LA TRAICION Y LA GLORIA

Rev. Julio Ruiz
(Juan 13:31, 32)
INTRUDUCCION: En nuestro mensaje anterior hicimos referencia a Judas como alguien contado entre los 12 apóstoles. Fue escogido por el Señor, por lo tanto perteneció al grupo que acompañó al llamado del Hijo del Hombre. Nadie más como él para tener el privilegio de palpar y tocar el “verbo divino”. Considerado como uno de los hombres de alta confianza al dársele la administración de las finanzas del naciente movimiento cristiano. Pero Judas entró al grupo con ideas preconcebidas.

Seguramente acarició por muchos años su sueño revolucionario y la futura liberación de la nación que por tantos años había sufrido bajo el gobierno de los enemigos. El vio en Jesús el hombre esperado y por tanto tiempo buscado. Le vio hacer cosas excepcionales, lo que fue alimentando más sus altas aspiraciones de corte política. Vio la forma cómo se enfrentó a los fariseos. Conoció el poder para alimentar a miles de personas en un solo instante. Oyó de la autoridad para reprender la tempestad y sacar fuera demonios. Todo esto parecía llevarle a la culminación de sus más en*****brados anhelos. Pero descubrió en el hombre de Nazaret la rareza del amor. Oyó que en lugar de odiar a los enemigos (incluyendo a los romanos), había que amarlos. Oyó que si alguien le golpeaba en una mejilla que pusiera la otra . Que el que quería ser el primero entre el grupo se convertiría en el último. Y seguramente que la noticia de su muerte prematura precipitó su decepción por Jesús, conduciéndole a un radical cambio que fue dando lugar al camino de la traición. Puesto que no logró sus aspiraciones egoístas dio “lugar al diablo” para que este pusiera en su corazón la vil idea de entregarlo por una miseria de dinero. Su plan para traicionar a su Maestro fue tan bien concebido que ninguno de sus propios amigos de equipo tenía la más mínima sospecha de él. Pero contrario a lo que el traidor hizo, Jesús reconoce que eso dio lugar a la glorificación. Note que cuando Judas salió para consumar su malvado plan, Jesús habló de la ocasión para ser exaltado. Jesús no dijo, “ahora es crucificado el Hijo del Hombre”, sino más bien: “Ahora es glorificado el Hijo del Hombre..”. Jesús no valía 30 piezas de plata. Eso, en todo caso fue el precio de Judas. Pero como Jesús sabía que él no daría un paso atrás en la consumación de su plan, entonces vio su traición como la ocasión para lo que sería el asunto más sublime de su vida: la glorificación. Este será el tema de hoy.

ORACION DE TRANSICION: Veamos cómo la traición da lugar a la glorificación

I. FUE EL TIEMPO PARA QUE EL HIJO FUERA LEVANTADO EN GLORIA

Paradójicamente, la salida del traidor a ejecutar las órdenes de Satanás y con ella su tenebrosa obra, le causó a Jesús un gran alivio. La forma como está construido el verbo en esta oración abarca toda la vida del Salvador hasta ese momento. ¿Cuál vida? Aquella que estuvo marcada por sus limitaciones temporales. Esa vida de renunciamiento, de hondos padecimientos, de obediencia absoluta al Padre, de abnegación eficaz; de esa actividad que ha tenido el sello de su poder. Por todo esto el Hijo del Hombre ha sido glorificado. Lo fue en medio de aquellos que fueron objeto de su gracia tierna, amor incondicional y su más tierno y cuidadoso pastoreado. Las fuerzas del mal estuvieron muy activas en la hora cuando Jesús se aprestaba para ir a la dolorosa cruz. Seguramente Satanás había pensado que aquella era su hora para la gran venganza y para derrotar finalmente a Jesucristo. Pero mientras el mundo de maldad y oscuridad levantaba voces de júbilo y gritos de victoria, Jesús mira hacia adelante y ve más allá del dolor de los clavos, el gran momento de su glorificación. La muerte en la cruz no sería el fin de su carrera sino el gran comienzo para ser levantado en gloria. La gloria de Jesús que fue siendo adquirida a través de sus singulares y únicas cualidades, tales como su humildad y su amor no sería opacada por sus terribles humillaciones y sus sufrimientos que experimentaría desde el Getsemaní hasta la vergonzosa cruz. Todo su padecimiento llegó al feliz término cuando exclamó “consumado es”. Jesús nos muestra que el camino a la exaltación nunca está ausente del camino de la renuncia y de la entrega anticipada.

II. FUE EL TIEMPO PARA QUE DIOS SE GLORIFICARA EN EL HIJO
Ninguna cosa llena más nuestro corazón como padres, que las buenas noticias que recibimos de nuestros hijos. Suena muy bien al oído aquellas palabras cuando alguien califica con elogios la actitud de nuestros «vástagos» .Las noticias de sus éxitos académicos, de sus éxitos en los trabajos, de sus éxitos como esposos o padres responsables o de su continuo crecimiento en el Señor toca muy hondamente nuestro corazón. En un sentido el éxito de ellos es también nuestro éxito, aunque también su fracaso llega a ser también nuestro fracaso. Dios, el Padre eterno, tuvo a su único Hijo, y en todo lo que él hizo en su misión a la tierra, el Hijo Jesús llenó de satisfacción al Padre. No encontramos ni una sola queja de parte del Dios Padre hacia su Hijo. Mas bien hubo constantes reconocimientos a su persona y a su obra. Las palabras que ningún otro profeta había oído antes, salieron también del cielo para calificar a Cristo: “Este es mi Hijo amado en quien tengo contentamiento”. A través de toda la vida de Jesús, el Padre ya se había glorificado. En todas sus obras el Hijo atribuía toda la gloria al Padre. Cuando pedía que se orara en su nombre ponía de manifiesto que eso sería para que el Padre fuera glorificado. Cuando hacía algún milagro que pudiera despertar una auto exaltación sencillamente decía que aquello tenía el propósito de honrar y glorificar a su Padre. Dios fue glorificado en su hijo, pues todos sus atributos, tales como: su justicia, su amor, su santidad y su misericordia jamás habían sido mostrados con tanto resplandor y gloria que como lo hizo Jesús. La traición de Judas contribuirá también para que “Dios sea glorificado en él” v.31b. ¿De qué manera fue glorificado Dios con la muerte de su Hijo? ¿Cómo pudo un acto de esta magnitud traer gloria a Dios? Los seguidores de la Nueva Era no aceptan tal posición por les parece una vil crueldad que un Dios de amor haya sacrificado a su propio Hijo, de allí que escriben: “Gran número de personas se han sentido movidas a irse de las iglesias, porque éstas han presentado un concepto de Cristo que hoy en día les resulta imposible de aceptar a la mayoría de las personas que tienen la facultad de pensar, como el Hijo unigénito de Dios, sacrificado por su Padre amoroso para salvar a la humanidad de los resultados de sus pecados..” (New Age, pag. 26 by Walter Martín). Pero lo cierto es que el Padre se glorificó en el Hijo cuanto este no rehusó la única forma de salvar a la humanidad. Al momento que el Hijo fue levantado en la cruz, el Padre fue levanto en gloria.

III. FUE EL TIEMPO PARA LA ADMISION A LA COMPLETA GLORIA

Juan en sus profundos conceptos teológicos y considerando que el propósito de su libro es presentar a Cristo como el es mismo Verbo divino, nos dice:”Dios también le glorificará en si mismo..”v.33b. La ofrenda del cuerpo de Cristo entregada por los pecados sirvió para que el Padre le admitiera en la gloria que es su esencia divina. Cuando el traidor salió para entregarle, Jesús declaró su misión concluida, por eso oró así: “..he acabado la obra que me diste que hiciese”. Puesto que a través de la obra concluida, Jesús glorificó a su Padre ahora tiene el derecho a “reclamar” su posición original que tuvo antes de venir y limitarse en un cuerpo humano. Fue por eso que oró de esta manera: “Yo te he glorificado en la tierra… ahora, pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuera” (Jn. 17:4,5). Cuando Jesús vino al mundo, la segunda persona de la Trinidad se limitó; en un sentido de “despojo así mismo” de toda la gloria que dispensaba en la eternidad. Mientras vivió con los hombres, y aunque mostró la gloria del Padre, siempre fue limitada. Cuando el Verbo se hizo carne “vimos su gloria” pero fue una gloria limitada. Cuando nació los ángeles cantaron, “Gloria a Dios en las alturas” pero fue una gloria limitada. Cuando fue transfigurado y apareció con él Elías y Moisés, su rostro reflejó una gloria especial pero de igual manera fue limitada. Fue la obra de expiación que le permitió recuperar toda su gloria. Jesús cuando oró a su Padre él no hablaba de una gloria cualquiera sino de “aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuera”. ¿Puede usted imaginarse como era esa gloria? Se trata de aquella “gloria inaccesible” donde vive Dios, y solo al Hijo se le ha permitido entrar allí. Es sumamente interesante ver al Cristo de los evangelios, descrito en sus limitaciones y padecimientos y luego ver al Cristo que nos presenta el mismo Juan en su libro del Apocalipsis. Yo puedo imaginarme a Juan cuando describe la gloria de Cristo comparada con aquel que conoció como su Maestro en la tierra. Cuando Juan vio al Señor en este estado de gloria, no tuvo fuerzas físicas para contenerse ante tanta gloria y “cayó como muerto ante sus pies” (Apc. 1:12-17) v.17a. El texto de nuestro mensaje termina diciendo “y en seguida le glorificará” v.32c. Dios no esperó a la última hora para hacer este reconocimiento. El Hijo fue glorificado, entró a su “gloria inaccesible”. Tanto fue esto que la primera misión del Espíritu Santo cuando llegó fue glorificar al Hijo (Jn. 16:14)

CONCLUSION: La glorificación total de nuestro Señor Jesucristo involucró su muerte, resurrección y ascensión. La traición de Judas dio lugar al gran plan eterno. Cuando Jesús vino al mundo fue privado de toda su gloria. Pero una vez ascendido al cielo no solo ha recuperado aquella gloria que tuvo con el Padre antes que el mundo fuese, sino que ahora nosotros tenemos el privilegio de contemplar su gloria, de estar un día en su gloria pero también de vivir para siempre con el Cristo glorificado. Un día seremos vestidos de un cuerpo nuevo y glorificado, y esta será la única manera de estar en pie ante su gloria. En esa condición Dios nos mostrará su gloria. Judas traicionó a Jesús, y mientras él está perdido para siempre, Jesús está glorificado para siempre. Nuestra tarea por lo tanto es traer gloria al nombre de Jesús en la vida, en la iglesia y en el mundo.

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