Parábola de la nariz

Una vez, un hombre se dio cuenta que no veía bien, no solo al
querer leer, sino al caminar por la calle; las caras de las personas
las veía bor


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Una vez, un hombre se dio cuenta que no veía bien, no solo al
querer leer, sino al caminar por la calle; las caras de las personas
las veía borrosas, a veces, incluso se sentía mareado. Por este
motivo decidió ir a un oculista.
El médico le recetó un par de anteojos, que por el aumento que
tenían, eran bastante pesados. Al poco tiempo de usarlos, la nariz
empezó a protestar.
-«¡Eh, estos anteojos son muy pesados, me molestan! ¿Y por qué tengo
que aguantarlos yo, si funciono bien?»
Los ojos le respondieron:- «Tené paciencia, es que no vemos bien y
dependemos de tí para que sostengas los lentes».-
«-«No estoy de acuerdo, arréglenselas como puedan, a mí esto me
molesta y no es mi culpa»- volvió a protestar la nariz.
-«¡No te quejes tanto, que nosotros también lo sostenemos y no
armamos semejante lío!», gritaron las orejas, cansadas de escucharla.
Sin embargo, la nariz no hizo caso a las razones ni súplicas de los
ojos, y disimuladamente comenzó a corcovear, se movía de abajo para
arriba, de un costado al otro, hasta que se movió de tal manera que
los anteojos se cayeron al piso.
Claro, en ese momento el buen hombre iba caminando y al caerse los
anteojos, tropezó y cayó con todo su peso hacia adelante.
…Y, ¿saben qué se rompió?
La nariz.

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