Dios Ayudame Te Necesito

Salmo 140:12

Cuando alguien dice “yo sé”, se produce un corte en el aire, y parece que todas las cosas se detienen. Es como si una gran piedra cayera entre los presentes y una rara atmósfera se crea en el lugar. “Yo sé” desata las pasiones y los miedos más escondidos de los hombres haciendo que rápidamente se tome partido frente a la frase en cuestión.

Los que menos saben y son conscientes de ello, asumen muchas veces una postura más abierta tratando de aprehender aquello que alguien va a hacer público, saber menos hasta los amedrenta un poco, y si es posible captar algo nuevo, mejor. Los que tienen el mismo conocimiento del que habla, apenas terminan de escuchar la frase ya están listos para defender su propio nivel, en una actitud de enfrentamiento y comparación odiosa.

Y el que sabe mucho, por supuesto, tratará de demostrar que no es tan importante lo que la frase intenta decir o describir, minimizando el grado de aceptación y credibilidad de la cultura del hablante. No vaya a ser cosa que el que se animó a decir que sabe, me saque el lugar que me he ganado por saber.
Así somos y así reaccionamos frente a tamaña frase.

Varios tipos de “Yo sé”

• “Yo sé” por preparación intelectual

Quienes han tenido el privilegio de asistir a las Universidades o de hacer Estudios superiores de cualquier tipo, sin duda se apoyan fuertemente en esta frase, teniendo como respaldo los títulos obtenidos, obviamente habilitados para manejar información de alto nivel profesional de una manera mejor catalogada.

Es tanto el esfuerzo hecho en el centro mismo de la humanidad de cada estudiante, son tantas las penurias que a veces tiene que pasar, es tanto el sacrificio de la familia toda que te empuja a seguir y a seguir, que lentamente se va levantando una especie de ídolo en el corazón que dice; “vale la pena el estudio, y me va a dar la posición, el nombre y el reconocimiento que me merezco por los años que me estoy sacrificando para llegar a ser alguien en la vida”.

Es sumamente importante notar que cada vez es más profundo ese sentimiento y se arraiga más en el corazón de forma tal que toma el control absoluto de casi todo en el pensamiento del estudiante.

Por eso se abandonan los primeros sueños quiméricos que impulsaron a tomar la decisión de estudiar, tales como llegar a ser un bene-factor de la sociedad, o un misionero bien preparado, o una persona dispuesta a servir a otros. Todo eso se cambia radicalmente en el deseo personal de progreso económico y de reconocimiento, en pago por las duras horas de estudio y privaciones.

Todo lo que el estudiante pensó al comenzar sus estudios, rara vez está plasmado al final de los mismos. Se han muerto algunos ideales, y como tales han quedado en el baúl viejo de las cosas que traíamos en la memoria activa del principio y fueron reemplazados por la señorial sensación que causa el nuevo nivel alcanzado.

¿Qué ocurrió en el corazón? Es sencillo. Fueron tantas las ganas, tantas las horas frente a los libros, tantas las cosas que se dejaron atrás para lograr la meta que el alma humana comenzó a valorarse a sí misma por encima de todos los ideales que el Espíritu había plasmado al principio de la carrera.

Y fácil de influenciar como es el alma humana, es notorio con qué facilidad ha reemplazado el viejo yo de los sueños y anhelos, por el nuevo yo, profesional con un mundo al que le hago falta, y que tendrá que pagar por mis servicios.

Las habilidades nuevas adquiridas con esfuerzo se tornan en alimento diario del alma, los nuevos conceptos que se manejan y la forma determinante en que mi opinión ahora es valorada hace que lentamente el Espíritu quede rezagado a un segundo plano. Disponible sólo para el tiempo ex-tra, para calmar la conciencia cuando haga falta, o para acentuar aún más la autoridad de la Palabra, eventualmente porque ahora el que habla es un profesional que se supone preparado para hacerlo.

Todas las cosas se encolumnan detrás del logro personal, como en un trencito privado donde cada vagón va atesorando los avances lógicos de la persona preparada.
Pero el Señor muchas veces no viaja en ese tren…

• “Yo sé” por experiencia de vida

En el otro extremo, totalmente apartados de los anteriores, se encuentran los que son capaces de decir “Yo sé” por haberlo experimentado personalmente a lo largo de la vida, los que mamaron ca-da día de la universidad de la calle, los de la experiencia personal.

Yo sé lo que es levantarse al alba para salir a la calle aún cuando esta oscuro para ir a buscar la “changa” que me dé la moneda para llevar a la casa. Yo sé lo que cuesta llegar a un par de zapatos nuevos, lo difícil de alcanzar las metas que como a toda persona se me hacen solas dentro del pecho y que hasta ahora no veo realizadas.
Etc. Etc.

Como estos simples ejemplos sé que podrías mencionar miles más de quienes han aprendido por la vida misma. No han hecho falta maestros ni profesores. No han tenido que estar sentados escuchando la disertación y no han tenido que preparar tesis ni exámenes, pero ¿quién duda de lo que han aprendido?

Han tenido otra escuela, tal vez más dura que las otras, más rigurosa, más vio-lenta y más desalmada, pero han tenido que asistir todos los días por el simple hecho de estar vivos.

Han enfrentado las adversidades más terribles y han salido airosos apoyados en la fuerza interior que a raudales les brotaba por el pecho para seguir. Han tenido mil veces que volver a empezar al perderlo todo y sin embargo parecen que siguen fabricando fuerzas y no se detienen. Cuando al-guien de este tipo dice “Yo sé”, parece que la vida misma hace una sonrisa y dice: “He ahí mi discípulo”.

Se la “bancan”, como decimos los argentinos, no le tienen miedo a nada, están listos para salir y seguir en la brecha, es tanto el apoyo que se dan ellos mismos, que han llegado a un punto donde no necesitan de nadie en su corazón. El gigante de su propia experiencia los ha llevado de victoria en victoria, y a pesar de las caídas y de los golpes saben que pueden y siguen tirando de la soga. Ellos son sus propios ídolos.

Creen más en su capacidad para rehacerse de una mala experiencia que en la labor de gracia y misericordia que el Espíritu de Dios quiere realizar en ellos. Si Dios no existe o sí está ahí, ¿a quién le importa? Ya he demostrado que no lo necesito. Conmigo y mi fuerza y mi ex-periencia y mi capacidad me basta. Así ha sido hasta ahora desde el día que nací.

Al igual que en el caso de los preparados intelectualmente, esa fuerza puesta por encima de todo para salir o salir, se ha hecho su propio pedestal, y cada día el alma deseosa de victoria se en-camina al altar y deposita allí su propia ofrenda. Han logrado encolumnar todas las cosas detrás del esfuerzo, porque es lo único que conocen, lo único que respetan y valoran. Miran con aprecio a los que han padecido las mismas luchas, y miran con algo de desdén a aquellos que por diferentes circunstancias han pagado menos precio por el valor de las cosas.

• “Yo sé que Jehová”

Pero hay quienes, viniendo de ambos grupos, profesionales armados de una preparación exitosa y feliz, y aún gente con todo el bagaje de la vida a cuestas, se paran, observan y toman la gran de-terminación de poner todo lo que son y lo que tienen, todo lo que han sabido darles o conseguir con esfuerzo, templanza y voluntad, en un segundo –casi sin pensarlo- bajo la autoridad de Dios.

Y dicen con toda la voz, con un grito de júbilo en los corazones y una alegría plena que viene del gozo de saberlo a ciencia cierta y sin ningún tipo de duda: “Yo sé que Jehová”…. y entonces lo que le agreguemos a la frase ya casi ni importa.
Yo sé que Jehová es la autoridad
Yo sé que Jehová me hará justicia
Yo sé que Jehová es mi sanador
Yo sé que Jehová…
Etc.
Etc.
(otra vez )…

No importan qué, pero si sé que Jehová…….(ponle lo que quieras de tu propia vida..) entonces la victoria está conmigo!

Me ha sido dada la gracia de la fuerza que es por encima de mi fuerza y la habilidad que no tenía y la expresión total de mis dones que excede a todo lo mío, porque todo esta con Él, para Él, y viene de Él.
Puedo enfrentar la vida misma sabiendo que estoy cubierto con una gran mano, encerrado en el cen-tro mismo de Su voluntad.

¿Cómo es eso? De nuevo es sencillo: He puesto todo, cada una de las circunstancias de mi vida, de mis planes y mis sueños debajo de Su divina autoridad.

Y pueden empezar a venir. Vayan saliendo de a uno si quieren, no me importa, hay algo en mí que convoca al Creador de todas las cosas, hay algo entre Él y yo que hace que valga la pena enfrentarlo todo con espada o de rodillas, hay algo que hace que se salteen las reglas de la lógica del Universo y se haga el milagro que yo necesito, o que necesitan mis hijos o mi esposa.

Todo. Absolutamente todo queda encerrado bajo Su autoridad, y yo lo disfruto plenamente. Recién entonces consigo en-tender para qué mi preparación intelectual ha sido permitida, porqué mi mente ha sido desafiada a sistematizar conocimientos y ampliar mi gama de recursos personales.

Recién entonces puedo valo-rar plenamente el haber vivido la vida y haberle hecho frente en cada una de las circunstancias. Por-que era necesario que conociera la diferencia fundamental:• No vale nada el conocimiento humano si ese conocimiento no esta potenciado por la presencia plena del Espíritu de Dios en tu vida, que pone de manifiesto una cultura y razón mas elevada y de una riqueza superlativa.

• No vale de nada la experiencia enriquecida de la vida, si esa riqueza no es manifestada con la reorganización que de todo el ser hace la obra del Espíritu de Dios en el corazón del hombre y mostrar que valió la pena cada cosa vivida y experimentada.

• “Porque los que aman a Dios todas las cosas les ayudan a bien, esto a los que conforme a Su propósito son llamados” Romanos 8:28

• “Jehová tomará a su cargo”

Toda la frase es inquietante de por sí. Pero no hace más que poner de manifiesto una de las co-sas más profundas del carácter de Dios. Su iniciativa. Siempre Él adelante, siempre primero en to-mar la delantera. Más allá de pertenecerle por ser Dios creador, su forma habitual de manejarse es hacerse cargo.

Tomar partido.
Marcar la diferencia.

Sea lo que sea en mi vida, yo sé que Jehová lo tomará a su cargo. Y esa sola frase ya pone en mí un canto de alabanza a su Nombre por toda la eternidad. Puedo descansar en la seguridad de que Él mismo, con la autoridad de Su persona y de Su presencia, con la sublime gracia de su poder inefable se ocupará de mí, y hará en Su voluntad que todo el universo se recomponga si hace falta para que uno de sus hijos reciba la bendición que viene tras la obediencia.

Es su forma de eviden-ciar su amor inconmovible. Es una manera permanente de decirle a mi corazón que descanse, que tome aliento, pero a la vez que siga, que luche y que disfrute de la victoria que nos ha sido dada. Imputada a nosotros en la Cruz del calvario.

Yo me hago cargo, me parece escuchar que dice mi Señor, del tiempo que haga falta y de mover todas las circunstancias hasta que aprendas a confiar en mí.

Me hago cargo de los pecados de tu naturaleza caída, y pongo en tu vida la nueva riqueza que viene con la vida de fe, con abrir el corazón, con aprender a vivir por la fe en la justicia de Dios.

Yo me hago cargo de todos tus enemigos y son como si fueran míos, y cada batalla ganada es el anticipo de la bendición que viene después de la próxima.

¿Cuántas veces dice en Su Palabra que es suya la batalla?

¿Cuántas veces nos ampara poniéndose delante de nuestros enemigos?

¿Cuántas son las promesas de perdón, de misericordia y de gracia?

¿Cuántas y cuántas y cuántas?

Muchas veces sentí que una mano me hacía amablemente a un costado y la situación era corregida por algo que no estaba en mí.

He visto cómo al responder a la suave invitación de confiar sobrenaturalmente, de la misma manera, sobrenaturalmente, he visto su mano poderosa haciéndose cargo.

Si vienes del mundo profesional o de aquel experimentado vivencialmente, y si has puesto todas las cosas bajo Su autoridad, seguramente no tardarás en ver cómo el Señor de Señores y Rey de Reyes se hace cargo.

Y lo hace de verdad.
No importa cuál sea el tema.
Seguramente Él ya va adelante con la solución.
Esperando el tiempo oportuno para darte la respuesta.

• La causa del afligido

El mundo caído atenta permanentemente contra los hijos de Dios. Es la forma de querer menos-preciar la obra de Sus manos, y hacer que haya “arrepentidos” de creer y confiar y que se vuelvan autónomos y alejados de Dios por encima de todo. La estrategia es simple aunque de una crueldad insaciable y de una maldad relevante.

• El mundo no nos dice, ni nos enseña que el acta que nos era contraria, ha sido supri-mida por la muerte de Jesús en la cruz del Calvario.
Entonces el resto es fácil para el reino de las tinieblas, es simplemente hacerle creer al hombre que aún vive bajo el edicto marcado en la eternidad: “Aquella alma que cometa pecado ciertamente morirá”. Inapelable y definitivo.

Sin vueltas. No hay salida para el alma pecadora. Dice el Sal-mo:”¿Quién podrá mantenerse en tu presencia?”. Ese expediente sigue siendo mostrado al corazón de los hombres, de las mujeres y de los niños, sigue siendo utilizado como instrumento legal para acusar.

Desde tiempos inmemoriales no alcanzaba la justicia humana ni la ética personal para salvar a alguien de la acusación del enemigo. “No has visto a mi hijo Job?”, “Sí le he visto, pero rodeado de tu bendición es fácil amarte”. La causa abierta contra el corazón del hombre es una falta de res-peto al amor de Dios.

Es una jugarreta sucia para no hacerle saber a todos que del otro lado del mismo expediente, de la misma causa, hay un sello puesto para toda la eternidad que di-ce:”Consumado es”. ¡Aleluya! No importa quién venga a enrostrarme mi pecado, ni a hacerme recordar los momentos agrios de la desobediencia y la soledad. Sea lo que sea mi corazón está se-

llado con la misma sangre roja con la que se escribió el cartel y no hay nadie que tenga el poder para revocar el edicto de cumplimiento del acta de Dios.

• Y eso porque Él mismo se encargó de hacerla cumplir.
En definitiva no hay causa contra mí, ni contra nadie.

Pero a la vez, existe en el universo una ley que no es posible quebrantar, salvo por expresa autorización de la Volunta de Dios.

• La ley de causa y efecto.
Está tan ligadas entre sí que nada en este mundo puede realizarse ni llevarse a cabo sin pasar por esta ley.

Deje algo fuera de la ley del equilibrio, y verá como se rompe en el piso inexorablemente. Juegue con las leyes de la tierra y verá la destrucción histórica de sociedades enteras. Llene su cuerpo de la basura de los vicios y de las cosas raras que ofrece el pecado para alejarlo de Dios, y verá después las nefastas consecuencias. La ley de la causa y efecto.

Soy un convencido que absolutamente todo está sujeto a la Voluntad de Dios, y Él y sólo Él tiene el poder total para hacer que esa ley no se cumpla. Pero estoy entrando dentro de un terreno extraño para mi mente finita, y por más que me esfuerzo no llego a comprender la total consecuencia de esta ley.

Pero sé por experiencia personal y por testimonio presencial el cumplimento de esta ley.

Por eso es que Dios mismo se hace cargo de la causa del afligido. Ya sea por el edicto que nos era contrario o por la ley de causa y efecto, Jehová Dios Todopoderoso, se hace cargo y Él en su amor inefable llena los requerimientos de mi corazón afligido. Sólo Él puede hacernos pasar por el valle de la sombra de muerte sin temer mal alguno.

Sólo Él ha hecho que ninguna arma forjada contra nosotros prospere. El se encarga de ser el Consolador, el que conoce nuestro interior de tal manera que puede tratar personalmente con la carga de la aflicción.

Al dar cumplimiento total a la ley, Dios mismo en la persona de Jesús carga todas las aflicciones en su propio cuerpo. ¿Qué dolor habrá que Él mismo no haya sufrido? ¿Con qué puedo venir a Su Pre-sencia que Él no conozca?

Esa es mi garantía de que Jehová se hará cargo de la causa del afligido. Siempre por amor de nosotros.

• “El derecho de los necesitados”

Pero al seguir en el terreno legal, hay un derecho que no puede sernos quitado y es el de conocer a Dios por encima de todas las cosas.
El enemigo hace todo lo posible para que no lleguemos al conocimiento de Su gracia, y usa todo lo que puede para alejarnos cada día más de Su presencia.

Sin embargo, nacemos con esa medida de fe que en algún momento, por obra y gracia del Espíritu Santo de Dios, y a través de las circunstancias autorizadas por Su Voluntad es despertada y casi sin querer, en medio de la tribulación más grande o atravesando la desolación más dura, nuestro derecho tiene cumplimiento. Y mi corazón es abierto y es expuesta mi tremenda necesidad de estar en relación con mi Creador. De conocer plenamente a mi Señor y Salvador Jesús.

De pronto se abre un mundo nuevo. Por la sencilla razón de que no soy algo que flota en el universo sin razón alguna para la existencia, sin contención ni futuro de ninguna especie. Por abrir mi cora-zón y aceptar a Jesús, el derecho a la nueva vida se hace real en mí, el nuevo nacimiento me pone en otra categoría, por encima de ángeles y potestades, me da derecho a ser llamado hijo de Dios.

Y ese derecho me hace diferente. Parece que al crecer en mí la relación con mi Dios, se va haciendo camino la vida espiritual, más rica y profunda, y a la vez austera y simple. Todo lo que estaba com-plicado se pone fácil, y hay algo en mi corazón que va marcando la diferencia con el resto de los que se mueven a mi alrededor. Y eso es el derecho cumplido.

Y al ver las personas el cambio que en mi corazón ha sido modelado, y al ver los avances de las buenas cosas sobre las cosas viejas y feas de mi vida anterior, no hago más que mostrar la necesidad de creer en Dios. Quien quiera ver a los que ama cambiados, debe cambiar él mismo y mostrar el cambio. Cuando nazco de nuevo les hago ver que es necesario nacer de nuevo. Vivir de otra manera, elevar lo que soy a lo realmente debo ser.

• De pronto me doy cuenta que Dios mismo esta custodiando el derecho de los necesita-dos. De los que ya hemos experimentado el cumplimiento de ese derecho, y de los testi-gos que ven que hay una promesa también para ellos. La única posibilidad es darse cuenta de que estamos terriblemente necesitados de Dios.

Quien no quiera ver los indicios que la obra de Dios va dejando en los corazones y en las circuns-tancias de la vida de sus hijos, jamás se dará cuenta de su propia necesidad.

Puedo discutir la forma en que Dios opera, puede no gustarme la organización eclesiástica que le demos a la expresión del Reino aquí en la tierra, pero no se pueden discutir las evidencias. Porque las evidencias mismas ponen de manifiesto la necesidad de creer.

Cuando alguien da testimonio de sanidad, la enfermedad se siente incómoda dentro del cuerpo. Puede hacer doler, puede hacer sufrir pero no puede sujetar el derecho a ser sanado por la Palabra de Dios. Cuando oímos las bendiciones que se desatan cuando confiamos en la ley de dar y recibir, ese estado mental y espiritual de miseria y pobreza es desafiado desde su misma raíz.

Puede hacer pobres y necesitados a los hombres, puede incluso hacerles sentir miserables, puede hacerles perder todo, pero no puede evitar que se cumpla su derecho a creer y ser bendecido.

• Mi derecho a creer es garantizado por Dios mismo. Esa es la herramienta que Él más usa para alcanzar a otros.

• Dios nunca toca tan fuerte un corazón que cuando usa un corazón que ha sido tocado por Dios.

Conclusión:
Puedes venir de un entorno profesional y estar endurecido por el ejercicio mental y espiritual de tu profesión y su entorno. Pero por más que te esfuerces nunca taparás tu necesidad de Dios. En algún punto tu alma se llenará de un sólo grito: ¡Dios te necesito!

Puedes estar inmerso en la dura tarea diaria de hacer valer tus capacidades y de lograr con tu esfuerzo la retribución necesaria para salir adelante. Pero todo lo que hagas estará diciendo a gritos a tu alma cansada que algo falta. Todo lo que hagas te llevará un día a que tengas que escuchar la vocecita de adentro que dice sin disimulo:¡Dios te necesito!

“Si escuchas hoy la voz de Dios no endurezcas tu corazón como en el día de la rebelión”

Hoy es el día de conocer a Dios.
Hoy es el día de abrir el corazón a Jesús.
Hoy puedo ver llena mi necesidad de Su presencia.
Él mismo es la garantía de vida.

Oración y ministración.

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