¡Tu familia es tu primer ministerio!

Nuestra familia res nuestra prioridad

Por Fernando Alexis Jiménez

¿Cómo es que un ministro cristiano cuya fortaleza de enseñanza es la oración, la intercesión y la guerra espiritual, termina orientando sus esfuerzos a escribir y predicar temas sobre la familia?

            Esta es una de las preguntas frecuentes que me formulan los lectores y amigos a través de las Redes sociales, correos electrónicos o al término de alguna conferencia.

            Pero darles una respuesta no es fácil porque llegar a ese punto obedeció a un largo trasegar espiritual que me llevó a experimentar crisis, períodos de desierto, etapas de auto evaluación, búsqueda de Dios hasta finalmente, redireccionar mi desenvolvimiento ministerial.

            Hay varios pasajes de las Escrituras a través de los cuales Dios me habló. Citaré algunos de ellos que marcan pautas para hacer un alto en el camino, revisarnos y experimentar cambios:

1.- Gobernar adecuadamente la familia

¿Cómo puede un hombre gobernar adecuadamente a su familia? Si piensa que ese posicionamiento gira alrededor del autoritarismo, de asumir una actitud dictatorial, está equivocado.

            Gobernar la familia no es otra cosa que ejerce un adecuado liderazgo, influir hacia un proceso de cambio y transformación que contagie a todos.

            Escribiendo a un joven líder del primer siglo, el apóstol Pablo escribió que si alguien aspiraba dirigir un grupo de creyentes, debía mostrar un distintivo particular: Debe dirigir bien a su propia familia, y que sus hijos lo respeten y lo obedezcan. Pues, si un hombre no puede dirigir a los de su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la iglesia de Dios?” (1 Timoteo 3:4, 5. Cf. 3:12)

            Emprender el proceso de cambio no resulta fácil, sobretodo si fuimos formados en un ambiente machista, muy propio de países latinoamericanos. No obstante cuando permitimos que el Señor Jesús guíe nuestros pasos, el camino al comienzo parecerá difícil pero se torna más ameno de transitar.

            Dios comienza a producir transformación en nuestra vida, y esas pautas se transfieren a todos en casa. Nuestro liderazgo como padres y madres conforme al propósito eterno del Padre termina impactando positivamente a los miembros del hogar.

2.- La familia, nuestra prioridad

Usted y yo bien podemos desarrollar un poderoso ministerio en la extensión del Reino de Dios. Muchas almas podrán ser llevadas a los pies de Cristo. No obstante, si no prestamos atención a nuestra familia, no alcanzaremos el máximo desarrollo de nuestras potencialidades.

            El apóstol Pablo escribió: Aquellos que se niegan a cuidar de sus familiares, especialmente los de su propia casa, han negado la fe verdadera y son peores que los incrédulos.”(1 Timoteo 5:8. NTV)

            ¿Qué espera Dios de nosotros? Que enfoquemos nuestros valiosos esfuerzos en nuestro cónyuge y en nuestros hijos. Darles el ligar de privilegio que les corresponde en nuestra existencia.

3.- Enseñar a partir del ejemplo

En el proceso de hacer un alto en el camino y evaluar mi vida, concluí algo que comparto con usted porque quizá le resultará útil: La mejor forma de impartir una enseñanza que permanezca en el tiempo es mediante el ejemplo.

            El apóstol Pablo enfatizó este principio cuando escribió: La siguiente declaración es digna de confianza: «Si alguno aspira a ocupar el cargo de anciano en la iglesia,*  desea una posición honorable».  Por esta razón un anciano debe ser un hombre que lleve una vida intachable. Debe serle fiel a su esposa.*  Debe tener control propio, vivir sabiamente y tener una buena reputación. Con agrado debe recibir visitas y huéspedes en su casa y también debe tener la capacidad de enseñar.”(1 Timoteo 3:1, 2. NTV)

            Estos dos versículos sencillos arrojan luces sobre un lema que debe animarnos cada día: ¡Tu familia es tu primer ministerio!

4.- Jamás podemos olvidarlo: Somos sal y luz del mundo

Recuerdo a un joven que fue tentado por su jefe inmediato para hacer fraude en una empresa. Ante la oferta dijo: No. ¿La razón? “Mi padre nos enseñó que debíamos ser honrados. Él mismo siempre fue un hombre muy honesto.”, relató.

            Usted y yo estamos llamados a liderar la transformación en nuestra familia. No podemos, bajo ninguna circunstancia, dejar de ser sal y luz, como lo enseñó nuestro amado Salvador Jesucristo: »Ustedes son la sal de la tierra. Pero ¿para qué sirve la sal si ha perdido su sabor? ¿Pueden lograr que vuelva a ser salada? La descartarán y la pisotearán como algo que no tiene ningún valor. »Ustedes son la luz del mundo, como una ciudad en lo alto de una colina que no puede esconderse.  Nadie enciende una lámpara y luego la pone debajo de una canasta. En cambio, la coloca en un lugar alto donde ilumina a todos los que están en la casa. 16De la misma manera, dejen que sus buenas acciones brillen a la vista de todos, para que todos alaben a su Padre celestial.”(Mateo 5:13-15. NTV)

            Puedo asegurarle que cuando nos disponemos a cambiar con ayuda de Dios, logramos avances significativos. Es lo que ocurre cuando le permitimos a Dios que tome el control de nuestra existencia, del cónyuge y de nuestros hijos, los que Él nos dio el privilegio de liderar.

            ¡Hoy es el día de comenzar a cambiar, en la certeza de que ese paso—el más importante con ayuda de Jesucristo—traerá transformación a la manera de vivir y afianzará nuestra relación familiar!

Posted on 2014/09/25 at 1:40 am in ESTUDIOS BIBLICOS, FAMILIA