Un Dios de poder que sana el alma y el cuerpo

Por Fernando Alexis Jiménez

El que Lucía hubiera sido abusada en su niñez, por un tío que vivía en casa, no solo la marcó para siempre sino que ahora, con veintisiete años, estaba sometida a constantes cuadros depresivos que le hacían ver el panorama ensombrecido.

Cuando clamamos, creemos y esperamos en Dios, los milagros simplemente ocurren…

No quiero vivir–, repetía una y otra vez–. La vida no tiene sentido–.

En alguna oportunidad, una tarde gris en Lima, muy cerca del malecón le asaltó la idea de suicidarse. “¡Igual, a nadie le importará!”, razonó. Afortunadamente venía una mujer que le preguntó por una dirección, y no pudo materializar su aciago plan.

Sólo cuando creyó que nada podría cambiar, se encontró con un desgastado ejemplar de la Biblia. Lo halló en medio de los libros de segunda mano que vendían en el negocio al que solía ir al mediodía, en el intermedio del horario de almuerzo en su trabajo.

Le llamó la atención porque era a muy buen precio. La compró, guardó en el bolso y sólo tres días después, cuando volvió a tomar el accesorio porque salía con el  vestido que tenía para esa ocasión, la sacó de la bolsa plástica y comenzó a leer un pequeño pasaje.<span=»94″></span=»94″>

En la noche se vio de nuevo inmersa en la lectura bíblica y, sin más, se convirtió en el comienzo de su relación con Jesucristo. ¡Él trajo sanidad física y espiritual a su vida!

Un Dios de poder

El Dios en el que hemos creído, no es un dios cualquiera, de los que  muchos adoran en pequeños altares con velas y luces. No. Es un Dios de poder que manifestó su ilimitada capacidad de obrar, en la vida de Su Hijo Jesús.

Las Escrituras enseñan que tras cruzar el lago de Genersaret junto con sus discípulos y después de apaciguar una tormenta que amenazaba volcar la barca, llegó a la ciudad. “Después de cruzar el lago, arribaron a Genesaret. Llevaron la barca hasta la orilla y bajaron. Los habitantes reconocieron a Jesús enseguida y corrieron por toda la región llevando a los enfermos en camillas hasta donde oían que él estaba.”(Marcos 6:53-55. Nueva Traducción Viviente)

El nuestro es un Dios de poder. No hay nada imposible para Él. Justo cuando estaba escribiendo este artículo, recibí una llamada telefónica del exterior. Una atribulada mujer me pedía orientación sobre su hijo. Era atormentado por demonios. Los médicos decían que era esquizofrenia y recomendaban internarlo en un hospital mental.

Tras evaluar la situación, comprobamos que el muchacho había estado inmerso en música de rock con mensajes subliminales. Por espacio de dos años oía temas que ni siquiera entendía, pero que eran violentos. ¡Satanás estableció una fortaleza mental en el adolescente! Sin embargo, el poder liberador de Jesucristo rompió las cadenas.

No importó la distancia a la que nos encontrábamos del jovencito. Cuando oramos y creemos, no hay limitantes ni geográficos ni de tiempo. ¡El nuestro es un Dios de poder! Él sana a los enfermos del cuerpo y del alma.

Un poder transformador y sanador

Dios hace cosas tremendas en nuestras vidas, sin sencillamente nos sometemos a Él. Puede transformar todo nuestro ser, pero además, sanarnos de dolencias que la medicina considera incurables.

Si nos atrevemos a creer y rebasamos la lógica científica, los milagros ocurrirán. El evangelista Marcos relata que: “Por donde iba —fueran aldeas, ciudades o granjas— le llevaban enfermos a las plazas. Le suplicaban que permitiera a los enfermos tocar al menos el fleco de su túnica, y todos los que tocaban a Jesús eran sanados.”(Marcos 6:56. Nueva Traducción Viviente)

Muchos de los enfermos sabían que sólo tocando el manto de Jesús, serían sanos. Fe que rompe la lógica. Fe que no se deja arrastrar por el qué dirán. Fe que sólo se atreve a creer, aun cuando todo parezca adverso y contrario. Fe para los milagros.

¿Y qué decir de las heridas del alma? El Señor Jesús trae sanidad a su mundo interior. Basta que nos rindamos a Él. Se manifiesta con poder si solo nos abandonamos en sus manos, sabiendo que Él sabe obrar como lo necesitamos. Un Dios de poder, con la capacidad de transformar nuestra existencia y sanarnos.

¿Está atravesando por una situación desesperada? ¿Los médicos le desahuciaron?¿Su matrimonio va camino al abismo?¿No sabe qué hacer con sus hijos rebeldes?

Le tengo la respuesta y a la vez la solución: Permita que Jesucristo tenga el control. Ríndase a Él. No siga luchando en sus propias fuerzas. Puedo asegurarle que su vida y la de su familia, cambiará radicalmente. Esa situación que hoy le llena de angustia y que quizá le ha hecho pensar en el suicidio, será cosa del pasado.

¿Desea usted ser totalmente sano, tanto en lo físico como en lo emocional? Pues el primer paso que debe dar, porque lo necesita, es recibir a Jesucristo en su corazón como su único y suficiente Salvador. Es la mejor decisión que jamás pueda tomar una persona. Nos permite emprender el maravilloso y apasionate camino de crecimiento personal y espiritual. Reciba a Cristo Jesús en su corazón. No se arrepentirá.

Si tiene alguna inquietud, por favor, no dude en escribirme a pastorfernandoalexis@gmail.com o llamarnos al (0057)317-4913705.

© Fernando Alexis Jiménez

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