Tener Sed de Dios

Autores: Jesús Caramés
Base Bíblica: Jn 7:38
Si ahora mismo os ofreciera un vaso de agua, posiblemente muchos de vosotros diríais, ¡no, gracias!, pues simplemente ahora no tengo sed.
En una ocasión, predicando un hombre grande, nos contaba una anécdota de una experiencia pasada. Era un día de mucho calor, tenía que predicar, pero su garganta estaba seca.

El hablaba y hablaba, pero no le habían puesto ningún vaso de agua, aunque de vez en cuando miraba al interior del púlpito o hacia los diáconos a ver si se daban cuenta que tenía sed. Pero no había manera. Así que llegó un momento en que no podía más. Continuaba predicando, y como enfrente suya había un gran florero que tenía agua, y sin más delante de todo el mundo, cogió el florero y le dio un buen trago al agua de las flores, que parece ser llevaba ya varios días. La sed es algo tremendo. La sed nos mueve, nos alerta, es una señal de alarma de nuestro organismo, del que un 80% es agua. Si nos falta el agua nos morimos. Podemos aguantar tiempo sin comer, pero no sin beber.

Sin embargo estos mecanismos de alarma únicamente se activan cuando estamos en necesidad, cuando tenemos sed, mientras tanto no nos percatamos de nada.

“En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.”

Contexto

Jesús dijo esto, en la celebración de la fiesta de los Tabernáculos, era el último día de la fiesta, que era un gran día de celebración. Cada mañana de la fiesta, a la hora del sacrificio, los sacerdotes sacaban agua en una vasija de oro del estanque de Siloé y la llevaban al templo para derramarla. Esto conmemoraba la maravillosa provisión de agua que Dios les dio a los judíos en el desierto. En este día séptimo que era el clímax de la fiesta. fue cuando Jesús exclamó: «Si alguno tiene sed, venga a mí y beba»

Puedes imaginarte el escándalo que se produjo. Pero Jesús estaba señalando que el agua que Él promete, el agua de vida brotará dentro del corazón y siempre nos refrescará y mantendrá satisfechos

Para acercarse a Jesús hay que tener sed

Acabamos de celebrar un año más, la Navidad. Tú sabes que la Navidad fue la conclusión de un anuncio, un anuncio de muchos cientos de años atrás. El anuncio desde la creación del hombre, aquella profecía pronunciada a Satanás, al engañador: “Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu simiente y la simiente suya; esta te herirá en la cabeza y tu le herirás en el calcañar” Y desde entonces el mismo diablo ha tratado de ocultar, de matar, de exterminar, de disfrazar, la navidad.

Pero el anuncio se *****plió, Jesús vino, a pesar de la oposición de muchos, y *****plió su propósito. Ofrecer la salvación al mundo.

Pero fíjate, que este anuncio de la Navidad se realiza, en nuestros países, desde hace cientos de años; de alguna manera es un anuncio evangelístico, en el que colaboran los comercios, los gobiernos, el teatro, el cine, la publicidad. Claro, con otros intereses, pero el mismo nombre de Navidad, indica nacimiento, el nacimiento de Jesús.

Y el nacimiento ya se *****plió. Así que, ¿ahora qué?
¿En qué ha cambiado nuestra vida desde esta celebración.?

Hay diferentes actitudes que se puede tener ante esta realidad:

La de los sedientos, y la de los que ya están saciados.

A.- Jesús vino al mundo hace más de 2.000 años, y cuando fue anunciado en Jerusalén, dice la Palabra que el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él. Ya había sido anunciado con mucha anterioridad, por aquellos profetas, enviados de Dios, habría un tiempo nuevo. Sería un tiempo en el que Dios capacitaría a las personas para vencer al pecado, para llenarnos de una paz diferente, que nada, ni el dinero, ni el poder, ni ninguna otra cosa nos la podía dar. Muchos en Israel, lo sabían y lo esperaban. Aquella espera formaba parte de la cultura de aquellas personas, vendría el Mesías, vendría el Salvador del Mundo.

Vendría. Estaba anunciado. La Navidad sería un anuncio, porque una de las señales era que la virgen concebiría y daría a luz a un hijo cuyo nombre sería JESÚS.

Pero Herodes se turbó porque vio al Mesías como un opositor, alguien que sería mayor que él, más importante. Alguien que cambiaría el orden establecido sin su permiso. Por lo tanto, su reacción fue la reacción dominada por el diablo; la de exterminarlo. Vemos cómo Herodes mandó matar a todos los niños menores de dos años.
Es curioso el pensar que, sin embargo, este rey seguramente se visitó de fiesta, seguramente les convidó a turrón, les ofreció regalos, pero en su corazón había engaño. De algún modo festejó aquel anuncio, la navidad, pero como una ocasión de conseguir sus propios propósitos ser el más poderoso.

Así que se turbó y toda Jerusalén se turbó con él.

B.- Y toda Jerusalén con él

Además de este hombre malvado, aquel anuncio fue hecho público entre otras personas, quizás personas importantes, acomodadas que estaban alrededor de la corte del rey. Viene el Mesías, viene el Salvador del mundo, viene el que traerá la Paz, viene el que vendará nuestras heridas, el que nos librará de la esclavitud del pecado. Viene.
Sin embargo,muchos tenían una idea equivocada, pues creían que el Salvador vendría para gobernar con poder, para liberarlos de la opresión de los romanos. Sin embargo, anunciaban que vendría. Había una señal en el cielo, que podían contemplar en la noche, algo extraño, que sin duda todos los adivinos habrían estado haciendo conjeturas sobre su significado, su aparición y después su desaparición.

No recibieron la noticia con gozo, con esperanza. No fueron corriendo al lado de los magos, a descubrir al Rey de Reyes. Siguieron con sus quehaceres, con sus ocupaciones, simplemente se turbaron. En el fondo de sus corazones dijeron ¡No me interesa! , ¡¡No tengo sed!!

C.- Pero hubo otro grupo de personas, aquellos pastores, prototipo de gente sencilla, de gente necesitada, de quien valora que su vida es y no es. Gente que sabe de las dificultades de la vida, que ha visto morir y vivir a sus animales. Gente que ha pasado miedo, y sobre todo que demandaba de Dios una liberación, un propósito para su vida, un sentido nuevo.

Y a estos, y no a los otros, se les abrieron los cielos para darles las buenas nuevas. El ángel que les anunció, el coro de huestes celestiales que proclamaban “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres”

Este era el anuncio: Dios tiene buenos deseos para cada uno de nosotros.

Pero habrá de llamarnos la atención el hecho de que esta visión no le apareció a Herodes, ni a los que estaban con él en el palacio. Les apareció a aquellos que quizás estaban solos, tal vez necesitados, cansados, y sobre todo sedientos de Dios, con anhelo espiritual de recibir más de Dios

Por eso este grupo de personas no se turbaron. No esperaron, sino que fueron corriendo allí, al lugar que anunciaba el ángel. Querían ver, querían adorar, querían reconocer que por encima de todo necesitaban a Dios.

D.- Cuando Jesús exclamara aquellas palabras: «Si alguno tiene sed, venga a mí y beba» sucedió de modo parecido a Juan 7:40: «Entonces algunos de la multitud, oyendo estas palabras, decían: Verdaderamente éste es el profeta. Otros decían: Este es el Cristo. Pero algunos decían: ¿De Galilea ha de venir el Cristo? ¿No dice la Escritura que del linaje de David, y de la aldea de Belén, de donde era David, ha de venir el Cristo? Hubo entonces disensión entre la gente a causa de él. Y algunos de ellos querían prenderle; pero ninguno le echó mano.»

Unos discutían, otros querían prenderle. Sin embargo, los que afirmaban que es el profeta, es el Cristo eran los únicos que pudieron experimentar las riquezas de la nueva vida en Cristo.

“El que cree en Mí, como dice la Escritura , de su interior correrán ríos de agua viva”

Y estos ríos corren ya, pues es la realidad de que el Espíritu Santo está en nuestra vida, forma parte ya de nosotros, pero no es suficiente,
¿Cuántas son las riquezas de Dios? ¿Cuántos son los milagros que el Señor quiera hacer con nuestras vidas?

Nuestro Señor que no cambia ni muda, que lo que hacía antes quiere seguir haciéndolo, quiere manifestarse con poder en nuestros corazones, capacitándonos con valentía, llenándonos de su Espíritu Santo, impartiendo de sus dones, de su gracia, de su autoridad. Por eso, Él nos dice hoy :

Si alguno tiene sed…

Pero tener sed habrá de ser una necesidad, algo que como aquel hombre no podamos resistir. Queremos bebernos hasta del jarrón.
Tenemos que anhelar más de Dios cada día. La realidad de que estamos en el camino es la segunda parte: “venga a Mí y beba”, acudir al Señor, a la Palabra, a la oración, a su obediencia, y ver entonces qué es lo que nuestro Dios va ha hacer con nuestras vidas

Leemos en el salmo 42:1,2
“Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, Dios el alma mía. Mi alma tiene sed del Dios vivo”

El salmista estaba en el desierto, durante el destierro a que fue sometido el Rey David
Esta es la imagen del ciervo que en un estado de agotamiento busca afanosamente, dónde beber.

Mi alma tiene sed del Dios vivo. Dícelo al Señor!.
Él quiere que esta Navidad sea especial. Y del mismo modo que si no bebemos morimos; de algún modo Dios nos alerta que si no tenemos sed estamos muertos; somos 80% agua, pero ahora somos 100% espíritu, pues hemos nacido de nuevo. No esperes a beber cuando tengas sed, cuando te falte algo. Que nuestra propia naturaleza, nuestra alma clame al Dios vivo.

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