Ved la Salvacion que Jehova hara hoy con vosotros

Rev. Julio Ruiz. Éxodo 14:10-14; 21- 23; 27-31
INTRODUCCIÓN: Sin duda que uno de los milagros más gloriosos que registra el Antiguo Testamento es el cruce del mar rojo por parte de Israel y con ello la desaparición del ejército egipcio. Este es el gran capítulo que ha servido para el desarrollo de la fe bíblica.

En esta historia hay  elementos que son dignos de anotar. Está la forma como Dios, de una manera intencional,  lleva al pueblo a una especie de  callejón sin salida para probarles, toda vez que fueron encerrados en diversos peligros de muerte. Luego es extraordinario ver la fe de Moisés cómo había crecido en medio de las dificultades. Y por supuesto es objeto de mencionar la completa derrota que sufrió el Faraón, quien disponía de todos los ejércitos con caballos y guerreros, pero se le había olvidado que él no estaba peleando con  Israel sino contra el Dios de Israel. Esta historia es confortante para todos nosotros. Contamos con el mismo Dios de antes. Hoy nos ordena seguir marchando. Pero en medio de esta marcha nos dice las Escrituras: "No temáis; estad firmes, y ved la salvación que Jehová hará hoy con vosotros…" v. 13. ¡Ánimo amados hermanos, el Dios que nos ha ordenado marchar, también nos ha prometido pelear por vosotros! En aquel tiempo Jehová peleó contra el poderío egipcio y lo derrotó. Hubo una salvación muy grande para el pueblo. Hoy día el Señor se propone hacer otra gran salvación a través de su iglesia. Egipto representa al mundo donde hay un pueblo esclavizado por el pecado. Él ha resuelto darle libertad a ese pueblo. Pero no lo haré hasta que nosotros no nos dispongamos a marchar para dar esa liberación. Dios nos llama para que veamos esa salvación, por lo tanto requerimos que la iglesia se prepare para lograr este objetivo. ¿Qué se requiere para ver la salvación que el Señor quiere hacer en medio del “Egipto” de este tiempo?

 

I. HAY QUE ENFRENTAR EL TEMOR AL FRACASO v.10

1. El gozo de la  libertad pronto fue cambiado por un temor colectivo. La algarabía del pueblo en fiesta fue transformada por manos sudorosas, piernas debilitadas y  en comentarios desaforados.  La visión del enemigo  hizo olvidar por un instante la demostración del poder Dios, jamás antes visto, en la destrucción de  Egipto a través de las plagas. Cuando ellos vieron los carros del temible  enemigo, tirado por rápidos y valientes guerreros egipcios, palidecieron y se turbaron. El texto nos dice que temieron y clamaron. La palabra que traduce acá por "clamar" tiene implícita la idea de clamar a causa de una gran angustia.  Aquella protesta colectiva tuvo que haberse convertido en una gran gritería.

 

2. Fue allí donde se dio la primera queja y murmuración del pueblo. Las preguntas que salieron en medio de la protesta revelaron la baja estima a la que les había llevado el período de esclavitud y la debilidad de su fe. Se ha dicho que es más fácil sacar a la gente de la esclavitud que sacar la esclavitud de la gente. Se puede ver una nota de amargura en la pregunta dirigida a Moisés: "¿No había sepulcros en Egipto, que nos has sacado para que muramos en el desierto?" v. 11 ¡Qué ironía la de esta pregunta! Por seguro que Egipto era famosa por las tumbas, más que ninguna otra nación. Era allí donde se levantaban las muy famosas pirámides-tumbas. Pero esta actitud revelaba una gran falta de fe. Es curioso ver cómo se prefiere morir en esclavitud que dar un salto de fe y morir de una manera distinta.

 

3. Pero en medio del pueblo tembloroso está  Moisés v.13. Es un asunto maravilloso que en medio del temor, las dudas y las quejas, emerja una confianza como la Moisés. Él aparece en esta escena como un hombre inconmovible; con una fe inquebrantable porque sabía quien era Jehová. Todavía estarían muy vivas las palabras cuando en su llamado le había dicho "Yo soy el que soy"; de esta manera le conoció, pero también por  su poder extraordinario, manifestado por medio de las plagas destructivas. Esta es la actitud que debemos tener para que la presencia del enemigo para que no  aparte  la visión del Dios que está con nosotros. Los temores del fracaso ocultan de la vida la fe firme que debiera estar puesta en nuestro poderoso Dios. Esta es un arma que el enemigo sabe esgrimir muy bien.

 

4. Uno de los asuntos que a menudo se nos presenta cuando queremos hacer la obra de evangelización es el temor a fracasar por lo que me puedan decir. Pero es aquí donde tenemos que escuchar la voz de Cristo (tipificado en Moisés), cuando dice: “No temáis; estad firmes, y ved la salvación que Jehová hará hoy con vosotros…”. Es muy reconfortable saber que si en algún momento se nos  había asegurado la presencia del Señor en nuestras vidas es en la Gran Comisión. Cristo,  previendo que el trabajo de evangelizar que hemos de hacer siempre, dijo: “He aquí yo estoy con vosotros, todos los días hasta el fin del mundo” (Mt. 28:22). Si alguna vez y usted y yo vamos acompañados de Cristo es cuando salimos a hacer el trabajo de libertar de la esclavitud al pecador de su pecado.

 

II. HAY QUE ENFRENTAR LOS CAMINOS QUE SE CIERRAN v. 2, 3

1. Cuando Dios ordenó a Moisés que llevara al pueblo de Israel en dirección contraria, eso es, que "dieran la vuelta y acamparan delante de Pi-hahirot , entre Migdol y el mar hacia Baal-zefón", quedaron en un especie de  callejón sin salida. Era el lugar perfecto para ser atacados por el Faraón. De modo que allí estaban los israelitas atrapados y sin esperanza entre el mar y los ejércitos del temible Faraón. La Biblia dice que Dios terminó de endurecer el corazón del malvado rey, de modo que cuando mantuviera su obstinada idea de hacer regresar aquel pueblo tembloroso e indefenso, aquella sería su última acción, porque Dios había planeado destruirle. El rey de Egipto sabía muy bien donde había acampado Israel. Según el conocimiento que tenía de aquel lugar,  allí no había escapatoria.

 

2. A un lado tenían a Migdol con sus desiertos de arena intransitables; al otro lado estaba el mar Rojo, ¡imposible ir por allí! Al  lado oriental estaba la intransitable sierra de Baal-Zefón. De modo que estaban arrinconados. La única manera de escapar era devolviéndose por la misma ruta de donde venían. Pero, ¿cómo regresar por allí? Todo el ejército egipcio estaba apostado en ese lugar listo para atacar. Usted y yo tenemos  que imaginarnos el tremendo aprieto en el que se encontró Moisés. Aquel sería el más grande momento para probar su fe. Hay una verdad solemne en todo esto. Vienen ocasiones a nuestra vida donde Dios pareciera llevarnos a situaciones de gran dificultad, de donde no vislumbramos posibles salidas. Pruebas que las creemos insuperables. Especies de paredes donde pareciera no haber escapatorias. Momentos donde la lógica humana no entra si es consultada. Pero cuando se cierra el camino es el tiempo para la intervención divina.

 

3. Un asunto que debe destacarse en el trabajo de la evangelización es que así como le pasó a Moisés, también a nosotros nos pasa. Hay puertas que se cierran. Hogares que no quieren saber nada que tenga que ver con iglesias o con Jesucristo. La gente estará más dispuesta a abrir sus puertas a lo banal y  pasajero, en lugar de lo que tiene valores espirituales eternos. Sin embargo, nuestra seguridad para que abran las puertas descansa en promesas como estas: “Otra vez abriré caminos en el desierto, y ríos en la soledad” (Is. 43:19). Lo que para los hombres parece imposible llega a ser posible para Dios. Es posible que en este mismo momento usted esté atravesando por un tiempo que le parece en extremo incomprensible y misterioso, pero déjeme decirle que su condición es comprensible por que si Dios le ha permitido llegar hasta allí, Él tiene un gran propósito que quiere revelarle. No piense usted que por cuanto se le ha cerrado el camino en su marcha,  todo se ha acabado. ¡No se desanime! Usted no marcha solo, cuenta con el mejor aliado. Dios abre las puertas donde todo se ha cerrado. Israel aprendió eso apenas comenzando el camino de su libertad. Agarre esta promesa: "No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia" (Is. 41: 10). Cuando más sentimos que se cierran las salidas, Dios ha preparado nuevas puertas.

 

III. HAY QUE RECONOCER AL QUE PELEA POR NOSOTROS v.14

1. Después que Moisés reveló su profunda confianza en lo que Dios podía hacer por ellos, como ya lo había hecho antes, escuchó algo con lo que aumentó más su fe en una evidente victoria. Cuando el Señor dijo "¿por qué clamas a mí?", Moisés tuvo que entender que aquella no era la hora para orar sino para marchar. Pero también entendería que Dios iba a manifestarse en medio de ellos de una manera extraordinaria. Es como si Dios le hubiese dicho "no sigas pidiéndome lo que yo se que tengo que hacer, solo dile a ese pueblo que marche". Y eso fue lo que Moisés hizo. Obedeció como hasta ahora lo había hecho, y utilizando la vara como el instrumento a través del cual Dios ha manifestado su poder, vio, junto con su pueblo, la forma como Dios peleó por ellos. A la orilla del mar Dios vino a ellos como guerrero, conquistador y vencedor. Después que ellos vieron a los egipcios derrotados tuvieron que cantar  osadamente: "Jehová es varón de guerra: Jehová es su nombre" (15:3).

 

2.  María, la hermana de Moisés, junto con otras cuantas mujeres, entonaron un canto al Señor con panderos y danzas, como acostumbraban hacerlo en otros tiempos para darle la bienvenida al guerrero vencedor. Solo que en esta experiencia no fue el ejército de Israel el que ganó esta pelea sino "Jehová de los ejércitos". Esta figura de Jehová como guerrero victorioso es predominante en el Antiguo Testamento. Un estudio de la gran mayoría de las batallas ganadas por Israel, revela un  sentido de lo absurdo, sobre cómo fueron peleadas y ganadas. Algunas fueron ganadas dándoles vuelta a una ciudad, con teas encendidas y tocando ciertos instrumentos de música. Otras fueron ganadas tan  solo con un coro de alabanza. Mientras que otras fueron ganadas con la intervención de un solo ángel. Pero en todas es notoria la intervención del Señor.

 

3. La vida cristiana, que de igual manera marcha todos los días, y es consciente del enemigo que le acosa, reconoce que el Señor sigue peleando por ella. Pablo admitió esa continua lucha, según lo dejó escrito en Efesios 6:10-18. En nuestro largo peregrinaje terrenal hay un Señor todopoderoso que sigue peleando a favor de nosotros. Hay fuertes batallas que se levantan hoy contra el creyente. Al igual que el pueblo de Israel nuestras fuerzas pudieran debilitarse. En el campo de la evangelización debemos tener como muy cierto la promesa que el Espíritu Santo se adelante para ir haciendo la obra en los corazones. De manera que es una bendición ver que si alguien hace una decisión por Cristo en presencia de nosotros, es porque el Espíritu Santo ya había preparado ese corazón para él. En aquel tiempo Moisés arengó a su pueblo diciéndole que Jehová pelearía por ellos, de modo que ellos estuvieran seguros. El Jehová del Antiguo Testamento ahora es el Señor Jesucristo. Y el Señor Jesucristo antes de ascender al cielo nos dejó la promesa del Consolador; y él vino para se el Capitán en Jefe de su iglesia mientras ella marcha en la conquista de las almas. Preparémonos, entonces, porque el Señor hará una gran salvación. El momento ha llegado. La tarea de la iglesia es salvar al pecador. La cosecha está lista.

 

CONCLUSIÓN: Al momento cuando el pueblo Israel pensó que estaban atrapados y sin esperanza entre el mar y el ejército del temible Faraón, Dios abrió camino en el mar. Y el camino que llegó a ser el escape para el pueblo de Israel se convirtió en el camino de la derrota para los egipcios. Hay algo extraordinario,  y que sirve como un  gran paralelismo, esta parte final de la historia. Se nos dice que cuando el Faraón entró a perseguir al pueblo, las ruedas de sus carros se atascaron. Ese es el mismo  verbo que se usa cuando el Faraón puso la pesada carga a los israelitas al tiempo cuando Moisés y Aarón fueron a pedirle que dejara ir a su pueblo. El milagro del cruce del mar rojo fue la prueba que puso punto final a la esclavitud de Egipto. Allí Dios derrotó al enemigo. Y lo seguirá Dios haciendo. Su pueblo debe seguir su marcha. Dios le ha prometido pelear por él. La orden que Dios dio a Moisés en aquel entonces, es la misma para la iglesia de hoy. "Di a este pueblo que marche", debe nuestra consigna siempre. Hemos sido salvos para marchar.

 

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