EL HIJO TAMBIÉN ES EL PADRE

Por Rev. Julio Ruiz, Pastor.

Juan 14:8-14. Introduccion: El hombre siempre se ha preguntado cómo es Dios. Por cuanto no lo ve, se lo imagina; y en su imaginación ha tratado de representarlo, dando como resultado una muy pobre y hasta ofensiva imagen de lo que piensa que podría ser Dios. Y la verdad es que el hombre jamás podrá dibujar el rostro de Dios porque él no tiene rostro.


Él es espíritu. Felipe, el discípulo de quien hablaremos hoy, tenía una pregunta que le estaba martillando su mente por mucho tiempo. Él era un seguidor de Jesús. No presentó ninguna objeción cuando Cristo le dijo: “Sígueme”. Es más, no sólo era un discípulo obediente, sino que ya era un ganador de almas, mostrado en el caso específico cuando trajo a Natanael para que conociera al Mesías. Sin embargo, Felipe, siguiendo con una  “curiosidad teológica”,  le dice al Señor que le muestre al Padre, pues no se conformaba sólo con el Hijo. Le dijo que si él hacia esto se estaría ganando la credibilidad de todo el grupo. Felipe, al igual que muchos en el día de hoy, quisieran tener algún tipo de revelación especial de Dios para que eso sea suficiente en satisfacer su fe. Cuando uno ve las peticiones de aquellos inexpertos y confundidos discípulos, se puede deducir cuánto les faltaba crecer en las cosas del Señor. Algunas de las peticiones eran osadas, como la que hicieron Juan y Jacob, al pedirle al Señor que cuando estuviera gobernando les permitiera a ellos dos sentarse el uno a su derecha y el otro a su izquierda. La petición de Felipe era también muy osada. “Muéstranos”, es un imperativo que plantea una exigencia; que reclama satisfacer los derechos. Es como el  enamorado cuando le pide a su novia una prueba de amor. No le son suficientes las palabras.  Esto pareciera ser lo que caracteriza a la presente  generación. Es como si Dios se debiera a nosotros, en lugar de nosotros a él. Sin embargo, Dios no se va mostrar de otra manera de la que ya lo ha hecho.  Jesucristo es la revelación completa del Padre. ¿Qué nos revela el deseo que tienen los hombres de querer conocer al Padre ignorando al Hijo?

I. NOS REVELA UNA VISIÓN DETAMENTE TERRENAL DE JESÚS (Juan 1:45)
1. Conocerle sólo como el Mesías. Felipe era un estudioso de la ley y de los profetas. Como quiera que haya sido, estaba empapado de  lo que se conocía como la “era del mesianismo”. La gente hablaba de la llegada del gran día cuando aparecería el Mesías. Las expectativas de su aparición dominaban las conversaciones y muchos de los escritos. Cuando Juan el Bautista se mostró a ellos con su personalidad y su mensaje, pronto llegaron a la conclusión que él era el Mesías prometido. Pero lo último que la gente esperaba era un Mesías según lo  descrito en Isaías 53. Ellos esperaban a un hombre montado en un caballo en lugar de un burro. Era inconcebible pensar en el Mesías humilde. Cuando Felipe se encontró con Natanael lo primero que le dijo fue: “Hemos hallado el Mesías”. ¿Cuál Mesías tenía Felipe en su mente? ¿Cuál es el Mesías que sigue esperando Israel? ¿Cuál es el Mesías que la gente espera hoy?. Para muchos Jesucristo no pasa de ser un Mesías humano, un mortal más entre tanto.
 
2. Conocerlo sólo como el hijo del José. Desconocemos la vida de Jesús desde los doce años hasta los treinta. Nos hubiese gustado saber qué pasó durante ese tiempo; pero como quiera que haya pasado el tiempo, la gente sabía que Jesús era aquel muchacho que se había levantado en la casa de José, el carpintero de Nazaret. Jesús, por lo tanto, era el hijo de José. Hijo de un padre amoroso, respetuoso, ejemplar y trabajador. Es interesante que Felipe estuviera bien informado respecto a la paternidad de Jesús. Tenía un conocimiento humano que precisaba un contexto geográfico y una relación filial. Pero el asunto es que Jesús fue más que el hijo de José. Él fue el Hijo de Dios. Felipe todavía estaba lejos de esa revelación. Hay mucha gente que cree en Jesús de Nazaret, mas no en el Jesús que descendió del cielo. Jesús fue carpintero, pero sobre todo, él fue el Arquitecto del mundo.

3. Conocerlo sólo como un gran hombre. La  personalidad de Jesús ha llegado a ser la causa de interminables discusiones y la que más ha generado polémicas respecto a quién es realmente Jesús. Para los que creen en la justicia social, él es su más grande revolucionario. Para los moralistas, él es la máxima expresión de la ética. Para religiones como la del hinduismo, él es el más grande gurú. Para los espiritistas él es el espíritu mayor. En otras religiones se le considera como un gran profeta y el mayor de los maestros. Para la filosofía, él puede ser el más grande de los pensadores que ha pisado la  tierra. Lo cierto es que seria difícil encontrar a alguien que hable mal de Jesús. Pero él no sólo es el Mesías o el hijo de José. Él es perfecto hombre y perfecto Dios. Lo que Jesús dijo e  hizo requiere de un veredicto justo.  Él no pudo ser un hombre más.

II. NOS REVELA UN CAPRICHO QUE NO PUEDE SER SATISFECHO
1. El corazón humano no se satisface por la vista. Felipe creía que si Jesús le mostraba a su Padre, eso terminaría con sus dudas y las del grupo. Pero la verdad sigue siendo otra. Hay personas a quienes se les ha demostrado el poder de Dios a través de milagros, sin embargo no han creído. Muchos, como los diez leprosos, lo que les interesa es usar el poder de Dios para  beneficio personal, pero después de olvidan de ello. Hay personas que viven en una continua búsqueda. Para muchos no es suficiente que Cristo viva en sus corazones y le sigan. La búsqueda de nuevas experiencias pareciera determinar su estado de felicidad. Al igual que Felipe se la pasan diciéndole al Señor “muéstranos” para estar seguros que estamos caminando con el Cristo correcto. Al corazón humano no hay que satisfacerlo con la vista, él requiere de una satisfacción hecha por la fe y la entrega.

2. El corazón humano sufre de amnesia espiritual. Felipe fue testigo de dos hechos sobre naturales que no exigían la demanda que hace en este pasaje. Él estuvo presente cuando Jesús con apenas cinco panes y dos peces alimento una multitud de cinco mil hombres sin contar las mujeres y los niños. Él tuvo que recordar la pregunta que el mismo Cristo le hizo para probarle respecto a este asunto. Por si fuera poco, él mismo vio cuando Jesús llamó desde la sepultura a un hombre que ya hedía, pues tenía cuatro días de estar allí. Él mismo vio como Lázaro salió vivo con las vendas puestas como si se tratara de esas momias que aparece en las películas. Aquellas eran pruebas contundentes que iban mas allá de lo que ellos esperaban del Mesías. Pero parece que Felipe se había olvidado de semejantes obras que solo Dios podía hacerlas. Con frecuencia sufrimos de amnesia espiritual. Somos muy rápidos para olvidar lo que Dios hace y por eso podemos andar diciéndole al Señor “muéstranos”. No tenemos por que buscar pruebas mayores cuando vemos a Dios obrando de manera cotidiana.

3. El corazón humano casi siempre actúa impulsado por lo que otros piensan. Felipe oyó a Tomás preguntarle a Jesús que le mostrara el camino. La respuesta del Señor fue clara y orientadora. Jesús le habló que el era el único camino al Padre, no había necesidad de pensar en otro camino. Bien pudo la respuesta del Señor haber satisfecho la curiosidad de todos los discípulos respecto al Padre. Sin embargo Felipe, motivado por el momento, y como si se hubiesen convertido en un jurado examinador, hace un planteamiento parecido al de su compañero. De modo que su actuación fue por un impulso del momento, desconociendo lo todo lo que Jesús ya había dicho respecto a su Padre. Note que Jesús habló de la casa del Padre y del camino al Padre, ¿no era esto suficiente? El corazón humano no cambia. Aun oyendo la promesa del salvador de un lugar y un camino al cielo, es capaz de seguir exigiendo pruebas para poder creer.  El corazón no siempre es el mejor consejero para creer. La fe debe ser más racional que emocional.

III. NOS REVELA LA MÁS GRANDE IGNORANCIA TEOLÓGICA
1. Jesús mostró al Padre. Hay hijos que llegan a ser una especie de duplicado con sus padres. En algunos el parecido es tal que hasta caminan con ellos y tienen muchas actitudes comparadas a la de sus progenitores. Pero el parecido que Jesús tiene con su Padre no es porque hayamos visto al Padre, pues la Biblia dice que a Dios nadie le ha visto jamás. La información que tenemos de él es que vive en una luz inaccesible. Sin embargo, ahora sabemos que, aun cuando es cierto que a Dios nadie le ha visto, su Hijo unigénito le ha dado a conocer. Cuando alguien se pregunta quién es Dios o cómo es Dios, la mejor respuesta es la que le Dios Jesús a Felipe: “El que me ha visto a mi, ha visto al Padre” v.9. Entonces, y de acuerdo al retrato de Jesús, el Padre es amor, compasión, perdón, misericordia, pureza, verdad, el camino, la vida… por mencionar alguno de sus atributos divinos. Jesús nos ha mostrado cómo es el rostro del Padre.

2. Yo y el Padre uno somos. No se conocía, hasta que vino Cristo, un caso donde el Hijo dijera que también es el Padre. Es obvio que esta es la doctrina más difícil de aceptar para los que buscan respuestas lógicas a sus inquietudes. Lo que Jesús dijo pareciera una incongruencia. Pero Jesús respondió al inquieto Felipe, con una pregunta que le hizo cambiar el concepto que tenían sobre el Mesías, diciendo: “¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí?…” v.10ª. Luego procedió diciendo que aun las palabras que él decía no eran fuera de lo que el Padre quería que dijera. Había una conexión tal entre el Hijo y el Padre que Jesús nunca diría una cosa que fuera distinta a lo que su Padre pensaría. En esto hay una diferencia con los padres terrenales. Por más que un hijo se parezca a su padre, jamás tendrán los mismos pensamientos. Esto sólo puede darse entre Jesús y su Padre, pues él de la misma sustancia del Padre. Pablo nos dice que “siendo en forma de Dios no escatimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse…” (Fil. 2:6). La meta de todo creyente es poder llegar a ver al Padre a través de Cristo.

3. Creedle por las obras. El Señor siguió ayudando a corregir la  ignorancia en su discípulo desconfiado, animándole a ver las obras que ya había hecho. Ellas demostraban que un hombre natural no podía hacer semejantes cosas. Que se requería de un poder del cielo para hacer semejantes obras. Sus enemigos pensaron que las obras que Cristo hacía eran por medio de Satanás, pero el poder de Satanás no era omnipotente para hacer las cosas que solo Cristo hizo. Había un poder más allá de la imaginación que reposaba en él. Ese poder venía del Padre; del mismo que hizo los cielos y la tierra. Jesús invita a los hombres a que vean las obras que él hace. No tenemos por qué pedirle que revele al Padre cuando sus propias obras hablan de él. Lo único que hay que hacer es creedle.

CONCLUSIÓN: La intervención de Felipe que exigía a Jesús mostrarle al Padre para quedar satisfecho en sus dudas, nos revela una de las grandes faltas en la vida de un creyente. Solemos llevar una vida religiosa, cumpliendo con nuestros deberes y hasta llegamos a ser muy celosos y en querer que se cumplan las cosas, pero en el fondo carecemos del conocimiento verdadero. Felipe conocía a Jesús pero no conocía al Padre. La respuesta de Cristo le llevó a que considerara el tipo de relación que en verdad tenía con él. No podré conocer más nada de la palabra si no conozco bien a Jesucristo. En la medida que le conozca y que viva con él no tendré que decirle “muéstrame al Padre” porque él mismo es el Padre que se ha dado a conocer. Cuando mi relación es así, entonces se hará realidad la promesa del mismo Cristo: “Y todo lo que pidieres al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidieres en mi nombre, yo lo haré”. En lugar de decir muéstranos al Padre para satisfacer todas nuestras dudas, más bien te decimos: “Padre, te pedimos en el nombre de Jesús”.

 

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