Una mujer de dignidad y fortaleza

Por Charles R. Swindoll. La Biblia está llena de grandes mujeres. A lo largo de toda la historia del tiempo, marcha una sucesión interminable de mujeres valientes y de visión, de mujeres virtuosas, de mujeres abnegadas.  Las Escrituras se refieren particularmente a algunas de ellas.

No hace mucho participé en un pequeño proyecto. Hice un recorrido mental a través de toda la Biblia trayendo a la memoria las mujeres mencionadas en la Palabra de Dios. Una de esas mujeres es, por supuesto, Ester, que vivía en el anonimato con su primo Mardoqueo, en el país de Persia. El rey Asuero había regresado de la guerra, derrotado, solitario y necesitado de afecto y de compañía permanente. Sus consejeros le habían dicho: «Busquemos a todas las jóvenes casaderas hermosas que hay en el reino de Persia, en todas las provincias, y traigámoslas aquí para que hagas tu elección.» Lo que le estaban sugiriendo es lo que llamaríamos hoy un concurso de belleza, simple y llanamente.

El historiador judío Josefo nos dice que había quizá hasta 400 mujeres involucradas en este notable concurso. Tendrían un año para pulirse en todo arte de seducción y para realzar su belleza mimando sus cuerpos y aplicándoles el arte de la cosmética, de los peinados y vestidos. Finalmente, se esperaba que la elegancia, el encanto, la belleza física y la seducción erótica se impusieran. Cada una de ellas debía pasar una noche con el rey, quien entonces haría su elección.

Aquí tenemos los concursos de «Miss Internacional» y de «Miss Universo» combinados en uno, pero con un premio mayor que cualquiera de los que estos ofrecen: la ganadora se convertiría en la reina de Persia. Yo sospecho que las mujeres de todo el país clamaban por la oportunidad de tomar parte en esto, menos una: la heroína de nuestra historia (Est 2.5a, 7).

Ester formaba parte de la minoría. Su pueblo, los judíos, habían venido a esta tierra como cautivos, como botín de guerra. Ella está viviendo una vida de oscuridad en un hogar muy protegido y monoteísta. Ester no había sido atrapada por todo el alboroto del concurso de belleza. Sin embargo, es obvio que su belleza física atrajo la atención de alguien mientras continuaba la búsqueda.

Leyendo Ester 2.8, la expresión «fue llevada», puede significar «tomar por la fuerza», y así aparece traducido en otras partes del Antiguo Testamento. Algunos eruditos judíos le dan esa interpretación en este pasaje. No se nos dice si Ester fue «forzada» a ir. Pero creo que sería justo decir que había renuencia de su parte. Simplemente deténgase y piense: ¿Por qué habría querido una joven judía involucrarse en un plan que la obligaría a abandonar la única familia que tenía, bajo la tutela de alguien que ella amaba y respetaba, Mardoqueo? ¿Por qué habría querido pasar un año encerrada bajo llave en un harén, culminando en una noche con un rey pagano que podía resultar en la posibilidad de un matrimonio mixto fuera de su raza? Creo que puedo decir, sin temor a equivocarme, que fue con renuencia.

¿No es reconfortante encontrar un poco de timidez en una mujer hermosa? ¿No es encantador observar la verdadera belleza, que está acompañada de modestia y de la falta de interés en competir para lograr un premio por las cualidades físicas? Lo veo en Ester y me siento impresionado por ello.

Según 2.9, Ester obtuvo ventaja de su condición; porque no sólo se ganó el favor de quienes la habían descubierto, sino también el de Hegai, que tenía una gran influencia en el palacio. Por eso le dice: «Lo que quieras, puedes tenerlo.» Piense en eso.

Pero nada de esto se le sube a la cabeza. La belleza del carácter de Ester se revela en el hecho de que su encumbramiento no dañó su personalidad; a una persona más débil la habría mareado tanta exaltación a su belleza.

El harén era el sitio ideal para «un viaje» de seducción. Era el lugar donde las mujeres cultivaban la habilidad de utilizar sus encantos para lograr lo que querían, es decir, la posición más alta que una mujer podía tener en el reino. Este era el sitio donde las mujeres podían tener todas las joyas, todos los perfumes, todos los cosméticos y toda la ropa que necesitaran para resultar físicamente atractivas y tentadoras al solitario rey. ¡Este era el lugar que, en comparación, convertiría en insignificantes a las tiendas más elegantes, caras y exclusivas que hay en el mundo hoy!

Pero es en este medio embriagante que Ester, la encantadora estrella de Dios, brilla con mayor intensidad. Y lo hace al exhibir seis cualidades reales de fortaleza interior y de piadosa dignidad.

Seis características de dignidad y fortaleza

Primera: Ester exhibió un encanto y elegancia llenos de gracia (Est 2.9)

En este versículo la traducción literal del texto original es: «Provocó gracia ante su rostro.» ¿No es una expresión hermosa? Aunque había sido llevada al harén y participaba en estas actividades de manera renuente, Ester no mostró una actitud negativa. Estoy convencido de que ella sentía la mano de Dios en su situación. ¿Por qué más podía estar allí? Ante la imposibilidad de decir no, Ester fue un dechado de gracia ante el rostro de Hegai, el influyente servidor del rey. ¡Qué diferencia entre Ester y todas las demás mujeres que había a su alrededor! Sus cualidades internas no podían ser ignoradas. Estas, de hecho, captaron la atención del servidor del rey.

Ester era tan gentil y refinada que Hegai le proporcionó de inmediato todas las cosas que necesitaba, y algunas más. Era consentida y mimada al máximo. En este lugar se llegaba a cualquier exceso para cultivar el arte de la seducción y las técnicas eróticas del coqueteo que hicieran posible cautivar el corazón de un rey solitario. Sin embargo, en medio de todo esto, esta encantadora mujer «provocó gracia».

Segunda: Ester demostró una reserva y control poco comunes (Est 2.10)

Dios le ha dado a las mujeres un aire de misterio. Esto es algo que, sinceramente, los hombres no tienen. Nosotros los hombres somos una camarilla bastante pronosticable. Con mucha frecuencia he escuchado decir a un hombre: «Es que no la entiendo. Sencillamente no la comprendo.» Por ejemplo, una mujer dirá: «Lo que necesito es un buen llanto.» ¿Qué es un buen llanto? En toda mi vida, mi querido amigo, yo jamás he experimentado un buen llanto. Mi mujer sí. También otras mujeres de mi familia. Pero esto es un misterio para los hombres. Lo digo con toda sinceridad: Yo jamás he podido entender cómo se puede sentir uno bien después de llorar.

En toda mujer hay un aire de misterio, una imprevisibilidad que a los hombres les resulta enigmática. La capacidad de Ester de mantener la reserva no hace sino aumentar el misterio, particularmente su reserva verbal. Ella sabía mucho más de lo que decía. Sabía guardar un secreto.

La reserva verbal se está convirtiendo rápidamente en una virtud del pasado. Gracias a las revistas sensacionalistas que lo cuentan todo y a los programas de entrevistas de la televisión donde nadie se guarda nada, no hay reserva en absoluto. ¿Cuándo fue la última vez que alguien se ruborizó en la televisión? Pero la reserva y el control operan siempre en favor nuestro. Las mujeres deben aprender a guardar confidencias, especial-mente si tienen que ver con su esposo, con su familia y con sus amistades. ¡Que la conozcan por saber guardar un secreto! Eso es parte de una personalidad caracte-rizada por la dignidad y la fortaleza.

Tercera: Ester tenía un espíritu siempre dócil (Est 2.10 y20)

El haber sido una de las finalistas en esta delirante competencia, o después, el haberse convertido en reina no hizo que Ester hiciera alarde de su independencia ni que se diera ínfulas con sus habilidades. ¡No ella! Esta preciosa, digna y sabia mujer seguía dispuesta a escuchar y aprender.

Ester sigue siendo un excelente ejemplo para las mujeres hoy. Algunas de ustedes son maestras excelentes que tienen la capacidad de pararse frente a un grupo y exponer la Biblia, o de disertar sobre alguna área en la que son competentes y mantener al público embelesado por la agudeza de ingenio y creatividad que demuestran. Otras de ustedes se han distinguido en el servicio público. Han desempeñado papeles y cargos prestigiosos en la comunidad. Es posible que hayan recorrido mucho mundo y que se muevan con plena seguridad en círculos exclusivos donde hay hombres y mujeres muy influyentes, y con los cuales ustedes tienen una relación personal de confianza. No hay nada de malo en esto. Pero déjeme preguntarle: ¿Ha cambiado eso su disposición a aprender de los demás? ¿Se ve a usted misma como una experta perfecta? ¿O simplemente todo eso la ha hecho consciente de lo inmensa que es realmente su ignorancia? Espero que sea esto último.

Cuarta: Ester demostró una sencilla modestia y autenticidad (Est 2.12-15)

Recuerde que en este momento Ester no debía tener más de unos veinte años de edad, o podía ser aun menor. Esta era la gran oportunidad de su vida de tener cualquier cosa que deseara. Pero en vez de eso, sigue siendo fiel a lo que le habían enseñado y se guía por el consejo de Mardoqueo, creyendo que él sabe lo que más le conviene a ella. No sucumbe a la tentación que la rodea: a la superficialidad, el egoísmo, la seducción, el egocentrismo. Exhibe una sencilla modestia, una autenticidad, en medio de tanto lujo desmedido. ¡Le dije que se encariñaría con Ester!

Francamente, estoy convencido de que Ester se presentó ante el rey sin ningún temor, porque no la consumía la ambición de ser reina. Su vida no giraba en torno a su aspecto físico, ni al propósito de hacer feliz al rey. Estaba allí por una sola razón: Porque sabía que la mano de Dios estaba con ella; por ciertas circunstancias y por la sabiduría de Mardoqueo, había llegado allí por una razón. Para utilizar una de mis expresiones favoritas: sabía lo que estaba haciendo. Sabía quién era. Sabía lo que creía. Y sabía que la mano de Dios estaba sobre su vida. Si era su voluntad que estuviera allí, si eso era parte de su plan, entonces lo aceptaría de buena gana. De no ser así, de buena gana renunciaría a él. Era modesta en cuanto a su persona, y era auténtica.

Quinta: Ester fue ejemplo de una gracia amable, a pesar del ambiente (Est 2.15-17)

Es evidente que Ester tenía algo en ella que hacía que obtuviera «gracia» de todo el mundo, desde el rey hasta las mujeres del harén que estaban compitiendo con ella por la atención y la simpatía del rey. Pienso que debe haber tenido cierta gracia. El dic-cionario dice que tener gracia es «ser agradable, encantador, atractivo de una manera dulce y cautivadora». Una persona que tiene gracia nos atrae. Nos sentimos seducidos por el espíritu bello y fascinante de esa persona.

Sexta: Ester demostró un humilde respeto por la autoridad (Est 2.18, 20)

Muchas personas parecen pensar que cuando alguien se casa ya no necesita del consejo de sus padres. O que cuando se independiza económicamente, depende total y absolutamente de sí mismo. La persona piensa por sí misma y hace lo que le viene en gana. Pero aquí vemos que Ester, a pesar de haberse convertido en la reina del país, se acordaba de la sabiduría de su tutor y seguía su consejo gustosamente.

Yo he compartido esta lista de características con mis amadas hijas, esperando no sólo que piensen en ellas sino que también las cultiven. Y es con este mismo sentido de solicitud que comparto estas cosas con usted hoy, porque personal-mente creo que se necesitan más que nunca en el ambiente de inseguridad y sensualidad en que vivimos.

Consejos prácticos para las Ester de hoy

Ahora bien, ¿qué le dice todo esto a la mujer hoy? Me aventuraría a decir que todas ustedes que han leído este artículo hasta este punto quisieran, a su manera, ser una Ester moderna. Pero estas cualidades parecen ser casi inalcanzables. Suenan tan increíblemente fuera de la realidad. ¿Cómo puede una mujer imaginar siquiera tener todas estas cualidades?

Pero puede suceder. Dios no nos engaña con las cosas que dice en su Palabra. Él no se dedica a hacer que su pueblo quede avergonzado yendo tras una expectativa no realista que jamás podrá lograr, yendo tras algo que es totalmente exclusivo de una sola persona, pero que para los demás es un reto frustrante e inalcanzable. Debo añadir de inmediato que usted no podrá hacer suyas estas cosas dejándose guiar por lo que le dice el mundo. Eso sólo le traerá derrota y frustración. Usted, como persona, tiene sus propias presiones, sus propias dificultades, sus propias circunstancias espe-ciales, pero Dios le ofrece las maneras de manejarlas y de convertirse en su persona especial. La pregunta es: ¿Cómo? Le ofrezco dos sugerencias sencillísimas, pero prácticas.

En primer lugar, pídaselo a Dios. Pídale que cultive ese carácter en usted. Pídale que le dé una insatisfacción por lo superficial y un deseo más profundo por lo espiritual. Entréguese a su poder y a su corrección. Busque su dirección en las cosas que le faltan. Permita que él la ayude a fijarse metas razonables. Escríbalas en su diario para tener así constancia de que ora en este sentido.

Pídale a Dios que le dé esa clase de autenticidad, para poner más énfasis en lo que está sucediendo en lo más profundo de su corazón, y menos énfasis en lo externo, lo superficial, lo frívolo.

En segundo lugar, confíe en Dios. Confíe en que él controlará las circunstancias que están a su alrededor, esas circunstancias que quizá está utilizando para no ser la mujer que quiere ser. No espere que sus circunstancias sean perfectas. (¡Usted sabe que jamás lo serán!) Acuérdese de Ester: En el punto culminante del certamen, rodeada de mujeres sensuales, ambiciosas y superficiales, Ester se mantuvo firme. Y, admirablemente, Dios le dio gracia ante los ojos de los demás.

Pídaselo a Dios. Confíe en Dios. Nosotros dependemos completamente de él para vida eterna, para perdón, para carácter, para seguridad. Su luz en nuestra vida nos da una aversión cada vez mayor por las cosas que sólo satisfacen a la carne. Su luz nos muestra la importancia del carácter y el cambio increíble que puede producirse si permanecemos firmes en las cosas de Dios. Sólo él puede darnos gracia y atractivo, y evitar que nos convirtamos en cristianos biliosos e irritables. Es su propósito para nuestra vida lo que nos utiliza aun en los harenes de la vida, para que hagamos que las cosas sean diferentes y modelemos un encanto y una belleza que no puede sino hacer que la atención de la gente se dirija al Señor y a su poder.

Siento una gran compasión hoy por la mujer de Dios que tiene que aguantar los disparates que dicen los medios de comunicación en cuanto a su papel, a su importancia y a su lugar en la sociedad. No sé de nadie que tenga más derecho a estar confundida, que la mujer de hoy. Ella recibe toda clase de respuestas, toda clase de mensajes ambivalentes, toda clase de supuestas demostraciones de que la independencia es su única manera de volar, y de que ser liberal y hacer lo que le plazca le dará paz y satisfacción permanente. Las mujeres deben estarse preguntando en medio de todo este torbellino, qué es exactamente lo que se supone que deben ser y qué deben hacer.

Hay que dar una medida especial de ayuda a nuestras hijas, para que sepan cómo ser mujeres de Dios en este mundo, ya que muchos están listos para darles un guión falso.

Comience donde se encuentra ahora mismo

Dios le ha dado a la mujer una singularidad que no se encuentra en ninguna otra de sus creaciones. Es a través de la mujer que nacen los niños, y sólo a través de ella. Es la madre quien tiene la influencia más importante durante los años más formativos de la vida del niño. La dirección de una madre es elocuente aunque no se diga ni una sola palabra. ¿Quién no ha captado «la mirada» de su madre? ¿Quién no ha sido movido a tomar una decisión por el silencio de una madre, por el ejemplo de una madre y, ciertamente, por las lágrimas de una madre?

Creo que esto es así porque Dios les ha dado a las mujeres por lo menos cuatro cualidades que impactan nuestras vidas.

En primer lugar, Dios ha dado a las mujeres una intuición especial. Este es un sexto sentido que les permite penetrar la concha más dura y ver más allá de la fachada impenetrable, y ver la verdad más allá del error y de la falsedad. Las mujeres tienen la habilidad de percibir el carácter o la falta de él mientras que los hombres parecen ser mucho más incautos. La percepción de la mujer es a veces tan increíble, ¡que a menudo nos saca de quicio a los hombres!

En segundo lugar, Dios ha dado a las mujeres una resistencia al dolor que no ha dado a la mayoría de los hombres, ya sea al dolor del parto o la capacidad de soportar las penurias a largo plazo. Como la «mujer pionera» de los primeros años de historia de muchos de nuestros países, las mujeres tienen la capacidad de seguir adelante bajo las condiciones más desfavorables, con indoblegable determinación para perseverar. Me resulta imposible mencionar el número de hombres que no tiraron la toalla simplemente porque hubo mujeres que los amaron y creyeron en ellos.

En tercer lugar, además de la intuición y la resistencia, Dios ha dado a las mujeres una sensibilidad especial. Nosotros los hombres somos más cerrados, cerrados hacia Dios y hacia las otras personas. Pero las mujeres tienen una receptividad, una calidez, una sensibilidad para las cosas de Dios. La mujer tiene el deseo de crecer, de responder, de sentir, de demostrar afecto hacia las cosas de Dios, que no se encuentran en el hombre promedio.

En cuarto lugar, Dios ha dado a las mujeres la cualidad de la vulnerabilidad. La mayoría de las mujeres que conozco tienen menos temor que los hombres de decir la verdad acerca de su vida. Esta es la razón por la que la mayoría de los consejeros le dirán que por lo menos el 70 por ciento de sus clientes son mujeres. Las mujeres están dispuestas a pedir ayuda. Si lo dudan, hombres, recuerden sólo la última vez que se extraviaron mientras conducían su automóvil, y su esposa les dijo «¿Por qué no te detienes y preguntas?». Los hombres recorremos cien kiló-metros, tratando de hallar la ruta correcta, sólo para demostrar que sabemos a dónde estamos yendo. Una mujer simplemente se detendrá, reconocerá que se ha extraviado y pedirá ayuda. Las mujeres confían más en los demás y están menos a la defensiva. Hasta están dispuestas a admitir sus temores y aprensiones. Las mujeres son, por lo general, las primeras en decir en el matri-monio: «Algo no está funcionando bien aquí.»

¡Pero, anímese! No estoy hablando sólo de las madres y abuelas veteranas. La generalidad de las mujeres tienen todas estas cualidades. Si quiere más pruebas de esto, vea su Biblia. La palabra de Dios está repleta de ejemplos de la dignidad y fortaleza que Dios les ha dado a las mujeres.

El encanto de una mujer le dará un puesto de honor. Una esposa excelente le da a su esposo un lugar de importancia, pública y perso-nalmente. Una esposa prudente es un regalo de Dios, mejor que cualquier posesión terrenal. Tal mujer le dará a su esposo el consejo prudente y proporcionará a su familia el liderazgo del discer-nimiento y del buen juicio. Su toque sobre el brazo del marido es por lo general suficiente para frenarlo o para hacerlo reflexionar de nuevo en lo que ha pensado hacer o decir.

¡Cuánta esperanza puede propor-cionar esto! ¡Cuánta fortaleza y dignidad! Dios es tan bueno por explicar en detalle estas cualidades, justo ahora cuando usted ha comenzado a pensar que sólo Ester daba la talla. ¡No es así! Todas estas cualidades son suyas, suyas con sólo pedirlas, suyas si sólo confía. ¡Por lo tanto, pida! ¡Y confíe!

Tomado y adaptado de Ester, una mujer de fortaleza y dignidad

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