Que Hacer con el Cansancio del Alma

En Hebreos 12:1-4 hay dos frases claves que hoy se usan mucho en psiquiatría y en psicología y que apuntan hacia el cansancio de la vida interior:

“Despojémonos de todo peso….”

“Que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar….”

Este “peso” no se refiere al pecado. Porque la carga del pecado se menciona después, separada por la conjunción copulativa “y”; del pecado que nos asedia”.

Es una crisis interior . Uno termina las vacaciones (quienes la hayan tenido), mira las circunstancias que nos envuelven, y el futuro. Y empieza a sentirse triste, incluso sin saber por qué, y esa tristeza interior va subiendo lentamente como una marea hasta convertirse en una obsesión de angustia que nos aprisiona, originando un peso invisible, pero real, en el corazón y en la vida.

Nos aborrecemos a nosotros mismos.

Se apoderan de nosotros sentimientos de culpabilidad.

Tenemos dificultades para la concentración.

Sentimos tendencia a la fatiga.

Perdemos la memoria.

Olvidamos nombres de personas que incluso nos son familiares.

Nuestro carácter está continuamente irritado.

Sentimos el “vacío” de la vida.

Creemos que nada merece la pena.

Mostramos desinterés por todo.

Nos sentimos aburridos de todo.

Éste es el “peso” que hemos de dejar. A esto se refiere el autor de la epístola a los Hebreos en su frase “despojémonos de todo peso”.

La segunda frase clave de este pasaje, la que aparece en el versículo 3, habla del desmayo.

Aquí se emplean otras tres palabras que también figuran en el vocabulario de la psiquiatría moderna y que son muy populares en nuestros días: Ánimo. Cansancio. Desmayo.

Ánimo es un sustantivo que se refiere a las propiedades del alma. El alma es el centro de la vida y del pensamiento. En el alma radica la conciencia y la libertad.

Lo que el autor quiere decirnos aquí es que no permitamos que el alma se canse hasta desmayar. Porque al desmayar perdemos el sentido de la realidad y caemos en la ansiedad, verdadera plaga en los tiempos que corren.

El peso que nos asedia, el ánimo que desmaya, disminuyen o desaparecen cuando los cargamos sobre los hombros de Cristo, según aconseja el apóstol Pedro:

“ Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros ” (1 Pedro 5:7)

Autores: Juan Antonio Monroy

Fuente: Protestante Digital