Honrando el Llamado Bíblico a la Maternidad

II Timoteo 3:10-17

Pero tú has seguido mi doctrina, conducta, propósito, fe, longanimidad, amor, paciencia, 11persecuciones, padecimientos, como los que me sobrevinieron en Antioquía, en Iconio, en Listra; persecuciones que he sufrido, y de todas me ha librado el Señor. 12Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución; 13mas los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados. 14Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; 15y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. 16Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, 17a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.

Mi propósito en este sermón es honrar la maternidad y de esta manera glorificar a Jesucristo quien la diseño, la creó y la bendijo mediante su encarnación en el vientre de María y sus palabras desde la Cruz a Juan, en uno de los más hermosos actos de cuidado concluyente por María: “[Juan] He ahí tu madre” (Juan 19:27).

Lo que quiero honrar en este mensaje es el llamado bíblico en la vida de la mujer a tejer la tela de la vida familiar en medio del compromiso al esposo y a su llamado, a dedicarse a sus hijos y la educación de ellos y a comprometerse a Cristo y a su gloria. En otras palabras, quiero honrar el llamado bíblico que hace que el matrimonio, la maternidad y la administración del hogar (en el contexto de la radical disciplina cristiana) sean el centro, el alma, que domine el compromiso de la vida de una mujer.

Existen millones de mujeres solteras y muchas permanecerán así. Hay una gracia de Dios para eso –una gracia muy especial, y para algunas hasta es un llamado. Hay mujeres que son madres solteras y el elemento del matrimonio está dolorosamente ausente, Jesucristo tiene una gracia para ellas. Existen mujeres que están casadas y no pueden tener hijos; o que con sus esposos, toman la decisión de no tenerlos. Jesús tiene una gracia para ellas.

Y hay madres que entretejen su maternidad, su matrimonio y la administración del hogar; con un empleo de media jornada o jornada completa fuera de casa -algunas porque quizás tengan que hacerlo (como las madres solteras), otras porque lo han visto como parte de su llamado y han descubierto modos creativos de intercalar los horarios de forma que no peligren sus compromisos fundamentales en el hogar; otras, tristemente, porque no se han comprometido de corazón a apoyar el llamado del esposo y dedicar sus vida a sus hijos, o administrar el hogar para la gloria de Cristo. Éstas, simplemente han absorbido los valores del mundo a través de la televisión, de los medios de difusión, o de  amistades sin un marco bíblico.

El Propósito De Este Sermón

Mi propósito no es abordar todas estas situaciones. Mi deseo es de animar a las mujeres –y existen millones de ustedes–que creen que el llamado de Dios en sus vidas es el matrimonio, el alegre apoyo al esposo y su llamado, mientras muestran como es la relación entre Cristo y la iglesia; la maternidad, la transmisión a sus propios hijos de una visión de la vida centrada en Dios y que atesora de Cristo; la administración del hogar, la creación de un hermoso y sencillo lugar, un organismo vivo llamado hogar, el cual se convierte, no solamente para la familia, sino también para la comunidad, en un refugio de paz en Cristo y en una plataforma de lanzamiento para la justicia de Dios.

Mujeres, solo quiero animar con este mensaje a aquellas de ustedes que sienten este llamado. Especialmente es el papel de ustedes el que quiero honrar en el día de hoy, porque probablemente no van a recibir aliento u honra del mundo secular. Ellos no conocen acerca de lo que estoy hablando ¿El matrimonio es una parábola de Cristo y su iglesia?  ¿La maternidad es la transmisión de vida a vida de una visión mundial centrada en Dios y en atesorar a Cristo? ¿La administración del hogar es un organismo vivo que se nutre de la paz de Cristo y la justicia de Dios? El mundo no comprende estas cosas.

Este llamado santo y crucial que muchas de ustedes abrazan es muy elevado y tiene poca comprensión o apoyo del mundo. Ustedes  son quienes han escuchado Tito 2: 4-5 no como una cita opresiva sino como una cita liberadora. Pablo dijo a Tito de las ancianas: “que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, 5a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada.” Ustedes han escuchado ese llamado como algo rico, profundo, precioso, elevado, santo, confirmador de los anhelos de su corazón y absolutamente esencial para moldear una iglesia y una cultura centrada en Dios y que atesore a Cristo.

A ustedes dirijo este mensaje como una palabra de honor y aliento. Y para hacerlo quiero usar una parte de mi tiempo en 1 Timoteo 3; y la otra, con ilustraciones de las Escrituras, para rendir tributo a mi propia madre que vivió tan fielmente este llamado.

2 Timoteo 3: 14-15

Primero, examine conmigo 2 Timoteo 3: 14-15:

Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; 15y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús.

1. ¿De Quién Aprendió Timoteo La Palabra?

Quiero que vean dos cosas: primero, ¿de quién está hablando Pablo en el versículo 14 cuando dice, “…sabiendo de quién has aprendido”? Él habla de Eunice y Loida, la madre y la abuela de Timoteo. Hay tres datos que nos llevan a esta conclusión. Primero, Pablo se refiere (en el v.15) a este aprendizaje como algo que ocurre “desde la niñez.” Segundo, vemos en 2 Timoteo 1:5 estas palabras, “rayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también.” Así que Pablo ya, desde el capítulo 1, ha relacionado la fe de Timoteo con lo que recibió de su madre  y de su abuela.

El tercer dato es la respuesta a la pregunta de ¿por qué Pablo no se refirió al padre de Timoteo?  La respuesta se encuentra en Hechos 16:1 donde Lucas nos cuenta acerca de cómo Pablo escogió a Timoteo como compañero misionero en un principio.  “Después llegó a Derbe y a Listra; y he aquí, había allí cierto discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía creyente, pero de padre griego.” Así que Timoteo es el producto de un hogar con una madre creyente y un padre incrédulo. Es por eso que Pablo no dijo que Timoteo había aprendido las Escrituras de su padre. No fue así. Su padre no creía en ellas. Pero su madre y su abuela sí. Es a ellas a las que Pablo se está refiriendo en 2 Timoteo 3:14.

2. Recordar El Carácter De Una Madre Piadosa Es Un Gran Incentivo Para Mantenerse Firme En Las Escrituras Que Le Enseñó

Ahora bien, lo segundo a observar en este versículo es que recordar el carácter de una madre piadosa es un gran incentivo para mantenerse firme en las Escrituras que le enseñó. Leámoslo de nuevo para que pueda ver esto. Versículo 14: “Pero persiste tú [Timoteo] en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido”- O sea, no abandones tu fe, no abandones las Escrituras, no abandones tu Salvación. Entonces llegan estas palabras cruciales refiriéndose de nuevo a Eunice y Loida: “sabiendo de quien has aprendido.”

En otras palabras, Timoteo, una de las maneras -no la única- de fortalecer tu fe, de perseverar en los tiempos difíciles y no renunciar a las Escrituras, es recordar quién te inició en la Palabra de Dios y en el Camino a la Salvación. Recuerde a tu madre y abuela.

Así que pongamos esto bien claro: En este texto el apóstol de Jesucristo le concede a la maternidad y al cuidado de las abuelas un gran honor. Ustedes tienen un llamado que puede ser recordado durante mucho tiempo como el cimiento de la fe, no solamente para sus hijos –recuerde esto- sino para incontable número de personas que serán afectadas por sus hijos. Y eso sin contar los otros miles de efectos resultantes de la fe en sus vidas.

Un Tributo A Ruth Piper

Ahora me pienso ilustrar esta honra rindiendo tributo a mi madre, Ruth Piper. Tengo dos documentos. Uno que escribí acerca de mi madre y otro que escribió mi padre, ambos escritos hace treinta años. Leeré algunas de las citas de mis memorias para ilustrar algunas de las virtudes y compromisos de mi madre cuando vivió este llamado de esposa, madre y administradora del hogar.

Primera, el honor de dios era primordial para mi madre. Escribí:

“Nunca fui azotado por ensuciarme en los pantalones, pero si por faltar a la iglesia; lo que demuestra que a mamá le importaba más mantener limpios el nombre de Dios y mi alma, que sus propias manos.”

Segunda, ella nunca se mostró cínica con mis debilidades sino que siempre estuvo tiernamente identificada. Escribí:

Cuando tuve que dar mi primer “parte” en la Training Union, justo después del día de la promoción cuando todos son más viejos, me enseño a escribir los puntos principales en una tarjeta y justo antes de la cena escuchó mientras yo practicaba con ella, nunca pretendió que no fuera un asunto no era de vida o muerte.

Tercera, Ella Tenía Un Interés Saturado de la Biblia Por Mi Corazón. Escribí:

Mamá conocía el Buen Libro–especialmente los Proverbios; años después cuando yo estaba a tres mil millas de distancia, seguía citando Proverbios en los encabezamientos de sus cartas. El mensaje siempre era el mismo -el pulso del latir de su corazón- se sabio hijo, se realmente sabio: teme a Dios y mantén tú corazón lleno de amor.

Cuarta, mezclada con una ferviente y fiera fe en las realidades del cielo y el infierno, y en la seriedad de la vida cristiana, mi madre tenía un sentido del humor totalmente desinhibido. Escribí:

Tal vez Pablo no podía imitar el parloteo de un bebé, a la Dra. Loren Jones o a todos los personajes de una obra representada en la iglesia; pero mamá sí -¡Y después como se reía! Las había visto a ella y a la abuela Mohn -ciento treinta años de sobriedad alemana- carcajeándose hasta que las lágrimas mojaban el mantel de la mesa. Comenzaba con una carcajada de soprano que podía rajar los tímpanos; su cabeza plateada se sacudía hacía atrás, sus largos dientes blancos se veían debajo de la afilada nariz, y el cuello bronceado se ponía colorado a medida que los tendones se encogían. Era una visión de salud y alegría; y nunca me sentía mejor que cuando mamá reía.

Quinta, se tomaba el bien y el mal muy en serio, y me hizo ser responsable con los más elevados estándares, de modo que en todo conflicto yo cuidaba mucho de mi madre. Escribí:

Y raras veces me sentí peor que cuando mamá lloraba: Una noche me pusieron una multa por exceso de velocidad y mamá lloró como si yo le hubiera disparado a alguien. Era media noche, lloró durante todo el camino a la estación, y me hizo pagarla allí mismo y en ese mismo instante. Una cosa era segura: Yo le importaba mucho a mamá.

Lo que le debo a mi mamá por mi alma, por mi amor a Cristo, y por mi papel como esposo y como padre es incalculable.

Ahora concluyo leyendo el tributo de mi padre. Recuerde cual es mi propósito -honrar y animar a las mujeres que abrazan el llamado bíblico del matrimonio, la maternidad, y a administración del hogar para Cristo y su reino. Estoy actuando en el mismo ánimo de Proverbios 31:1, estoy celebrando un hermoso llamado de Dios, con la vida de una mujer que lo vivió.

Un Documento Conmemorativo Para Ruth, Mi Esposa

por Bill Piper

Ella era una gema invaluable, más rara que el zafiro, el rubí, o el diamante. Su resplandor no dependía de ningún resplandor terrenal o externo. Su brillo venía de adentro, brillando desde la autenticidad de su carácter y la pureza de su alma.

La chispa que avivaba su vida no salía de ningún estimulo material. Venía de un corazón que daba, daba, y volvía a dar sin pensar nunca en recibir. Reflejaba una vida que amaba y amaba hasta que ya no había más amor.

Lo bello de ella venía de su generosidad expandida. Su vida completa era de otros, los que ella amaba, sus amigos sus vecinos y su iglesia. No conocía un lugar de descanso. Las necesidades no tenían fin y su devoción siempre igualaba las exigencias. Intensas fatigas mentales o físicas  nunca la disuadían.

La enorme salud de su carácter se mostraba mayormente en su pródiga bondad. Todos los que la conocieron la sintieron (dieron testimonio de ello) la experimentaron y la creyeron. Todo el que venía dentro del cálido destello de su influencia era querido, animado, alzado y bendecido.

Su belleza no conocía vanidad. Ella despreciaba lo bajo, lo sórdido, el hacer creer Ella detestaba todo lo grotesco y todo lo hipócrita. Su autenticidad era transparente. Ella irradiaba realidad. Para ella la vida no era ni un convento ni una farsa, sino una  expresión  diaria de sinceridad sin tacha.

Su gloria provenía de un amor a la vida. Sus actividades nunca cesaban y sus energías parecían ilimitadas. Su espontánea risa y su contagiosa sonrisa contagiaban a todo aquel que la conocía. Ella disfrutaba estar viva y su vida era hermosa y tenía propósito.

Era el vivo ejemplo de una mujer virtuosa. Estaba vestida con fuerza y honor. Mi corazón confiaba en ella sin temor. Ella veía con buenos ojos los asuntos del hogar. Se quedaba trabajando hasta muy tarde. Sus manos nunca estaban ociosas. Su boca estaba llena de sabiduría y en su lengua estaba la ley de la bondad. Sus hijos se han levantado para elogiarla.

Era modesta, casi hasta pasarse. Siempre la dama, siempre la reina. Tenía un porte equilibrado y con gran dignidad; sin pompa, piedad, o ceremonia. Las últimas tendencias de la moda eran ignoradas si ofendían su sensibilidad o violaban sus convicciones. Nunca pensó en los elogios o la popularidad, siempre estaba satisfecha de servir con espíritu de simpatía y desinterés.

Era el tipo de mujer práctica. Nunca era espléndida. Nunca era derrochadora. Yo era el soñador. Ella evitaba lo que era innecesario, y lo poco práctico.

Por encima de toda su dedicación; a su esposo, su familia, sus amigos y su iglesia, estaba supremamente comprometida a su Señor. Su fe en Cristo nunca flaqueó. Habiendo confiado en él desde que era una niña, con cada año que pasaba más lo amaba. Sus convicciones se mantuvieron firmes en pleno rostro de un mundo cambiante. Las discrepancias de las vicisitudes de la vida nunca alteraron su curso. Se mantenía firme, inflexible, siempre abundando en la obra del Señor. Era una roca, era  fiel. Caminaba con Dios que la amaba, y Dios la tomó. Ahora descansa con aquel a quien amó y sirvió.

La luz de su devoción y el aroma de su carácter continúan vivos para bendecir eternamente las vidas de todos los que la amaron. Su testimonio no se perderá, su compromiso a Cristo no ha sido en vano, su esposo, hijos y todos sus descendientes se levantarán para llamarla bendita.

Este sermón es el cumplimiento de esa profecía  y (oro porque) es un honor y un estímulo a todas las mujeres, que abrazaron el llamado bíblico al matrimonio, al apoyo gozoso a un esposo y su llamado, mientras muestran la relación entre Cristo y la iglesia. A ustedes que han abrazado la maternidad, que es la transmisión a vuestros hijos de una visión de la vida centrada en Dios y que atesore a Cristo; y la administración del hogar que es la creación de un hermoso  y sencillo lugar, un organismo vivo llamado hogar, que se convierta, no solo para la familia, sino también para la comunidad, en un refugio de paz en Cristo y en una plataforma de lanzamiento para la justicia de Dios.

Por John Piper

Por John Piper. © Desiring God. Website: ministros.org

 

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