LA DEUDA DE LOS REDIMIDOS

(Salmo 116) v. 12
Introducción: La vida es toda una deuda. A nuestros padres le debemos la procreación y a Dios el milagro de la creación. La niñez, la adolescencia y la juventud es una deuda de crecimiento y de madurez hacia quienes nos han formado. A nuestros maestros le debemos la transmisión gramatical de los conceptos que nos ayudan a fijar en nuestras memorias las normas de un buen hablante en el rico idioma de Cervantes.

A nuestros profesores le debemos su orientación académica sobre la vocación o carrera que elegimos para nuestro servicio al prójimo. Tenemos una gran deuda con la naturaleza por los hermosos lugares donde vivimos, la tierra que nos da su fruto, el sol y la luna que dan su luz para dar vida a lo creado, ? ¿qué decir del aire que respiramos sin el cual quedaríamos sin hálito de vida?… En esa deuda tendríamos que incluir la comida de cada día, la ropa que nos ponemos, el trabajo que se nos ha dado y la bella familia a la que pertenecemos. La lista seria interminable, pero nuestra deuda mayor seguirá siendo hacia Dios. El es “el Padre nuestro” de quien son y por quien proceden todas las cosas. Los países tienen deudas externas con sus acreedores foráneos, pero los redimidos tenemos una deuda eterna con el Dios de los cielos. El triple derecho de pertenencia que El ejerce sobre nosotros le da la potestad de constituirse como único dueño, señor y soberano de nuestras vidas. Ningún comité especial le pidió a Dios que nos creara, ni sus criaturas mas cercanas le solicitaron que nos sustentara y ningún rey poderoso en la tierra le diseño algún plan especial para que nos salvara. Su creación, sustentación y redención fue un acto exclusivo de su purísima voluntad e incomparable amor para nuestras vidas. Cuando el salmista hace la pregunta, “?Que pagare a Jehová por todos los beneficios para conmigo?” estaba dando por cierto LA DEUDA DE LOS REDIMOS. En otra ocasión el mismo salmista había dicho, “bendice alma mía a Jehová y no olvides ninguno de sus beneficios”. Algunas personas pudieran mal interpretar esta pregunta cuando se habla de “pagar a Dios”. Tenemos que descartar por un lado aquello que plantea que mis obras pueden ser actos meritorios de favores divinos para que Dios los coloque como parte del pago por nuestra salvación. Martín Lutero decía que las obras que pretenden alcanzar la salvación desconociendo lo que ya Dios hizo a través de Jesucristo, son como sacrificios de abominación que el rechaza airadamente. Lo que tenemos que pagar a Dios no es para llegar a ser salvos sino porque ya somos salvos. Los ”beneficios para conmigo” de parte de Dios son de tal naturaleza, que nos es “impuesta necesidad” como decía Pablo, para pagarlos con mis “semanas” de fidelidad, con mis “quincenas” de amor, con mis “mensualidades” de consagración y con mis permanentes “cuotas” de sacrificio por su obra.

ORACION DE TRANSICION: Veamos en que consiste esa DEUDA.

I. TENEMOS UNA DEUDA POR NUESTRA SEGURIDAD ETERNA v. 13

La primera respuesta que el salmista presenta a la pregunta de hoy es: “Tomare la copa de la salvación, e invocare el nombre de Jehová” v.13. Jesús tomo la copa amarga de la cruz para que nosotros tomáramos la “copa de la salvación”. La bebida de esa copa no solo ha endulzado el paladar sino que ha traído paz al alma atribulada, gozo al espíritu quebrantado, perdón para la conciencia culpable y seguridad para nuestro destino eterno. Quien ha bebido la “copa de la salvación” ha pasado de “muerte a vida”, ha escapado del “lazo del diablo”, ha sido “traslado del reino de las tinieblas al reino de amado Hijo” pero sobre todo, “sus pecados han sido perdonados y cubierto su maldad”. La deuda por nuestra salvación es muy grande. El castigo por nuestra paz llevo a Dios a sacrificar lo de mas alto precio. No fue un precio de oro o plata o algún tipo de piedras preciosas, altamente valoradas por el hombre sino la sangre preciosa de Cristo destinado como el cordero para el sacrificio, antes de la fundación del mundo. Nadie puede pagar por la salvación que nos fue dada gratuitamente, pero si podemos cuidar, vigilar, adornar y anunciar esa salvación. Una de las cosas que deberíamos enfatizar siempre es que fuimos salvos para ser mayordomos de esa salvación. Un mayordomo simple y llanamente es un administrador del “negocio de su señor”. La salvación que se os ha dado como regalo hemos de administrarla como por su alto precio. ?Que nos recomienda la Biblia respecto a nuestra salvación? Primero, debemos agradecer por ella. Una persona no salvada esta bajo el juicio eterno, “muerto en sus delitos y pecados” y un candidato para hacerle compañía al diablo con todos sus demonios por los siglos de los siglos. Cuando se nos salvo nuestro nombre fue “inscrito en el libro de la vida” y archivado en la memoria eterna. Tenemos que agradecerle constantemente a Dios porque a el le plació salvarnos por el puro afecto de su voluntad. En segundo lugar, debemos cuidarla. El escritor a los Hebreos hace esta pregunta: “?como escaparemos nosotros si descuidamos una salvación tan grande?” He. 2:3, haciendo una alusión directa a la necesidad de preocuparse por lo que hemos recibido gratuitamente. Es una pena que muchos creyentes hayan recibido la salvación como un boleto que le acredita su entrada al cielo, pero en esta tierra viven a espaldas de tan cara salvación. El tema que muchos no le gusta tocar ni buscar es el de la santificación, pues el mismo apela al abandono de la vieja vida y en consecuencia a “vestios del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” Ef. 4:24. Pero también se nos ordena en tercer lugar a anunciar la salvación. Una buena manera de pagar por este beneficio divino es compartirlo con los que no lo tienen. La razón de nuestra salvación se concentra en escapar del castigo eterno y ayudar a que otros también lo hagan. Se nos pidiera cuenta en el cielo sobre lo que hicimos con nuestra salvación.

II. NECESITAMOS PAGAR LA DEUDA DE NUESTROS VOTOS v. 14, 18

El apóstol Pablo hablando a los romanos en el contexto de nuestros deberes como ciudadanos, nos ha emplazo a: “Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra”. Y luego añade: “No debáis a nadie nada…” Rom. 13:7,8. Todos estamos conscientes de nuestros compromisos. Nos esmeramos para estar al día con todas nuestras cuentas. Hay un honor y una satisfacción muy personal cuando nos damos cuenta que somos “ buena paga”. Pero la mayoría de estos pagos son de carácter impositivo y son legales, de allí que una gran preocupación es porque tengamos un buen record y una “pagina en blanco” por el *****plimiento de nuestros deberes sociales. Esto es bueno, pues habla de nuestro testimonio a los extraños. Sin embargo la proporción nos es igual con nuestros compromisos o votos para con nuestro Dios y su obra. Solemos ser buenos mayordomos con nuestros compromisos externos pero descuidamos el *****plimiento de nuestros compromisos espirituales . En el “no debáis a nadie nada” no podemos desestimar nuestros votos contraídos con Dios. ?Recuerda cuando se entrego al Señor? Ponga en su cuenta personal sus decisiones de consagración y servicio al Señor. Recuerde sus votos para servir en la iglesia a traves de sus dones y talentos. Recuerde su promesa de leer la palabra y tener su tiempo de oracion todos los dias de su vida. Recuerde su promesa de dedicar el dia del Senor para adorarle juntamente con su familia. Recuerde su resolucion de ofrendar y diezmar sistematicamente segun haya sido prosperado. Recuerde su compromiso de dedicar sus hijos en los caminos del Senor como buenos mayordomos de nuestra familia. Recuerde sus metas de ganar a alguna persona para Cristo de acuerdo al tiempo determinado. Una vez hecho esto entondes apliquela la recomendacion de Pablo y haga su evaluacion personal. Si fuera Dios quien tuviera que escribir en su libro nuestro propio record por nuestros votos *****plidos, ?como saldriamos en esa evaluacion? ?tendriamos tambien una pagina en blanco que mostrar como lo hacemos con nuestros compromisos seculares? El salmista repite en dos ocasiones la misma verdad respecto a los votos: “Ahora (no para mas luego) pagare mis votos a Jehova de lante de todo su pueblo” v.14,18. Nuestros votos hacia Dios debemos *****plirlos con prontitud y recordar que su iglesia como su pueblo es el instrumento para hacerlos realiadad.

III. PODEMOS PAGAR LA DEUDA CON UN BUEN SERVICIO v.16

Que bueno es saber que la deuda que tenemos hacia Dios no esta a*****ulando intereses. Hay países tan endeudados en el mundo que lo único que pueden hacer por anos es pagar los intereses de la deuda, lo cual indica que están lejos de cancelar su deuda original. No sucede lo mismo con nuestro Dios. Hace tiempo el puso en acción su propio “plan Marshall”, con la diferencia que mientras los grandes países acreedores ponen condiciones en la llamada condenación de los prestamos, su perdón de la deuda ha sido incondicional. No importa de que tamaño ha sido la deuda de nuestros pecamos, el sacrificio de Cristo ha sido completo para dejar sin efecto nuestra culpa y nuestra carga. ?Que debemos hacer entonces? La única manera de pagar “por sus beneficios” es constituirnos en verdaderos siervos de el a través de su obra. En la Biblia encontramos extraordinarios ejemplos de hombres y mujeres que una vez que la deuda de sus pecados fueron canceladas, tomaron el camino de un autentico servicio. Ellos sintieron que el Señor había “roto mis prisiones” para constituirse en un “siervo tuyo soy”. Un grupo de agradecidas mujeres entre las que habían sido liberadas de demonios, limpiadas de pecado de prostitución o alcanzadas por la gracia de Dios, “..le servían de sus bienes” Luc. 8:2,3. Es maravilloso pensar que mientras el Señor y sus apóstoles se dedicaban a la tarea de la evangelización había un grupo de mujeres muy solicitas que sostenian tan importante ministerio con un buen trabajo de diaconía. ?Preparaban su comida? ?Lavaban su ropa? ?Preparaban un buen descanso? ?Algunas eran consoladoras? No se sabe, pero lo cierto es que ellas le “servían de sus bienes”. Jamás lograremos sentir verdadero gozo en la vida cristiana hasta que no estemos sirviendo al Señor a través de lo que el nos ha dado. Después que el pequeño Zaqueo supo que la salivación había llegado a su casa por cuanto también era hijo de Abraham, dijo: “He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado alguno, se lo devuelto cuadruplicado” Lc. 19:8b. Puede usted imaginarse lo que hizo el endemoniado de Gadara, la mujer con el flujo de sangre, Nicodemo, el ciego de Jericó, Marta, Maria y Lázaro. Que decir de un Pablo que se declaro un “prisionero en cadenas” por servir al Señor. Todos nosotros somos llamados a ejercer nuestra mayordomía cristiana traducida en servicio de amor, en un servicio constante, en un servicio de nuestros bienes y en un servicio en un permanente reconocimiento a la obra de salvación por nosotros. Me gusta la exhortación de Hebreos 6:10 “Porque Dios no es injusto para olvidar vuestro obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aun”. El servicio por los santos será recompensado en la eternidad. !Sigamos sirviendo!

IV. OFREZCAMOS SACRIFICIOS DE ALABANZA POR NUESTRA DEUDA v. 17.

Es obvio que no todos los sacrificios que se hacen en los altares de la tierra suben como aroma agradable delante de la presencia de Dios. De hecho hay sacrificios no aceptables y hasta abominables delante de sus ojos. La Biblia señala que “los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciaras tu, oh Dios” Sal. 51:17. Los sacrificios que presentamos a Dios y que son autenticas expresiones de adoración contemplan primero la actitud de nuestro corazón. Esto es importante tomarlo en cuenta porque una de las quejas que Dios presento a su pueblo fue por presentar un sacrificio, independientemente de lo que sentía su corazón, así se quejo: “Este pueblo de labios me honra pero su corazón esta lejos de mi” Is. Una forma de celebrar la liberación del Señor es precisamente por nuestros sacrificios de alabanza e invocando su nombre. David sabia muy bien que Dios le había sacado de esos estados de postración. El era su libertador y de allí que quiere ofrecer por esa libertad, sacrificios de obediencia y de alabanza. El sabia que el mismo Dios que le había escuchado en la hora de su aflicción le escuchara en la hora de su adoración. Por la deuda eterna de nuestros pecados debemos venir delante de el para ofrecerle el sacrificio de una alabanza alegre, pronunciada e inteligente. Hemos de ofrecer el sacrificio de una alabanza que contempla la presentación de nuestros cuerpos como “sacrificios vivo, santo y agradable” delante de el. Hemos de ofrecer el sacrificio de una alabanza que contempla una ofrenda preparada anticipadamente y un diezmo que ha sido dedicado con gozo y responsablemente. Hemos de ofrecer el sacrificio de la alabanza a través de la presentación de Jesucristo como única esperanza y como único salvador de la humanidad: “Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de el (Cristo), sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesen su nombre” He. 13:15. Recordemos que no puede haber una alabanza de labios sino hay una de corazón; y no habrá alabanza de corazón si no hay una de obediencia. Una alabanza así será como, “..metal que resuena, o címbalo que retine..”. Ofrezcamos como pago a Dios auténticos sacrificios de alabanza que lleguen siempre al cielo como aroma grata en su presencia.

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