LA IGLESIA DE LOS ZOMBIES

Por Ray C. Stedman.
Hace algunos años estuve en la ciudad de Adelaida, Australia, y me encontró con que habían hecho planes para que predicase en una iglesia determinada el domingo por la noche. No había estado allí nunca con anterioridad, y no tenía ni idea de cómo sería el culto, pero tengo que decir que fue tan terrible que jamás lo he podido olvidar. El edificio de la iglesia era muy antiguo, con una torrecilla en dirección al cielo y un gran órgano de tubos en el auditorio. Aunque cabían en él unas 800 personas solo estaban presentes 35, la mayoría de las cuales debía tener mas de 60 ó 70 años.

Habían contratado a un organista para que tocase para ellos, que era visiblemente gay, y cuando acabó de tocar recogió sus partituras y se marchó. El coro estaba formado por siete señoras de avanzada edad, al parecer todas ellas de más de 80 años, dirigidas por una alegre viejecita que se esforzaba por que todo el mundo cantase, pero sin demasiado éxito. Mientras esperaba que llegase el momento en que tenía que predicar era consciente de la vida de la ciudad en el exterior, de las personas que no sabían nada acerca de la existencia de esta iglesia ni se sentían influenciadas por ella. Cuando leo acerca de la iglesia de Sardis me acuerdo de aquella congregación en Australia.

Hubo una época en que Sardis fue una de las más importantes ciudades del mundo. Había sido la capital del antiguo reino de Lidia y en el siglo VI a. de C. estaba gobernada por un rey increiblemente rico, que se llamaba Croeso, que se convirtió en el prototipo de la riqueza incontrolada. Recuerdo que cuando era joven oía hablar de las personas que eran muy ricas como «tan ricas como Croeso. Ese proverbio ya no se oye con frecuencia, ahora se dice «¡tan rico como Merv Griffin! Sardis había sido construida sobre una estribación de una montaña de alrededor de 1500 pies de altura sobre el valle y estaba considerada prácticamente como inexpugnable frente a un ataque militar. En varias ocasiones los ejércitos habían intentado derrocarla, pero no lo habían conseguido, pero en dos ocasiones en la historia había caído bajo el asalto extranjero, siendo atacada una vez por los persas y en otra por los griegos, y ambas victorias las consiguieron furtivamente. Sardis vivía tan confiada en que nadie podía derrotarla que no vigiló adecuadamente sus murallas. En lo más oscuro de la noche un grupo de valientes soldados subieron por los lados de la ladera y se introdujeron por una puerta de la muralla en la que no había vigilancia y derrotaron la ciudad. Por lo tanto, Sardis fue una ciudad que se caracterizó por un espíritu complaciente.

La iglesia en esta ciudad es la menos atractiva de las siete iglesias a las que se les escribe estas cartas y nuestro Señor no encuentra en ella nada que ensalzar. He aquí la apreciación que hace de esta iglesia, en el primer versículo del capítulo 3.

«Escribe al ángel de la iglesia de Sardis: el que tiene los siete Espíritus de Dios y las siete estrellas dice estas cosas: yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, pero estás muerto.»

La manera en que el Señor se presenta a sí mismo a cada una de estas iglesias es una clave de cuáles son las necesidades de cada una de ellas. Aquí se llama a sí mismo «el que tiene los siete Espíritus de Dios y las siete estrellas. Estos símbolos nos los explicaron en el primer capítulo de Apocalipsis. Los «siete espíritus son el símbolo del Espíritu Santo en toda su plenitud. Lo que esta iglesia de Sardis necesitaba con desesperación era el Espíritu, vivir por medio del Espíritu, además de que necesitaba recordar que Jesús es el Señor de su iglesia. No depende de los miembros hacerse responsables de la iglesia, ni establecer su forma de gobierno o determinar la naturaleza de su ministerio, sino que es el privilegio del Señor que está en medio de ellos. En Sardis estas eran verdades que habían abandonado o que habían olvidado. Como en todas estas cartas, la vida de la iglesia la revela sus hechos. Nuestro Señor dice, como lo hace en la mayoría de las cartas «conozco tus obras. En Sardis, estas obras se llevaban a cabo con el propósito de impresionar a la gente, dando a esta iglesia un nombre conforme al cual debían vivir. Tenían una buena reputación, pero de hecho era una iglesia muerta. Los miembros no eran, en su mayoría, creyentes y no estaban espiritualmente vivos. Eran lo que llamaríamos «cristianos nominales. Nominales procede del término «nombre, es decir, alguien que tiene un nombre por algún motivo. Nuestro Señor ha declarado: «tienes nombre de que vives, pero estás muerto. Esto indica una iglesia formada por personas que exteriormente profesaban a Cristo, y posiblemente muchas de ellas se considerasen creyentes, pero que de hecho no tenían una vida espiritual, siendo cristianas solo de nombre. Un poeta contemporáneo ha descrito a las iglesias como ésta con las siguientes palabras:

Externamente espléndida como antiguamente, interiormente sin vida, muerta y fría. Su fuerza y su fuego apagados y desaparecidos, Como la luna muerta, que sigue brillando. Por desgracia, existen hoy miles de iglesias como ésta por todo mundo. Es lo que hace que los que no son cristianos tengan una impresión tan negativa de la fe cristiana. Ven lo que profesa, escuchan sus maravillosas palabras, pero esas palabras carecen de vida y nada las apoya. Estas iglesias están formadas principalmente por lo que alguien ha descrito como «personas apacibles, que se reunen de manera apacible con el fin de volverse incluso más apacibles. Hollywood nos ha dado un nombre por causa de las personas que son así: las llama «zombies, o sea cadáveres que están vivos, que andan por ahí como si estuviesen vivos, pero están realmente muertas. Al leer esta carta estamos viendo a «¡la Primera Iglesia Zombie de Sardis!

Hace poco que se ha actualizado esa palabra. Me encontré con una cita de nuestro amigo Calvin Miller de Omaha, Nebraska. Algunos de ustedes conocen su poesía «The Singer (El Cantante) y dice:

Muchos cristianos son realmente Cristaholicos y no discípulos ni mucho menos. Los discípulos son aquellos que cargan con la cruz, que buscan a Cristo, pero los cristaholicos buscan la felicidad. Los discípulos se atreven a disciplinarse a sí mismos, y las exigencias que se hacen a sí mismos les permiten disfrutar la felicidad de su crecimiento. Los cristaholicos son escapistas que están buscando un atajo para llegar a Nirvana. Al igual que los drogadictos, están intentando «escapar de este mundo deprimente.

Nuestro Señor dice que la iglesia de Sardis es una iglesia que tiene reputación de estar viva, pero está muerta en realidad. ¡Es una iglesia de cristaholicos!

Pero al parecer hubo un tiempo en el que esta iglesia estuvo viva, cuando estuvo llena de personas que conocían al Señor y debido a que le conocían, servían a los que no tenían hogar y a los necesitados de la ciudad y así fue como obtuvieron su reputación. Parecían personas dedicadas a buenas obras, pero en aquellos momentos no había vida en la iglesia. Recuerde que Pablo nos advierte acerca de esa situación en su gran capítulo 13 de 1ª de Corintios. Dice: «si yo hablo en lenguas de hombres y de ángeles, pero no tengo amor, vengo a ser como bronce que resuena o un címbalo que retiñe. Aquí tenemos el caso de una iglesia que en un tiempo había realizado un gran ministerio, pero se había ido olvidando de otros. Durante un tiempo había ejercido un gran impacto sobre la ciudad de Sardin, pero en esos momentos no estaba sucediendo nada.

El Dr. William Barclay ha dicho: «Una iglesia corre el peligro de morir cuando empieza a alabar su propio pasado, cuando le preocupan más las formas que la vida, cuando se preocupa más de los sistemas que de amar a Jesús, cuando tiene más interés en las cosas materiales que en las espirituales. Esta iglesia de Sardis carecía de tal modo de vida que, de hecho, no se producía ninguna lucha en ella. Como vemos, hay una gran diferencia entre esta iglesia y el resto de las iglesias. No hay judíos que acusen a esta iglesia a pesar de que había una numerosa colonia de judíos en la ciudad de Sardis. Hacían caso omiso de la iglesia o posiblemente ni siquiera estuviesen enterados de su existencia. Aquí no había falsos apóstoles, no había en ella nicolaitas dominantes, contra los cuales debían protegerse. No había mujeres seductoras, como pasaba en Tiatira. ¡No había nada! ¡Así de claro! ¡Ese era el ministerio de la iglesia de Sardis!

¿Qué necesita una iglesia muerta? Nuestro Señor no pierde el tiempo a la hora de decirselo. ¿Es interesante, no es así, que siga siendo el Señor de esa iglesia? No dice: «no quiero saber nada de vosotros. Les busca una manera de recuperarse y sigue revelándose como Señor de la iglesia. El observar estos pasos que es preciso dar para recuperarse, nos ayudarán también a reconocer ese estado de muerte en una iglesia. Lo primero que necesita una iglesia que está muerta es despertar. Jesús dice:

«¡Despierta! Fortalece lo que aun queda y está a punto de morir, porque no he hallado tus obras completas a la vista de Dios. Recuerda, por lo tanto, lo que has recibido y oído, obedécelo y arrepiéntete, pero si no despiertas, vendré como un ladrón y no sabrás exactamente en qué momento voy a venir.»

Lo primero que necesita una iglesia que está muerta o que se está muriendo es ser consciente de lo que le está pasando. Estas palabras en griego son mandamientos en staccato, palabras duras, como una bofetada en la cara, cuyo propósito es estimular y despertar. Pablo dice en la epístola a los Efesios: «¡Despiertate, tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te alumbrará Cristo. Esa era la necesidad de la iglesia de Sardis. ¡Despiertate! ¡Afronta con sinceridad tu fracaso! ¡Siente el aburrimiento de tus cultos! ¡Tu vida huele a muerte! Preguntate a ti mismo: «¿qué es lo que ha salido mal? ¿Por qué resultan nuestros cultos tan monótonos, tan aburridos y poco atractivos? ¿Por qué no quieren venir las personas? Una iglesia que se encuentra en esa situación necesita hacerse algunas preguntas muy serias, sobrias y sinceras. «¡Despierta! le dice Jesús.

En segundo lugar, «refuerza lo que te queda. ¿Qué era eso? Jesús ya les ha dicho lo que hay de valor en la iglesia. «Conozco tus obras les dice. En un sentido, eran buen as obras, pero estaban incompletas. «Sé vigilante y refuerza las cosas que quedan y están a punto de morir, porque no he hallado que tus obras hayan sido acabadas delantre de Dios. Sus obras eran incompletas, no las habían terminado. Las acciones estaban bien, pero los motivos eran equivocados porque no las estaban realizando por la razón correcta.

Al leer esto, nos damos cuenta de que la iglesia estaba ocupada haciendo buenas cosas, pero las estaban haciendo para impresionar a la gente. Estaban intentando exhibir y recalcar la reputación que tenían ya. Lo que les preocupaba era que las personas que estaban a su alrededor se diesen cuenta y viesen lo que estaban haciendo, pero Jesús dice que incluso esas buenas obras estaban a punto de morir. «Refuerzalas les dice. ¿Cómo? ¡Haciendo que sus motivos sean los correctos! Por todas las Escrituras se nos dice que Dios juzga, no las cosas que hacemos, sino el motivo por el que las hacemos. El lee en nuestros corazones. Está juzgando si lo que hacemos lo llevamos a cabo por amor a él y por gratitud por lo que él ha hecho por nosotros, si nos están o no nos están alabando por lo que hacemos. Las hacemos porque queremos complacerle. Lo que necesitaba esta iglesia era captar de nuevo el significado de las palabras «por amor al Señor y «como para él.

La semana pasada leí en una entrevista que le hacían a la Madre Teresa en la revista Time, sabiendo que está haciendo una obra tan maravillosa en la ciudad de Calcuta, en la India. Entre otras muchas cosas que dijo estuvieron las palabras «intentamos realizar nuestra obra por medio de la oración, haciéndola con Jesús, para Jesús y como si se la hiciesemos a él mismo. Eso nos ayuda a poner todo nuestro corazón y nuestra alma en ella. Los moribundos, los tullidos, los mentalmente enfermos, las personas a las que nadie quiere y por las que nadie se interesa, son Jesús disfrazado. ¡Qué maravilloso espíritu! Eso era lo que tan desesperadamente necesitaba esta iglesia de Sardis.

En tercer lugar, necesitaban recordar lo que habían oído, obedecerlo y arrepentirse. Al llegar a este punto en concreto, la Nueva Versión Internacional de la Biblia, de la que estoy leyendo, no es exacta. Dice «recuerda, por lo tanto, lo que has recibido, pero en griego no es «lo que has sino «cómo lo has recibido. Lo que oyeron, como es natural, fue el evangelio. Habían oído el mensaje de Jesús, su crucifixión a favor de los pecadores, su resurrección, el hecho de que estaba a disposición de los seres humanos por medio del Espíritu para fortalecerles y les transmite su vida de justicia y su situación. Habían escuchado todo eso, pero lo importante era ¿cómo había llegado hasta ellos? «recuerda cómo has recibido y oído esto. A lo que se está refiriendo es al ministerio del Espíritu. Recuerde que El es el que tiene a los siete espíritus. Al principio de haber oído estas personas el evangelio lo habían hecho por medio del Espíritu, ya que la palabra les había sido transmitidas por el poder del Espíritu.

Hace muchos años me encontraba en Chicago y un domingo por la mañana entré sigilosamente en el gran Templo Metodista del Loop. Mientras esperaba que comenzase el culto, leía en la parte de atrás del himnario la declaración doctrinal de la iglesia, una declaración que tuvo su origen, principalmente, con John Wesley. Era algo que había sido tomado de los días en que se produjo el gran avivamiento evangélico en Gran Bretaña cuando los hermanos Wesley y George Whitfield predicaron a cientos de miles de personas en los campos y por las calles de las islas británicas. Ese evangelio fue el mismo evangelio que siempre había predicado la iglesia, pero en aquellos días llegó con un poder inusitado gracias al Espíritu. El credo de la iglesia de Chicago seguía siendo aun el mismo, pero el espíritu del culto que contemplé fue frío y formal y tenía muy poca vida en él. Puede que esa iglesia se haya recuperado ahora, al menos eso espero, pero entonces tenía un nombre conforme al que debía vivir, pero estaba espiritualmente muerta.

¿Cómo nos apoderamos del Espíritu? ¿De qué manera podemos traer de nuevo la vida del Espíritu a una iglesia que tiene el evangelio? Las Escrituras solo mencionan una manera de conseguirlo, pero es muy sencilla. En su forma más breve es: «arrepentios y vivid. ¡Arrepientete! Mirese a sí mismo y vea las actitudes equivocadas, su manera de ver la vida equivocada, la opinión que tiene de sí mismo como persona inaceptable ante Dios. ¡Y entonces crea! Coloquese ante la gracia de Jesús, recibiendo de él la palabra de gracia. Deje que eso eche raíces en su corazón y él le impartirá a usted la vida del Espíritu de Dios. Eso era lo que necesitaban los miembros de aquella iglesia, arrepentirse y creer.

Al estar allí sentado, leyendo esa declaración doctrinal, en Chicago me regocije por el hecho de que la denominación metodista se hubiese aferrado al credo formulado por John Wesley, pero mi corazón se sintió entristecido al seguir el culto. Me marché, no con el corazón animado y estimulado, sino entristecido por lo que había presenciado. El verdadero arrepentimiento produce la conversión y hace posible que el Espíritu imparta vida en Cristo. Por eso es por lo que nuestro Señor le dice a Sardis: «Acuerdate, pues, de lo que has recibido y oído. Guárdalo y arrepiéntete. Ese es el punto de partida.

Lo cuarto que necesitaban era recuperar la esperanza de la vuelta del Señor. «Si no eres vigilante les dice Jesús, «vendré como ladrón; nunca sabrás a qué hora vendré a ti. Ya hemos visto en el primer capítulo y en varias de las cartas la esperanza de la venida del Señor descrita. Es la gran esperanza hacia la cual se ha venido dirigiendo la iglesia desde su principio mismo. Pero aquí tenemos una iglesia que ha perdido su esperanza de lo que había de venir. El aspecto de la venida de nuestro Señor que necesitaban de manera particular no era su aparición visible en gloria para establecer su reino, cuando todo ojo le verá, como se describe en el primer capítulo, sino mas bien ese aspecto de su segunda venida que describió nuestro Señor en su gran discurso del Monte de los Olivos en Mateo 24:43. Allí nos dice que vendrá de repente, sin advertencia alguna, de la misma manera que viene un ladrón para robar los tesoros en una casa. Algunos amigos míos estaban en una ocasión durmiendo en su casa, en el piso de arriba y cuando bajaron por la mañana se encontraron con que su casa había sido saqueada y sus objetos de plata y sus tesoros, habían desaparecido. No habían oído nada porque un ladrón no anuncia su venida, sino que viene silenciosamente, se lleva lo que quiere y vuelve a desaparecer.

Así es como empezará la parusia, la venida del Señor. El se llevará de repente a su iglesia, sacándola de este mundo del que desaparecerá. Pablo lo describe de una manera maravillosa con palabras verdaderamentre emocionantes en 1ª de Corintios 15, el gran capítulo de la resurrección. Allí nos dice: «He aquí os digo un misterio: no todos dormiremos (es decir, moriremos), pero todos seremos transformados, en un instante, en un abrir y cerrar de ojos. Eso nos lo muestra enfaticamente como la esperanza especial de la iglesia, que es el tesoro del mundo que no ha sido reconocido, pero el Señor vendrá como un ladrón y se la llevará consigo. Esa es la descripción de lo que en teología denominamos el «rapto de la iglesia (la partida de la iglesia posiblemente sea un término mejor).

Cuando el Señor venga como un ladrón, si los miembros de una iglesia no son creyentes, y aunque tengan un nombre por el que vivir no tienen una vida espiritual, se quedarán atrás. Por lo que el Señor nos advierte aquí: «si no eres vigilante, vendré como ládron; nunca sabrás a qué hora vendré a ti. Como ya hemos dicho, en la actualidad existen muchas iglesias así por todo el mundo. He estado en muchas de ellas en diferentes países y también muchas de ellas aquí en los Estados Unidos. Es triste ver a las iglesias tan faltas de vida y aburridas cuando podían estar vivas y ser iglesias vitales. Hay un período de la historia de la iglesia que se caracteríza principalmente por esta situación de la iglesia de Sardis. Se extiende desde la segunda mitad del siglo XVI, inmediatamente después de la Reforma, hasta aproximadamente mediados del siglo XVIII, al principio del avivamiento evangélico. La Reforma, como es natural, fue una época durante la cual la iglesia pasó de la muerte a la vida. Cuando Lutero descubrió la gran verdad de la justificación por la fe nada más y comenzó a predicarla por toda Alemania, las buenas noticias corrieron como el fuego por todas las naciones del norte de Europa. Las personas se dieron cuenta de nuevo de la grandeza y de la libertad del evangelio y en toda Europa prendió la llama de la libertad.

Al contemplar su televisión hoy y ver las ciudades de la Europa del este llenas de personas excitadas y animadas, dominadas por la emoción de verse libres de las condiciones de esclavitud y de depresión, está usted viendo de nuevo lo que debió de suceder en la Europa de principios del siglo XVI. No ha habido tanta emoción por el derrumbamiento del muro de Berlín desde que Josué hizo que se derrumbasen las murallas de Jericó. De igual manera en los días de Lutero el evangelio se extendió como la polvora por toda la región y las crueles murallas de la esclavitud espiritual cayeron ante el poder de la palabra de Dios.

Los reformadores predicaron de nuevo la verdad acerca de Jesús, realizándolo gracias al poder del Espíritu. Martin Lutero en Alemania, el Conde Zwinglio en Suiza, Calvino en Ginebra, John Knox en Escocia, todos ellos predicaron acerca de la justificación por la fe; predicaron que Cristo era el Salvador suficiente de los hombres y que necesitaban creerlo y recibirlo individualmente. Estas buenas noticias se extendieron rápidamente, pero solamente duró un tiempo relativamente corto. Cualquiera que esté familiarizado con la historia de la iglesia se preguntará por qué los grandes fuegos de la Reforma se extinguieron tan rápidamente cuando desaparecieron los reformadores. Se había cometido una equivocación terrible. Las iglesias comenzaron a fallar incluso estando aun vivos los reformadores porque descuidaron importantes aspectos de la teología y se centraron principalmente en el camino de la salvación.

De este modo, aquellos hombres cometieron un enorme y grave error. ¡Comenzaron a relacionar el descuido y el liderazgo de la iglesia con el gobierno del país en el que vivían! Lutero lo hizo cuando esperó recibir la protección de los príncipes alemanes en contra del poder de Roma. Zwinglio lo hizo en Suiza porque estaba relacionado con el gobierno del país y colocó a las iglesias bajo su atención uniéndolas directamente con el estado. Calvino lo hizo en Ginebra cuando intentó convertir la ciudad en una teocracia. También lo hizo Knox en Escocia, adoptando el sistema de las iglesias estatales, lo cual resultó ser una equivocación sumamente peligrosa y un error destructivo que acabó vaciando al evangelio de su contenido espiritual y ya no había vida en las grandes palabras. El credo seguía siendo el correcto y estos credos siguen existiendo hasta la fecha, pero en la mayoría de los lugares donde sucedía eso desaparecía la vitalidad de las iglesias.

En 1965, viajé con un grupo de hombres de negocio de esta región para ir por toda Alemania, Dinamarca, Holanda, Inglaterra y Escocia. Tuvimos la oportunidad de reunirnos con los dirigentes laicos de las iglesias estatales de estos países, que nos contaban invariablemente lo poco atractiva que era para ellos la vida de la iglesia. Muchos de ellos asistían con regularidad, pero no disfrutaban ni mucho menos. Lo único que hacía que siguiesen participando era la lealtad a un sistema.

El motivo de esta muerte era que los pastores de las iglesias del estado habían recibido el encargo de actuar como siervos civiles. Tenían que encargarse de todos los bautismos, las bodas, los entierros de todo el mundo en la parroquia (asignándoles regiones geográfica que generalmente estaban compuestas por cientos de miles de personas). Eso significaba que no les quedaba tiempo suficiente para estudiar y predicar la Palabra como es debido. El resultado era que las iglesias se veían muy rápidamente privadas de oir la Palabra y ver manifestarse el poder del Espíritu y la vida fue marchitándose en ellas. En Copenhagen, un pastor me dijo con lágrimas en los ojos: «Oh, cómo me gustaría predicar la Palabra como lo hacen ustedes en los Estados Unidos, pero no tengo tiempo. Tengo que casar a todo el mundo, tengo que bautizar a todos los bebés que nacen y enterrar a todas las personas que se mueren en la parroquia, y sencillamente no me queda tiempo para estudiar. (¡Normalmente lo describen como sacar del cascaron, unir en matrimonio y despachar a todo el mundo!) Deseaba ardientemente poder estudiar, pero no podía transmitir la verdad de la Palabra a su congregación debido a que estaba atado al estado. Esto sigue siendo aun algo que sucede prácticamente por toda Europa y las iglesias allí están casi vacías Puede que queden unos pocos creyentes entre los presentes, pero la membresía de la iglesia se compone de personas que tienen un nombre, pero que están espiritualmente muertas.

Pero ahora se les hace una promesa a las personas que son fieles al Señor incluso en las iglesias que están muertas. En lo versículos 4 al 6 nuestro Señor nos dice:

«Sin embargo, tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestidos y que andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas. De esta manera el que venza será vestido con vestidura blanca y nunca borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.»

Las vestiduras blancas son siempre símbolo de redención en las Escrituras. En el capítulo 7 de este libro leemos acerca de una gran multitud de personas que pasado por la gran tribulación y que han «lavado sus vestidos y los han emblanquecido en la sangre del Cordero. Claramente, las vestiduras blancas son una señal de haber sido redimidos, de haber sido salvados por la gracia de Dios. Recordemos las grandes palabras de Isaías en su primer capítulo. El versículo 18 dice: «Venid, pues, dice Jehová; y razonemos juntos. Aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos. Aunque sean rojos como el carmesí vendrán a ser como blanca lana. Eso es lo que puede hacer la sangre del Cordero. Se dice de estos que son «dignos no porque hayan llevado vidas buenas y morales, posiblemente muchos de ellos no lo habrían hecho, sino porque habían lavado sus pecado en la sangre del Cordero. Eran dignos porque Dios les había impartido la justicia de Cristo y ese es el don que concede a todos los que vienen a él con fe. Usted ya no tiene necesidad de abrirse camino o conseguir una buena relación con Dios, cosa que no podrá usted conseguir nunca. Es algo que Dios le concede por creer en su Palabra y por recibir su perdón.

Estos son, pues, los vencedores que se mencionan en el versículo 5. El Señor les promete tres cosas concretas. Primero, estarán «vestidas con vestiduras blancas, es decir, recibirán la justicia de Dios. Muchos de los himnos reflejan esta gran verdad.

Jesús, tu sangre y tu justicia son mi belleza y mi glorioso vestido; entre mundos encendidos, con ellos ataviado con gozo levantaré mi cabeza.

En segundo lugar promete: «nunca borraré su nombre del libro de la vida. Esa promesa ha preocupado a muchas personas porque han pensado en seguida «eso quiere decir que algunos pueden ser borrados del libro de la vida. Si me ha sido dada una vez la justicia de Dios ¿puedo perderla de nuevo? Si no vivo tal y como debería hacerlo, o si no camino de un modo justo delante del Señor, ¿puedo volver a perderla? Pero fijémonos de qué modo lo expresa el Señor. No dice que sea borrado el nombre de nadie. Sus palabras sencillamente tranquilizan a aquellas personas que han confiado en él, diciéndoles que su nombre nunca será borrado.

Creo que está tratando acerca de los temores de los redimidos. Muchos cristianos se sienten preocupados al pensar que tal vez puedan perder su salvación. En ocasiones, cuando nos hemos portado mal, cuando hemos hecho cosas acerca de las que nos sentimos avergonzados, nos preguntamos «¿qué me ha pasado? ¿es que ya no soy cristiano? ¿He perdido mi salvación?

Cuando no era mas que un joven pastor, recuerdo que un día me llamó un amado y anciano pastor presbiteriano, el Dr. Francis Russell, uno de los hombres que habían realizado un ministerio en PBC en aquellos primeros días. Vivía aquí en la ciudad y tenía más de 90 años, y este santo hombre me llamó y me pidió que fuese a verle. Le encontré profundamente angustiado por el hecho de que al acercarse al final de su vida se preguntaba si era cristiano después de todo. Las personas se sienten con frecuencia precupadas por pensamientos así. El Señor lo sabe, y en este caso nos está tranquilizando diciéndonos: «no, no tenéis que preocuparos. Si eres realmente creyente, si has venido a Cristo, si has nacido de nuevo, y tienes mi vida en ti, nunca borraré tu nombre del libro de la vida. Esa palabra «nunca es el negativo mas fuerte en el idioma griego y debería traducirse como «nunca, nunca, bajo ninguna circunstancia, borraré tu nombre del libro de la vida. ¡Qué seguridad tan maravillosa!

«Al contrario dice Jesús (y esta es la tercera cosa), «confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles. Cuando lleguemos a la gloria, nuestras vidas serán visibles para todo el mundo y entonces nada será oculto. Jesús nos dice: «lo que habéis hecho en secreto, se proclamará desde los tejados de las casas. Todo quedará expuesto. Ningún aspecto de la vida podrá ocultarse. Sabiendo eso, muchos de nosotros tenemos un poco de miedo aparecer en la gloria porque conocemos verdades acerca de nosotros mismos que no queremos que sepan otros.

Pero Jesús nos dice: «cuando os encontréis con toda vuestra vida desvelada para que todo el mundo lo pueda ver, os miraré y os diré eres mío,. Reconoceré vuestros nombres delante de mi Padre y de todos sus ángeles. Este pecador, esta persona deshonrada, este personaje indigno, quiero que lo sepa el universo entero, ¡me pertenece! Eso es lo que prometió hacer en el capítulo 10 de Mateo.

De modo que las palabras finales, como siempre en estas cartas, van dirigidas al que tiene oídos para oir- «Escuchad dice «a cada carta. Toda la Escritura es provechosa para aquel que tiene en sí la vida de Cristo.

Al llegar al final de este culto, puede ser que haya algunos aquí que no han venido realmente nunca a una vida en Cristo. El asistir a la iglesia es excelente, pero no le salvará a usted nunca. La membresía en la iglesia tiene su valor, pero no le salvará nunca. Usted será salvo cuando se arrepienta de depender de sí mismo, cuando deje de poner su esperanza en conseguir lo que quiera por su propia personalidad y creyendo que Jesús lo ha resuelto todo por usted mediante el sacrificio de sí mismo, recibiéndole como su Señor y Salvador. Es entonces cuando se imparte la vida del Espíritu y eso era lo que necesitaba la iglesia de Sardis.

Oración

Gracias, Padre, por esas palabras que resuenan y nos hacen sentirnos seguros de nuestro Señor Jesús, sabiendo que él nos lleva con mano fuerte y que nunca pereceremos, sino que tendremos vida eterna, tal y como nos prometió. En el nombre de Jesús, amen.



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Nº de Catálogo 4193

Apocalipsis 3:1-6

Quinto Mensaje

3 de Diciembre, 1989



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