¡Soy líder, pero ya no puedo más!

Por Kevin A. Miller. ¿Alguna vez ha sentido que ya no puede más con las responsabilidades que tiene en la iglesia? ¿Se siente agobiado y sin energías? ¿Alguna vez ha experimentado la angustia de que necesita un descanso pero prefiere no tomarlo por temor a las consecuencias que eso pueda traer? Dichosamente, nunca es demasiado tarde para detenerse y entregarle las cargas a su Padre.

¿Dónde pueden los líderes encontrar descanso y renovación?

 

En el libro When I Relax I Feel Guilty [Cuando me tomo un descanso me siento culpable], Tim Hansel escribe acerca de los años en que trabajó para una organización cristiana: «Trabajaba… seis o siete días a la semana. Y cuando llegaba a casa sentía como si no hubiera trabajado lo suficiente. Por eso trataba de sobrecargar mi agenda. Pasaba más tiempo promocionando la vida que viviéndola.»

 

Muchas personas del liderazgo de la iglesia saben a lo que se refiere Hansel. Una reunión de algún comité lleva a otra y a otra. Es muy difícil llevar a cabo un evento cuando el próximo está a la vuelta de la esquina. A eso, agréguele las responsabilidades del trabajo y del hogar, y en un santiamén la agenda semanal está que explota.

 

La presión versus la angustia

 

Ese estilo de ritmo puede guiarlo a la fatiga. Sin embargo, el siquiatra luterano Paul Qualben formula una pregunta inquietante: «¿Por qué algunas personas (que trabajan en la iglesia) … parecen tener éxito en situaciones estresantes, sentirse satisfechos en sus trabajos, y a pesar de los altibajos … mantienen un equilibrio, mientras que los líderes de la otra congregación se sienten angustiados?»

 

Qualben concluye: «La mayoría del trabajo —en la iglesia y en los demás lugares— se lleva a cabo gracias a las personas que están bajo presión. La presión no es el problema, sino la angustia. La angustia es el producto de la frustración y la continua desilusión. Debe haber otros factores dentro de cada individuo que marquen la diferencia.»

 

Los líderes de las iglesias que tienden a angustiarse a menudo son, según Qualben, las personalidades de tipo A, «trabajadores afanosos que se establecen metas muy altas pero que sufren de la "aceleración enfermiza"», o aquellas personas que basan su valor individual en la asistencia, presupuesto, y otros resultados externos de su ministerio. Cuando solamente tres muchachos llegan al grupo juvenil, este tipo de persona se siente mal no precisamente por los chicos que podría alcanzar, sino por sí misma.

 

Los que involucramos nuestro ser en las iglesias sentimos tensión. Tal vez la mejor forma de describirla es que somos tanto trabajadores (es decir servimos como ancianos, maestros, o en cualquier otra función) como personas (es decir nos relacionamos con otras personas con todo lo que hay en nuestro interior, y no con nuestra función o trabajo). La mayoría del tiempo, balanceamos muy bien las dos. Sin embargo, tendemos a angustiarnos cuando la balanza se inclina hacia el lado del trabajador. Cuando voy a la iglesia, pienso en horarios, en las personas que debo aconsejar, y en la asistencia. Pareciera como si no hubiera tiempo para hablar de mis luchas en el trabajo o de mis temores con respecto a mi hijo. De alguna forma, las necesidades de la persona quedan a un lado.

 

Siempre existe la tentación de darle más importancia al lado del trabajador porque nos sentimos afirmados. El trabajo constante se compensa en la visibilidad, es decir, un sentimiento de ser apreciado y necesario. Durante mis años como líder del grupo juvenil, me sentía muy bien cuando los padres me detenían en el pasillo de la iglesia para decirme: «Estamos tan agradecidos por lo que está haciendo por Wendy.»

 

¡Qué maravillo sentimiento! Sin embargo, cuando el trabajo se convierte en el centro de nuestra vida, la angustia hace su aparición. A pesar de que nos sentimos bien por ser amados por nuestro trabajo, extrañamos ser amados por quienes somos. Esto nos puede ocurrir durante los periodos de inactividad, de descanso, de renovación. Como resultado, a menudo entre más «exitosos» seamos, más inseguros nos sentimos.

 

El síndrome del «trabajador eterno, nunca una persona» atrapa incluso —tal vez especialmente— a los cristianos más dotados, comprometidos y dedicados. Paul Tournier, en el libro De la soledad a la comunidad, escribe: «Rara vez he sentido una soledad tan absorbente como la que he visto en ciertos diáconos o pastores. Al dejarse llevar por el voraz activismo de la iglesia, el pastor tiene un sinnúmero de reuniones, siempre predica, e incluso tiene una agenda tan apretada que ya no tiene tiempo para meditar, y nunca abre su Biblia más que para buscar los temas de sus sermones. Ya no se nutre en forma personal. En una ocasión, un pastor, después de tener varias charlas conmigo, me dijo abruptamente, "Siempre oro como pastor, pero desde hace mucho tiempo no he orado simplemente como un hombre."»

 

Espere a que su alma lo alcance

 

Los líderes laicos con los que he hablado me han dicho una y otra vez que los descansos —aquellos periodos en los cuales no son «el diácono» o «el encargado del comité» sino que simplemente personas— son esenciales. Usted necesita contribuir, por ejemplo, responsabilizarse por la organización del retiro de otoño. Pero también hay un tiempo en que usted debe retroceder y dejar que los demás hagan los preparativos para que usted pueda asistir, mental y espiritualmente concentrado, y así sacarle provecho al retiro.

 

Sin ese tipo de descanso y renovación, el alma rápidamente se cansa. En Springs in the Valley [Primaveras en el valle], Lettie Cowman cuenta esta historia:

 

«En las profundidades de la selva africana, un viajero hacía un largo peregrinaje. Había arreglado que varios hombres de una tribu llevaran las cargas. El primer día marcharon rápidamente y avanzaron bastante. El viajero tenía grandes expectativas de que este viaje sería rápido. Pero la segunda mañana los hombres de la tribu se negaron a avanzar. Por una extraña razón se sentaron y descansaron. Al exigir una explicación por tan extraño comportamiento, le dijeron al viajero que habían avanzado tan rápido el primer día que estaban esperando a que sus almas alcanzaran sus cuerpos.»

 

En algún momento de la ajetreada agenda semanal, debe haber un lugar para que su espíritu se renueve. Si bien es importante ser reconocidos por nuestra labor, también es de igual relevancia tener un tiempo —regularmente— para experimentar lo delicioso que es ser amados solo por quienes somos. El autor Henri Nouwen confiesa: «Soy como muchos; me comprometo con tantos proyectos y planes que después me pregunto cómo puedo llevarlos a cabo. Esto es verdad para el pastor, el maestro, el administrador. De hecho, es verdad para nuestra cultura, la cual nos dice: "Haz tanto como puedas o nunca lo harás".… Me he dado cuenta de que no puedo pelear directamente con los demonios de la vida acelerada.… La única esperanza es encontrar algo demasiado real y atractivo donde pueda dedicar todas mis energías para decir sí. A algo a lo que le puedo decir sí es cuando me pongo en contacto con la realidad de que soy amado. Una vez que me he dado cuenta de que me aman aun en mi angustia, me libero del apremio de hacer faenas exitosas.»

 

El conflicto de la oración

 

Para Nouwen, el lugar de descanso para los cristianos activos es la amorosa presencia de Dios. Como alguien dijo: «Nunca hubiera tenido los recursos internos para soportar las angustias que han golpeado a mi matrimonio, mis hijos, y mi empleo si no hubiera descansado diariamente con el Señor.»

 

Pero aun cuando nos sentimos agobiados, podemos considerar a la oración como algo difícil y absolutamente poco atractiva. Orar pareciera lo último que quisiéramos hacer. Parece inalcanzable poder encontrar descanso y renovación en la presencia de Dios. Algunos líderes dicen que eso se debe a que se sienten cansados y enojados con Dios. Un miembro de una iglesia cerca de Filadelfia admite: «Cuando las cosas no van bien en el ministerio, pienso: "Por favor, Dios, revélate aquí; permítenos ver el fruto de todo este esfuerzo. Pero luego, justo cuando me enojo con mi esposa, me rehúso a hablarle, sencillamente dejo de hablar con él.»

 

Orar se vuelve algo difícil ya sea por los sentimientos de culpa —por estar cansado y desanimado— o por ciertas acciones que llevaron a esta situación. «Hay ocasiones cuando uno realmente no quiere entrar en la presencia del Señor —dice un presbiteriano—, porque la luz de su presencia es demasiado poderosa.»

 

Orar también puede parecer algo inútil ya que Dios, aparentemente, nos ha abandonado y ha desaparecido. Phillip Yancey escribe: «Las personas heridas, especialmente aquellas que han sufrido por mucho tiempo, a menudo tienen la sensación de que Dios los ha abandonado. Nadie lo ha expresado tan bien como C. S. Lewis en el conmovedor diario que escribió después de la muerte de su esposa (Una pena en observación). Lewis escribió que en el momento de su más profunda necesidad, Dios, quien siempre pareció estar disponible, de repente parecía distante y ausente, como si hubiera cerrado de golpe la puerta y la hubiera trancado desde adentro.»

 

¿Cómo han manejado los cristianos —aquellos «cuyo trabajo es orar», dijo Lutero— estos periodos de oración poco estimulante y, de esta forma, ser capaces de renovarse en la presencia de Dios?

 

«Para mí, un gran paso fue aprender que orar no era decir las palabras que Dios quiere oír —dice un líder de una iglesia Bautista—, sino es ser honesto con él —contarle mi enojo, mi cansancio y mis dudas. Él no buscaba un ejercicio programado y repetitivo sino una relación que pudiera incluir todo tipo de sentimientos.» Continúa admitiendo, «todavía lucho con eso». Para algunas personas, los sentimientos de haberse comprometido demasiado se han convertido en el primer punto de la agenda de oración.

 

Algo que ha ayudado a los líderes a regresar a la oración es darse cuenta que la oscuridad emocional y Dios pueden estar presentes al mismo tiempo. De hecho, la oscuridad podría ser una señal de su presencia. «Me encanta el poema de Francis Thompson titulado "The Hound of Heaven" [El lebrel del cielo]», dice Andre Bustanoby, un consejero cristiano. «Al final hay una línea que dice que este hombre, quien está escapando de Dios habla acerca de la sombra que se acerca a él. En una explosión de discernimiento el hombre dice: "¿Es mi destino, después de todo, la sombra de su mano extendida amorosamente?" Esa declaración siempre me viene a la mente cuando pienso en el desánimo. Hay una sombra que cubre mi vida, pero no es la niebla del destino. Es la sombra de su mano extendida amorosamente sobre mí. Él me dice: "Mi hijo, te invito a crecer. ¿No ves que eso es mi propósito en tu vida?"»

 

Además, muchos de los comprometidos miembros de una iglesia se han dado cuenta de que varios métodos específicos ayudan a salir adelante. Durante los tiempos ajetreados o de frustración, dijo alguien una vez, «mi vida de oración no es tan vital, pero algo que me ayuda es escribir en mi diario. Para mí, escribir es una forma de oración: hablo acerca de mis necesidades y también trato de expresar mi gratitud por lo que Dios ha hecho por mí. Después miro atrás y veo cuales han sido las fuentes de mi desánimo y cómo algunas de ellas han dado resultado. Eso me renueva».

 

En Marcos 2, un paralítico no es capaz de llegar a Jesús para ser sanado, por eso, cuatro de sus amigos lo cargan en su lecho. Cuando Jesús ve la fe de sus amigos, sana al hombre (Mr 2.5). Un principio similar se aplica para la persona paralizada por la fatiga o la desesperanza. A veces, la única forma de llegar hasta Jesús en oración podría ser gracias a que sus amigos lo carguen. Un líder en una iglesia en Maryland sabe a lo que me refiero. «Cuando no deseo orar, le pido a mi esposa que ore conmigo. En otras ocasiones, he reunido a mis amigos y les he dicho que "por favor, oren, yo no deseo hacerlo".»

 

Los tres tipos de vacaciones

 

Otra forma para mantenernos renovados —a veces es necesaria— es lo que llamaríamos tomar unas vacaciones del servicio de la iglesia. Después de meses de liderar un comité, podríamos sentirnos como Linus (el mejor amigo de Carlitos, personajes de la tira cómica Peanuts) cuando dijo de su manta de seguridad, «solamente un metro de franela me separa de un colapso nervioso». Luego es tiempo de tomar un receso, hacer algo diferente, descansar. Muchas iglesias, por ejemplo, les exigen a los miembros de junta que han trabajado duro por tres años que se tomen un año libre. Algunas iglesias les dan vacaciones a sus maestros de Escuela Dominical durante el verano. Otras congregaciones les piden a sus maestros que enseñen por un cuatrimestre y que después tomen libre el siguiente. La idea es la misma: darle a los trabajadores un descanso para que puedan regresar al servicio de la iglesia con un espíritu más renovado.

 

El problema con «las vacaciones de servicio» es que solo ocurren una vez al año, o una vez cada cuatro años. Hay muchos largos periodos de trabajo en medio. Es por eso que he encontrado de gran ayuda el pensamiento que Tim Hansel tiene acerca de las vacaciones. En When I Relax I Feel Guilty [Cuando me tomo un descanso me siento culpable], Hansel describe las mini-vacaciones: un día a la semana. A cada creyente se le anima —no se le obliga— a descansar un día a la semana. Si todos los domingos estamos ocupados con las responsabilidades de la iglesia, tal vez podemos tomar libre las noches de los martes o una porción de los sábados para recargar las baterías.

 

Además de las mini-vacaciones, existen las vacaciones diminutas. Hansel escribe: «Esto tiene la misma idea pero toma menos tiempo. Somos llamados a separar suficiente tiempo para descansar, recrearnos y adorar no solo cada semana, sino también todos los días. Jim Carlson recientemente me compartió su idea acerca de un "día sabático". Me dijo que si debíamos dar el diez por ciento de nuestra energía y dinero al Señor, entonces ¿no deberíamos hacer lo mismo con nuestro tiempo? Básicamente dijo que el diez por ciento de un día es 2.4 horas y que intentaba desarrollar una disciplina que le permitiera dedicar creativamente ese tiempo a conocer y disfrutar más a Dios».

 

Hansel ofrece muchas sugerencias para las vacaciones diminutas. Entre ellas:

 

En las mañanas, haga algo especial para usted. Prepárese una taza de té, bese a su pareja, acaricie a su perro, lea su pasaje favorito de la Biblia; en otras palabras, ayúdese a establecer el ritmo de su día.

Escoja una palabra o una línea de la Escritura y sígala durante todo el día.

Agradézcale a alguien de su oficina o de su casa por contribuir en su vida. Por ejemplo, agradézcale a la secretaria que contesta todas las llamadas.

 

Finalmente, existen las vacaciones de un minuto: una «pausa refrescante» de sesenta segundos durante el día. Hansel dice: «Inusuales momentos ocurren en cualquier lugar, son como pequeñas joyas distribuidas durante todo su día. ¿Qué le parece esos minutos antes de la cena? ¿Alguna vez pensó en tomar una fotografía del periódico y pedirle a su hijo de seis años que intente adivinar lo que está sucediendo?»

 

«¿Qué le parece alguna lectura breve tomada de un libro de poemas, o un versículo especial de la Biblia? Las vacaciones de un minuto son los momentos de los milagros silenciosos.»

 

El secreto de las vacaciones diminutas y de un minuto es que hacer algo, aunque sea algo pequeño, es importante para sentirnos renovados. La mayoría de nosotros, cuando estamos cansados o desanimados, queremos sentarnos, pensar y reflexionar acerca de esa situación. Fred Smith, un ejecutivo de Dallas, describe el problema: «He descubierto una cura segura para la depresión y una garantía para su prolongación. La garantía para su prolongación es la inactividad. La cura segura para su interrupción es la actividad. Si siento el mínimo indicio de depresión, no me atrevo a sentarme y a meditar, aunque siempre me siento tentado a hacerlo para dejar de sentirme así. Eso es igual de imposible como José tratando de meditar su huida del cuarto de la esposa de Potifar. Meditar acerca de cómo dejar de sentirse deprimido no funciona.»

 

«Si me ocupo inmediatamente de algo, particularmente algo que me haga sentir físicamente cansado —algo que disfrute haciendo— me doy cuenta de que cualquier indicio de depresión desaparece. Usted tiene que usar su poder de voluntad de distintas formas para cambiar el estrés enfermizo.»

 

En una encuesta del boletín electrónico Leadership se le preguntó a los líderes de varias iglesias: «¿Qué tipo de actividades lo renuevan y lo mantienen trabajando?». Muchas de las respuestas se podrían calificar como vacaciones diminutas o de un minuto. Todas las actividades son una forma relativamente económicas que ayudan a los miembros activos a sentirse renovados:

  • Estar en casa y escuchar música cristiana
  • Hacer deporte, por ejemplo, jugar fútbol
  • Leer comentarios escritos por grandes predicadores del pasado
  • Arreglar cosas de la casa
  • Usar jeans cada vez que se puede porque hace que la persona se sienta como si tuviera un día feriado
  • Trotar

 

Un líder de una iglesia conduce regularmente hasta un lugar fuera de la ciudad. «Me he dado cuenta de que yo, en lo personal, lo necesito en una forma que nunca entenderé —dice—.Cuando estoy ahí es como si todas mis cargas se desvanecieran, y empiezo a cantar y alabar al Señor. Puedo ir allí y solo estar una hora, y regreso como nuevo. Cambia mi perspectiva. Regreso pensando: "Bueno, ese problema tal vez no es tan grande como pensaba."»

 

Antes me sentía culpable, ahora tranquilo

 

Para algunos de nosotros, el obstáculo más difícil a la hora de tomar un descanso del liderazgo no es tanto asegurarnos de que todo estará bajo control mientras estemos ausentes, sino el hecho de sentirnos culpables. Pensamos en las personas que tenemos que llamar, los preparativos que tenemos que hacer, y cómo sufrirá el ministerio en nuestra ausencia. Luego oímos en nuestra conciencia las palabras de Charles Spurgeon: «El hombre que no trabaja duro en su ministerio tendrá dificultades al dar cuentas por su ociosidad en el día final.» Si de verdad estuviera comprometido, pensamos algunas veces, me mantendría trabajando.

 

Pero el trabajo fructífero y excelente se hace realidad solo a través del descanso y de la renovación.

 

Podría parecer que cuando hacemos deporte, o estamos en un centro de retiro o en un restaurante, perdemos el tiempo. Nos sentimos tentados a pensar en lo mucho que podríamos estar haciendo si no estuviéramos viendo un partido de fútbol de nuestro hijo. Pero cuando pasamos tiempo con nuestro Dios, nuestra familia y nuestros amigos simplemente como personas —y sentirnos amados— regresamos vitalizados internamente y eso no solo nos da nuevas fuerzas para servir en la iglesia, sino realmente es nuestro servicio.

 

Siento escalofríos cuando leo el rendimiento incansable de Juan Wesley, quien durante sus cincuenta y dos años de ministerio ambulante viajó más de trescientos mil kilómetros —la mayoría de ellos a pie o a caballo— y predicó alrededor de cuarenta mil sermones. Pero Wesley tenía un secreto: «Aunque siempre estoy de prisa, nunca estoy apresurado porque nunca tomo más trabajo del que pueda realizar con tranquilidad espiritual.» Wesley sabía lo que significaba descansar y sentirse renovado.

Building Church Leaders, Christianity Today, usado con permiso

Copyright©2002 por el autor o por Christianity Today International/Leadership Journal

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