El último exámen

Un hombre que cursaba los años del mediodia de su vida, caminaba apresurado por un camino solitario. Iba casi sin ver lo que sucedía en su entorno,


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Un hombre que cursaba los años del mediodia de su vida, caminaba apresurado por un camino solitario. Iba casi sin ver lo que sucedía en su entorno, porque toda su atención estaba puesta en las tareas que debía encarar en la jornada.

De pronto, sorpresivamente para él, advirtió que alguien caminaba a su lado. Reaccionó automáticamente, corriéndose hacia su izquierda, para dejar paso libre al caminante. Pero éste se le acercó para seguir caminando a su lado.

El hombre, con mezcla de temor y de asombro en su corazón le preguntó:

– ¿Quién es usted?

A lo que su acompañante inesperado le respondió con calma. Sin interrumpir el paso:

– Yo soy Dios.

El caminante lo miró fijamente, con más miedo que antes, pensando que se estaba encontrando con un demente.

Pero Dios, retomó la palabra, con el evidente propósito de serenarlo.

-No temas, mi amigo. ¡Soy Dios, y no hay motivos para tu temor!. Y como veo que vas muy de prisa, supongo que no puedo distraerte mucho tiempo. Por eso cumplo el objetivo de este encuentro y te dejaré seguir por tu camino.

Hubo un breve silencio, lleno de suspenso. Hasta que Dios soltó la pregunta:

– ¿Puedes decirme QUÉ HACES?

El hombre sintió un enorme alivio. Tenia la respuesta.

Llevaba en su mano una ¨agenda¨, la abrió y le mostró a Dios el diagrama de sus actividades para el día, la semana, el mes y el año….

– Ya ve, Señor Dios, y ahora comprenderá por qué camino casi corriendo. Son tantos mis trabajos, mis negocios, mis compromisos…que no puedo darme el lujo de perder tiempo.

Y Dios escuchó atento la larga exposición que el hombre hizo de todas sus actividades.

– Bien – agregó Dios-. ¿y puedes decirme LO QUE TIENES?

Nuestro caminante se sintió como un alumno sorteando felizmente el final de un examen. ¡ También en su ¨agenda¨ estaba la respuesta! La abrió y le mostró a Dios las páginas con detalles: campos, casas, acciones, dinero, título, conocimientos….

¡Todo detallado! ¡Y era mucho! De modo que el hombre no pudo evitar un comentario:

– ¡En verdad que no puedo quejarme! ¿No? ¡Evidentemente soy un hombre de suerte! Y…..

Dios lo interrumpió:

– Perdón. Te estoy robando demasiado tiempo. Respóndeme una última pregunta y te dejaré en paz.

– Y tú ¿QUIÉN ERES?

Aquí el hombre sintió que su corazón latía eufórico. Estaba a punto de cerrar aquel inesperado examen con un diez y un ¨felicitado¨.

Abrió su agenda en la primera página y la mostró en silencio. Dios echó una mirada sobre aquella página y siguió su paso callado, con evidentes muestras de insatisfacción en su rostro.

El caminante se sintió naufragar a pocos pasos del puerto. Metió la mano en el bolsillo, sacó su documento, lo mostró a Dios y le dijo:

– ¡De veras! Yo soy Fulano de Tal.

Anduvieron unos pocos pasos, lleno de suspenso. Hasta que Dios se detuvo, miró al hombre fijamente a sus ojos y le dijo:

– Para mostrarme lo que HACES y lo que TIENES dispusiste de muchas páginas de tu ¨agenda¨ y necesitaste mucho tiempo. Para decirme QUIEN ERES te bastó una página y un instante. Estás en el mediodía de tu vida, vine a prevenirte para que no te veas sorprendido cuando nos encontremos al final de tu camino. Porque entonces, cuando ya no puedas hacer nada y cuando hayas abandonado todo lo que tienes, te haré solamente la tercer pregunta: ¿QUIÉN ERES?

Desde aquel día inolvidable, nuestro caminante tiene sobre su mesita de luz unas páginas que escribió para si mismo, y las medita al despertar y al acostarse. En la tapa se lee: AGENDA PARA SER.

Tomado del libro La Rebelión de Dios. Editorial Bonum

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