El Señor Y Pedro Quien Le Negó

Juan 13:36-38. Le dijo Simón Pedro: Señor, ¿a dónde vas? Jesús le respondió: A donde yo voy, no me puedes seguir ahora; mas me seguirás después. Le dijo Pedro: Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora? Mi vida pondré por ti. Jesús le respondió: ¿Tu vida pondrás por mí? De cierto, de cierto te digo: No cantará el gallo, sin que me hayas negado tres veces.



Juan 18:10,11

Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la desenvainó, e hirió al siervo del sumo sacerdote,

y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco. Jesús entonces dijo a Pedro: Mete tu

espada en la vaina; la copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?

Juan 18:15-18

Y seguían a Jesús Simón Pedro y otro discípulo. Y este discípulo era conocido del sumo

sacerdote, y entró con Jesús al patio del sumo sacerdote; mas Pedro estaba fuera, a la puerta.

Salió, pues, el discípulo que era conocido del sumo sacerdote, y habló a la portera, e hizo entrar a

Pedro. Entonces la criada portera dijo a Pedro: ¿No eres tú también de los discípulos de este

hombre? Dijo él: No lo soy. Y estaban en pie los siervos y los alguaciles que habían encendido

un fuego; porque hacía frío, y se calentaban; y también con ellos estaba Pedro en pie,

calentándose.

Juan 18:25-27

Estaba, pues, Pedro en pie, calentándose. Y le dijeron: ¿No eres tú de sus discípulos? El negó, y

dijo: No lo soy. Uno de los siervos del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había

cortado la oreja, le dijo: ¿No te vi yo en el huerto con él? Negó Pedro otra vez; y en seguida

cantó el gallo.

Introducción

Anteriormente, en el capítulo trece de su evangelio, Juan anota un incidente que hermosamente

ilustra cómo es que el señorío de Jesús es manifestado aun en las más simples de las actividades

terrenas. Jesús, bajó a la demandante tarea del más humilde de los esclavos, comenzó a lavar los

pies de los discípulos.

Cuando Él vino a Pedro, el impetuoso discípulo declaró: ·No me lavarás los pies jamás· (Juan

13:8). En el proceso de cumplir una de las tareas más triviales de la humanidad, Jesús como

Señor de la tierra declaró: ·Si no te lavare, no tendrás parte conmigo· (versíc ulo 8).

Habiendo cumplido con esta tarea terrenal, la que los discípulos rehusaron cumplir, Jesús

declaró: ·Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor

y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los

otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis·

(versículos 13-15).

A. La profecía del Señor con respecto a Pedro (Juan 13:33-38)

1. La curiosidad de Pedro y la profecía del Señor

Después que Jesús dijo: ·A donde yo voy, o me puedes seguir ahora· (versículo 33), Él dio a los

discípulos uno de los mandamientos más importantes que le haya dado a Sus creyentes, ·Un

mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os

améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos

con los otros· (versículos 34, 35).

Sin embargo, parecía como si Pedro no hubiera escuchado estas dos últimas oraciones porque su

curios idad estaba fijada en la declaración de Cristo sobre hacia donde Él iba. De manera que

Pedro le preguntó: ·Señor, ¿a dónde vas?· La respuesta del Señor fue una respuesta profética: ·No

me puedes seguir ahora·; en otras palabras, ·tu fe y su fortaleza espiritual no son maduras ni

completas para sobrellevar la pasión conmigo en este preciso momento·.

El Señor continuó, ·mas me seguirás después·, como diciendo ·el momento llegará (después del

Pentecostés) cuando tu fe y tu fortaleza espiritual madurarán y ent onces podrás seguirme.

Entonces podrás seguirme al sufrimiento de la cruz y a la corona de gloria·.

2. La confianza de Pedro y la profecía del Señor (Juan 13:37,38)

Aunque Pedro le llamó ·Señor·, la respuesta del Señor no acalló la determinación superconfiada

del discípulo. ·Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora? Mi vida pondré por ti·.

No podemos dudar de la sinceridad de Pedro. Su determinación por luchar contra los alguaciles

del templo y los soldados romanos demuestran voluntad propia para poner s u misma vida, tal

como lo había dicho. Pero el Señor tenía que luchar contra otro ejército. De manera que

profetizó: ·¿Tu vida pondrás por mí? De cierto, de cierto te digo: No cantará el gallo, sin que me

hayas negado tres veces·.

B. El Señor y Pedro en el huerto (Juan 18:8-11)

1. La provisión del Señor para Sus discípulos (Juan 18:8, 9)

Previamente notamos el poder de las palabras del Señor al declarar a los soldados tres veces ·¡Yo

soy!· (versículos 5, 6, 8). Con la tercera afirmación, Él se aseguró que los discípulos no fueran

arrestados. ·Respondió Jesús: Os he dicho que yo soy; pues si me buscáis a mí, dejad ir a éstos·.

Juan advierte que esto precisamente era ·para que se cumpliese aquello que había dicho: De los

que me diste, no perdí ninguno·.

2. La autodeterminación de Pedro (versículo 10)

Simón Pedro estaba absolutamente resuelto a pelear valientemente hasta su misma muerte. A

pesar de todas las dificultades que se le presentaran, ·Entonces Simón Pedro, que tenía una

espada, la desenvainó, e hirió al siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. Y el

siervo se llamaba Malco·.

Pedro estaba resuelto a comprobar su fidelidad para con el Señor sacrificando inclusive su vida

por Él. Aun cuando estaba listo a morir por Él, negaba el verdadero señorío del Maestro. Para

Pedro el pelear con espada era mejor que sufrir en la cruz.

3. La amonestación del Señor al autosacrificio de Pedro (versículo 11)

Sin embargo, Jesús sabía que ni el matar a los soldados ni el sacrificio de la vida de los

disc ípulos podría traer la máxima victoria sobre el poder del enemigo. ·Jesús entonces dijo a

Pedro: Mete tu espada en la vaina; la copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?·.

La amonestación del Señor fue amable pero completa. No era un simplemente asunto de pelear

con espadas. La voluntad de Jesús ahora estaba completamente sometida, sin reservas, a la

voluntad del Padre. Así como Él no permitiría que los soldados destruyeran a Sus ovejas,

tampoco permitiría que Sus ovejas estropearan la obra del Padre. Como Señor de toda la tierra,

Él dio un mandato a los soldados y a Sus ovejas, y, todos cedieron a Su autoridad.

C. Las tres negaciones de Pedro (Juan 18:15-18; 24-27)

1. La primera negación de Pedro

Después que la multitud se llevó a Jesús, Pedro y el discípulo no nombrado les siguieron a

distancia hacia la casa del sumo sacerdote. Después que el otro discípulo entró a la casa, ·Pedro

estaba fuera, a la puerta· hasta que el otro discípulo regresó ·y habló a la portera·. Mientras

entraban a la casa (y evidentemente después que el discípulo no nombrado salió de su presencia)

la ·portera dijo a Pedro: ¿No eres tú también de los discípulos de este hombre?·

Pedro le contestó: ·No lo soy·. ¡Qué contraste entre el ·Yo soy· del fiel Maestro y el ·No lo soy·

del siervo infiel!

Cuando Pedro y los discípulos se encontraban en la barca ·en medio del mar· la cual estaba

siendo ·azotada por las olas; porque el viento era contrario·, Jesús fue hacia ellos ·andando sobre

el mar·, ellos ·se turbaron·y dieron voces de miedo·. Jesús entonces les dijo: ·¡Tened ánimo; yo

soy (EGO EIMÍ), no temáis!· (Mateo 14:22-27).

Pero ahora cuando el Señor de la tierra se enfrenta a Sus acusadores judíos ante una

estremecedora tormenta con vientos de odio y las amenazadoras olas fr ías de una muerte

agonizante vienen contra Su alma pura y santa, Pedro entra en la casa del sumo sacerdote y es

confrontado por una joven que simplemente le pregunta si él es uno de los discípulos, a lo que él

contesta: ·¡NO LO SOY!·

Aquí tenemos el cuadro de muchos mal llamados ·santos determinados· que tenemos en nuestros

medios en la actualidad. Mientras haya una espada en la mano y el Maestro sea visto como el

Rey conquistador, estamos listos a cortar la oreja de la cabeza del enemigo. Pero cuando el Señor

se enfrenta a los malvados de la tierra y se enfrenta silencioso ante las maldiciones, ante las

escupidas y ante las acusaciones de la bandada atacante, muchos pierden el entusiasmo de pelear

y cobardemente juran ante las porteras ·No lo soy·.

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2. La segunda negación de Pedro

Así que mientras los siervos y los alguaciles, que habían encendido un fuego, observaban las

llamas chispear y se calentaban del frío de la noche, Juan dice que ·también con ellos estaba

Pedro en pie, calentándose· (Juan 18:18).

Nótese que Juan usa aquí la misma expresión con Simón Pedro como la que usó con Judas. Juan

dice de ambos que ·estaba también con ellos· (Véase Juan 18:5). Aun cuando Pedro había

determinado seguir al Señor hasta la misma muerte, cuando intentó enfrentarse con su propia

fuerza, como lo hizo Judas, ·estaba también con ellos·.

Además, Simón Pedro estaba con ellos ·calentándose·. Seguramente el alma del Señor estaba

siendo torturada por la fría persecución de la muchedumbre malévola. Juan solamente anota que

·uno de los alguaciles, que estaba allí, le dio una bofetada· (versículo 22).

Pero Pedro no podía sentir el frío dolor del Señor de la tierra, Pedro solamente sintió el frío de la

noche y ·estaba con ellos· frente al fuego ·calentándose·. Entonces ·le dijeron: ¿No eres tú de sus

discípulos? El negó, y dijo: No lo soy· (versículo 25).

Tengamos cuidado de no compartir las cosas terrenas cuando ·estamos con ellos· que son de este

mundo y nos ·calentamos·. El calentar nuestro cuerpo carnal con el calor del mundo significa

aislar nuestra alma del compasivo y doliente corazón del Señor quien es perseguido por nuestros

pecados.

Pero, sepa, hijo de Dios, que hay un peligro mucho más grande al estar frente a la calidez del

mundo mientras nuestro Salvador es abof eteado por un alguacil del mundo del sumo sacerdote.

Si estamos con ellos y nos calentamos con ellos, por qué entonces no pensamos en que le

negaríamos diciendo ·¡No lo soy!·.

3. La tercera negación de Pedro

Aun después de dos negaciones se anota que ·Uno de los siervos del sumo sacerdote, pariente de

aquel a quien Pedro había cortado la oreja, le dijo: ¿No te vi yo en el huerto con él?·.

Ya no es más una simple sospecha de la portera quien pensó que él tenía un acento galileo.

Tampoco es la acusación general de un grupo más grande que principalmente se interesaba en

satisfacer sus propias necesidades físicas. Ahora es el dedo acusador de un testigo. Además el

testigo era uno que había visto a Pedro cometer un acto de traición contra uno de sus parientes.

La tercera vez Pedro también niega al Señor de la tierra.

¿Cuál de nosotros no ha hecho lo que Pedro hizo? Es fácil adorarle como Señor cuando podemos

verle obrando como Señor. En la adoración del domingo por la mañana unimos nuestras voces y

nuestras almas resueltos a seguirle incluso hasta la muerte. En el campo de batalla cuando el

enemigo ha sido abrumado por Su Palabra y se ha ido de espaldas en Su presencia, ahí es cuando

podemos sacar la espada del espíritu y cortar la cabeza del enemigo con la Palabra de Dios.

Pero, cómo cambia el cuadro cuando el Señor de la tierra se presta para obrar entre los enemigos

de la tierra y se somete al cruel maltrato de este mundo. Mientras Él se presenta en silencio ante

los malvados, nosotros llegamos tarde, hablamos con la portera y estamos con los hombres en el

patio y nos calentamos con el fuego de este mundo.

Es maravilloso aclamar ¡Hosanna! a medida que Él entra en la Nueva Jerusalén de un servicio de

avivamiento para sanar al enfermo, salvar al perdido y alimentar al hambriento. Pero, ¿dónde

estamos cuando Él guarda silencio ante los sumos sacerdotes de este mundo? ¿Con quién

estamos cuando el cáncer azota y Él no condena? ¿Dónde calentamos nuestro cuerpo carnal

cuando el frío de la enfermedad de Alzheimer congela nuestra alma y al Señor se le escupe?

¿Cómo contestamos cuando lo terrenal del Señor le lleva hasta la cruz?

D. La respuesta del Señor a la negación

1. El conocimiento y la oración del Señor

·Y en seguida·, dice Juan, ·cantó el gallo·. Ocurrió precisamente como el Señor dijo que ocurriría.

·De cierto, de cierto te digo: No cantará el gallo, sin que me hayas negado tres veces· (Juan

13:38). ¡Oh, sí! Pedro había hecho una promesa resuelta, ·Mi vida pondré por ti· (Juan 13:37).

Pedro tomó una posición valerosa, ·Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la desenvainó,

e hirió al siervo del sumo sacerdote· (Juan 18:10). Pero el Señor de la tierra conocía a Pedro

mejor de lo que Pedro se conocía a sí mismo. ·¡Y en seguida cantó el gallo!·

Sin embargo, el Señor no simplemente sabía lo que Pedro iba a hacer, Él oró por Pedro. ·Dijo

también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo;

pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte· (Lucas 22:31, 32).

Ahora, después que el gallo cantó, ·vuelto el Señor, miró a Pedro; y Pedro se acordó de la

palabra del Señor, que le había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces. Y Pedro,

saliendo fuera, lloró amargamente· (Lucas 22: 61, 62).

2. El mensaje del Señor para Pedro

Los próximos tres días fueron oscuros y tormentosos para los discípulos. Pero Pedro tuvo que

haber gemido en agonía, no sólo por la muerte del Señor sino por su misma traición. Pero

Marcos anota un mensaje especial que le fue dado, por los ángeles, a las tres mujeres que

llegaron a la tumba y que ellas debían llevar a los discípulos y especialmente a Pedro. ·Pero id,

decid a sus discípulos, Y A PEDRO, que él va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, como

os dijo· (Marcos 16:7).

Aunque Pedro le haya negado anteriormente ante la portera; aunque le haya negado ante los

siervos que se calentaban con el fuego; aunque le haya negado ante el pariente del siervo del

sumo sacerdote; con todo ·¡id, decid a sus discípulos, Y A PEDRO!·

El Señor de la tierra entiende nuestra naturaleza aun cuando nosotros no le entendamos a Él.

Aunque le neguemos en Su silencio; aunque declaremos ·No lo soy· cuando el ·Yo soy· sostiene

Su gloria; aunque calentemos nuestros cuerpos mortales con la calidez de las llamas de este

mundo mientras Él sufre la fría oscuridad de persecución; con todo, el Señor envía Su mensaje,

·decid a sus discípulos, Y A PEDRO·. ·¡Díganles!· ·¡Díganle a él!· ·¡Díganle a ella! Dice el

Señor, ·¡díganles que voy delante de ellos. Que vayan ellos. A llá me verán!·

Pastor Billy Wilson

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