CUERDAS DE AMOR

Por. Rev. Julio Ruiz.  INTRODUCCIÓN: Alguien dijo que «el mundo ama, a quien lo ama». Esta frase se aplica a todos aquellos que encarnan con su vida y con su ejemplo la virtud de amar aun por encima de los sacrificios. Con Oseas, el primero en la lista  de los llamados profetas menores, tenemos a uno de los más grandes enamorados del mundo. Tan grande fue su amor que aun viviendo en medio de una gran vileza y bajeza de su tiempo, ninguna de esas cosas pudo eclipsar la rareza de  su amor.

El tiempo de su profecía se ubica por el 745 A. de C. Profetizó durante los tiempos de Uzías, Jotam, Acaz y Ezequias, reyes Judá y en los días de Jeroboam , rey de Israel. Para que entendiera el mensaje que debería anunciar, Dios le ordenó casarse con una mujer adúltera, así como era el amor de Israel para con Dios. La experiencia de la infidelidad de su mujer fue lo que hizo que su corazón se llenara de una gran sensibilidad al momento de comunicar lo que Dios diría al pueblo.

Pero, ¿cómo era la condición social y espiritual de Israel durante ese tiempo? Había un total relajamiento y decadencia, caracterizado por una flagrante violación de los Diez Mandamientos. Doquiera el joven profeta dirigía su mirada su corazón más se enfermaba. Los gobernadores daban un pésimo ejemplo rebajando su dignidad. Los que dirigían la justicia estaban corrompidos. La violencia que cobraba víctimas todos los días formaba parte de la cotidianidad.

Los sacerdotes, como garantes de la vida piadosa, eran los integrantes de la banda de bandidos. En consecuencia las familias estan desechas. La santidad del matrimonio se había venido a menos. La adoración de todo tipo de dioses, traído de otras tierras, regía la vida religiosa. La embriaguez se había proliferado con todo un libertinaje y desenfreno. Toda esta condición repercutía en la vida espiritual del pueblo trayendo un gran abandono de la dirección y comunión con Dios.

Una frase que describía aquel  estado de descomposición la dijo el profeta así: «Llegaron hasta lo más bajo en su corrupción, como en los días de Gabaa…» 9:9 Sin embargo, Dios no los desechó para siempre, pues aunque los llamaba y ellos se alejaban, él los atrajo con «cuerdas humanas, con cuerdas de amor» 11:3-4. Conozcamos la grandeza de un amor que no siempre fue correspondido.

I. LAS CUERDAS DEL AMOR DE DIOS PERMANECEN EN EL TIEMPO V.1

Uno de los grandes atributos divinos es el amor. Cuando se trata definir a Dios —hablamos de una parte de su naturaleza—, la Biblia nos lleva a una definición sencilla,  «Dios es amor».  El profeta Oseas nos muestra con antelación el significado de esta declaración hecha por Juan, el apóstol del amor. El versículo uno comienza dándonos esta información, «cuando Israel era muchacho, yo lo amé…».

Con esto Dios le recuerda a su pueblo que el amor por ellos no vino cuando se hicieron adultos sino desde que comenzaron a existir. Les recuerda que él les ha amado siempre y que con sus cuerdas de amor ha recorrido la historia de su formación. La promesa de su amor se remonta hasta Abraham y Sara, quienes siendo ancianos para tener hijos, se les confirmó la llegada de Isaac de cuya simiente vendría el pueblo de la promesa. Después se cumple en Jacob, quien al venirse y establecerse en  Egipto con su familia, da a origen a la nación profetizada.

A partir de entonces comenzaría el gran “romance” entre  Dios e Israel. Lo amó cuando fue tan débil, sin ayuda, oprimido por los egipcios; allí cuidó de ellos, aunque estuvieron esclavos. Con mano fuerte los sacó y destruyó a los egipcios. ¿Cuándo amó Dios a Israel? Cuando logró su libertad. Cuando sus enemigos fueron destruidos. Cuando él alimentó a ellos con comida del cielo.

Cuando ellos fueron conducidos por el desierto, aunque una y otra vez ellos murmuraron y se quejaron contra él. Sus «cuerdas de amor» se extendieron desde muy atrás. Y es que el amor de Dios ha recorrido la historia porque ya existía desde la eternidad. Dios no decidió amarnos en el algún momento. El pecado no despertó el amor de Dios. Cuando la Biblia nos dice que Dios «amo de tal manera al mundo que ha  dado a su Hijo unigénito» necesitamos recordar que ese Hijo ya lo había entregado antes que el mundo fuese. La expresión «Cuando Israel era muchacho, yo lo amé,…» nos habla de continuidad; de algo que no se ha detenido, a pesar la persona amada.

Así son las cuerdas de amor que nuestro Dios ha tenido. Nos amó ayer, lo hace hoy y lo hará mañana. La otra parte del versículo dice «y de Egipto llamé a mi hijo». «Egipto» representa el  mundo de la esclavitud, del pecado, de la maldad. Dios, por su amor, nos sacó de allí y desde entonces sus «cuerdas de amor» recorren toda nuestra vida.

II. LAS CUERDAS DEL AMOR DE DIOS LA SOSTIENE SU PACIENCIA V. 2 

Israel no solo comprobó las «cuerdas del amor de Dios» sino también la paciencia de su amor. Él utilizó tantas maneras de llamar a su pueblo a vivir cerca de él. Su presencia viva y activa en medio de ellos demandaba su consagración a través de la obediencia. Sin embargo note el desengaño de Dios en la boca del  profeta, al decir que,  «cuanto más yo los llamaba, tanto más se alejaban de mí…».

¡Qué desilusión para ese Dios que buscaba correspondencia a su abundante entrega! Y es que el amor de Dios está rodeado de un continuo llamado para dejar  aquello que se interpone entre él y sus hijos. En el caso de Israel, en lugar de volverse a Dios en legítima adoración y único reconocimiento, se tornaron a los ídolos de baal, dios abominable de los cananeos, para ofrendarles sus sacrificios y sus sahumerios.

Pero también se tornaron hacia todo lo que les daba satisfacción material y se olvidaron del llamado divino.  Una total infidelidad, siendo esto el corazón mismo de este singular libro. Un recorrido por los capítulos del libro nos muestra la forma cómo el profeta  describe el comportamiento de Israel durante la época.

Fabricaban y ofrecían  a sus ídolos los productos con los que Dios les sustentaba 2:5, 8. Estos versículos revelan una crasa ignorancia y una gran ceguera que caracterizó a Gomer, la esposa infiel,  cuando en su desenfreno sensual  siguió tras otros amantes. El alejamiento del llamado de Dios revelaba que este pueblo no conocía a su Dios  4:1, 2, 6. El versículo 6 no podía ser más ilustrativo cuando menciona los resultados de su extravío: “Mi pueblo fue destruido, por que le faltó conocimiento…”. 

En su alejamiento de Dios ellos habían llegado  a experimentar el engaño que trajo la fornicación cuando siguieron a los ídolos de baal 4:11, 12. De igual forma el profeta hace una descripción de la infidelidad de Israel cuando siguió tras otros dioses, no oyendo el llamado de Dios. Haciendo uso de un glosario inédito,  como si se tratara de un acucioso periodista que desea producir en el lector una visión de la magnitud de su extravío, cita un serie de símiles con los que demuestra su decadencia moral y espiritual 7:811.

Sin embargo, y a pesar de la infidelidad de su pueblo, Dios manifiesta una extraordinaria paciencia con el fin de ver algún cambio en la dureza de su corazón. El siguiente versículo de donde se desprende nuestro tema revela el tipo de paciencia que Dios ha tenido con ellos: “Yo con todo eso enseñaba a andar al mismo Efraín, tomándole de los brazos; y no conoció que yo le cuidaba”.

¡Qué texto tan lleno de ternura y de paciencia! ¡Cuánto necesitamos comprender esa paciencia divina! Con mucha frecuencia hacemos lo mismo que el pueblo de Israel. Hay “ídolos” modernos que pudieran alejarnos del Señor, y esto hace que no sintamos sus brazos amorosos con su cuidado providencial. Cuando se vive bajo el dominio de la carne se queda  insensible para sentir los brazos divinos. ¡Cuánta paciencia ha tenido y tiene Dios con cada uno de nosotros!

III. LAS CUERDAS DEL AMOR DE DIOS SON DISCIPLINARIAS v.5, 6, 7

Una de las cosas que muchas veces se mal interpreta del amor de Dios es que él, por esa misma naturaleza que lo caracteriza, al final no castigará la infidelidad y la desobediencia de una forma tan severa. Muchos viven haciendo desastres con sus vidas y creyendo que al final nada de lo que está escrito pasará. Pero esto sería contrario a la palabra misma, que nos recuerda la razón para corregir todo extravío “porque el Señor al que ama disciplina” (Hebreos 12:6) El pueblo de Israel había caído en la más densa infidelidad, caracterizada, no solo por los pecados que eran de conocimiento público, sino por haber quebrantado los dos primeros mandamientos que exhortan a no tener otros dioses delante de él (Éxodo 20:1-4) Este extravío tenía que ser corregido.

Dios usaría a los asirios como un instrumento disciplinario. El primer cautiverio al que fueron sometidos por ellos sería el “horno de prueba” que los retornaría hacia Dios. En el destierro ellos comprobarían las consecuencias que trae el perseverar en el pecado. La razón por las que Dios les sentencia un futuro castigo tiene que ver con el amor mismo que siente por ellos. El autor a los Hebreos nos recuerda que la disciplina se aplica al hijo, no al bastardo, y se hace sobre las bases del amor: “Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos y no hijos” (Hebreos 12:8) Para el caso de su pueblo, Dios les anunció que un rey extraño les gobernaría y que sus ciudades serían reducidas al lloro y a la mortandad por medio de la inclemencia de las espada.

Con esto se comprobaba que el amor de Dios por ellos no pasaría por alto su descarada desobediencia. Dios ama tanto a sus hijos que requiere corregir sus desvaríos y su mala conducta. Este principio se mantiene incólume. El amor por el pecador es una cosa y el castigo y la corrección del pecado es otra; de allí la urgencia de abandonar toda conducta pecaminosa. No deberíamos confundirnos ni engañarnos respecto a la justicia divina. Una cosa es su amor y su paciencia “porque él no quiera que nadie perezca sino que todos procesan al arrepentimiento”, y otra es su justo juicio sobre el pecado mismo. Sus “cuerdas de amor” son  disciplinarias porque el pecado no tiene herencia en el cielo.

IV. LAS CUERDAS DEL AMOR DE DIOS NO ABANDONAN v. 8, 9, 10

Este es un texto único y sin parangón en el Antiguo Testamento.  En un solo pasaje están condensados un sin fin de atributos divinos. Se ha dicho con mucha justicia que este pudiera ser el texto más grande, el más alto y el más profundo del libro de Oseas para expresar el quebrantamiento más constante de la misericordia divina. Dios entra en un diálogo consigo mismo, donde debate entre su justicia y su misericordia, y la victoria pareciera inclinarse sobre la misericordia.

Es el debate de alguien que siente las consecuencias que le espera al hijo desobediente. Note la magnitud de su conflicto cuando dice: “Mi corazón se conmueve dentro de mí, se inflama toda mi compasión”. El profeta nos presenta a Dios como si se tratara del Padre que expresa su inmortal amor por sus escogidos. Por un lado ha dejado clara su posición sobre el merecido castigo por el pecado cometido, pero a su vez reacciona como si se tratara de un “remordimiento divino”.

Es como ver a un padre que sabe el dolor que produce la disciplina y en medio de su aplicación, abraza  y llora con el hijo a quien disciplina. ¿Cómo puede un padre enviar de una manera meditada, a destrucción al hijo de sus entrañas? ¿cómo puede ofrecérsele el destierro, con su consecuencia de soledad y destrucción, al hijo de su corazón? A este estado de conmoción interna añade otros elementos que elevan este pasaje por encima de cualquier otro.

1. Su decisión de no ejecutar ni destruir con el ardor de su ira v. 9ª. Dios conoce las proporciones de su ira y las terribles consecuencias para sus hijos al momento de aplicarlas. Por eso es que la Biblia nos dice que él es “lento para la ira”.

2. Dios soy y no hombre v. 9b. A esta expresión deberíamos decir todos ¡amén! Desde el punto de vista humano, a causa de tanta ofensa, podían ser abandonados. No hay méritos en nuestra naturaleza caída que nos haga dignos o merecedores de su amor. Pero él no es un hombre; él es Dios, y aunque arda en su ira por lo que hacemos, su misericordia es inagotable.

3. El santo en medio de ti 9c. Todo esto hace una distinción muy marcada entre Dios y los hombres. Su naturaleza es contraria a la del hombre. El no tiene nada que ver con el pecado. Tal condición le permite establecer los parámetros de su actuación con él.

4. En pos de Jehová caminarán v.10. Este texto expresa una profunda esperanza. Este ese el deseo genuino y constante de Dios. Él espera que sus hijos extraviados regresen. Sus “cuerdas de amor” no dejarán abandonado al hombre en su propia condición. El mensaje de regreso, más que de condenación, es el que prevale en toda la palabra.

 

CONCLUSIÓN: La expresión “con cuerdas humanas… con cuerdas de amor” nos dice que nada puede apagar el amor de Dios. Nos habla que Dios sufre intensamente cuando sus hijos se alejan de él tras los dioses a los que les rinde más pleitesía que a su propia santidad. Pero también nos dice que él no está interesado en compartir su adoración con ninguna otra cosa, menos con aquellas que hacen los mismos hombres. Él busca verdaderos adoradores que le adoren en Espíritu y en verdad.

Pero nos revela también que la persistencia en el pecado pudiera ser la más flagrante infidelidad hacia ese Dios de tanta gracia y misericordia. Que el pecado destruye la sensibilidad del alma para hacer distinciones morales y que sólo el verdadero arrepentimiento traerá,  no solo perdón, sino una completa restauración. ¡Deje que esas cuerdas de amor abracen su vida hoy!

 

PRIMERA IGLESIA BAUTISTA

Delta 22/06/2003

Rev. Julio Ruiz, pastor

Nueva Serie de Mensajes

Basados en los doce

Profetas menores

 

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