Dios nos escogió antes de la fundación del mundo

Efesios 1:4. “Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo” Hace tres semanas enfatizamos las palabras de Hebreos 6:11 que dice “Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para alcanzar la plena seguridad de la esperanza.”

En otras palabras, la voluntad de Dios para nosotros es que vivamos en la libertad, el gozo y el poder de una seguridad plena. Su intención es que tengamos la certeza de que estamos destinados para el cielo y que sin duda llegaremos allí.

Es posible que cristianos verdaderos, con una genuina fe salvadora, pasen por períodos en que no tengan una plena certeza de la esperanza. Juan dice en 1ra de Juan 5:13, “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna.” En otras palabras, un compromiso sincero del corazón hacia Cristo, y una auténtica unión con Cristo, no siempre van de la mano con sentimientos fuertes de seguridad. La fe puede ser auténtica aún cuando el sentimiento de seguridad sea débil. Pero Dios nos ordena ser diligentes y celosos en nuestra búsqueda de una seguridad plena. Porque en eso es donde se encuentran el gozo y la libertad y el poder.

Existen dos formas de buscar seguridad. Una es el examinarse a sí mismo y ver las evidencias de que el dominio del pecado ha sido quebrado y de que tenemos deseos y disciplinas nuevos. Esto es lo que Pedro quiso decir cuando exhortó, “Así que, hermanos, sed tanto más diligentes para hacer firme vuestro llamado y elección” (2 Pedro 1:10). Y es lo que Pablo busca expresar cuando dice, “Poneos a prueba para ver si estáis en la fe; examinaos a vosotros mismos. ¿O no os reconocéis a vosotros mismos que Jesucristo está en vosotros, a menos de que en verdad no paséis la prueba?” (2 Corintios 13:5).

Thomas Watson hace 350 años lo describió así: Si un malhechor está en prisión, ¿cómo sabrá que su príncipe lo ha perdonado? Si el carcelero viene y deshace sus cadenas y grilletes, y lo deja salir de la prisión, entonces sabrá que ha sido perdonado; así que ¿cómo sabremos nosotros que Dios nos ha perdonado? Si las cadenas del pecado han sido rotas, y caminamos en libertad en los caminos de Dios, estas son señales benditas de que somos perdonados. (A Puritan Golden Treasury , p.25)

Pero hay otra manera de buscar la seguridad. Y para las personas que tienden a auto-examinarse en exceso y dudar, por cierto ésta es la alternativa más esperanzadora. El libro de Hebreos lo expresa con esta simpleza: “Considerad a Jesús” (Hebreos 3:1). O: “puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe” (Hebreos 12:2). En otras palabras, no caviles sobre ti mismo, medita en lo que Dios ha hecho en Jesucristo.

Hay una paradoja aquí. Para muchas personas – creo que para la mayoría – mientras más atención le damos a las obras subjetivas internas de nuestra propia alma y a la pureza o impureza relativa de nuestras propias actitudes y comportamientos, más inseguros nos volvemos en la evaluación de nuestra autenticidad. Paradójicamente el camino a la seguridad consiste en trasladar la atención de nosotros y volverla hacia Dios. Salir de lo subjetivo y e ir hacia lo objetivo.

Algunos recordarán a William Cowper. Él es un ejemplo de cómo funciona esta paradoja. El era melancólico e introspectivo y consideraba que no había esperanza para él. Decía que el Cristianismo era verdad, pero que no era capaz de tener fe; que había sido rechazado

Pero una tarde en el jardín del asilo de San Alban se puso a leer una Biblia. Dios enfocó su atención, no en la realidad subjetiva de su propia condición, sino en la realidad objetiva de la obra de Dios en Cristo. Leyó Romanos 3:25: “a quien Dios exhibió públicamente como propiciación por su sangre a través de la fe, como demostración de su justicia, porque en su tolerancia, Dios pasó por alto los pecados cometidos anteriormente.” Cowper escribió después acerca de ese momento: “Recibí de inmediato la fortaleza para creerlo y brillaron sobre mí los maravillosos haces del Sol de Justicia. Vi la suficiencia del pacto que El había hecho, mi perdón sellado en Su sangre y toda la grandeza y plenitud de Su justificación. En un instante creí, y recibí el evangelio… si no hubiera sido porque el brazo del Todopoderoso me sostuvo, creo que habría muerto de gratitud y gozo. Mis ojos se llenaron de lágrimas y mi voz se quebró; sólo pude mirar hacia el cielo en temor silencioso, sobrecogido de amor y maravilla. (Gilbert Thomas, William Cowper and the Eighteenth Century, 132)

En otras palabras, con esta segunda manera de buscar la seguridad fijamos nuestra atención no en lo que hacemos para probar que somos salvos (ni en la fe, ni en la obediencia de la fe), sino en lo que Dios ha hecho para salvar a su pueblo. Y nuestra confianza es ésta: al enfocar nuestra atención en la grandiosa obra objetiva de Dios, Dios mismo glorificará esa obra en nosotros al crear fe, seguridad, gozo, libertad, obediencia y poder.

Esta es la convicción que me mueve ahora al empezar una serie de ocho mensajes previos a la Pascua con el tema: EL PROPOSITO INVENCIBLE DE DIOS: FUNDAMENTOS PARA UNA SEGURIDAD PLENA. Dios tiene el propósito indetenible, inderogable, invencible de salvar a su pueblo, y mientras más meditemos en lo que El ha hecho para lograr infaliblemente su propósito, más profunda y viva será nuestra seguridad. A Dios le encanta glorificar el valor de su obra objetiva convirtiéndola en la base de nuestra seguridad subjetiva.

Comencemos donde Pablo empieza en Efesios 1:3-4.

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en El antes de la fundación del mundo…

Pablo comienza bendiciendo a Dios. Le bendice como a quien nos ha bendecido con toda bendición que el cielo puede dar. Y el primer fundamento que Pablo menciona para este hecho seguro es que “Dios nos escogió en Cristo antes de la fundación del mundo.”

Así que mi primer mensaje es: El propósito de Dios en la salvación de su pueblo es invencible – no puede fallar- porque se basa primeramente no en que nosotros hayamos escogido a Dios, sino en que Dios nos ha escogido a nosotros. El verso 4 dice: “[Dios] nos escogió en El [Cristo] antes de la fundación del mundo.”

Tu salvación no comenzó con tu decisión de creer en Cristo- una decisión que fue real y necesaria. Tu salvación comenzó antes de la creación del universo cuando Dios planificó la historia de la redención, ordenó la muerte y la resurrección de su Hijo, y te escogió para que fueras suyo a través de Cristo. Esta es una gran base objetiva para la seguridad. Y debemos analizarla a fondo.

Hay muchas, muchas personas que no creen esto. No creen que Dios escogió quién sería salvo y quién sería rechazado y abandonado a incredulidad y rebelión. Insisten en que este texto solo enseña que Dios escogió a Cristo y a un número indefinido de aquellos que eligen estar en Cristo por fe. Ellos dicen que Efesios 1:4 no es una elección o selección de individuos, sino una elección de Cristo y la iglesia; pero cuáles individuos forman parte de la iglesia no lo decide Dios. Es como la final de fútbol. Las autoridades nacionales no escogen un equipo específico de hombres para ir a la final; eligen que vayan los ganadores de las semi-finales, cualesquiera que sean. Dios no elige quién estará en Cristo y quién será salvo. Eso descansa en última instancia en el poder de la voluntad autónoma del hombre, que Dios no gobierna.

Ellos dicen que la frase del verso 4 es prueba de esta interpretación: “nos escogió en él.” Pero estas palabras no esclarecen el asunto. Si a algo apuntan estas palabras, es en el sentido contrario: dice que él nos escogió. No una masa indefinida de personas, sino a nosotros, a ti y a mi personalmente. Él nos escogió. La palabra significa seleccionar de un grupo mayor. Y la manera en que lo hizo fue en relación a Cristo. Cristo no fue una idea de último momento con respecto a la elección. Dios nos escogió para alcanzar la salvación en Cristo, no separados de Cristo. Pero fue a nosotros a quienes eligió. No se fuerza para nada el sentido de las palabras al decir que Dios escogió personas específicas para ser sus hijos por medio de su unión con Cristo.

Pero yo digo que usar sólo las palabras del verso 4 probablemente no resuelve finalmente este asunto. Sin embargo si vemos lo que Pablo dice sobre estos temas en otros textos podemos estar seguros de lo que quiso decir, esto es, que Dios escogió su pueblo individual y personalmente antes de la fundación del mundo para ser salvos; y que él los escogió para ser salvos a través de la unión de ellos con Cristo.

Primero observen cuál es el objetivo de la elección de Dios en 1 Corintios 1:27-30. 27 sino que Dios ha escogido lo necio del mundo, para avergonzar a los sabios; y Dios ha escogido lo débil del mundo, para avergonzar a lo que es fuerte; 28 y lo vil y despreciado del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para anular lo que es; 29para que nadie se jacte delante de Dios.

Lo que este texto dice con claridad es que Dios escogió tipos específicos de personas para que estén en la iglesia. Él no solo seleccionó a la iglesia y dejó su composición en manos del hombre. Él escogió individuos necios y los llamó a Cristo. Escogió algunos individuos débiles y los llamó a Cristo. Escogió algunos individuos viles y despreciados y los llamó a Cristo. Para que nadie se jacte en nadie sino en el Señor.

Y para dejarlo más claro que el agua, él dice en el verso 30 (literalmente): “Mas por obra suya [de Dios] estáis vosotros en Cristo Jesús.” O como dice la RV1960: “Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús.” O como dice la NVI: “Pero gracias a él ustedes están unidos a Cristo Jesús.” En otras palabras, es como si Pablo supiera que algún día vendría alguien a decir que Dios no escoge quién está en Cristo, sino que sólo escoge a Cristo y a cualquiera que se une a Cristo. Así que en los versos 27-29 dice que Dios escoge a los individuos que compondrán la iglesia en Cristo. Y en el verso 30 añade que es por la obra de Dios que son puestos en Cristo.

La razón objetiva, gloriosa, inamovible por el cual eres cristiano es que Dios te escogió para serlo. Dios te puso en Cristo. Así que digo junto con Pablo (en el verso 26) “¡Considerad, hermanos, vuestro llamamiento!” ¡Considera cómo llegaste a estar en Cristo! Piensa en ello. Quitará toda jactancia del hombre y se la dejará solamente a Dios. Así que el verso 31 termina la sección: “el que se gloría, que se gloríe en el Señor.” Esta es la jactancia de la seguridad. Esta es la exaltación que viene de considerar nuestro llamado y elección, y al ver que todo es de parte de Dios, y de sentir una tremenda paz, confianza, valor, fuerza y amor que crece dentro nuestro que nos da fuerzas para enfrentar cualquier oposición. Porque “¿Quién acusará a los escogidos de Dios?” (Romanos 8:33)

Santiago 2:5 enseña lo mismo desde un punto de vista ligeramente diferente: Dios escogió a los pobres para venir a la fe y pertenecer a la iglesia, así que cuídate de no menospreciarlos. Hermanos míos amados, escuchad: ¿No escogió Dios a los pobres de este mundo para ser ricos en fe y herederos del reino que El prometió a los que le aman? Pero vosotros habéis menospreciado al pobre.

De nuevo vemos aquí que Dios ha escogido, no a una masa indefinida de personas, sino a individuos pobres específicos para ser ricos en fe y para ser tratados de una manera determinada. La naturaleza personal e individual de la elección tiene consecuencias muy prácticas. Si Dios ha escogido traer al pobre a Cristo, ¡no lo menosprecies!

Vuelvo a Efesios 1:4, “según nos escogió en Cristo antes de la fundación del mundo.” Y termino con mi propia confesión personal de fe en esta gran verdad bíblica de la elección.

Antes de la creación del mundo Dios pensó en mí. Él puso su mirada en mí y me escogió para sí. No me eligió porque estaba ya en Cristo gracias a mis propias obras, sino para que pudiera estar en Cristo. No me eligió porque me vio creyente, sino para que pudiera convertirme en uno. No me eligió porque yo lo escogí a él, sino para que yo pudiera elegirlo a él. No me eligió porque yo fuera santo o bueno sino para que pudiera volverme santo y bueno.

Todo lo que soy y todo lo que espero ser está arraigado en que Dios libremente me escogió a mí. Mi fe, mi esperanza, mis obras no son la base de la gracia seleccionadora sino sólo su resultado. Así que no hay lugar para gloriarse excepto en Dios. Y frente al temor y a la pérdida de la seguridad y a todos mis defectos personales, declaro esta palabra de confianza: “¿Quién acusará a los escogidos de Dios!” (Romanos 8:33).

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