LA ERA DE LO RELATIVO FRENTE A LOS ABSOLUTOS DIVINOS

Rev. Julio Ruiz, pastor
(Génesis 3:1-5; Romanos 12:1-2)
INTRODUCCIÓN: El insigne escritor y poeta Nicaragüense, Rubén Darío, en su poema Canción de Otoño En Primavera que dedicara a la juventud, la elogió así: «Juventud, divino tesoro, ya te vas para no volver! Cuando quiero llorar, no lloro… y a veces lloro sin querer». En tan inspirada frase el poeta describió las cualidades, el tiempo y los sentimientos que son propios a los jóvenes de todas las épocas.

Así pues, esta noche se ha dado cita en la tierra de Bolívar, un «divino tesoro» que procede de Latinoamérica, de Norte América y los representantes de otras partes.Para el caso de la juventud cristiana, ella no solo es un precioso tesoro, sino que tiene el sello de propiedad divina. Pero la juventud tiene su tiempo que hay que aprovecharlo y redimirlo porque se va, y con ello se van también las ilusiones, los sueños y nuestra esperanza para construir una vida distinta. Por otro lado, la juventud lleva consigo una carga de sentimientos, algunos de ellos mezclados por las crisis de carácter social, moral, político y espiritual que son tan comunes en los países de donde procedemos. Algunos de ustedes han viajado muchas horas. Por seguro que los sacrificios para estar aquí habrán sido cuantiosos, pero la visión por un continente nuevo y el llamado divino para construirlo, no tienen precio que no pueda ser pagado. Hemos llegado a este lugar como parte de una generación que vio nacer el III Milenio, y venimos a proclamar que el hombre más importante del tiempo pasado y el nuevo que ha comenzado, seguirá siendo nuestro Señor Jesucristo. No será cualquier «iluminado» moderno, que afirmando ser el nuevo Jesucristo, se le rendirá tributos y honores. Nuestra adoración se la venimos a dar al carpintero de Nazaret, al hombre que anduvo en Galilea, al Hijo del Dios viviente, quien ha dado a conocer a Aquel que «habita en luz inaccesible»; al único y soberano Dios. La Nueva Era (NE), en su intención de erradicar el cristianismo de la historia, ha dicho que la Era de Piscis al que perteneció el cristianismo con su oscurantismo y retrasado período del duro, machista e intelectual Dios/Padre, se acabó. Pero que ahora ha nacido la Era de Acuario o la llamada Conspiración de Acuario. Tiempo éste que le pertenece a la femenina e intuitiva Diosa/Madre. Entre todas las cosas que ha dado a luz este movimiento, sin duda alguna, que el rechazo a los valores absolutos, dando lugar a una moral relativa, es su «grito de batalla». Tal afirmación, tan peligrosa como sus propias metas, es la que debemos confrontar en un congreso de esta naturaleza. Porque si la moral es relativa, las prácticas del robo, la mentira, el sexo fuera del matrimonio con toda sus desviaciones, así como el asesinar y estafar, por ejemplo, serían justificadas. Pero estamos aquí para proclamar que nuestra moral no es relativa, pero si que nuestra fe y principios son absolutos. Estamos aquí para enfrentar el desafío a nuestros valores recibidos. Para afirmar que no «venderemos nuestra primogenitura por un plato de lentejas» (Gén.25:24)

ORACIÓN DE TRANSICIÓN: Vamos a considerar los cuatro grandes desafíos del relativismo moderno frente a los absolutos divinos hasta ahora sostenido.

I. EL DESAFIO SOBRE LO QUE SENTIMOS COMO AMOR ABSOLUTO
El tema del relativismo contra los absolutos establecidos por Dios, no es nada nuevo. Nació en el propio huerto del Edén. Allí, la «Serpiente antigua», el tentador de todos los tiempos le insinuó a Eva que su Dios era, algo así, como «exclusivo y egoísta» por la prohibición de alcanzar el árbol de la «ciencia del bien y del mal». De modo que ella consideró la oferta de la tentación como «buena para comer», «agradable a los ojos», y «codiciable para alcanzar sabiduría». La tentación fue tal que se constituyó en irresistible para no ser tomada. De esta manera, aquellos planteamientos que hizo el tentador en Génesis 3, son los mismos que ahora está haciendo el relativismo moderno. Lo primero que Satanás hizo fue poner en duda la palabra de Dios. Vea la pregunta: «¿Con que Dios os ha dicho…? v.1b Esto es la base del relativismo moral. Es el franco desafío a las advertencias divinas, y aquello por él establecido. De modo que Satanás fue el primero en decir que no hay absolutos universalmente determinados. Después le dijo: «No moriréis» v.4. Esto es la bien difundida doctrina de la reencarnación. ¿Sabía usted que ahora hay más gente que cree en esto que en la misma resurrección? Después le dijo: «Serán abiertos vuestros ojos» v.5ª. Esto es lo que en la NE se llama un «cambio de conciencia», donde el pecado con su culpa y sus consecuencias ya no formarán parte del nuevo orden que se busca crear. Y finalmente le dijo: «Seréis como Dios» v.5b. Esto es panteísmo puro. Es la tesis de que «todo es Dios y Dios es todo», por lo tanto no hay ninguna cosa mala en si mismo que no pueda ser practicada. Cuando Eva y Adán «mordieron» el fruto prohibido, se rebelaron contra el amor de Dios, que es el primer absoluto divino. Desde entonces, ninguna cosa ha sido más quebrantada que el amor en sus tres dimensiones: el amor a Dios, al prójimo y a nosotros mismos. La Biblia considera el amor como su asunto más importante y como «…el mayor de todos ellos» (1Cor. 13:13b). Cuando Jesucristo vino resumió toda la ley en un solo y gran mandamiento con esta triple dimensión. Pero el amor bíblico, el revelado por Dios, está siendo desafiado por un amor egoísta, sensual, amoral y relativo. El concepto del amor ha sido tan maltratado y tan mal utilizado que hoy día se acepta cualquier definición. Expresiones tales como: «Yo tengo un perro que es un amor», «mi carro es lo que más quiero» o «el amor de vida eres tú», aunque no sea legítimo. En nombre del amor se ofende a Dios, se traiciona al prójimo y se arruina el individuo mismo. Pero la Biblia dice que el verdadero amor guarda los mandamientos y «… no le hace daño al prójimo». Cuando un joven ha hecho la promesa de «Amar es esperar», por ejemplo, está creyendo en un amor absoluto que no quiere negociarlo con nada para no ofender a su Dios, a otros y a si mismo. Es alguien que está viendo que el amor no «hace nada indebido ni busca lo suyo propio (no es egoísta)». Pero a su vez se da cuenta que el amor es «benigno y que todo lo espera» (1 Cor. 13:4,5,7). De manera que frente a esta nueva espiritualidad sin Dios; a ese rechazo de los absolutos morales, considerando al amor como el principal de ellos, y a esa tendencia donde el hombre y no Dios es el árbitro de lo que está bien o mal, tenemos que levantarnos como una generación que cree en el amor absoluto. El amor que predica la pureza y la santidad a través del sacrificio y la entrega como lo hizo Cristo por su iglesia. No a ese amor barato de películas y de novelas. No a ese amor que gratifica la carne con sus deseos, trayendo después dolor, pena y culpabilidad. Defendamos el amor «que nunca deja de ser». Para nosotros no hay tal cosa como «Amor a la Mexicana» ni tampoco hay el amor de «la vida loca». Hay un solo amor que es absoluto. Ese amor tiene su origen en Dios, porque «Dios es amor». Es el amor que debemos seguir y el que debemos dar a esta generación.

II. EL DESAFIO SOBRE LO QUE SUSTENTAMOS COMO VERDAD ABSOLUTA
Desde que Orígenes, el gran erudito y filósofo cristiano de Alejandría, introdujo la frase: «La Biblia es nuestra única regla de fe y práctica», los que creemos en la inerrancia de la Escritura no hemos tenido dudas de aferrarnos a esta declaración sobre la que se ha construido, prácticamente, el edificio de nuestras creencias. Sin embargo, lo que hemos sustentado como una verdad absoluta, hasta ahora, se ha convertido en la interpretación subjetiva de los hechos. Estamos en presencia de un relativismo tal que sostiene la imposibilidad de una verdad universalmente válida. El nuevo slogan es: «No hay una verdad absoluta, todo es asunto de una mera opinión personal». La NE sostiene que dos afirmaciones contrapuestas pueden ser ambas verdaderas. Siendo esto así, no es extraño que todas las religiones estén en lo cierto y que todos los caminos son válidos para llegar a Dios, incluyendo hasta el de los brujos y adivinos. Esto, en consecuencia, ha dado lugar a la más libre corriente de pensamiento moderno, que arrastrando todo tipo de sincretismo está golpeando lo que hasta ahora hemos reconocido como principios inobjetables y doctrinas no negociables de nuestra prístina fe «una vez dada a los santos». Déjeme darle un solo ejemplo. ¿Quién de nosotros pone en duda la existencia de un Dios-Padre, revelado en tres personas, lleno de amor y misericordia por esta humanidad perversa y pecadora? ¡Nadie! Pero, ¿cómo reaccionaría usted si escucha todo lo contrario? Abiertamente se ha dicho: «Dios no es un Padre celestial personal, sino una fuerza o energía impersonal… El no es un individuo, sino un estructuralismo de energía». La concepción del «Dios» de la NE está basado en una figura femenina, más benevolente y menos condenatoria. Frente a este ataque sin disimulo de nuestra común fe, el joven bautista latinoamericano debe levantarse como un soldado en pleno combate y tomando las palabras del apóstol Pablo, decir: «Porque estoy puesto para la defensa y confirmación del evangelio» (Fil. 1:17). No es cierto que la verdad del evangelio es relativa y que Jesucristo es una de las tantas formas de llegar a Dios. El Evangelio no es una verdad entre muchas otras, sino «la Verdad». Se nos está haciendo creer que no debemos ser absolutos en esta declaración para no ofender a los que sostienen lo contrario. Pero cuando hablamos de la verdad la hemos de considerar en su misma objetividad, es decir, la verdad no depende del número de personas que la defiendan, es verdad en sí misma. No podemos colocar a la Biblia y a Jesucristo como parte de la «gran ensalada» del pensamiento de la NE, que pretende unificar a toda la humanidad bajo una sola religión sin importar lo que usted crea. Aquí es bueno recordar que muchos imperios se levantaron y pretendieron destruir la verdad. Muchos reyes trataron de silenciar el evangelio matando a sus seguidores. Los sistemas ateos, incluyendo estos nuevos pensamientos con su envoltura religioso-filosófico, le han declarado la guerra a la palabra revelada, pero ellos pasarán, sin embargo, la «palabra de Dios nuestro permanece para siempre» (Is. 40:8). No hay verdad relativa para nosotros; o es absoluta o no es verdad. No es cierto que cada uno tiene su propia verdad y que cada uno relata su propia cuento. La historia del Edén hasta el Calvario está sellada con sangre de salvación y esa verdad ni puede ser negada ni podrá ser quitada. Frente a un nuevo Milenio que ha traído consigo la gran crisis del sentido de la verdad, debe levantarse una juventud cristiana que «compre la verdad y no la venda» (Prov. 23:23). Que frente a la confusión que está creando la filosofía de la NE, dando como resultado un hombre calculador, frío, trabajador pragmático y realista , hagamos nuestro el deseo del Señor, cuando dijo: » Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres» (Jn. 8:32). Que frente a ese sincretismo que ha cegado el entendimiento de los hombres para que no le resplandezca la luz de Cristo, podamos orar con el Señor: «Santifícalos en tu verdad. Tu palabra es verdad» (Jn. 17:17). LA VERDAD DE DIOS NO TIENE RELATIVOS. Fue dada por Dios quien es Dios de verdad (Dt. 32:4). Fue en carnada en Jesucristo quien dijo: «Yo soy la verdad» (Jn.14:6). Y fue inspirada por el Espíritu Santo quien es el Espíritu de verdad (Jn. 16:26).

III. EL DESAFIO SOBRE LO QUE POSEEMOS COMO SALVACIÓN ABSOLUTA
La doctrina de nuestra común salvación es el «don no merecido»; siendo esto, la esencia misma de la gracia divina. Considera la exclusión de toda participación humana para alcanzarla, así como de cualquier intermediario a menos que sea el establecido por Dios: nuestro Señor Jesucristo. Expresamos nuestra salvación absoluta en estos términos: «Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos» (Hch. 4:12). Sin embargo, ningún asunto ha sido tan confrontado y maltratado como el tema de la salvación que perdona nuestros pecados. La NE se ha encargado de desfigurar y ponerle un nuevo ropaje a todo aquello que «huele a Biblia» y su tema del destino eterno. No acepta que el hombre sea un pecador, sino que una vez que fue creado a la imagen de Dios obtuvo su naturaleza divina para salvarse. Que el mismo es su propio «dios» y no tiene necesidad de ser salvo por otro. Por lo tanto, no aceptan el pecado como una «rebelión contra Dios». En lugar de ver una cruz donde los pecados fueron clavados, ven la reencarnación como un medio para ser expiados. Afirman que el «karma malo» debe ser substituido por un «karma bueno», aunque esto signifique una trasmigración en diferentes vidas donde se obtiene la ocasión de expiar los errores de una vida anterior Para ellos no hay tal cosa como un cielo y un infierno. El cielo es un «nirvana» donde las almas serán absorbidas en una especie de «mente universal». El infierno es un estado de la mente y tal cosa la creamos nosotros mismos. Categóricamente niegan que Jesucristo sea el Salvador de la humanidad. Rechazan de plano su declaración: «Yo soy el camino, la verdad y la vida», al considerar que él fue solamente un gran «guía espiritual», quien después de haber reencarnado en muchas vidas anteriores se mostró al mundo con una gran sapiencia y poderes parecidos a los de Buda, Zoroastro, Hare-Krishna o cualquier otro avanzado en conocimiento. Jesucristo en ninguna manera es el único medio para llegar a Dios. El mundo, según los cálculos de la NE, se apresta para recibir a su nuevo «salvador». Un tal Mitraya, quien reunirá a todas las religiones bajo una sola y al mundo entero bajo su liderazgo. En un congreso de esta naturaleza, la juventud bautista latinoamericana debe reafirmar su salvación y su fe que es lograda única y exclusivamente por el «arrepentimiento para con Dios», por medio de la «fe en Jesucristo», y a través del nuevo nacimiento que es competencia del Espíritu Santo. Venimos para reafirmar que frente a la descarada pretensión de alcanzar una salvación desconociendo los méritos del calvario: «Jesucristo es el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos salvó de nuestros pecados con su sangre» (Apc. 1:5 ). Que frente al colmo de poner al hombre como una «deidad» igual con Dios, capaz de salvarse a si mismo, la Biblia nos dice : «Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios» (Rom. 3:23). Que frente a aquel empeño de no aceptar a Jesucristo como el eterno Hijo de Dios, cuestionando o negando sus postulados absolutos, colocándolos a la par de todos los que se consideran los substitutos de su propia luz, declaramos que: Jesucristo nos es una luz que brilló en el lejano oriente, sino que es la Luz del mundo y la Estrella resplandeciente de cada mañana. Que él no es un gran maestro de moral que dijo cosas parecidas a un Mahoma o un Confusio, sino que es «Dios con nosotros» quien vino en carne y ahora está en el cielo como el gran intermediario, «… por lo cual puede salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos» (He. 7:26). Su mensaje lo anunciamos como la única esperanza para nuestros pueblos. Que frente al supuesto mundo de paz e iluminación que traerá la «Era de Acuario», la antesala de la segunda venida de Cristo estará precedida por los «dolores de parto» que la tierra está experimentando por causa del pecado. La verdadera paz vendrá a este mundo con la segunda venida de Cristo, cuando establezca su reino que no tendrá fin. De manera que el hombre no podrá salvarse por si solo, a menos que reconozca los méritos del calvario. No hay salvación fuera de él.

IV. EL DESAFIO SOBRE LO QUE VIVIMOS COMO VALORES ABSOLUTOS
Nunca el pecado había sido tan defendido y justificado para ser cometido, que en la presente generación. La NE ha presentado una especie de reinterpretación del mal. Puesto que el mal también es relativo, entonces no hay tal cosa como un sistema ético en esta corriente de pensamiento. Su razonamiento es la que si la persona acepta su propia bondad, todo lo que haga es bueno, aunque sea malo. Su filosofía, «si te gusta y te da placer, hazlo» es todo lo contrario a la afirmación bíblica: «Todo me es lícito, pero no todo conviene» (1 Cor. 6:12). Por lo tanto se afirma que no hay diferencia entre el bien y el mal, entre el vicio y la virtud. Todo depende de la opinión de cada persona. En la muy bien reputada Escuela de Negocios de Graduados de la Universidad de Stanford [California, EE.UU.], en uno de sus seminarios y talleres sobre el potencial humano, se ha dicho: «porque el hombre es una deidad igual a Dios, es incapaz de hacer nada malo; por tanto, no hay pecado, ni razón para sentirse culpable en la vida [The New York Times, (p. 8. 29 Sept 1986.] Esta manera de pensar ha concentrado sus «artillerías» contra los principios éticos y morales de sociedades que antes fueron depositarias de los grandes valores para la familia y que tanto bienestar trajeron a su vida espiritual, social y aun económica. Ahora ni los padres, ni los maestros ni otras personas con capacidad para ser tutores de la moral, tienen derecho de imponer ninguna convicción, ni de prohibir ningún comportamiento. Se votó a favor de no leer la Biblia, de no orar ni hablar de Dios en las escuelas públicas para no ofender a los que creen lo contrario. ¿Cuáles han sido los resultados de este nuevo pensamiento? Una desintegración en todo los órdenes de la familia. Jóvenes y niños matando a sus compañeros de clase. Homosexuales exigiendo sus «human right». Niños recibiendo clases de un gay o una lesbiana. Una humanidad con un gran vacío que explora cada día todo tipo de experiencias emocionales, síquicas y espirituales, siendo muchas de ellas comandadas por el mismo Satanás. Con esto no es extraño que esta sociedad se burle de que alguien crea en Dios y acepte sus demandas éticas. Pero frente a toda esta guerra declarada contra todo los valores éticos y morales dejados por nuestro Dios, hemos de volver a un compromiso y a una lealtad mayor. Nosotros tenemos que saber que el pecado es una rebelión contra Dios, la causa de toda depravación moral y la gran ruina de nuestras sociedades. No tenemos una opción para escoger el pecado porque en su invitación hay engaño, corrupción del alma y destrucción de nuestras ilusiones y sueños. En lugar de justificar cualquier tendencia de esta sociedad pervertida, la Biblia nos dice: «No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta» (Rom. 12:2). Según este texto, el joven en lugar de «conformarse» al molde de los que presentan una moral relativa, debe «transformar y renovar» su entendimiento para que con ello compruebe en su diario caminar qué es lo que le agrada al Señor así como aquellos hombres del pasado lo comprobaron. Como Abraham hemos del alzar nuestros ojos y mirar la tierra prometida y rechazar las «llanuras codiciables del Jordán» que están cerca de la seductora «Sodoma y Gomorra», llamándonos como al iluso Lot para afligir el alma y corromper la familia con aquellos pecados de la carne. Como José hemos de huir de las manos seductoras del pecado sexual que se ha constituido en el asunto más pervertido, permitido y tolerable de nuestro sociedad y preservarnos en santidad para no interrumpir los planes y propósitos divinos. Como Moisés hemos de rehusar llamarnos «hijos de la hija del Faraón», que representa al mundo pagano y «escoger ser maltratados con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas los vituperios de Cristo» (He. 11:24, 25). Seamos como Daniel quien propuso en su corazón no contaminarse con la comida impura y sacrificada a los ídolos de la Babilonia corrupta. Esa resolución le convirtió en el «muy amado de Dios». Pero sobre todo, seamos como nuestro Señor Jesucristo, a quien el mismo tentador del Edén le ofreció fama, riquezas y sensacionalismo pero ni cedió ni se arrodilló para adorarle como se postra la sociedad actual, rindiéndole todo tipo de pleitesía. Jesucristo es nuestro modelo. Su moral es absoluta. Su vida y enseñanza no admite un veredicto equivocado ni se presta para una comparación grotesca e irreverente con cualquier gurú moderno o alguno de los últimos «iluminados» que están apareciendo. Por amor a él no demos cabida a ninguna tendencia o complacencia ofrecida por el pecado para no hacer «vana la cruz» donde murió nuestro Señor Jesucristo. Vengamos ante él esta noche para proclamarlo y adorarlo como Rey.

CONCLUSION: Nuestra juventud encara la realidad de una cultura posmoderna con un desafiante relativismo que abiertamente está negando el amor, la verdad, la salvación y la moral absoluta. Un perverso secularismo está infectando nuestras sociedades, y sus efectos corrosivos están a la vista y avanzan como un gran río indetenible. Pareciera que estuviéramos al lado de un gran «Goliat» frente a un pequeño «David». El relativismo ha desafiado a los «escuadrones del Dios viviente». Pero estamos esta noche para decir a este gran enemigo de la cruz de Cristo: «Tú vienes a mí con espada y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos…» (1 Sam. 17:45). La «armadura» que «Saúl» ofrece queda grande y pesada para enfrentarlo, pero la «armadura espiritual» nos equipa para este gran combate. Y yo no veo otra manera de enfrentar los desafíos a los absolutos divinos sino es a través de una vida rendida a los pies del Señor. Vengamos a él esta noche ofreciéndole un «sacrificio vivo, santo y agradable». El Señor necesita de esta manera tu vida, para contrarrestar lo que ha desafiado sus absolutos.

Por Rev. Julio Ruiz, pastor

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