En sus marcas, listos,… ¡Crezcan!

Por Carrie y Gary Oliver. Es bueno resolver los problemas y salir de ellos, pero también puedes fortalecer tu matrimonio en el proceso. No tienes que estar casada por mucho tiempo para descubrir que las relaciones de pareja son difíciles y los problemas inevitables. Enfrentas desacuerdos que a veces te hacen pensar que la persona con la que te casaste ha desaparecido, y ha sido reemplazada por alguien molesto y demandante, o que escapa cuando hay problemas.

Nuestro matrimonio empezó como muchos. Manteníamos una relación romántica y disfrutábamos enormemente de estar juntos. Nos reíamos, jugábamos y orábamos juntos. Durante nuestro compromiso, que duró nueve meses, teníamos la clara sensación de que Dios bendecía nuestra relación. Como queríamos darle un sólido fundamento a nuestro hogar, asistimos a consejería prematrimonial.

 

Luego de la boda las sorpresas comenzaron a llegar. Habíamos estado casados por menos de un año. Cuando Carrie quedó embarazada de nuestro primer hijo. Diecisiete meses después de su nacimiento Nació nuestro segundo hijo. Carrie trabajaba tiempo completo como madre de dos niños pequeños y Gary ocupaba todo su tiempo como estudiante de doctorado y consejero matrimonial. Queríamos una familia, pero no podíamos soportar tantas presiones. Las finanzas eran difíciles. Las enfermedades propias de la niñez combinadas con la escuela, el trabajo y la iglesia significaba menos sueño y poco tiempo para nosotros. Muchas noches solo caíamos a la cama pesados y exhaustos.

 

Como muchas parejas, esperábamos que la crianza de los hijos fuera un tiempo de gran gozo. No entendíamos que también significaba un gran desafío. Durante el nacimiento de los niños no llevamos la relación a una crisis, pero la dinámica cambió. Nos convertimos poco a poco en casados «solteros».

 

Era como si una mañana uno se despertara más consciente de las debilidades de los otros que de sus fortalezas. Más consciente de las equivocaciones que de los aciertos y más crítico y negativo hacia los demás: los niños, los amigos y aun hacia Dios.

 

Nadie disfruta enfrentando los problemas emocionales. Ante situaciones difíciles nos sentimos incómodos y vulnerables, débiles ante nuestras inseguridades y hasta rememoramos episodios dolorosos de nuestra niñez. Así que guardamos, negamos e ignoramos los problemas mientras pretendemos que todo está bien. Lo que a veces no consideramos es que dondequiera que enterramos un problema es un «enterrado vivo», que emergerá más grande y más fuerte en cualquier momento.

 

Ahora mirando atrás, luego de 22 años de matrimonio y nuestra experiencia como consejeros y educadores, sabemos que nuestra historia no es la excepción. Muchas parejas experimentan tiempos tan difíciles que se convierten en parejas «enfocadas en el problema»; pequeñas irritaciones y frustraciones menores que fueron desestimadas bajo el amor romántico de los primeros tiempos, de pronto son magnificadas. Combinar esto con el desafío de iniciar una familia, ascender en la escala laboral y estar comprometido con el ministerio de la iglesia, puede convertirse en algo abrumador. Muchas parejas se divorcian al estancarse en la ruta del problema sin ver ninguna salida.

 

Tras algunos años de dificultad, nos dimos cuenta de que lo que hacíamos no estaba funcionando.

Luego de mucha oración y largas conversaciones entre nosotros y con nuestros amigos, descubrimos que habíamos desarrollado un matrimonio «enfocado en el problema». Necesitábamos menos tiempo en las quejas y más tiempo en las soluciones.

 

TRABAJANDO HACIA SOLUCIONES

 

El proceso de resolver problemas juntos nos dio esperanza, energía y nos permitió ser más positivos. Sorprendentemente, el mero acto de buscar soluciones hizo que nuestra percepción sobre el tamaño y número de nuestros problemas se redujera. Pero aunque el estado de «enfoque en las soluciones» fue un alivio, todavía existían algunas limitaciones. Estábamos resolviendo algunos problemas y discutiendo menos, pero aun no estábamos experimentando la profundidad e intensidad del amor que Dios diseñó para el matrimonio.

 

En el estado de «enfoque en las soluciones», es fácil encontrar una solución y decir: «gracias a Dios, ya todo quedó atrás», y seguir pretendiendo que nunca ocurrió. No hay duda de que salir de los problemas es bueno. Pero ¿ Las parejas crecen solo por resolver sus diferencias o hay algo más en el proceso que les ayuda a lograrlo?, ¿Es posible resolver un problema sin aprender algo?. Dios no sólo quiere que salgamos de los problemas, sino que crezcamos a través de ellos. Jesús no murió y resucitó para que fuéramos «sobrevivientes». En las palabras de Romanos 8.37, Jesús quiere que seamos «más que vencedores» experimentando victoria total en Él. El Señor hace «muchísimo más de lo que podamos imaginarnos o pedir, por el poder que obra eficazmente en nosotros» según Efesios 3.20. Es decir que no quiere que sobrevivamos a las dificultades sino que prosperemos en medio de ellas.

 

Pronto descubrimos que no todos los problemas se pueden resolver. Un estudio del Instituto Gottman encontró que solo el 31 % de los desacuerdos permanentes de las parejas son acerca de asuntos que tienen solución, el otro 69% son «problemas perpetuos», pues son sobre asuntos irresolubles. Esto es, diferencias fundamentales en la personalidad o necesidades básicas. Todas las parejas tienen que lidiar con asuntos que no tienen solución. La misma investigación dice que lo que importa no es resolver los «problemas perpetuos» sino la forma en que hablamos acerca de ellos .

 

Luego de los primero 10 años de matrimonio entendimos la importancia del crecimiento y oramos para que el Señor lo concediera, pero todavía no estábamos «enfocados al crecimiento». Hace más de 25 años, como parte de su investigación de postgrado, Gary desarrolló un retiro de enriquecimiento matrimonial llamado «Matrimonio en crecimiento». Este buscaba enseñar a las parejas cómo cultivar un matrimonio creciente, apasionado, basado en la confianza y centrado en Cristo. La propuesta era «construir matrimonios en lugar de reformarlos». La investigación mostró que las parejas habían fortalecido sus matrimonios luego de participar.

 

De alguna manera todos esos años enseñando y hablando del crecimiento no se habían trasladado a nuestra propia relación. Descubrimos que si queríamos que nuestra relación fuera de buena a excelente tendríamos que dar el próximo paso. Teníamos que ir más allá de sólo resolver los problemas, a escoger conscientemente mirar nuestra relación desde una nueva perspectiva. Fue entonces cuando cultivamos nuevos hábitos y avanzamos hacia lo que nosotros ahora llamamos matrimonios «enfocados al crecimiento».

 

¿QUÉ ES UN MATRIMONIO «ENFOCADO AL CRECIMIENTO»?

 

Hay algunas características de un matrimonio enfocado al crecimiento :

 

  • Identifican sus problemas pero no conviven con ellos.
    Estos matrimonios identifican sus problemas, pero no solamente para salir de ellos, sino para ver más allá de la solución, cómo Dios puede usar el proceso para enseñarles acerca de Él, de ellos mismos, de su pareja y de su matrimonio. Ellos entienden que los problemas son inevitables y un real desafío para tratar con ellos de tal manera que honremos a Dios y al otro, mientras ayudamos a la relación a crecer a través del proceso.
  • Toman seriamente el desafío del apóstol Pablo de «orar sin cesar»( 1 tes.5:17).
    Una oración diaria consistente, une los corazones y acopla las parejas al liderazgo del Espíritu Santo, aumenta su capacidad para escuchar y les permite ver sus problemas a la luz de lo que ellos pueden aprender y experimentar.
  • Cada miembro de la pareja toma la responsabilidad por lo que Dios quiere hacer en su vida.
    Dondequiera que hay un «asunto» (especialmente en aquellos en que la otra persona ha fallado), buscan aplicar lo que dice el Salmo 139.23 y 24 «Examina mi corazón oh Dios, pruébame y conoce mis pensamientos, ve si hay en mi camino de perversidad y guíame en el camino eterno». Su primera oración es «Señor, cámbiame a mí».
  • Pasan más tiempo enfocados en las fortalezas que en las debilidades.
    Ellos buscan diligentemente animar al otro. Tratan de atraerlo siendo pacientes, amables, prontos para perdonar, otorgando el beneficio de la duda, asumiendo lo mejor. No dudan en expresar abiertamente las cosas positivas con cumplidos cariñosos. Esto es especialmente desafiante cuando el otro está portándose como un verdadero bribón, pero también es cuando más gracia se otorga.
  • Realmente creen que«todas las cosas ayudan a bien, a los que aman a Dios»(Rom.8:28)
    Los buenos matrimonios no solamente «ocurren». Mientras las parejas no ignoren sus problemas, Pueden ver más allá de la búsqueda de soluciones inmediatas, un camino que puede ayudarles a «que fuesen hechos conforme a la imagen de su hijo» (Rom. 8:29).
  • Entienden que «hierro afila hierro» (prov.27.17)
    Así un esposo «afila» al otro. Una esponja no puede afilar a otra esponja. Hierro afila hierro. Cuando enfrentan situaciones de dolor y desánimo, se recuerdan el uno al otro que el producto (un amor más grande y una intimidad más profunda), hace que el proceso valga la pena.
  • Escogen asumir lo mejor del otro.
    Por años hemos enseñado a otros que «El amor es paciente, es amable, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor…todo lo espera, todo lo soporta» (1 co. 13) Ahora tratamos de vivirlo día por día. Una noche hace varias semanas, Carrie me confrontó sobre mi tendencia a trabajar demasiado; yo estaba cansado, lo cual me hizo frustrarme más fácilmente. Aunque mi respuesta no fue brusca tampoco fue muy amable. Luego de media hora, Dios me convenció de que mi respuesta no era consistente con un matrimonio enfocado al crecimiento, como en el que Carrie y yo estábamos comprometidos. Así que fui donde ella estaba y me disculpé. Le dije que sabía que necesitábamos hablar sobre mis horas de trabajo, pero dado que eran las 9:30 p.m. y hemos aprendido a no iniciar conversaciones importantes tan tarde, le propuse continuar la noche siguiente. Ella asintió.

    Cuando llegó el momento acordado, tomé la iniciativa y propuse el tema. Oramos pidiendo a Dios que bendijera nuestra conversación. Agradecí al Señor por el amor de Carrie, su cuidado y su compromiso de excelencia en nuestro matrimonio. Luego de orar le dije lo que creía yo, le preocupaba sobre el asunto ( pues debíamos identificar el problema específicamente). Le pedí a Carrie que me ayudara a entender su perspectiva. Luego de media hora, yo había escuchado y entendido sus sentimientos al respecto y estaba listo para recibir su sabio consejo. Pudimos manejar la dificultad en menos de 24 horas. Hace 10 años, algo así nos habría tomado días o semanas.

.Estos matrimonios identifican sus problemas, pero no solamente para salir de ellos, sino para ver más allá de la solución, cómo Dios puede usar el proceso para enseñarles acerca de Él, de ellos mismos, de su pareja y de su matrimonio. Ellos entienden que los problemas son inevitables y un real desafío para tratar con ellos de tal manera que honremos a Dios y al otro, mientras ayudamos a la relación a crecer a través del proceso.

Hacer la travesía de un matrimonio enfocado a los problemas a uno enfocado al crecimiento, toma tiempo. Necesita determinación y gran cantidad de energía. Nosotros todavía tenemos problemas, a veces estamos en desacuerdo. Hay momentos en los que no nos gusta el otro. ¡ Ese es el mundo real!

Pero que tengamos problemas, no significa que tenemos un matrimonio «en problemas». Cultivar un matrimonio enfocado al crecimiento nos ha ayudado a entender la inevitabilidad de los problemas ; nos desafía a algo más que sobrevivir los obstáculos, aprovechándolos para aumentar nuestra satisfacción, siempre en las manos de Dios.

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