni perfecto por sus obras humanas.

En conclusión, Dios bendijo a quienes guardan santo su templo, y maldijo a quienes lo profanaron. En estos tiempos, cada persona nacida de nuevo habiendo recibido el perdon de pecado, es decir aquellos que tienen el Espíritu de Dios, ahora son el templo de Dios. Por ello, aun después de haber nacido de nuevo, sus corazones permancen puros por medio de la fe en la sangre de Jesucristo, de manera que el Espíritu de Dios puede morar sin molestia en sus corazones. Haciendo eso, Dios mora en nosotros, se manifiesta y se glorifica a sí mismo por medio de nosotros y además nos permite participar de su gloria y bendición.

En cuanto al Nuevo Testamento, el edificio material ya no es más el templo de Dios. Esto significa que el edificio en sí no puede ser la iglesia. En el libro de los Hechos, leemos que los discípulos frecuentemente subían al templo. El propósito con el cual visitaban el templo no era para ofrecer sacrificios, sino para predicar el evangelio a quienes llegaban a adorar allí. No importaba dónde se reunieran. Por ejemplo, ya fuera que se reunieran en el aposento de la casa de Marcos o quien fuera, Dios siempre estaba con ellos. Ya el templo de Jerusalen no fungía como el templo de Dios. Aquellos que recibieron a Jesucristo en sus corazones por medio del perdón de pecados llegaron a ser el templo de Dios. Desde que el Espíritu de Dios había venido a ellos, dondequiera que se reunieran se convertía en iglesia, en otras palabras, el templo de Dios. Dios empezó a manifestarse por medio de ellos. Por eso fue que recibieron la gracia y bendición de Dios. Para llegar a ser el templo de Dios, la gente de hoy día debe ser santificada en su corazón recibiendo el perdón de Dios. La persona que recibe el Espíritu de Dios se convierte en el templo de Dios. La iglesia se formaba cuando aquellos que se convirtieron en templos de Dios se reunian. En el tiempo de los reyes, aquellos reyes que honraron, edificaron y repararon el templo de Dios recibieron bendicion, pero los otros que no tenian a Dios morando en sus corazones la maldicion. La razón por la que Dios nos envió a su Unigénito Hijo, Jesucristo, es que él quiere que seamos puros en el corazón, para así poder morar en nuestros corazones, y revelarse por medio de nosotros también. Así es que, quien se ciña de la santidad de Dios por medio de la preciosa sangre de Cristo Jesús puede tener a Dios en su corazón y disfrutar de las maravillosas bendiciones celestiales.

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