La Ofrenda del Pastor hacia Dios

Romanos 15:14–21
En cuanto a vosotros, hermanos míos, yo mismo estoy también convencido de que vosotros estáis llenos de bondad, llenos de todo conocimiento y capaces también de amonestaros los unos a los otros. Pero os he escrito con atrevimiento sobre algunas cosas, para así hacer que las recordéis otra vez, por la gracia que me fue dada por Dios, para ser ministro de Cristo Jesús a los gentiles, ministrando a manera de sacerdote el evangelio de Dios, a fin de que la ofrenda que hago de los gentiles sea aceptable, santificada por el Espíritu Santo. Por tanto, en Cristo Jesús he hallado razón para gloriarme en las cosas que se refieren a Dios. Porque no me atreveré a hablar de nada sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí para la obediencia de los gentiles, en palabra y en obra, con el poder de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios; de manera que desde Jerusalén y por los alrededores hasta el Ilírico he predicado en toda su plenitud el evangelio de Cristo. De esta manera me esforcé en anunciar el evangelio, no donde Cristo era ya conocido, para no edificar sobre el fundamento de otro; sino como está escrito: Aquellos a quienes nunca les fue anunciado acerca de El, verán, y los que no han oído, entenderán.


Cerca de 1200 pastores están llegando para la conferencia del Pastor que comienza el lunes. Muchos están aquí hoy. Elijo continuar avanzando en nuestro viaje de ocho años a través de Romanos en este fin de semana, porque vi la meta ministerial de Pablo, en Romanos 15:14-18, como una verdadera meta para todos los pastores. También tiene su aplicación para todos los cristianos, pero aquí tengo en mente ayudar a los ministros de la Palabra a aclarar cuál es nuestro llamado y cómo todo nuestro pueblo es parte de él.
Una razón para gloriarnos en Cristo Jesús

Vayamos por tanto a la primera declaración principal del pasaje, y veamos nuestra meta pastoral, y luego veamos cómo otras partes del texto arrojan luz sobre ello. Lógicamente el versículo 17 es la idea central de los versículos 14-18. Todo lo demás lo apoya, éso es lo que quiero decir con «idea central». Note la palabra «Por tanto», cerca del comienzo del versículo 17: «Por tanto [basando esto sobre algo que acababa de decir], en Cristo Jesús he hallado razón para gloriarme en las cosas que se refieren a Dios». Así que usted puede ver qué va delante de este versículo que lo apoya y nos guía hacia él. Eso es lo que el «Por tanto» comunica en el versículo 17.

Luego, el siguiente versículo (18), comienza con la palabra «Porque», para mostrar que se va a dar más apoyo (o argumento, o fundamento) para el versículo 17. «Por tanto, en Cristo Jesús he hallado razón para gloriarme en las cosas que se refieren a Dios. Porque no me atreveré a hablar de nada sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí «. De modo que si usted considera solo los versículos 14-18, el versículo 17 es la idea central en el fluir de las ideas de Pablo. Está apoyado por lo que va antes y lo que va después. Por decirlo de alguna forma, el versículo 16 y el versículo 18 están sosteniéndolo.

Entonces, ¿qué está diciendo el versículo 17? «Por tanto, en Cristo Jesús he hallado razón para gloriarme en las cosas que se refieren a Dios». El mensaje del versículo 17 no es solo que Pablo tiene algo en qué gloriarse, sino que su jactancia es en «Cristo Jesús”. Él dice: «Por tanto, en Cristo Jesús he hallado razón para gloriarme en las cosas que se refieren a Dios». Hay dos razones por las que es absolutamente crucial ver que la jactancia de Pablo es «en Cristo Jesús».

Primero, porque el orgullo es algo feo a los ojos de Dios, y Pablo mismo dice: «Pero el que se gloría, que se gloríe en el Señor» (2da a los Corintios10:17). Y: «Pero jamás acontezca que yo me gloríe, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo» (Gálatas 6:14). Y: «¿Dónde está, pues, la jactancia? Queda excluida» (Romanos 3:27).

Esa es la primera razón por la que debemos estar claros en que la jactancia de Pablo, en el versículo 17, es «en Cristo Jesús”. La jactancia en uno mismo es pecado. ¡Oh cuán sutil es! No es solo un problema de palabras. Un pastor puede utilizar el lenguaje que exalta a Dios para jactarse en sí mismo, hablando demasiado de sí mismo y de su ministerio. Pablo está tomando un riesgo aquí, en el versículo 17, pero no asuma lo peor y considere cuán absolutamente está este libro enfocado en Dios.

La segunda razón por la que necesitamos ver que Pablo se gloría «en Cristo Jesús» es que todo el pasaje está edificado sobre la verdad de que Dios obra por su gracia mediante las personas, de modo que cuando un ministerio prospera, es Dios quien lo ha hecho mediante el Espíritu de Cristo. Lo veremos en un momento.

Así que la meta de Pablo, y nuestra meta como pastores debe ser gloriarnos en Jesús en toda nuestra obra. Es decir, debiéramos proponernos hacer nuestra obra de modo que Cristo reciba la gloria. Cuando Pablo dice, en el versículo 17: «Por tanto, en Cristo Jesús he hallado razón para gloriarme en las cosas que se refieren a Dios», quiere decir: «Cristo ha obrado en mí y para mí y mediante mí, de tal modo que mi obra se ha convertido en Su obra, y mi jactancia, es una jactancia en Él». Esa es la meta de nuestra vida y ministerio.
Una ofrenda aceptable y santificada

Pero esto es demasiado general. La obra de Pablo, y la meta de su obra, está mucho más precisamente definida en estos versículos. Así que necesitamos mirar atrás, al versículo 16, y hacia adelante, al versículo 18, para ver cuál era la meta de Pablo en términos más concretos, y cuál debiera ser la nuestra. La misma meta es mencionada en los dos versículos, pero con palabras diferentes. Leámoslos, y vea si puede ver la única meta común en los dos versículos.

Versículos 15-16: «Pero os he escrito con atrevimiento sobre algunas cosas, para así hacer que las recordéis otra vez, por la gracia que me fue dada por Dios, para ser ministro de Cristo Jesús a los gentiles, ministrando a manera de sacerdote el evangelio de Dios, a fin de que la ofrenda que hago de los gentiles sea aceptable, santificada por el Espíritu Santo». Así que aquí la meta de Pablo es ofrecer los gentiles a Dios aceptables y santificados por el Espíritu Santo. Pablo cree que su ministerio es un instrumento en las manos de Dios para preparar un pueblo para Dios, un pueblo aceptable y santificado.

Ahora el versículo 18: «Porque no me atreveré a hablar de nada sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí para la obediencia de los gentiles». Entonces, la meta de Pablo aquí es traer a los gentiles a la obediencia. Él creía que su ministerio era un instrumento en las manos de Cristo para traer un pueblo que fuera obediente a Dios.

Ahora ponga las dos metas una junto a la otra. Versículo 16: la meta es un pueblo aceptable y santificado por el Espíritu Santo. Versículo 18: la meta es un pueblo obediente a Dios mediante Jesucristo. Creo que las dos son esencialmente la misma meta: un pueblo santificado por el Espíritu, un pueblo obediente mediante Jesucristo. Un pueblo santo y un pueblo obediente – conforme a la santidad de Dios y conforme a la voluntad de Dios.

Así que ahora podemos expresar la idea central de este pasaje con enfoques específicos. El versículo 17 dice que la experiencia suprema de Pablo es gloriarse o jactarse o exultarse en Cristo y en lo que ha hecho mediante el ministerio de Pablo. Y los versículos 16 y 18 nos dicen lo que ha hecho: Él ha creado un pueblo santificado y obediente que Pablo trae a Dios como una ofrenda de adoración.

Así pudiéramos expresar la idea central: La experiencia suprema de Pablo es exultarse o gloriarse en Cristo y en su obra mediante Pablo para preparar una ofrenda a Dios, a saber, un pueblo santo y obediente.1
Exultándonos en la obra de Dios

No piense que el llamado de un pastor es muy diferente a este. Nuestro propósito es exultarnos en Cristo y en su obra mediante nosotros al preparar para Dios una ofrenda de un pueblo santo y obediente. Quizás usted pregunte: «¿Por qué no solo decimos que nuestro propósito es preparar a un pueblo santo y obediente para Dios? ¿Por qué dices que nuestro propósito es gloriarnos o exultarnos o jactarnos en Cristo y en su obra mediante nosotros para preparar una ofrenda de un pueblo santo y obediente? ¿Por qué enfatizar que nos proponemos exultarnos, y que esta jactancia es en la obra de Cristo mediante nosotros?»

Hay dos respuestas. Una es que todo este pasaje está edificado sobre la verdad de que Dios, Cristo, y el Espíritu Santo, están obrando mediante nosotros para producir la santidad y la obediencia del pueblo de Dios. Y necesitamos decir nuestra meta en un modo que lo tenga en cuenta.

Y la otra razón es que la santificación y la obediencia del pueblo de Dios son algo emocionante. Es algo glorioso. Es algo milagroso. Es algo profundamente gozoso y satisfactorio. Ver a un pueblo crecer en una obediencia radical a Jesús, y verle perder su amor por el mundo y enamorarse de Cristo, y verle buscar primeramente el reino de Dios y dejar ir a las cosas materiales, verle volverse osado en su testimonio, y compasivo por los pobres, y respetuoso hacia la divernidad étnica, y devoto hacia la pureza sexual y comprometido con las misiones mundiales, y viviendo un estilo de vida guerrero que maximiza los recursos para la causa global de exaltar a Cristo. Ver eso ocurriendo en nuestro ministerio es lo más grande que puede ocurrir a un pastor.

Es por eso que el versículo 17 no está presentado en términos de simples hechos: «En Cristo Jesús, entonces, mi obra ha sido fructífera». Está presentado en términos de una profunda experiencia del alma. «En Cristo Jesús, entonces, tengo razón para estar orgulloso, tengo razón para exultarme, y tengo razón para gloriarme, tengo razón para jactarme de mi obra para Dios». El propósito del ministerio pastoral es, por tanto, no solo preparar una ofrenda a Dios de un pueblo santo y obediente. Es gloriarse en ello, y jactarse en ello, y exultarse en ello. La voluntad de Dios no será honrada en nuestro trabajo si no nos sentimos emocionados por Su gloriosa obra en nuestra obra.2
Dios obrando en toda nuestra obra

Vayamos ahora, por tanto, a esta verdad fundamental que recorre todo este texto, a saber, que en toda nuestra obra está Dios, quien obra para que cuando nos exultemos o jactemos, nos exultemos y jactemos en Él. Usted lo puede ver, al menos, en cuatro lugares. Vayamos hacia atrás y terminemos en el versículo 14 y en la aplicación de todo esto para las personas que están siendo preparadas como una ofrenda a Dios.

El versículo 18 no pudo ser más claro: «No me atreveré a hablar de nada sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí para la obediencia de los gentiles». Lo único de lo que Pablo hablará es de lo que Cristo ha hecho mediante Él. Note dos detalles: primero, Pablo trabajó, segundo, fue Cristo quien trabajó mediante Él. Así es como Dios nos da importancia, pero mantiene toda la gloria para Él. 1ra a los Corintios 15:10: «he trabajado mucho más que todos ellos, aunque no yo, sino la gracia de Dios en mí”. Y Romanos 11:36: «Porque de El, por El y para El son todas las cosas. A Él sea la gloria para siempre. Amén». Así que vemos que en toda nuestra obra para preparar una ofrenda a Dios, es Dios quien obra.

Luego el versículo 16. Al final, la frase clave es: «santificada por el Espíritu Santo». Esto significa que el Espíritu Santo es la causa decisiva en la preparación de un pueblo santo para el Señor. El Señor está preparando un pueblo para el Señor. Pero la instrumentación de Pablo se ve cuando él describe su rol como «ministrando a manera de sacerdote el evangelio de Dios, a fin de que la ofrenda que hago de los gentiles sea aceptable, santificada por el Espíritu Santo». Esto significa que la aplicación del evangelio, por Pablo (su enseñanza y predicación y escritura y exposición y aplicación del evangelio), es esencial para la santificación de la ofrenda que está preparando para Dios. El Espíritu Santo realiza esta obra santificadora aislado del evangelio de Cristo de Cristo (Juan 16:14). Él vino para exaltar a Cristo. Él obra para santificar un pueblo donde Cristo sea levantado en alto en todas Sus obras y maravillas. Así que vemos, nuevamente, que en toda nuestra obra para preparar una ofrenda a Dios, es Dios quien obra.

Luego, en el versículo 15, Pablo dice: «Pero os he escrito con atrevimiento sobre algunas cosas, para así hacer que las recordéis otra vez, por la gracia que me fue dada por Dios». Aquí Pablo está obrando activamente para preparar una ofrenda a Dios que es santa y obediente, ¿cómo? Escribiendo una gran carta a los romanos. Pero tan pronto como sus palabras salen de su boca, dice que esta carta solo es posible «por la gracia que me fue dada por Dios». En otras palabras, no estoy escribiendo bajo mi propia autoridad, o con mis propias fuerzas. En toda mi obra para preparar una ofrenda a Dios, es Dios quien está obrando.

Finalmente, en el versículo 14, Pablo dice: «yo mismo estoy también convencido de que vosotros estáis llenos de bondad, llenos de todo conocimiento y capaces también de amonestaros los unos a los otros». Esto puede parecer fuera de lugar con relación a los otros versículos, como si fuera una manera simple de suavizar la difícil y larga enseñanza y exhortación de Pablo: «Sé que les he escrito una carta larga y pesada, pero no es realmente porque ustedes sean débiles y necios».

Sin embargo, creo que hay algo más que ocurre aquí. Véalo con cuidado. Si están todos «llenos de bondad», y están todos «llenos de todo conocimiento», entonces, ¿qué necesidad tienen de ser instruidos (o literalmente, amonestados), unos a los otros? «Yo mismo estoy también convencido de que vosotros estáis llenos de bondad, llenos de todo conocimiento y capaces también de amonestaros los unos a los otros». ¿Cuál de las dos? ¿Están llenos de bondad y de todo conocimiento? ¿O necesitan ser amonestados unos por los otros para crecer en bondad y en todo conocimiento?

Creo que Pablo diría: Partiendo de lo que he escrito, ustedes pueden comprender que estar llenos no significa ser perfectos. Porque entonces no sería necesario que se amonestaran o instruyeran unos a otros. Lo que «llenos» significa es que Dios les ha dado abundante bondad y abundante conocimiento, hasta el punto de que pueden sobreabundar con amonestaciones y exhortaciones e instrucciones y advertencias y palabras de ánimo unos a los otros, para que dónde exista la necesidad, puedan proveer, a fin de que todos podamos progresar juntos hacia la completa santidad y obediencia. Y todo esto con una llenura que Dios mismo provee (vea el versículo 13).
Un giro sorprendente

Esto significa que terminamos con un giro sorprendente para los pastores y su pueblo. Hasta ahora hemos dicho que nuestra meta es gloriarnos en Cristo y en Su obra mediante nosotros para preparar una ofrenda de un pueblo santo y obediente. Hemos enfatizado que la gran verdad fundacional bajo esta meta es la verdad de que en toda nuestra obra para preparar una ofrenda para Dios, es Dios quien obra.

Ahora vemos, en el versículo 14, quizás para nuestra sorpresa, que las mismas personas, la ofrenda misma que estamos preparando para Dios, deben tomar la medida de la bondad y el conocimiento que tienen, y usarla para amonestarse unos a otros. En otras palabras, ellos son absolutamente cruciales, en su ministerio unos a otros, para prepararse a sí mismos como una ofrenda santa y obediente a Dios. Esto significa, para nosotros los pastores, que nuestro propósito es ahora este: exultarnos en Cristo y en Su obra mediante nosotros para preparar una ofrenda de un pueblo santo y obediente al predicar y enseñar y orar y aplicar el evangelio de Cristo de modo que las mismas personas sean llenas con bondad y conocimiento para amonestar e instruir y exhortar y advertir y animarse unos a otros.

Y por debajo de esa meta yace la gran verdad que exalta a Dios: En toda nuestra obra, y en toda la obra de ellos, es Dios quien obra. A Él y mediante Él y para Él sea la gloria, por siempre. Amén.

Por John Piper. © Desiring God. Sitio Web: deseandoaDios.org