EL MINISTERIO DE LAS PRUEBAS

Rev. Julio Ruiz, Pastor
(1 Pedro 4:12-19)
Introducción: Una de las ofertas de un “evangelio barato”, es el de lograr adeptos a través de una invitación donde la vida cristiana llega a ser un “lecho de rosas”, insinuándoseles a las personas que el seguir a Cristo es un camino sin dificultad. Pero tal presentación es una de las más grandes contradicciones, pues el mismo Cristo le dijo a sus seguidores que, “en el mundo tendréis aflicción”.

El llamado Evangelio de la Prosperidad no lee ni le interesa escritos tales, como la carta de 1ra. de Pedro, porque contradice su llamado a una vida cristiana de abundancia material, ausente de todo dolor y padecimientos. Pero el mismo Jesús habló a sus seguidores de penurias, negación, dolor e incluso de la muerte misma. Su gran sermón del monte fue como la revelación de su “filosofía” sobre la vida cristiana. Tales afirmaciones seguramente las dijo porque el cristiano vive en un auténtico campo de batalla. Diariamente lidiamos con muchas pruebas que tienen alguna misión especial en la vida. Las pruebas, obligatoriamente tenemos que verlas como un ministerio purificador y de enorme crecimiento espiritual. Aquí valdría la pena citar a Gustavo Thibon, quien en su obra “El Pan de cada Día”, dijo: “Toda prueba grave, al quebrantar, al desmoronar nuestro edificio moral anterior (cimentado, a menudo, por tanta rutina y tanta complacencia en nosotros mismos), nos suministra materiales vírgenes para una reconstrucción de nuestro carácter y de nuestra vida”. Las pruebas traen consigo esos “materiales” que nos ayudarán a tener una vida cristiana construida sobre la roca, trayendo siempre honra al nombre del Señor. No se sienta sorprendido si está pasando por una larga y oscura noche; pronto vendrá el alba que disipará las tinieblas de sus duras pruebas.



ORACION DE TRANSICION: ¿Cuál es el ministerio de las Pruebas?



I. LAS PRUEBAS VIENEN PARA SABER EL TIPO DE VIDA QUE LLEVAMOS v. 12

Pedro pudiera considerarse como el gran expositor del sufrimiento en el Nuevo Testamento. El tema que nos presenta aquí es como la continuación de lo que dijo desde su primer capítulo. Su comentario había sido muy directo: “..tengáis que ser afligidos en diversas pruebas” v.6. En su tierno y particular cuidado pastoral hacia sus lectores, después de llamarles “amados”, despierta su atención para que ninguno se sienta sorprendido por lo está padeciendo como cristiano. Es posible que algunos de ellos no entendían por qué estaban llegando a esos extremos. Por qué si ellos no le hacían mal a nadie, sino al contrario estaban trayendo el mejor bienestar social, se había desatado tan terrible persecución. Se estimaba que aquel “fuego de prueba”que vino repentinamente, tuvo que ver con la cínica y malvada actuación del emperador Nerón. Según la historia él fue el causante del gran incendio de Roma durante su gobierno. Pero éste acusó a los cristiano de semejante acción, trayendo como consecuencia que muchos de ellos fueron levantados como “antorchas humanas” para alumbrar las oscuras noches del palacio. Sin embargo la oportuna intervención pastoral, de alguien que experimentó también el sufrimiento pero que había oído las palabras de su Maestro en el sermón del monte sobre quiénes son los bienaventurados, pone en su justo lugar el propósito o ministerio de las pruebas. Su exhortación a no sorprenderse les infundía aliento y seguridad. Pedro oyó el extraño concepto de Jesús sobre el gozo en los hombres al pasar por diferentes pruebas. En efecto Jesús afirmó: “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia…bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan..” (Mt. 5:10,11). Debemos estar conscientes que las pruebas no sólo vienen repentinamente, sino que no piden permiso para tocarnos y sacudirnos. Ellas tienen el propósito de saber qué tipo de vida espiritual llevamos. Son instrumentos calibradores de nuestra esperanza. Después de la resurrección de Cristo, a Pedro no le tomó por sorpresa alguna prueba. El sabía con qué muerte iba a glorificar al Señor (Jn. 21:19), dando *****plimiento al tipo de sufrimiento del que le habló Jesús. Su llamado a la calma y a la firmeza en medio de las pruebas es muy elocuente y revelador. ¡No se sorprenda, amado hermano, si está pasando por alguna terrible prueba! Reconozca el ministerio que ellas tienen de trabajar en su vida espiritual y en su carácter cristiano.



II. LAS PRUEBAS NOS HACEN SOCIOS CON CRISTO v. 13

Hay personas que piensan que los creyentes somos “anormales”. Algunos se preguntan, ¿cómo puede alguien gozarse cuando está pasando por una terrible aflicción? ¿Quién puede hablar de gozo cuando lo que está planteado son lágrimas? Los que hacen tales planteamientos saben que la reacción inmediata cuando se está pasando por terribles momentos es de protestar, gritar y hasta golpear las cosas o las personas. Por supuesto que nosotros no saltamos de felicidad cuando una prueba nos invade, ni tampoco que las estamos buscando como si fuéramos estoicos, pero la verdad cristiana sobre las pruebas es que ellas producen gozo. Y ¿por qué producen gozo? Porque nosotros sabemos que ellas se constituyen en la gran oportunidad que Dios usará para mostrarnos que somos “participantes de los padecimientos de Cristo”. Y ¿qué otra cosa puede despertar mayor gozo que este privilegio de ser honrados, al participar de las aflicciones de Cristo? La idea de ser “participantes” nos viene del griego “koinonos”, que literalmente traduce socios en una misma causa. Me gusta esta idea del griego porque me hace sentir que estoy en la misma senda que Jesús tomó para identificarse con esta afligida humanidad. Por supuesto que mis sufrimientos no son redentores, eso le pertenecen exclusivamente a Cristo. Pero si corresponden a una identificación. Las pruebas nos honran al saber que estamos participando en el mismo estilo de vida con Jesucristo. Una de las grandes declaraciones bíblicas que no debemos olvidar en nuestro diario caminar, son aquellas que el mismo Pedro dijo al referirse al discipulado cristiano: “Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas” (1 Pe. 2:21). Pedro deja claro que el sufrimiento que trae gozo es el que viene por nuestra identificación con él, y no tanto el que viene por nuestra identificación con el mal, v.15.



III. LAS PRUEBAS NOS REVELAN QUIEN ESTA DE NUESTRA PARTE v. 14

Un hombre sin temor a Dios verá en cada calamidad de su vida una tragedia, una puerta cerrada o el fin de lograr las cosas. Pero un hijo de Dios ve en cada prueba una puerta abierta, un sin fin de posibilidades y sobre todo, ve un Dios moviéndose de una manera maravillosa. Esta es la razón por la que Pedro dice que todo sufrimiento que tenga que ver con el Señor o por el andar en sus caminos, nos hace sentir bienaventurados o felices. Qué promesa más extraordinaria encontramos en este texto para cuando pasamos por ese “valle de sombra”. Los cristianos contamos con el “glorioso Espíritu de Dios” actuando en medio de cada aflicción. Nunca jamás un aliado como el Espíritu Santo vendría a ser tan importante para los momentos de aflicción. La promesa que él “reposa” sobre nosotros nos hace sentir tan seguros y confortables que cada prueba que tenemos se constituye en un medio de ver y dar la gloria a Dios. El verbo “reposar” aquí tiene la misma idea cuando la gloria de Dios reposó sobre el Sinaí y sobre el tabernáculo; pero también cuando el Espíritu Santo reposó sobre Jesús al momento de ser bautizado. Somos bienaventurados al pasar por una prueba, porque al ser sometidos a su más alta intensidad, se nos revela la gloria de Dios. Tenemos en Esteban este hermoso ejemplo. Mientras las piedras golpeaban su cuerpo, su espíritu contemplaba la gloria de Dios. Mientras era torturado hasta la muerte, el glorioso Espíritu de Dios vino para fortalecerle hasta al punto de ver a Cristo “sentado a la diestra del Dios Padre”. Asi, pues, las pruebas tienen el gran ministerio de revelarnos al Consolador y su función de “reposar” en nuestras vidas, hasta salir victoriosos y fortalecidos. Las pruebas son una auténtica definición de felicidad.



IV. LAS PRUEBAS MIDEN EL TAMANO DE NUESTRA FIDELIDAD v.16


Se ha dicho que es en el sufrimiento donde la balanza nuestra fe es medida, así como nuestro temple cristiano. No hay mucho problema en confesar a Cristo cuando las cosas marchan sin nubarrones en el horizonte. Sin embargo, cuando Pedro le da esta exhortación a sus “amados”, estaba persuadido que es en la prueba donde se verifica el tamaño de nuestra fe. La expresión “no se avergüence”, seguramente trajo a la memoria del anciano apóstol la prueba crucial cuando Jesús le había dicho, “antes que el gallo cante me negarás tres veces”. El recordaría que en el momento cuando el Maestro más le necesitó, se avergonzó del evangelio generando en su vida el más amargo sufrimiento. Las pruebas son terribles combatientes que nos llevan a un punto para declinar, y esperan que saquemos la bandera de nuestra capitulación. Ellas quieren oírnos decir, “¡está bien, nos rendimos; no peleamos más”! Pero hacer esto es avergonzarnos del Señor y su evangelio y un auténtico creyente no cede en las pruebas, sino que es allí donde se levanta cual gigante, pues sabe que no está sólo en semejante batalla. Aquí son oportunas las palabras del escritor a los Hebreos, quien al referirse a esos momentos difíciles por los que se pasa, dijo: “Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma” (He. 10:39). Cuando al anciano Policarpo se le confrontó para que negare su fe y con ello la liberación de tan terrible muerte que se le avecina, respondió calmada y serenamente a sus verdugos ejecutores: “Por 80 años he servido a mi Dios y salvador Jesucristo y ningún mal me ha hecho, sino que he disfrutado de todo su bien, ¿cómo habría de negarle a estas alturas de mi vida?”. Y con esas palabras sentenció su muerte, pero no se avergonzó del evangelio. Fue el apóstol Pablo quien también dijo: “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego” (Rom. 1:16). No permita que su prueba le lleve hasta la pena de avergonzarse de su salvador y Señor. Por el contrario “glorifique a Dios por ello”. Este debe ser el fin de nuestras pruebas.



CONCLUSION: El salmista muchos años atrás había dicho: “ Si anduviera yo en medio de la angustia, tú me vivificarás” (Sal. 138:7). Tal confianza en Dios indicaba que sus pruebas eran las oportunidades de Dios para levantarlo, consolarlo y vivificarlo. Es notable esta declaración de confianza, pues es en el centro de la aflicción donde él vivifica, y no es el sitio donde él nos falta. Vivamos persuadidos que cada prueba, no importa del tamaño con que se aparezca, tendrá la firme tarea de hacer de nosotros la clase de cristianos que honrará al Señor, que nos honra a nosotros mismos y que honrará también a otros. Una versión moderna de Job 23:10, dice: “El conoce el camino por donde voy; cuando me haya probado saldré como el oro”. Hermano, no se sorprenda si está pasando por alguna prueba donde no ve “luz en medio de su túnel”; glorifique al Señor por ello, pues a lo mejor esa prueba está trayendo un ministerio que hasta ahora desconoces para su vida espiritual. Tu prueba pudiera ser la más grande bendición para tu vida.

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