¡Dios sanará nuestro gozo!

Por Marcos Witt. Creo con todo mi corazón que una de las cosas que el Espíritu Santo está haciendo en toda América Latina es cambiar el lamento en gozo. Hay tanto cristiano que anda dando lastima, triste, hablando del gozo del Señor y diciendo con tristeza, “es que Cristo me salvó, aleluya”. Es increíble que los cristianos somos los que más hablamos del gozo del Señor pero somos los que menos lo vivimos.

¡El Señor es un Dios de alegría y de gozo! Dios es un Dios que se sabe reír, que tiene un gran sentido del humor. Dios es un Dios que inventó la carcajada y la risa y si Dios se sabe reír, ¡aprenda usted también a reír!

Juan capitulo 2 dice que Jesús fue invitado a una boda en la que también se encontraba su mamá quien le pidió que solucionara un problema: se les acabó el vino en esa fiesta. Ahora, en la Biblia el vino representa varias cosas; una de ellas es: alegría. Dios quiere sanar nuestra alegría.

El Salmo 30 dice, “haz cambiado mi lamento en baile, desataste mi cilicio y me ceñiste de alegría”. Y lo que está diciendo David es que el Señor nos quitó el cilicio, los trapos de tristeza y luego nos vistió con un traje de alegría. Dios quiere quitarnos el luto, esos trapos de tristeza andrajosos. ¡Dios quiere ponerle un traje glorioso y radiante de alegría!

Me llama la atención que el primer milagro que hizo Jesús fue un milagro emocional. ¿De qué nos sirve estar todos sanaditos físicamente si emocionalmente estamos todos mal? Gente muy sana por fuera pero por dentro carcomida de amargura, de angustia, de enojo. Por eso, mil veces prefiero tener la pierna chueca pero tener un corazón alegre, libre y dispuesto a alabar a Dios. ¡Así que si usted tiene vida, déle gloria y alabanza a Cristo! No condicione su alegría a lo que sucede a su alrededor. Si usted no tiene todo lo que usted necesita, alégrese y gócese en Dios su Señor que El nunca lo va a dejar a usted.

Lo primero que necesitamos hacer para tener gozo es invitar a Jesús a la fiesta, tener a Jesús en nuestras vidas. Si no hubieran invitado a Jesús esa tarde en la fiesta, no hubieran tenido el milagro que recibieron. Me encanta ese versículo donde el apóstol Pablo dice, “no se emborrachen, no se embriaguen con vino. Al contrario, sean llenos del espíritu Santo”. Hay alguna gente que anda buscando alegría en una botella; qué lastima, porque una vez que se acaba la botella, lo único que les queda es una gran cuenta y una gran jaqueca la otra mañana. Al otro día dicen, “Dios mío, ¿qué estaba pensando?” La Biblia enseña que si usted se llena del espíritu Santo, la alegría que El trae es una alegría que no deja mal recuerdo al otro día, que no deja deudas, que lo llena mejor que si se emborrachara. ¿Usted quiere tomar un poquito? Tome el vino nuevo del espíritu Santo y usted vera lo alegre que se va a poner.

La segunda cosa que usted tiene que hacer es obedecer. La clave que tuvieron ellos para ese milagro es que obedecieron, ellos hicieron lo que Jesús les dijo que hicieran. ¡Coopere con Jesús, obedézcalo! María les dijo a los discípulos, “hagan todo lo que El les diga”. Hay mucha gente que nunca tiene su milagro de parte de Dios porque quieren hacerlo de acuerdo a su propia manera de pensar. Dios conoce mejor que nadie como arreglar las cosas. Usted coopere con Jesús, haga lo que El le dice que haga nada más.

Muchas veces no recibimos milagros porque le ponemos “pero” al milagro. Muchos dicen, “Señor, voy a estar alegre cuando me quites ese jefe malo que tengo y me des su puesto, su salario y todas sus prestaciones”. ¡Y con razón usted no está alegre, porque no está cooperando! Si usted no va a estar alegre ahora, nunca va a estar alegre. El gozo del Señor no se condiciona a lo que tenemos, a lo que nos hace falta o a lo que necesitamos. La Biblia dice, “regocijaos en el Señor. Y otra vez digo, regocijaos”. ¿Sabe por qué lo tuvo que decir dos veces? Porque somos medio tercos. Hay veces que usted se tiene que mirar al espejo y decirse “regocijaos”, y decírselo una y otra y otra vez.

En tercer lugar, déle algo con qué trabajar a Jesús. ¿Qué le dieron a Jesús en la fiesta? Agua. Y a usted le parecerá muy simple. Claro que no es nada, usted no le tiene que dar mucho al Señor para que El haga un milagro. El no necesita nada más que un poquito de fe; es todo lo que necesita. O sea, para usted recibir cualquier milagro, ni al grano de mostaza tiene que llegar su fe. El toma su poquito de fe y la convierte en un gran milagro.

En cuarto lugar, haga el trabajo. Hay algunos que se acuestan en su hamaca debajo de la palmera con una piña colada en la mano (sin licor) diciendo “¡oh, Dios! ¡Haz la obra Padre, haz la obra Señor!” Y el Señor dice, “¡haz la obra tú, flojo, perezoso!” Jesús es el que convirtió el agua en vino, pero los discípulos fueron los que cargaron el agua. Lo que usted puede hacer, Dios no lo va a hacer; El espera que usted haga su parte. Lo que usted no puede hacer, eso es lo que Dios va a hacer; El hace su parte.

¡Eran jarrones de piedra – no de barro – que con 30 galones de agua pesaban 114 kilos! Sin embargo, ahí iban los discípulos haciendo su trabajo. ¿Usted quiere un milagro del Señor? Entonces necesita mantenerse en la palabra, en oración, porque cuando usted se mantiene haciendo el trabajo, usted esta cargando el agua que se convertirá en vino, en gozo a su espíritu. Eso quiere decir, perseverar.

Fórcese a cantar, a gritar, a alabar; Dios va a hacer el milagro. Lo que usted puede hacer, ¡hágalo! ¡Lo que El hará es lo que usted no puede hacer! ¡Alégrese! No importa que sus circunstancias no hayan cambiado, alégrese en el Señor, gócese y El hará el milagro.

A algunos de ustedes el diablo les ha robado su alegría. Es tiempo de dejar que Dios cambie su lamento en un baile. Dios quiere cambiar su tristeza en gozo. Dios va a cambiar su agua en vino. Solo jale agua a su espíritu, siga trayendo agua, siga adorando, siga bendiciendo al Señor, siga fiel, siga dando sus diezmos, todo eso es jalar agua y Dios cambia esa agua en gozo.

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