Cómo lograr Buenos Resultados

A principios de los años 80, un vaquero de Oklahoma decidió ir a Chicago para lanzar una carrera en el boxeo. Empaquetó sus pertenencias en dos viejas maletas de cartón y abordó el autobús para Chicago.

El mismo cuenta lo que sucedió después: «Me bajé del autobús en el centro de Chicago», cuenta el hombre, «y me paré frente a la torre Sears. Puse mis maletas en la banqueta, miré hacia arriba, y me dije a mí mismo: ¡Voy a conquistar Chicago! Cuando miré hacia abajo, mis maletas habían desaparecido.»

¿Te sientes como ese vaquero en esta mañana? ¿Sientes que la vida te ha robado las maletas? Todos enfrentamos el desánimo en algún momento. Grandes figuras de la Biblia, hombres como Elías y Pablo, llegaron a puntos de gran decepción y desaliento.

El desánimo puede llegar a nuestras vidas por diferentes motivos. Podemos llegar a sentir, por ejemplo, inseguridad acerca del futuro. Si nos sentimos así, debemos de recordar quién tiene nuestro futuro en sus manos. Ésta es una forma de desánimo.

Otra forma de desánimo viene cuando nos sentimos incapaces de vivir como Dios quiere. Nos damos cuenta de lo que Dios desea de nosotros, y el enemigo nos susurra al oído que jamás podremos cumplir. Nos dice que no tenemos ni siquiera el derecho de llamarnos cristianos, porque no sabemos vivir como Dios quiere.

¿Qué hacemos cuando enfrentamos el desánimo en nuestra vida cristiana? Jesús nos dice qué hacer en el pasaje que estudiaremos hoy.

Lectura: Mateo 7:7-12

7:7 Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.
7:8 Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
7:9 ¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra?
7:10 ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente?
7:11 Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?
7:12 Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas.

Los capítulos 5 al 7 de Mateo conforman lo que se conoce como el sermón del monte. Jesús dio este mensaje a sus seguidores para explicarles la forma de vida que El espera de nosotros. Entre otras cosas, El aclara algunos malos entendidos de la ley del Antiguo Testamento, mostrando así la verdadera intención de Dios. También nos enseña que la justicia del Reino tiene que nacer del corazón y ser para Dios, como veíamos la semana pasada.

Después de escuchar todas estas explicaciones de nuestro Señor, alguien podría fácilmente perder la esperanza de vivir de esta manera. Sería fácil pensar: «Si esto es lo que Jesús quiere de sus seguidores, no podré ser uno de ellos». La verdad es que nuestra propia fuerza no es suficiente para vivir de una manera que le agrada a Dios.

Es por esto que Jesús nos explica cómo lograr resultados en nuestra vida cristiana. Si tomamos en serio las palabras que El nos dice aquí, podremos vencer el desánimo y avanzar a una vida que produce resultados positivos para Dios. Veamos el primer paso:

I. La actitud que produce resultados

Los versos 7 y 8 nos describen la actitud de la persona que ve resultados en su vida espiritual. Esta persona pide, busca y llama. Tiene un deseo tan ardiente de ver la obra de Dios en su vida que no se conforma con esperar para ver qué sucede; ora de una forma insistente y constante para ver el poder de Dios.

El tiempo de los verbos que Jesús usa subraya este punto. No queda obvio en español, pero en griego, hay una forma para decir «haz esto», y hay otra forma para decir «haz esto, y síguelo haciendo». Jesús usa la segunda forma aquí. Podríamos quizás traducirlo así: «Sigan pidiendo, y se les dará; sigan buscando, y encontrarán; sigan llamando, y se les abrirá».

No estamos hablando de pedir una vez, y luego desanimarnos porque no vemos una respuesta inmediata. No estamos hablando de buscar por un rato, y luego desanimarnos porque no encontramos en seguida lo que buscamos. No estamos hablando de tocar una vez a la puerta del cielo, y luego decir: «Creo que no hay nadie en casa».

No; Jesús nos llama a tener una actitud de perseverancia. La actitud que produce resultados es la actitud insistente de la persona que sabe que Dios va a responder, y no se cansa de pedir su ayuda.

¿Les ha tocado alguna vez contestar el teléfono, sólo para descubrir que la persona que estaba llamando acaba de colgar el auricular, habiendo perdido la esperanza de que alguien conteste? Me pregunto cuántas veces no hará Dios lo mismo; se prepara para contestar nuestras peticiones, pero ya hemos perdido la esperanza.

Dios no se detiene para responder porque se retrasa, desde luego; El tiene otros propósitos en mente. La actitud que producirá resultados en nuestra vida espiritual es la persistencia. Es sólo si no dejamos de pedir, de buscar y de llamar que recibiremos respuesta de Dios.

Te pregunto: ¿estás desanimado? ¿Has dejado de pedir, de buscar y de llamar en oración? ¿Has creído que Dios no te va a responder? No te dejes vencer. No dejes de seguir hacia la meta que Dios tiene para tu vida. No dejes de pedirle su ayuda. Puedes confiar en su respuesta, porque El es:

II. El Padre que promete responder

La base de nuestra confianza, la razón por la que podemos persistir en la oración, es la persona que escucha y responde a nuestras oraciones. El es nuestro Padre. Si nuestras oraciones simplemente salieran al universo, si no tuviéramos la seguridad de que alguien nos está escuchando, ¿por qué seguir pidiendo?

La razón por la que podemos persistir es que tenemos un Padre que promete responder. Jesús nos hace reflexionar: «¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pescado, le da una serpiente?». Solamente un padre cruel, un padre que ha perdido todo rasgo de humanidad, haría esto.

Si nosotros, aunque somos pecadores y malos, sabemos dar cosas buenas a nuestros hijos, ¿cómo podemos dudar que nuestro Padre celestial nos dará cosas buenas? Si nuestros hijos nos piden cosas porque confían en que les daremos lo que necesitan, ¿cómo no podremos pedirle a nuestro Padre celestial con aun más confianza?

Pero alguien preguntará: ¿por qué tengo que pedirle al Padre? ¡El ya sabe lo que necesito! ¡El lo sabe todo! El debería de darme lo que necesito sin que se lo pida. Es cierto que Dios sabe lo que necesitamos, pero como Padre, El quiere que le pidamos. Esta es la forma en que El nos entrena.

A fin de cuentas, El es nuestro Padre celestial. No es nuestro tirano celestial, pero tampoco es nuestro abuelito celestial. La verdad es que solemos ver a Dios como una o la otra de estas cosas, en lugar de verlo como nuestro Padre.

A veces vemos a Dios como un tirano celestial, enviándonos cosas que no comprendemos, pero que tenemos que aceptar porque no tenemos alternativa. No confiamos en El, ni mucho menos buscamos bendición o dirección de El; más bien, nos tratamos de esconder de El, para que no se fije en nosotros.

Si creciste en un hogar abusivo, es muy posible que tengas esta idea de Dios. Si ves a Dios con desconfianza, reconoce que El no es como el padre que te traicionó. El es un Padre amoroso, tierno, un Padre que da cosas buenas a sus hijos. Aprende a confiar en tu Padre celestial.

Por otra parte, algunos de nosotros vemos a Dios como un abuelito celestial. Mi abuelita solía decir que la ventaja de ser abuelo es que uno puede engreír a los nietos, y luego devolvérselos a sus padres. De igual manera, podemos tener la idea de Dios es como un abuelito celestial que nos va engreír o consentir, en lugar de un Padre que nos disciplina al mismo tiempo que nos cuida.

Si queremos ver resultados en nuestra vida, tenemos que saber en quién estamos confiando: en un Padre celestial, que no nos dará todo lo que queremos, pero sí nos dará todo lo que necesitamos. Por medio de nuestras peticiones, al persistir en la oración, El nos entrena y nos enseña a amar lo que El ama.

Cuando hemos llegado a conocer a ese Padre, entonces descubriremos

III. La vida que demuestra resultados

Jesús aquí nos habla del parecido familiar. Cuando nace un bebé, todo mundo trata de decidir si tiene la nariz de su papá, los ojos de su mamá, las orejas de su abuelo. Me recuerda la historia de un padre que le dijo a su esposa: «Yo creo que nuestro hijo recibió de mí su inteligencia». «Creo que sí», respondió la madre, «porque yo todavía tengo la mía.»

Así como las familias se parecen en lo físico y en la personalidad, Dios quiere que sus hijos se parezcan a El también. La clave para vivir como Dios quiere que vivamos es ésta: hacer a otros lo que quisiéramos que ellos nos hicieran a nosotros. En esto se resume toda la ley de Dios.

Es interesante notar que esta idea existía antes de Jesús viniera al mundo, aunque de una forma negativa. Confucio dijo, por ejemplo: «Lo que no quieres que te hagan a ti, no se lo hagas a los demás». Jesús, sin embargo, extiende nuestra responsabilidad. No sólo debemos de evitar las acciones que no quisiéramos que nos hicieran a nosotros, sino que debemos activamente de hacer lo que quisiéramos que nos hicieran a nosotros.

Esto habla de una vida de servicio, una vida de ayuda, una vida que busca activamente el bienestar de los demás. Si vivimos así, mostraremos que somos hijos de Dios. Viviremos de una forma que a El le agrada. Esto sólo es posible si aprendemos a confiar en Dios para ayudarnos. Esta es una forma de vivir sobrenatural, pues demuestra que Dios está obrando en nosotros.

Conclusión

Dios le dijo a Jeremías: «Me buscarán y me encontrarán, cuando me busquen de todo corazón» (Jeremías 29:13) . ¿Estás buscando a Dios en la oración? ¿O ya te cansaste de hacerlo? No dejes de pedir, de buscar y de llamar para encontrar la fuerza que necesitas.

Si estás desanimado en esta mañana, te invito a pedirle nuevas fuerzas al Señor y hacer un nuevo compromiso con El. Puede ser que tu respuesta está a la vuelta de la esquina. No pierdas la bendición que Dios quiere para ti simplemente por no perseverar. Mas bien, sigue pidiendo, sigue buscando y sigue llamando, confiando en tu Padre celestial.

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