LIBERTAD FINANCIERA: SALDANDO LAS DEUDAS

Era tiempo de regocijo cuando la trompeta plateada sonó. El ciclo de los cincuenta años había sido completado. El Año de Jubileo había llegado. En los tiempos del Antiguo Testamento, bajo la ley, el Año de Jubileo era el sábado de sábados y era tiempo de gran celebración. El Jubileo significaba un tiempo de descanso, descarga y restauración. Y todas las deudas eran perdonadas. Si usted le debía dinero a alguien, cuando llegaba el año de jubileo, usted era libre de la preocupación de esa deuda.

Piense un poco – suponga que una gran trompeta, o corneta, sonara en las Naciones Unidas hoy e inmediatamente todas las deudas

fueran perdonadas. Deudas de tarjetas de créditos, hipotecas, préstamos para vehículos,

préstamos de gobierno, préstamos para negocios, préstamos personales cambiarían a cero

inmediatamente. ¡Qué fiesta habría alrededor del mundo! Sin embargo, puesto que la

celebración del Año de Jubileo acabó en el Antiguo Testamento, eso nos deja ahora con un

mundo de deudas.

Las naciones alrededor del mundo y billones de personas están nadando en el mar de sus

propios gastos extras y se están ahogando en sus propias deudas. Las preocupaciones de las

deudas en miles de hogares son simplemente abrumadoras. Esta enfermedad fiscal de la deuda

trae depresión, desanima y destruye. En muchos casos, la deuda viene a ser un problema

espiritual.

I. La deuda – síntoma de una enfermedad más grave

En los Estados Unidos hay 100 millones de hogares y 420 millones de tarjetas de crédito.

De acuerdo a Christian Financial Concepts (Conceptos cristianos sobre las finanzas) una

compañía regular de tarjeta de crédito permite que un individuo tome prestado un 250 por

ciento más de lo que esta persona concebiblemente puede pagar. 70% de los que tienen

tarjetas de crédito mantienen un balance pendiente de más de $7,000. Muchos estudios

revelan que las familias que usan tarjetas de crédito gastan de 25% a 30% más de lo que

gastarían si usaran efectivo. 80% de los norteamericanos deben más de lo que tienen. La

familia promedio gasta 115% de lo que gana anualmente. Tanto la deuda del consumidor

como las bancarrotas aumentaron un 20% desde 1995 hasta 1998. En 1998 solamente,

1.4 millones de personas declararon bancarrota sólo en los Estados Unidos. Casi 80% de

las parejas divorciadas entre las edades de veinte y treinta años declaran que los

problemas financieros fueron la causa primordial de sus divorcios.

Se adhiere a todo esto el hecho de que pagamos en intereses casi un 10% de nuestro

ingreso anual, pero solamente le damos a Dios un 2%. De hecho, el año pasado en

Estados Unidos, se gastó más dinero en gomas de mascar que lo que se donó a Misiones

Mundiales. La deuda es un síntoma de una enfermedad mucho más grave que se anida en

el corazón de los hombres y las mujeres. Es la enfermedad de la avaricia y de lo que la

Biblia define como codicia. Codicia por tener más, lujuria por las cosas. Ese deseo

insaciable de cosas y por tener el dinero para conseguirlas ha consumido el corazón de

millones. En muchas formas, la deuda es un síntoma de la enfermedad del descontento.

“Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos

traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y

abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en

tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en

destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual

codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores” (1

Timoteo 6:6-10).

Usted no tiene que ser como los demás. Usted no se tiene que comparar continuamente

con nadie más. Usted no tiene que vivir como ellos viven, manejar lo que ellos manejan,

trabajar donde ellos trabajan, o hacer lo que ellos hacen. Usted puede vivir una vida

contenta. La deuda es solamente un síntoma de la enfermedad del descontento.

II. La deuda – una oportunidad para aplicar los principios bíblicos

La Biblia no está silenciosa en el tema de la deuda. La Palabra de Dios nos habla en cada

área de nuestras vidas inclusive en cómo administrar nuestras finanzas y nuestras deudas.

La deuda está vista negativamente en las Escrituras.

“El rico se enseñorea de los pobres, y el que toma prestado es siervo del que presta”

(Proverbios 22:7).

Cuando nos endeudamos pasamos a cierto grado de atadura. Nos restringimos

espiritualmente y emocionalmente. Nos cargamos tanto que no podemos caminar

libremente como Cristo nos manda.

“No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha

cumplido la ley” (Romanos 13:8).

Debemos buscar la forma de liberarnos de las deudas en nuestras vidas. La Palabra de

Dios también habla de cobrar intereses exorbitantes.

“Si uno de ustedes presta dinero a algún necesitado de mi pueblo, no deberá tratarlo

como los prestamistas ni le cobrará intereses” (Éxodo 22:25, NVI).

“El que aumenta sus riquezas con usura y crecido interés, para aquel que se compadece

de los pobres las aumenta” (Proverbios 28:8).

“El que amasa riquezas mediante la usura las acumula para el que se compadece de los

pobres” (Proverbios 28:8, NVI).

Pasos prácticos que puede tomar para saldar sus deudas . . .

A. Determine su situación exacta – sume todo lo que usted realmente debe y comience a

orar por la dirección de Dios hacia la liberación.

B. Congele sus préstamos – esto puede significar la destrucción sus tarjetas de crédito y

aprender a vivir únicamente de su dinero efectivo. Ron Blue, un autor cristiano,

aprendió que viviendo por un año con un presupuesto basado en dinero efectivo, sin

usar sus tarjetas de crédito, redujo sus gastos generales hasta un 33%.

C. Trace un plan de pago. La mayoría de personas necesitan un presupuesto realista. Si

usted espera restablecerse, debe tratar de pagar más del balance mínimo de sus

tarjetas de crédito. Por ejemplo, si usted debe $2,705.00 con un interés del 18.38% y

para de usar esa tarjeta y empieza a pagar solamente el mínimo cada mes, le tomará

27 años y 2 meses para pagarlo todo. El interés pagado sería de $11,047.00.

D. Busque ser responsable a otro – pídale a alguien – un consejero espiritual o alguien

que pueda mantenerle responsable por el plan que usted se trazó para salir de sus

deudas.

E. Pague sus diezmos y dé para la Obra de Dios – Dios promete que de acuerdo como

usted le responde a Él con sus diezmos y sus ofrendas, así Él derramará de Sus

bendiciones hasta que sobreabunde. Cuando usted compromete sus finanzas al Señor

una ola invisible le cubre. Dios le comienza a proteger y le sostiene y ayuda aun

financieramente de maneras que el hombre no puede ayudarle.

F. Camine en el Espíritu – El Espíritu Santo le dará la sabiduría y el poder para salir de

las deudas y continuará enseñándole cómo vivir una vida en libertad espiritual. El

mandato de Cristo es que caminemos en la libertad que ya Cristo nos ha dado. Dios

puede hacerlo. Él puede darle la victoria sobre sus finanzas y puede convertirle en el

acreedor y no en el deudor.

III. La deuda – un recordatorio de la gracia de Dios

El Año de Jubileo era un tiempo en que todos los prisioneros eran libertados, todo el

trabajo cesaba y todas las deudas eran perdonadas. Esto nos sirve como una clave lección

divina de lo que usted y yo recibiremos en Jesucristo. En Cristo somos libertados. En

Cristo encontramos descanso y en Cristo la deuda de nuestro pecado es perdonada.

“En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y

envió a su Hijo para que fuera ofrecido como sacrificios por el perdón de nuestros pecados” (1

Juan 4:10, NVI).

“Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de

vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de

Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación” (1 Pedro 1:18-19).

Jesús compara el perdón de nuestro pecado al perdón de las deudas.

En Lucas capítulo 7, Jesús se encuentra comiendo en la casa de un fariseo. Una mujer

que era pecadora trajo un frasco de alabastro con perfume. Se postró a los pies de Jesús detrás de

Él llorando y empezó a lavar Sus pies con lágrimas, y los enjugó con el cabello de su cabeza, y

besó Sus pies y los ungió. El fariseo llamado Simón pensó que Jesús debía saber que esta mujer

era pecadora.

Jesús le dijo a Simón . . . “Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios,

y el otro cincuenta; y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de

ellos le amará más? Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más, T él le

dijo: rectamente haz juzgado. Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu

casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y las ha

enjugado con sus cabellos. No me diste beso, mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar

mis pies. No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies. Por lo

cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó muchos; mas aquel a quien

se le perdona poco, poco ama. Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados. Y los que

estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste, que

también perdona pecados? Pero él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, vé en paz” (Lucas 7:41-

50).

Puede que su deuda de pecado sea grande actualmente. Puede que usted se sienta

espiritualmente en la bancarrota, abrumado por todo, incapaz de hacer las cosas bien. No

importa cuán grande o pequeña, Jesús puede perdonarle su deuda de pecado porque ya Él pagó el

precio con el derramamiento de Su sangre.

Usted puede controlar su deuda. Usted puede conquistar la enfermedad del descontento.

Usted puede ser financieramente libertado y puede ser perdonado.

Añadir el título

Tiempo de regocijo cuando la trompeta plateada sonó. El ciclo de los cincuenta años había sido completado. El Año de Jubileo había llegado. En los tiempos del Antiguo Testamento, bajo la ley, el Año de Jubileo era el sábado de sábados y era tiempo de gran celebración. El Jubileo significaba un tiempo de descanso, descarga y restauración. Y todas las deudas eran perdonadas. Si usted le debía dinero a alguien, cuando llegaba el año de jubileo, usted era libre de la preocupación de esa deuda.

Piense un poco – suponga que una gran trompeta, o corneta, sonara en las Naciones Unidas hoy e inmediatamente todas las deudas

fueran perdonadas. Deudas de tarjetas de créditos, hipotecas, préstamos para vehículos,

préstamos de gobierno, préstamos para negocios, préstamos personales cambiarían a cero

inmediatamente. ¡Qué fiesta habría alrededor del mundo! Sin embargo, puesto que la

celebración del Año de Jubileo acabó en el Antiguo Testamento, eso nos deja ahora con un

mundo de deudas.

Las naciones alrededor del mundo y billones de personas están nadando en el mar de sus

propios gastos extras y se están ahogando en sus propias deudas. Las preocupaciones de las

deudas en miles de hogares son simplemente abrumadoras. Esta enfermedad fiscal de la deuda

trae depresión, desanima y destruye. En muchos casos, la deuda viene a ser un problema

espiritual.

I. La deuda – síntoma de una enfermedad más grave

En los Estados Unidos hay 100 millones de hogares y 420 millones de tarjetas de crédito.

De acuerdo a Christian Financial Concepts (Conceptos cristianos sobre las finanzas) una

compañía regular de tarjeta de crédito permite que un individuo tome prestado un 250 por

ciento más de lo que esta persona concebiblemente puede pagar. 70% de los que tienen

tarjetas de crédito mantienen un balance pendiente de más de $7,000. Muchos estudios

revelan que las familias que usan tarjetas de crédito gastan de 25% a 30% más de lo que

gastarían si usaran efectivo. 80% de los norteamericanos deben más de lo que tienen. La

familia promedio gasta 115% de lo que gana anualmente. Tanto la deuda del consumidor

como las bancarrotas aumentaron un 20% desde 1995 hasta 1998. En 1998 solamente,

1.4 millones de personas declararon bancarrota sólo en los Estados Unidos. Casi 80% de

las parejas divorciadas entre las edades de veinte y treinta años declaran que los

problemas financieros fueron la causa primordial de sus divorcios.

Se adhiere a todo esto el hecho de que pagamos en intereses casi un 10% de nuestro

ingreso anual, pero solamente le damos a Dios un 2%. De hecho, el año pasado en

Estados Unidos, se gastó más dinero en gomas de mascar que lo que se donó a Misiones

Mundiales. La deuda es un síntoma de una enfermedad mucho más grave que se anida en

el corazón de los hombres y las mujeres. Es la enfermedad de la avaricia y de lo que la

Biblia define como codicia. Codicia por tener más, lujuria por las cosas. Ese deseo

insaciable de cosas y por tener el dinero para conseguirlas ha consumido el corazón de

millones. En muchas formas, la deuda es un síntoma de la enfermedad del descontento.

“Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos

traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y

abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en

tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en

destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual

codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores” (1

Timoteo 6:6-10).

Usted no tiene que ser como los demás. Usted no se tiene que comparar continuamente

con nadie más. Usted no tiene que vivir como ellos viven, manejar lo que ellos manejan,

trabajar donde ellos trabajan, o hacer lo que ellos hacen. Usted puede vivir una vida

contenta. La deuda es solamente un síntoma de la enfermedad del descontento.

II. La deuda – una oportunidad para aplicar los principios bíblicos

La Biblia no está silenciosa en el tema de la deuda. La Palabra de Dios nos habla en cada

área de nuestras vidas inclusive en cómo administrar nuestras finanzas y nuestras deudas.

La deuda está vista negativamente en las Escrituras.

“El rico se enseñorea de los pobres, y el que toma prestado es siervo del que presta”

(Proverbios 22:7).

Cuando nos endeudamos pasamos a cierto grado de atadura. Nos restringimos

espiritualmente y emocionalmente. Nos cargamos tanto que no podemos caminar

libremente como Cristo nos manda.

“No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha

cumplido la ley” (Romanos 13:8).

Debemos buscar la forma de liberarnos de las deudas en nuestras vidas. La Palabra de

Dios también habla de cobrar intereses exorbitantes.

“Si uno de ustedes presta dinero a algún necesitado de mi pueblo, no deberá tratarlo

como los prestamistas ni le cobrará intereses” (Éxodo 22:25, NVI).

“El que aumenta sus riquezas con usura y crecido interés, para aquel que se compadece

de los pobres las aumenta” (Proverbios 28:8).

“El que amasa riquezas mediante la usura las acumula para el que se compadece de los

pobres” (Proverbios 28:8, NVI).

Pasos prácticos que puede tomar para saldar sus deudas . . .

A. Determine su situación exacta – sume todo lo que usted realmente debe y comience a

orar por la dirección de Dios hacia la liberación.

B. Congele sus préstamos – esto puede significar la destrucción sus tarjetas de crédito y

aprender a vivir únicamente de su dinero efectivo. Ron Blue, un autor cristiano,

aprendió que viviendo por un año con un presupuesto basado en dinero efectivo, sin

usar sus tarjetas de crédito, redujo sus gastos generales hasta un 33%.

C. Trace un plan de pago. La mayoría de personas necesitan un presupuesto realista. Si

usted espera restablecerse, debe tratar de pagar más del balance mínimo de sus

tarjetas de crédito. Por ejemplo, si usted debe $2,705.00 con un interés del 18.38% y

para de usar esa tarjeta y empieza a pagar solamente el mínimo cada mes, le tomará

27 años y 2 meses para pagarlo todo. El interés pagado sería de $11,047.00.

D. Busque ser responsable a otro – pídale a alguien – un consejero espiritual o alguien

que pueda mantenerle responsable por el plan que usted se trazó para salir de sus

deudas.

E. Pague sus diezmos y dé para la Obra de Dios – Dios promete que de acuerdo como

usted le responde a Él con sus diezmos y sus ofrendas, así Él derramará de Sus

bendiciones hasta que sobreabunde. Cuando usted compromete sus finanzas al Señor

una ola invisible le cubre. Dios le comienza a proteger y le sostiene y ayuda aun

financieramente de maneras que el hombre no puede ayudarle.

F. Camine en el Espíritu – El Espíritu Santo le dará la sabiduría y el poder para salir de

las deudas y continuará enseñándole cómo vivir una vida en libertad espiritual. El

mandato de Cristo es que caminemos en la libertad que ya Cristo nos ha dado. Dios

puede hacerlo. Él puede darle la victoria sobre sus finanzas y puede convertirle en el

acreedor y no en el deudor.

III. La deuda – un recordatorio de la gracia de Dios

El Año de Jubileo era un tiempo en que todos los prisioneros eran libertados, todo el

trabajo cesaba y todas las deudas eran perdonadas. Esto nos sirve como una clave lección

divina de lo que usted y yo recibiremos en Jesucristo. En Cristo somos libertados. En

Cristo encontramos descanso y en Cristo la deuda de nuestro pecado es perdonada.

“En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y

envió a su Hijo para que fuera ofrecido como sacrificios por el perdón de nuestros pecados” (1

Juan 4:10, NVI).

“Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de

vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de

Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación” (1 Pedro 1:18-19).

Jesús compara el perdón de nuestro pecado al perdón de las deudas.

En Lucas capítulo 7, Jesús se encuentra comiendo en la casa de un fariseo. Una mujer

que era pecadora trajo un frasco de alabastro con perfume. Se postró a los pies de Jesús detrás de

Él llorando y empezó a lavar Sus pies con lágrimas, y los enjugó con el cabello de su cabeza, y

besó Sus pies y los ungió. El fariseo llamado Simón pensó que Jesús debía saber que esta mujer

era pecadora.

Jesús le dijo a Simón . . . “Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios,

y el otro cincuenta; y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de

ellos le amará más? Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más, T él le

dijo: rectamente haz juzgado. Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu

casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y las ha

enjugado con sus cabellos. No me diste beso, mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar

mis pies. No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies. Por lo

cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó muchos; mas aquel a quien

se le perdona poco, poco ama. Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados. Y los que

estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste, que

también perdona pecados? Pero él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, vé en paz” (Lucas 7:41-

50).

Puede que su deuda de pecado sea grande actualmente. Puede que usted se sienta

espiritualmente en la bancarrota, abrumado por todo, incapaz de hacer las cosas bien. No

importa cuán grande o pequeña, Jesús puede perdonarle su deuda de pecado porque ya Él pagó el

precio con el derramamiento de Su sangre.

Usted puede controlar su deuda. Usted puede conquistar la enfermedad del descontento.

Usted puede ser financieramente libertado y puede ser perdonado.

Por: Pastor Billy Wilson.

Referencia: https://pastorbillwilson.org/

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