Una luz

Durante todo el día el calor había sido insoportable, y en la noche las paredes de la casa estaban aún tibias. No sería fácil
conciliar el sueño.



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Durante todo el día el calor había sido insoportable, y en la noche las paredes de la casa estaban aún tibias. No sería fácil
conciliar el sueño.

Por la ventana entreabierta y a través de la cortina, se filtraba hacia mi habitación la pálida luz de la noche, formando una semipenumbra en el lugar, donde la vedette era la lucecita roja del aparato antimosquitos.

Pasada la medianoche me despertó el viento el postigo de la ventana castigaba una y otra vez contra el marco. Desde fuera llegaba esa especie de aullido que produce el viento al pasar entre las ramas de
los árboles.
El aire estaba mucho mas agradable, me levanté y cerré la ventana, ahora la oscuridad de la habitación era completa, y solo aquella pequeña luz me servía de referencia para reencontrarme con mi
cama sin tropezar con algo en el camino.

¡Qué valiosa se había vuelto de pronto aquella luz!

Así, sin perderla de vista, recorrí sin problemas la distancia hasta mi cama para continuar mi sueño interrumpido.

Trazando un paralelo con la vida misma…¡Qué importante es poder contar con una luz que nos marque el camino, sobre todo cuando todo se pone oscuro y tenemos que avanzar!
Esa luz puede hacer una gran diferencia en el camino a tomar a esa luz debemos prestarle mas atención que a otras cuyo destello encandila en vez de iluminar luces que nosotros mismos creamos, y como tal, son fluctuantes y efímeras.

En la actualidad que vivimos, donde la felicidad tiene forma de dinero, posesiones, fama, poder…todas cosas que en vez de liberar, encadenan es necesario que seamos muy sensibles a una Luz muy especial.

Jesucristo dijo: «Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no andará en tinieblas, mas tendrá la luz de la vida» (S. Juan 8).


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